Los Ángeles, Cal., marzo 23 de 1918.
Consulado de México. Los Ángeles, Cal.
Los Ángeles, Cal., marzo 23 de 1918.
Tengo la honra de remitir a esa respetable Secretaría, por correo separado, dos números del "Saturday Evening Post", de fecha 23 de los corrientes, publicación semanal que se edita en Philadelphia, Pa., en el que aparece un artículo bajo el título de "El Juego de México", escrito por David Lawrence.
Este artículo es demasiado largo para que este Consulado pueda hacer la traducción del mismo, y juzgando importante en grado superlativo que esa Superioridad tenga conocimiento de cómo se juzga la política del señor Presidente en este escrito, me permito suplicar muy atentamente ordené esa Superioridad que la traducción sea hecha por persona competente.
Reitero a usted las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.
Constitución y Reformas.
Teodoro Trezières
El Cónsul
Al C. General C. Aguilar, Secretario de Relaciones Exteriores, México, D.F. México.
EL JUEGO DE MÉXICO
Por David Lawrence
"La Neutralidad", como predijo el Presidente Wilson antes de que los Estados Unidos tomaran parte en esta guerra, está destinada a constituirse en una palabra vana. Las disputas de una nación serán causa de guerras en las que todas las demás tomen parte. Cualquiera cosa que pudiera perturbar la paz del mundo, cualquier disputa territorial o controversia que pudiera convertirse en una guerra, será un asunto de interés mundial que deberá ser materialmente evitada, si fuere necesario, por medio de la intervención de ejércitos y armadas que se unan para hacer observar buena conducta a los Gobiernos inclinados a las polémicas.
Existen gobiernos que técnicamente hablando, pueden llamarse no-beligerantes, pero no existen pueblos neutrales; porque las simpatías no pueden ser reprimidas. Y si tal sentimiento no provoca una inclinación de un lado o de otro en este conflicto, por el equilibrio moral, el comercio y las exigencias de una crisis económica mundial hacen la elección inevitable.
México se encuentra actualmente haciendo su elección. Las circunstancias y ningún sentimiento sino los hechos fríos, tangibles, son los que guían a sus estadistas que quieren a toda costa estar con el victorioso. Ninguna declaración oficial de simpatía hacia nosotros como las que nos han sido enviadas de muchos otros países latinoamericanos, ha venido de más allá del Río Grande. Pero nuestro vecino del Sur no es de ningún modo pro-alemán, tampoco es pro-aliado, pero tampoco es neutral. México no puede considerarse en ninguna de estas categorías. México es para México; lo que quiere decir ahora que Venustiano Carranza, Presidente de México, usando de su rara habilidad, hace jugar un "leader" político contra otro y está haciendo ahora ese mismo juego, solamente que en mayor escala. Este juego es muy suyo. Es un juego fascinador que se extiende hasta el Continente Sud-americano y coquetea con la Argentina mientras que voltea disimuladamente hacia el Norte, para ver qué efecto ha causado la carta triunfo en los Estados Unidos: en el llamado "Coloso del Norte".
"México para los Mexicanos", ha sido el lema de la revolución en el país del Sur, porque las explotaciones extranjeras fueron llevadas demasiado lejos por Porfirio Díaz. Pero ese mismo dogma político nacionalista está siendo aplicado a todo el campo de relaciones exteriores de México. "México debe mantenerse en buenos términos con ambos combatientes”. Así razonan los estadistas mexicanos que consideran que la neutralidad permita a los representantes o agentes de cada grupo de beligerantes que sean tan activos o maliciosos como lo deseen, siempre que los crímenes que unos cometen no sean de mayor magnitud que los de los otras. Esta teoría significa la igualdad más completa; pero esa política no puede ser observada más que a costa de un gran peligro para el país que trata de "jugar con los extremos contra el medio".
LAS COQUETERÍAS DE MÉXICO CON SUDAMERICA
Sin embargo, los Estados Unidos no están particularmente perturbados por teorías de neutralidad. Es la práctica lo que debe tomarse en cuenta. Después de todo, México pertenece a los mexicanos y por los principios de soberanía ellos pueden proclamar la política que deseen, desde la autocracia hasta la anarquía en sus asuntos interiores; y desde la neutralidad benévola hasta la beligerancia pasiva en sus asuntos internacionales. Pero cuando alguna de las mencionadas políticas nos golpee directamente, y nosotros califiquemos el golpe de hostil, tenemos el derecho soberano de decir: México no; y de ir aún más lejos, y México lo sabe.
Así es que en los actuales días, nosotros no desperdiciamos ocasión de hacer saber a los mexicanos que tenemos buena vista y que sabemos distinguir entre un acto amistoso y un acto hostil. Un acto que demuestre la verdadera estimación que se siente hacia un vecino y de otro que tienda a ayudar la causa de Alemania. En resumen, hemos dicho algunas cosas inequívocas a México desde que tomamos parte en la guerra. Las hemos dicho en una forma cortés, pero clara, que no puede ser confundida. Y nuestra franqueza es incesante, porque a pesar de que México tiene un perfecto derecho de adoptar la política que le parezca mejor, nosotros debemos hacer observar a México, conforme se desarrolle esa política, si ha cometido algún error en ella por el que pudiera resultar perjudicado. En otras palabras, México tal vez olvide que, a pesar de que nosotros dispondremos de grandes recursos para derrotar a Alemania, nos quedaran suficientes para ser siempre un factor en el comercio del mundo y en los consejos internacionales.
México, nunca nos ha escatimado el derecho que tenemos de hacer oír nuestra voz en esos consejos, pero desde hace poco tiempo a esta parte se ha resentido con la idea de que nuestra voz sea más alta o más potente que las de otras naciones de este hemisferio. Orgulloso y preciso acerca del término Igualdad, Venustiano Carranza ha sido el hombre de quien más se ha hablado de todos los "leaders" mexicanos durante los últimos veinte años, contra la llamada esfera de influencia por la cual los Estados Unidos han actuado como representantes de todos los países europeos, cuando hubo necesidad de tratar asuntos que se relacionaron con los súbditos europeos de México.
