Alvaro Obregón
LA BATALLA DE CELAYA
Conociendo el carácter rudo e impulsivo de Villa, hijo de su ignorancia, consideré que, una vez anunciado su nuevo avance sobre Celaya, era seguro que lo llevaría a cabo, y empecé a tomar dispositivos de combate en una zona más amplia que la de la vez anterior, e hice circular entre las tropas la siguiente excitativa: "A los soldados del ejército de operaciones: El que suscribe, en su nombre y en el de los demás generales que comandan las distintas brigadas del heroico Ejército de Operaciones, que ha hecho morder el polvo al traidor Francisco Villa, que se consideraba invencible con sus hordas de valentones de cantina, viene a felicitar a todas las unidades que componen dicho Ejército, por el valor que demostraron en el combate librado los días 6 y 7 contra los reaccionarios; y en nombre de la Revolución, en nombre de la patria y en nombre del honor del propio Ejército, recuerda a todos los jefes, oficiales y soldados, el sagrado deber que tenemos de librar a la Nación de esa horda de traidores que, con distinto antifaz, pero movidos por iguales bastardas ambiciones, pretenden hundir a la Patria en una dictadura tan odiosa como las de Díaz, Huerta y demás tiranos, que han pisoteado nuestros más caros principios. El esfuerzo colectivo de todos los que luchamos por el bien nacional será la única salvación, y es preciso llevar a nuestras conciencias el convencimiento de que ninguno de los que formamos este Ejército debemos pensar en dar la espalda al enemigo: todos debemos llevar la inquebrantable convicción de que es preciso morir en el puesto que se nos confía durante la lucha, antes que faltar a la confianza y al honor que se nos ha dispensado, al depositar en nuestras manos los destinos del pueblo. El próximo combate será probablemente el último que pueda resistir la reacción; y, para presentarlo, el bandolero Villa reunirá todos los elementos de que puede disponer, y de un solo golpe podremos acabar con esas chusmas de inconscientes, que pretenden llevar al país a la más ignominiosa de las tiranías.
Ustedes, que no han sido vencidos en ninguna parte de la República y que la han recorrido de uno a otro extremo, espero que esta vez sabrán dar el golpe de gracia a la traición, acabando con ella, para que puedan volver a sus hogares, llevando en el alma la satisfacción inmensa de haber fundado los cimientos de una Patria libre. Quiero que en los momentos más aciagos, cuando la lucha se haga más desesperada, recuerden esta excitativa. El general en jefe, Álvaro Obregón." A la vez repartía entre los habitantes de Celaya una hoja impresa, previniéndolos de la posibilidad de un nuevo combate, y ofreciéndoles facilidades para que, los que lo desearan, pudieran abandonar la población, hacia lugar seguro. Consideré prudente repartir estos avisos; porque juzgaba seguro que la bestialidad de Villa lo llevaría, a pesar de que sabía que en la ciudad no teníamos tropas, a bombardearla, para cumplir con la amenaza que había hecho, y hacer alarde de la decantada potencia de su artillería.
Di órdenes al General Cesáreo Castro para que procediera a la concentración de la división de caballería que comanda, a fin de que al aproximarse el enemigo, emprendiera con ella la marcha hacia nuestra retaguardia y se colocara a una distancia no menor de siete kilómetros, donde debería permanecer, dando descanso a sus fuerzas hasta recibir nuevas instrucciones de este Cuartel General. Como uno de los números del plan que había de desarrollarse era dejarme sitiar por completo del enemigo, resistiendo su ataque por todos lados, hubimos de acordar la forma de transmitir órdenes al general Castro, por medio de heliógrafos y señales con banderas, para que, en un momento oportuno, cuando nosotros hubiésemos agotado al enemigo, movilizara rápidamente las caballerías, para atacarlo por el flanco que presentara mejores ventajas.
Al coronel Kloss, comuniqué instrucciones para el emplazamiento de la artillería expedicionaria, a la retaguardia de las posiciones que ocuparía la infantería por el frente, en una línea paralela a la de ésta recomendándole tomara de antemano las distancias a los lugares en que el enemigo había emplazado su artillería, en la batalla de los días 6 y 7, y a algunos puntos que pudiera aprovechar el enemigo para tomar posiciones.
Comuniqué, igualmente, órdenes al C. General Benjamín G. Hill, para que, con la 1ª División del Noroeste, de que es jefe, cubriera parte del círculo de defensa, que en reconocimientos anteriores habíamos señalado y que circundaba totalmente la población, a una distancia poco más o menos de un kilómetro de los suburbios de ésta. El resto del círculo quedaría cubierto con las otras fuerzas, dependientes directamente de este Cuartel General, tomándose posiciones en la forma siguiente: A partir de la vía del Ferrocarril Central, en dirección a Salamanca, hacia la derecha, se colocaron el 20o. Batallón de Sonora, bajo las órdenes de su comandante accidental, teniente coronel José Amarillas; las fuerzas de la 2a. Brigada de Infantería de la la. División del Noroeste, que comanda el C. General Francisco R. Manzo, y que se compone de los siguientes Cuerpos: 80. Batallón de Sonora, bajo las órdenes inmediatas de su jefe C. Teniente coronel Jesús M. Padilla, dos compañías del 9o. Batallón de Sonora comandadas por su jefe, C. Coronel Francisco T. Contreras; 170. Batallón de Sonora al mando de su comandante, C. Teniente coronel Fernando F. Félix, y 22o. Batallón de Sonora, que es a las órdenes del C. Coronel Pablo Pineda. El 4o. Batallón de Sonora y dos compañías del 9o. Batallón, pertenecientes a la 2a. Brigada, siendo jefe del primero de éstos, el C. Teniente coronel Cenobio Ochoa, quedaron como reserva en la hacienda de San Juanico, en la que el C. General Manzo estableció su cuartel. Entre la línea que ocupaban los batallones 22o. y 9o. de Sonora, tomó posiciones la infantería de la Brigada Triana, bajo las órdenes del C. Coronel J. Bermúdez de Castro. A la derecha del 17o. Batallón, y continuando la línea hacia