La actitud del Presidente Carranza en la presente guerra debe ser juzgada desde el punto de vista de una teoría de las edades antiguas: Cada nación para sí; una hermosa teoría cuando todas las naciones son igualmente altruistas e igualmente desinteresadas; una teoría que hubiera hecho innecesario la proclamación, por el Presidente Monroe, de su famosa doctrina porque no hubiera existido el temor de ninguna agresión europea y ningún Maximiliano hubiera considerado propio invadir a México cuando nuestro país se encontraba asolado por la guerra civil.
Pero las naciones no han llegado a la etapa utópica de igualdad en poder, y hasta que la doctrina Monroe pueda extenderse alrededor del globo, para que ninguna nación tenga derecho de robar el territorio o propiedad de la otra bajo ningún pretexto, el valor de los amigos y vecinos, especialmente de vecinos poderosos, continuará siendo efectivo. Esto es lo que el Presidente Carranza descubrió para sí y para México antes de que termine la guerra, porque a pesar de que el Jefe del Ejecutivo Mexicano no duda del poder de los Estados Unidos, ha habido razón para creer que de cuando en cuando el duda de que la Entente saldrá victoriosa en esta guerra; por lo que, atendiendo a la seguridad de su país, trata de no herir la sensibilidad de los funcionarios de Berlín.
Todo esto no es difícil de entender, porque la propaganda alemana ha echado raíces en México durante dos años o más, y los alemanes han esparcido en México la creencia de que los ejércitos de la Entente serán derrotados irremisiblemente. Por eso, cuando el Gobierno de los Estados Unidos, al presentarse la ocasión arroje una poca de luz sobre la verdadera situación de la guerra, de sus propias preparaciones los bonos teutones bajarán notablemente.
LA POLÍTICA ACTUAL DE CARRANZA
Pero el juego sigue. El Presidente Carranza continúa ajustándose a lo que le parece ser la verdadera política mexicana. Su noción de los propios procedimientos que sigue hacia los Estados Unidos y del mundo en general no comenzaron ayer. Comenzaron cuando él apareció en el Norte de México como un "leader" de la revolución contra Huerta. Se recordará que aun a pesar de que los Estados Unidos estaban bajo todos conceptos ayudando a los revolucionarios, una simple representación de parte del Departamento de Estado Americano para que se le informara acerca de la muerte de un tal Benton, súbdito inglés, recibió la contestación de que eso representación debió haber sido hecha directamente por el Gobierno Británico, y no por medio de las Autoridades de Washington.
Toda nuestra hermosa tradición acerca de la doctrina Monroe, que nos obliga a hablar por los países europeos cuando ellos nos llaman para servir de intermediarios en sus cuestiones con algún país de América, fue repentinamente hecha a un lado, y prefiriendo guardar silencio antes de embarazar al Gobierno de los Estados Unidos, Inglaterra optó por lo primero. Con toda seguridad el señor Carranza no tenía ninguna mala disposición hacia Inglaterra. El no sufrió ninguna insinuación de la intervención de Argentina, Brasil y Chile, países que tienen algún parentesco de raza con la mexicana. Cuando alguien mencionaba una intervención unida, aunque fuera de un carácter diplomático, el "leader" mexicano enrojeció de indignación, pero él fue siempre lo suficientemente cuidadoso para no decir nada que ofendiera a esas naciones. Por el contrario, con toda calma comenzó a cultivar la amistad de ella.
El Presidente Carranza tuvo la idea de una ayuda moral por parte de los Estados Unidos en Sudamérica, al arreglar algún asunto con un país latino, tal vez fuera convertida en algo de la misma clase para México, especialmente cuando señalaba orgulloso a la ciudad glacial de sus millones de indios y españoles, las poblaciones de los países Centro y Sudamericanos.
Tal es la base de la política mexicana de ahora.
Eso es por lo que, delegaciones, una detrás de otra, salieron del Palacio del Presidente Carranza hacia los países sudamericanos; eso es por lo que ofreció un banquete al Sr. Malbrán, Ministro de Argentina en México hace más de un año, y que fue recibido como el representante de un país que debe fundir su fortuna con la de México contra el "enemigo común", denominación que se da por los funcionarios mexicanos a los Estados Unidos. Eso es por lo que México hizo una invitación a todos los países neutrales del Centro y Sudamérica, para que se unieran a él en unas conferencias en las que se discutirían los problemas de la guerra.
Trazada desde su principio la política de Carranza, ha sido un ininterrumpido esfuerzo para equilibrar los grandes países Sudamericanos contra los Estados Unidos, y para crear cierta rivalidad de intereses. Esta idea no era original del Presidente de México. Algunos estadistas antiamericanos, en todos los países latinos, de tiempo en tiempo la han agitado como el único medio de contrarrestar el imperialismo imaginario de los Estados Unidos de Norteamérica.
La estrecha amistad del Brasil para con nosotros, ha sido el factor principalmente responsable del fracaso de estos planes, pues los estadistas brasileños se han convencido de que la idea panamericana es mucho mejor para todas las naciones y que la otra forma de política que se intentaba seguir solamente conduciría a malas inteligencias y guerras.
Pero el Presidente Carranza se aventuró en la creencia de que la similitud de razas, y probablemente una similitud de problemas, lo pondrían en actitud de fundir las naciones centro y sudamericanas que no se habían declarado abiertamente a favor de la Entente Europea. Su primera proposición fue que todas las naciones que abastecían a los beligerantes europeos, declararan inmediatamente un embargo sobre las exportaciones de municiones y efectos. Tal restricción debería incluir a todos los beligerantes afectándolos por igual.
Poco importaría al Sr. Carranza que la flota británica hubiera estado deteniendo todas las exportaciones para Alemania en alta mar casi durante dos años, así como que el efecto de su idea sería el de detener los envíos de petróleo de que tanta necesidad tenían esas mismas flotas británicas. El señor Carranza protestó que su medida no fue inspirada por Alemania o en interés de Alemania, sino que era simplemente un modo de hacer cesar la guerra. México retendría su petróleo y se sugirió la idea de que los Estados Unidos no permitieran la exportación de ninguna clase de material de guerra; entre ambos, México y los Estados Unidos, pondrían fin a la guerra (un programa ambicioso con un simple procedimiento).
Cortésmente, los Estados Unidos dijeron a México, que en lo que se refería al Gobierno de Washington, ese Gobierno no sentía ninguna obligación para separarse de los acostumbrados preceptos del Derecho Internacional, que reconocen el derecho de los neutrales de negociar con los beligerantes en una guerra. Pero el Presidente Carranza invitó entonces a todas las naciones, a las que había dirigido su nota para que se reunieran en una gran conferencia en la que se discutirían los problemas de la neutralidad.
Simultáneamente, el Presidente de la Argentina, señor Hipólito Irigoyen, el mismo hombre que muchos meses más tarde hizo caso omiso del voto de su Congreso recomendando una ruptura de las relaciones diplomáticas con Alemania, comenzó a hacer invitaciones de su propia iniciativa. El también sugirió la idea de que se efectuara una conferencia internacional; México aceptó prontamente. El Brasil declaró que aceptaría, si los Estados Unidos fueran invitados; pero habiendo descubierto que esta nación no tuvo nunca nada que hacer con tales conferencias, los brasileños se mantuvieron alejados de ellas. Entonces Venezuela hizo una invitación para una conferencia de neutrales. Las invitaciones eran tan numerosas en aquellos días, que nuestro Departamento de Estado apenas podía saber de dónde venían, y a pesar de que nadie declaraba abiertamente que Alemania tenía algo que ver con esas ideas de neutralidad, parecieron sospechosas a nuestro Gobierno.
Porque desde que Alemania no podía esperar que se pusieran de su parte ninguno de los países de este hemisferio, la mejor cosa que podía hacer, era que estas naciones no se unieran a la Entente, que no estrecharan sus relaciones con los Estados Unidos.
COINCIDENCIAS SOSPECHOSAS
Muchos pueblos han tratado de averiguar cómo Alemania podría invadir a América, pero ellos han pensado siempre en términos de una inmediata invasión militar. La verdad es que los alemanes han estado haciendo alguna invasión efectiva desde agosto de 1914, y aun antes. Sus constantes esfuerzos han sido encaminados a dividir la familia panamericana. Y el hecho de si el Presidente Carranza tuvo o no conocimiento de los ardides alemanes, no es tan importante como el de que su política ha sido algunas veces idéntica a los planes de Alemania. Algunos amigos de México en los Estados Unidos, que han defendido siempre al Gobierno de Carranza, repetidamente se han visto precisados a explicar las desastrosas coincidencias de la política mexicana con los propósitos alemanes.
Algunas cosas extrañas suceden de tiempo en tiempo, que hacen muy dura la tarea para los amigos América nos de México, de demostrar que el Presidente Carranza no tiene simpatías por los propagandistas alemanes. No hace mucho tiempo, los Estados Unidos por medio de sus listas negras evitaron que se continuara enviando papel a "El Demócrata", periódico que se ha probado que está controlado por el Ministro alemán en México. El Gobierno mexicano protestó, alegando que tal restricción era una infracción a los derechos mexicanos, especialmente el atentado contra una firma de México, al cual los Estados Unidos exportan sus productos. Nuestros propios funcionarios expresaron su pena porque era necesario tomar tal determinación; al hacer esto, recordaron que los Estados Unidos se mostraron indignados acerca de las listas negras británicas, cuando nosotros éramos neutrales, pero desde que entramos a la guerra, las listas negras y el boycotaje parecieron medidas legítimas y de necesidad militar.
Entonces el Gobierno Mexicano preguntó si se le podría proporcionar papel blanco para su uso. Y nosotros no tuvimos nada que objetar a esto; pero cuando nuestra Embajada americana descubrió que parte del papel del Gobierno mexicano estaba siendo usado por "El Demócrata", y que en el papel de fabricación americana se imprimían arteros ataques contra el Gobierno de los Estados Unidos, el Embajador Americano en México, señor Henry Prather Fletcher, hizo una enérgica representación ante el Gobierno de México, y las ultimas noticias indican que el Gobierno de México está disminuyendo la cantidad de papel que proporciona a los periódicos mexicanos; así es que nosotros tenemos la esperanza de que los días del órgano alemán sean contados.
Superficialmente parecería que hacer en México un periódico dedicado enteramente a lanzar ataques contra su más cercano vecino, a un poderoso país bien dispuesto hacia México, significaría una adquisición, desde el punto de vista alemán, contra los Estados Unidos. Pero la contestación del Gobierno Mexicano fue que los países de la Entente también tienen su periódico que gasta todo su tiempo atacando a Alemania. Así es que las dos campañas están contrarrestadas. Siempre la inclinación de jugar una parte contra la otra.
Los Estados Unidos observan el juego, cuando éste se desarrolle en interés de la patria aliada; el Embajador Fletcher extraoficialmente llama la atención acerca de lo que está sucediendo. Y hasta hoy puede decirse que los argumentos de Mr. Fletcher han sido convincentes, porque siempre que ha protestado seriamente acerca de los extremos a que han llegado los propagandistas alemanes, se ha tomado alguna acción para contrarrestar las actividades de estos propagandistas.
LAS EVASIVAS DEL SEÑOR CABRERA
Porque nuestro Embajador es un buen amigo de los mexicanos y mantiene cordiales relaciones con el Presidente de México y sus asociados. Mr. Fletcher es uno de los caballeros que hablan más claro en el servicio diplomático, y cuando lo habla lo hace con la completa autoridad y la confianza en el Presidente de los Estados Unidos. Esto es porque no se mandan más Agentes especiales ni Emisarios de los Estados Unidos a México para explicar el punto de vista América no. Las Juntas y los Agentes Confidenciales han desaparecido de Washington; en lugar de ellos el Gobierno de los Estados Unidos arregla sus asuntos directa y abiertamente. El Embajador Fletcher se expresa ampliamente con el Sr. Carranza, y lo que el Embajador dice tiene completo apoyo en el Departamento de Estado. Se ha dado a Mr. Fletcher completa libertad de acción desde un principio, la que él ha usado para crear un prestigio hacia su Embajada en la ciudad de México.
El Presidente de México sabe que si él puede hacer que Henry Fletcher esté de acuerdo en una proposición, tendrá la aprobación del Gobierno de Washington. Recientemente, cuando el señor Carranza resolvió enviar una misión a los Estados Unidos para arreglar las dificultades que habían surgido con motivo de los embargos sobre la exportación de provisiones que afectaba a México y algunos otros países neutrales, el Secretario Lansing pensó que podría ser de utilidad para Mr. Fletcher venir a Washington. Cuando llegó el Embajador, el Secretario de Estado lo puso prácticamente a cargo de las negociaciones. Al hacer esto, Mr. Fletcher se constituyó en una especie de Subsecretario de Estado de México, y entonces, cuando el Comisionado mexicano retiró una tentativa de arreglo que había hecho y trató de regresar a la ciudad de México.
Mr. Fletcher regresó también, para que si se desearan algunos informes o se tratara de hacer algunas preguntas, el estaría a la mano para contestar, ampliar, explicar o modificar. Esto suena como un método ambulante de hacer negocios, pero nuestros diplomáticos se vieron obligados a adoptarlo por las practicas de Luis Cabrera, un individuo que tiene la incomprensible costumbre de eludir la presencia de las personas con las que tiene arreglos, ya sean funcionarios, diplomáticos, financieros o conductores de automóviles. Al ser nombrado para ir a los Estados Unidos, y llevar a cabo las negociaciones acerca de la exportación de productos a México, el Sr. Cabrera permaneció en la ciudad de México durante un mes, y repentinamente salió para la República Argentina; solamente un día o dos después de haber cambiado formales saludos con el Secretario de Estado en Washington. Nadie sabe todavía qué quiso hacer con eso.
Los mexicanos han explicado que él había sido nombrado por su Gobierno para representarlo en una conferencia neutral en Venezuela, y que no supo sino hasta que estaba a bordo del barco, que la fecha para dicha conferencia había sido transferida en caso de que no se hubieran abandonado completamente los planes de llevarla a cabo. Pero nunca se hizo ninguna declaración acerca de por qué el Sr. Cabrera estuvo en la ciudad de México un mes antes de dirigirse a Estados Unidos.
Nuestro Gobierno se sorprendió por la partida del Sr. Cabrera. No se preocupó, sino que se sorprendió simplemente. Su recepción en Argentina fue fría. Los periódicos de la Argentina lo acusaron abiertamente de ser simpatizador de Alemania y, finalmente, la misión de varios miembros se distribuyó en otros países sudamericanos, en donde ahora están. Algunos mexicanos sonrientes le llamaron un ardid. Uno de los modos del Sr. Carranza para libertarlo de político superfluo. Otros lo proclamaron solemnemente como un paso lógico en la política estricta de neutralidad de México. Nuestro propio Gobierno no dijo una palabra sobre ello, sino que lo vio como un espectador interesado.
Si el Sr. Carranza pensó que podría traer comestibles y hasta ayuda financiera de la Argentina, los Estados Unidos le deseaban buen éxito. Con nuestras limitaciones de combustible y con nuestras cargas financieras impuestas por la guerra, no pensábamos exportar nada. Y en lo que respecta a ayuda financiera, si México puede conseguir el dinero, los Estados Unidos se alegrarían de que así fuese. Durante largo tiempo el Presidente Carranza pensó que el Gobierno de Estados Unidos estaba vedando de alguna manera a nuestros banqueros el prestarle fondos a México. El Embajador Fletcher recibió un mensaje del Presidente Wilson diciendo que, lejos de impedir ningún empréstito, los Estados Unidos esperaban sinceramente que México encontrase posible el conseguir uno en este país. Pero los banqueros América nos, recordando el hecho de que México no había mostrado intenciones de pagar el interés de su deuda bancaria (los cupones todavía están en poder de estos banqueros) no podían ver a México como un mercado bancario.
EL BAJO CRÉDITO DE MÉXICO
Como el crédito depende de las condiciones internacionales, políticas, militares y económicas, la pacificación del país ha sido un proceso muy retardado. No puede negarse, sin embargo, que se ha conseguido un gran progreso. Sin embargo, y como es de presumirse, dadas las condiciones en que aun está México, los bandidos operan eficientemente en parte solitaria, volando trenes como antiguamente. Félix Díaz todavía está revolucionando en Chiapas y en los Estados del extremo Sur, y los hermanos Cedillo continúan su profesión de bandidos en Nuevo León y en el Distrito de San Luis Potosí, mientras Manuel Peláez se defiende desesperadamente en la vecindad de Tampico. No hay cohesión entre esas bandas. Cada Jefe opera por sí mismo. Pero la mayor parte del territorio mexicano está, o bajo el control del Gobierno o no se ha levantado para disputar la autoridad del Gobierno de Carranza hasta ahora.
Ningún movimiento político de consecuencia ha sido dirigido contra el señor Carranza, una circunstancia que le ha dado oportunidad para resucitar la maquinaria del Gobierno que cayó a tierra en tiempo de Huerta; cuando menos, el Presidente Carranza tiene ahora un Congreso electo de una manera que nadie ha atacado como ilegal: la Suprema Corte está en sesiones; un método moderno de contabilidad ha sido introducido con la ayuda de Henry Brauers, que antes ocupo en New York el puesto de receptor de Rentas, y el Presidente se ha hecho cargo completo de las expensas ocasionadas por ésta innovación del régimen anterior.
En lo dicho anteriormente está contenida la más grande seguridad que puede ofrecer México. Porque cualquiera objeción que los enemigos políticos de Venustiano Carranza hayan hecho de tiempo en tiempo contra el Gobernante coahuilense, ninguno lo ha atacado obteniendo ningún éxito con cargos de poca honradez. El ha tenido las manos en los hilos de la bolsa -tantos como había-. Y su honradez y parsimonia merecen que se las mencione honorablemente. Pero para restaurar el crédito de México en los mercados de dinero del mundo, muchos otros pasos deben ser dados antes de que México pueda considerarse nuevamente sobre buena base, financieramente hablando, antes de que pueda persuadir a los banqueros América nos para que hagan un empréstito a México.
Lo que está en camino de hacer de México un buen campo financiero, es lo que acaba de ejecutar. Hasta muy recientemente, ningún esfuerzo ha sido hecho para balancear el presupuesto. También, la manera con que los fondos del Banco Nacional y del Banco de Londres fueron dispuestos por el Gobierno Mexicano, no ha sido olvidada. A esto se han referido en diferentes ocasiones, dándole el calificativo de ilegal. Puede ser que haya estado equivocado, pero no era ilegal, especialmente siendo como son las leyes mexicanas. Victoriano Huerta hizo a los bancos que aceptaran sus bonos para ponerlos en circulación.
Y claro, cuando el señor Carranza llegó, repudió todo aquello que el susodicho Huerta pudiese haber hecho. En consecuencia, a los ojos del señor Carranza las reservas de los bancos no estaban dentro de las condiciones fijadas por los antiguos estatutos mexicanos. De manera que el Gobierno Carrancista creyó obrar justamente al "pedir prestados" los fondos de esos dos bancos. Pudo haber sido legal, pero produjo un malísimo efecto a través del mundo financiero.
Viviendo el Gobierno con los millones obtenidos de estos dos bancos y con las rentas políticas conseguidas por medio de una contribución extraordinaria sobre los efectos que entran y salen del país, el Presidente Carranza ha podido sostenerse hasta hoy. Esto es, ha hecho tocarse a los extremos; pero -y aquí está la llave de todo- ni un centavo se ha pagado de los réditos de la deuda exterior, nada a los bonos del ferrocarril y a otras obligaciones que fueron solemnemente contraídas y garantizadas por el Gobierno Mexicano. Y antes de que un hombre preste dinero a otro, naturalmente se informa sobre el modo con que éste ha sabido cumplir con sus deudas o transacciones en el pasado. El crédito no es sentimental. Es toscamente retrospectivo, y las faltas que un Gobierno comete siempre se recuerdan en las generaciones siguientes.
Algún día habrá una conversión de todas las deudas mexicanas. Durante algún tiempo pareció que la guerra podía traer una solución. Bajo el estado de guerra de 1917, proclamado por el Congreso de Estados Unidos, éste país quedó autorizado para prestar dinero a cualquiera de sus aliados. Pero el Presidente Carranza nunca ha querido un empréstito gubernamental, y en eso ha seguido el sentir de la opinión pública mexicana, pues los malcontentos en su país hubieran dicho que él aceptaba soborno de los Estados Unidos para modificar su política extranjera. En efecto, lo dijeron cuando el proyecto que, aunque vagamente, fue discutido en la prensa. La verdad es que el señor Carranza nunca le pidió a nuestro Gobierno un empréstito y nosotros nunca le ofrecimos ayuda financiera.
Por otra parte, la ayuda moral de nuestro gobierno siempre ha estado lista para ser otorgada a cualquier grupo de banqueros América nos que deseen prestar dinero a México. Indiscutiblemente la Administración de Washington no tiene fuerza para obligar a banqueros privados a invertir su dinero en empréstitos a México, de manera que la verdad es que el Presidente Carranza no ha podido obtener dinero en los Estados Unidos. Probablemente esto es lo que ha hecho volver los ojos hacia la Argentina, a pesar de que aquel país ha necesitado a su vez pedir dinero prestado a Nueva York para pagar deudas, y los Banqueros privados en Buenos Aires tienen apenas lo que pueden para arreglar las empresas argentinas.
ARREGLANDO CUENTAS
Durante la guerra, es seguro que el señor Carranza no será molestado por sus deudores; pero después de la guerra, a no ser que haya algo para cancelar la deuda que existe actualmente, no solo encontrará más o menos difícil el conseguir dinero en el mundo financiero, sino que la mayor parte de los banqueros estarán todavía inclinados para considerar a México todavía verde para operaciones financieras; pero por la política diplomática que haya seguido llegará a encontrarse muy preocupado con las deudas bancarias y el crédito futuro. Ahí es donde la partida que está ahora jugando o que va a jugar cae en tierra. Probablemente el mejor amigo que México ha tenido, créalo o no el señor Carranza, son los Estados Unidos. Como los Estados Unidos se han tragado todo aquello que se ha referido a México respecto de reclamaciones, protestas y molestias, no puede ser dicho en un solo artículo o volumen.
Pero prácticamente cada nación en Europa, en un tiempo o en otro, ha instado a los Estados Unidos a que le hiciese cosas poco bien intencionadas a México. Hasta la ahora "amiga" Alemania hizo todo lo que pudo para hacer que Inglaterra estuviese conforme en participar en una intervención en México, que iba a efectuarse a principios de 1914.
Cuando la gran guerra europea haya pasado, la presión tomará una forma diferente. Francia e Inglaterra deberán dinero a los Estados Unidos. Y, naturalmente, harán lo posible para transferirle todos sus deudores y poder pagar a América, ¿Qué más lógico que decirle al Gobierno Americano que las obligaciones de México sean aplicadas a su deuda propia? Esta no es una sugestión hipotética. Nuestros hombres públicos dicen que no se sorprenderían de ver un cambio de cosas en ese sentido.
Y con México, todavía sin haber pagado los intereses de sus empréstitos anteriores, los banqueros América nos continuarán aún más estrictos en materia de negarse a prestar mayores fondos. Varias veces han venido ofertas de ayuda económica de Compañías americanas y de prestigiadas firmas que ayudarían a México a levantarse, pero la tolerancia que respecto a la propaganda alemana ha permitido el Presidente Carranza, ha incuestionablemente alejado al capital Americano y ha hecho desconfiados hasta a los mejores amigos de México.
El Gobierno de los Estados Unidos nunca ha ejercido la menor presión para que México entre a la guerra; nunca ha propuesto que se separe de la neutralidad. Pero la mayor decepción en todo el campo del panamericanismo, ha sido que la nación a quien Estados Unidos creyó con más seguridad que fuese amiga, todavía da completos privilegios de residencia a Herr Von Eckardt, Ministro alemán en México, que fue el que recibió explícitas instrucciones hace un año de Herr Zimmermann, para hacer todo lo que pudiese y lograr que tuviese efecto una alianza entre México y el Japón para declarar la guerra a los Estados Unidos. Probablemente Herr Von Eckardt, que es un sirviente fiel del Kaiser, y obedece sus instrucciones, ha estado haciendo todo lo que ha podido en los últimos doce meses para hacer a México hostil a los Estados Unidos.
Y nuestra Embajada en México, ha descubierto más de una vez evidencia de que el Ministro Alemán observa estricta fidelidad a sus instrucciones, su actividad en oposición a los intereses de los Estados Unidos, una actividad que haría la delicia del susodicho Von Eckardt si diera por resultado la guerra entre México y su vecino del Norte.
Pero afortunadamente el Gobierno Americano no es un gatillo de pelo y pacientemente aguanta mucho más de una nación pequeña que lo que aguantaría de una nación tan grande como Germania, y los mexicanos han dado a entender que las interrupciones en el envío del petróleo a los aliados, acabarán prontamente con toda paciencia. Porque si los revolucionarios en la vecindad de los campos petroleros de Tampico logran interrumpir el envío de petróleo para las flotas británica y mexicana, la protección será extendida sobre las propiedades petroleras sin un día de atraso. Esto no quiere decir hostilidad entre las dos naciones, más de lo que el incidente de Veracruz quiso, pero esas son cosas que nuestro Gobierno se da mucha prisa en finalizar.
El hecho es que los mexicanos saben o deberían saber que la situación en los campos petroleros es susceptible a complicaciones internacionales. No es que los Estados Unidos duden de la buena fe del Gobierno Mexicano, pero ha habido temor de que con el crecimiento de la propaganda alemana, el régimen de Carranza fuese impotente para arreglar la situación de Tampico. Esas cosas son mejor manejadas en las Conferencias de información de los Embajadores. Y por esa razón, la presencia en México de un hombre de la experiencia de Henry Frather Fletcher, quien se ha ganado una reputación por su tacto en la capital sudamericana, es feliz para el gobierno América no.
De hecho, hay ciertas ideas que tienen relación con el progreso y probable resultado de la guerra presente, que el gobierno mexicano puede adquirir de nuestro Embajador o de cualquier verdadero amigo de México en los Estados Unidos. En la hipótesis de que el Presidente Carranza creyera que Alemania va a ganar esta guerra, aun suponiendo esto, si bajo ciertas desfavorables circunstancias, Alemania no se hubiera desembarazado de sus actuales gobernantes haciendo, por tanto, que todos los países de la Entente se unan en un boycotaje económico, ¿cree México que la amistad con Alemania le serviría de mucho? Alemania está a varios miles de millas de distancia y se encuentra ocupada con la crítica situación interna que le producirá esta guerra cualquiera que sea el fin de ella. Al regreso, los millones de soldados insistirán en tener algo que decir acerca de los negocios gubernamentales en Berlín, y no pasará mucho tiempo en verse acosada lejos de México y de su fricción con los Estados Unidos.
LA PRUEBA DE SINCERIDAD
Por otra parte, si (como todo el mundo de la Entente cree) la causa de la democracia y del derecho de los pueblos a decir sobre sus propios destinos, que fue realmente uno de los principios fundamentales de la Revolución Mexicana triunfara, la ayuda que nuestro vecino del otro lado del Rio Grande adquiera del mundo de los negocios América nos y del capital extranjero dependerá generalmente de la opinión pública que haya cristalizado durante el periodo de la guerra, no se olvidará fácilmente quiénes fueron nuestros amigos y quiénes no lo fueron cuando nos encontrábamos empeñados en una lucha vital. La oportunidad que se presenta al Presidente Carranza para cultivar la amistad del pueblo América no, es una oportunidad contemporánea, no algo que pueda dejarse para un porvenir indefinido. Las palabras de la amistad son de poco valor, excepto cuando se trata de una amistad verdadera. La prueba de sinceridad es una práctica.
El Presidente de México cree evidentemente que el panamericanismo es una política de interés sólo para Washington, y que puede conseguir más aliándose con otras naciones de la América del Sur. Pero aun la Argentina y Chile están bastante lejos de él. Estarían, por lo tanto, poco dispuestas a dar a México ayuda militar en un aprieto, como lo han estado para unirse a los Estados Unidos contra México en el pasado. Y además si hay alguna agrupación en América del Sur que trate de equilibrar la influencia de los Estados Unidos, no podrá ofrecérsele una sólida oposición por largo tiempo mientras el Brasil siga siendo el verdadero amigo de los Estados Unidos, que ha sido desde los grandes días de Monroe hasta la época presente.
El Brasil se ha adherido consistentemente a los Estados Unidos, así en los buenos como en los malos tiempos. Aun se ofreció una vez para hacer una alianza ofensiva y defensiva con nosotros; fue la primera de las grandes naciones en el hemisferio occidental en aliarse con los Estados Unidos en esta guerra; por lo tanto el Presidente Carranza hará mejor en renunciar a la idea de que pudiera hacerse un pacto o inteligencia con las naciones sudamericanas que hiciera posible afectar de un modo adverso los intereses de los Estados Unidos; porque si el Presidente de México se detuviera a investigar acerca de ello, la opinión pública en los Estados Unidos no ha estado inclinada a tener tanta tolerancia como el Presidente Wilson ha demostrado, siguiendo pacientemente una política de verdadera amistad para México. Y el temperamento de una nación en guerra no es siempre el mismo que el de una nación en tiempo de paz.
RELACIONES MÁS AMISTOSAS
Incuestionablemente las relaciones que mantenemos hoy con el Gobierno de Carranza son más amistosas que lo han sido en los dos pasados años. Hay un cambio directo y franco de opiniones. El señor Ignacio Bonillas, Embajador Mexicano en los Estados Unidos, habla el inglés perfectamente y es una personalidad correcta, bien visto de nuestro Gobierno y perfectamente acreditado. Mr. Fletcher, el Embajador Americano en México, habla perfectamente el español, y personalmente está bien mirado por el Gobierno Mexicano.
Pero hay muchas cosas que los Gobiernos no pueden verdaderamente decirse, pero que se ven claras como si estuvieran escritas en notas diplomáticas.
En primer lugar, marchamos a un tremendo trastorno económico mundial que en México no se ha sentido realmente, porque sus propias y anormales condiciones económicas han trastornado su equilibrio comercial, y vuelto de revés su sistema de contribuciones.
Pero se encontrará en el conflicto gradualmente, y deseará entrar en la nueva sociedad de las naciones que se formarán después de esta guerra, sociedad que tendrá el control de la mayoría de los barcos que navegaron sobre los siete mares del planeta.
En segundo lugar, el alto puesto de los gobiernos ha llegado ya. Le tocó a México cuando estalló la revolución. Los asuntos de la revolución son costosos. Los gastos calculados por el señor Carranza para el próximo año fiscal, sin pagar absolutamente nada de la deuda nacional, son superiores en 20.000,000 de pesos a lo que Porfirio Díaz tenía que pagar a todo el Gobierno Mexicano, incluyendo el ejército, y una regular suma por intereses de los bonos de la deuda extranjera.
En tercer lugar, México no puede seguir viviendo Después de esta guerra sobre la base de lo comido por lo servido a la que debe su presente estado de cosas. Por otra parte, no deseará hacerlo así. Necesitaría ayuda de capital extranjero, para recobrar su estabilidad económica, por una política de indiferencia a estas consideraciones. La reconstrucción del país (palabra tan cara a las masas de México, porque significa el término de los ocho tediosos y destructivos años de guerra civil), será pospuesta.
Nuestras propias compañías ferroviarias, por ejemplo, que vacilan hoy en dejar algunos carros de carga o locomotoras crucen el Rio Grande, hasta que se les den garantías suficientes de que regresarán o de que se compensará las pérdidas que sufran en caso de ser atacadas por los bandidos, no se mostrarán dispuestos a entrar en arreglos recíprocos como lo hacían antiguamente, hasta que los ferrocarriles mexicanos hayan arreglado sus asuntos económicos. Un comercio sano y libre de trabas no puede nunca establecerse bajo tales condiciones.
América ayudaría gustosamente a México si no lo viera siempre inclinado a sospechar de nuestros motivos y tan interesado en mantener vivo un sentimiento anti-americano, como medio de unificar la política de los elementos discordantes. La única cosa que los funcionarios mexicanos han estado deseosos de hacer ver a su pueblo, es que los Estados Unidos no son ninguna ayuda para México ni pueden serlo. Siempre hay resentimiento expreso o implícito cuando se menciona a la sugestión de la ayuda americana. Los mexicanos prefieren jactarse de que México no necesita ayuda de ninguna nación, y que si permite entrar en México algún producto alimenticio, el arreglo es únicamente un cambio recíproco por productos que necesitan los Estados Unidos.
Sin embargo, cuando se perdió el 80% de la cosecha de maíz en México a causa de las heladas que cayeron en la meseta central, y la escasez de artículos alimenticios llego a ser seria, los ojos ansiosos se volvieron hacia el granero que existe al Norte del Rio Grande. En los tiempos ordinarios el Gobierno de los Estados Unidos calificaría los hechos pasados como tales y enviaría grandes cantidades de víveres a México, pero en tiempo de guerra, algunas restricciones han sido puestas a las exportaciones para todos los países neutrales. América comenzó desde muy temprano a economizar provisiones. La necesidad principal era la de proporcionar víveres a los ejércitos y pueblos aliados. Una vez cumplido esto, las provisiones restantes deberían ser para los neutrales.
El Presidente Carranza ha expresado un vehemente descontento por la severidad del embargo en el que también estaba comprendido el oro, y lo que sucedió subsecuentemente da una idea de las labores de su pensamiento. La coquetería con la República Argentina y con otros países sud-americanos adquirió nuevo vigor al ser puesto en efecto nuestro embargo; por supuesto, nosotros habíamos restringido las exportaciones de oro, aun hacia el Japón y otros países amigos, pero el Presidente Carranza mantuvo siempre la opinión de que nosotros laborábamos contra México al intervenir en sus exportaciones, que son vitales para atender a sus necesidades.
El Gobierno de Washington, por medio de la influencia del Embajador Fletcher, anunció que estaba listo para hacer algunos excepciones en favor de México para permitir que se comprara cierta cantidad de maíz en los Estados Unidos, y para que se estableciera en este país, a favor de México, un depósito, el que garantizaría todas las compras que hiciera la vecina República en los Estados Unidos. Se efectuaron todos los arreglos satisfactoriamente entre el "Federal Reserve Board", por una parte, y los representantes de México por otra. Pero el Presidente Carranza no dio su aprobación. Hubo una interrupción en las conferencias. El señor Carranza obtuvo muy pronto del Congreso Mexicano poderes extraordinarios para establecer derechos de exportación e importación sobre el comercio de todas las naciones que tenían diferencias con México.
Entonces nombro a Luis Cabrera para que reanudara las negociaciones en Washington. El señor Cabrera permaneció en la ciudad de México por algún tiempo, finalmente vino a Washington, donde cambió saludos de cortesía con el Secretario de Estado Mr. Lansing y algunos otros funcionarios y se marchó, haciendo a un lado las ceremonias, con dirección a la República Argentina.
DEJAR A MÉXICO QUE ELIJA
El Embajador Fletcher y el Departamento de Estado tuvieron que esperar un nuevo enviado. Nuestro Gobierno demostró más paciencia. Finalmente Rafael Nieto, Encargado del Departamento de Hacienda, una persona muy inteligente y con una completa noción de los negocios, llegó a Washington. Se dieron a este señor toda clase de facilidades y se le recibió cortésmente en la Administración de Víveres, Comité de Navegación, Departamento del Tesoro y Comité del Comercio de Guerra, Mr. Fletcher estaba con él a mañana, tarde y noche, interpretando, informando y obteniendo toda la información que el señor Nieto necesitaba, y generalmente "poniendo sus cartas en la mesa". Se llegó a otro arreglo, y fue enviado a México con mucha probabilidad de que fuera aprobado.
Mientras que estuvo en los Estados Unidos, el señor Nieto tuvo ocasión de observar al pueblo Americano racionándose a sí mismo. Tuvo oportunidad también de ver trabajar a la Administración de Víveres y de conocer la cantidad de víveres que los aliados necesitan y que les son proporcionados por los Estados Unidos. Tuvo ocasión también el señor Nieto de saber que nuestra cosecha de maíz no era de gran utilidad debido a las dificultades para los transportes, y elevó al Presidente Carranza una amplia descripción de lo que es una nación en guerra.
Pero ¿se convencerá el Ejecutivo Mexicano de lo poco que puede esperar obtener una nación neutral o no beligerante, de los Estados Unidos, mientras que éstos se encuentran empeñados en el formidable conflicto contra la poderosa máquina militar de los Imperios Centrales? Telegramas como el que él envió al Káiser con motivo del aniversario de su nacimiento, tal vez hayan seguido las formas comunes de contacto entre gobernantes, pero el pueblo Americano que controla su propio Gobierno, parece que no sanciona la exportación de víveres en grandes cantidades hacia un país que trata de obtener los favores de Alemania. Las tácticas del señor Cabrera han producido un mal efecto. Y la abierta propaganda que están llevando a cabo los alemanes en los periódicos mexicanos no puede hacer que el pueblo Americano o su Gobierno se sienta inclinado a obligar sentimientos de simpatía hacia México.
México juega con fuego si atiende a los argumentos de la intriga alemana, que mientras que no se pruebe la existencia de una conexión entre el Presidente Carranza y los alemanes, el puede contar con toda seguridad con la actitud amistosa del Presidente Wilson y que sólo en el caso de que se descubriere la complicidad, podría México perder la disposición amistosa de los Estados Unidos, porque México nunca debe olvidar que es de vital importancia para Alemania fomentar la desconfianza e intrigar entre los Estados Unidos y México. Nosotros hemos pasado a través de algunos críticos momentos en nuestras relaciones con México y hemos podido evitar la guerra; ahora sería el suicidio de México el caer en el juego de Alemania.
Solamente esta ganaría con ello, porque mientras que una ruptura entre México y los Estados Unidos nos ocasionaría algunos disgustos y gastos, al final sería México quien "pagara al gaitero" y Alemania lo abandonaría en el momento en que hubiera logrado su objeto que no es otro que el de distraer la atención de América y nuestros esfuerzos en Francia.
La promesa de Alemania de prestarle ayuda después de la guerra, para balancear la penetración económica de los América nos, ingleses y franceses, puede sonar bien en labios y plumas de los propagandistas alemanes, porque son promesas vanas. No solo son impracticables, sino que son eminentemente egoístas de parte de Alemania.
Lo que el Presidente Carranza puede no entender aunque puedan decírselo sus amigos de este país o de México, es que si trata de jugar colocando a Washington frente a Berlín, o aun a Washington frente a Buenos Aires, el juego está perfectamente entendido en los Estados Unidos, y no ayudará a México a reconstruir el país cuando la guerra haya terminado.
México tiene derecho de ser para los mexicanos hasta el extremo, pero el camino para la prosperidad y estabilidad económica del país no pasa a través de las tristes calles de Hamburgo y de Berlín que son actualmente la morada de una nación en bancarrota, ni tampoco a través de las más lejanas intrigas de la Argentina, cuyo pueblo simpatiza vigorosamente con la causa de la democracia y puede pronto aliarse también con nosotros, pero si conduce a que por medio de los barcos y ferrocarriles de los Estados Unidos de América, sobre los cuales puede llevarse a los mercados inmediatos los productos de la industria y de la agricultura mexicana, a que a través de los senderos de la verdadera amistad y de buen deseo Americano -lo que fácilmente se perdió durante los sensibles días de la guerra- pueda de nuevo ganarse y convertirse en el desarrollo del más precioso de todos los bienes para la República de México en los futuros días de paz.
David Lawrence
Fuente:
Fabela Josefina E. de (Coord.) Revolución y régimen constitucionalista. [Serie: Documentos históricos de la Revolución Mexicana, 18. [Comisión de investigaciones históricas de la Revolución Mexicana 1970] Editorial JUS. Tomo I. Volumen 6.
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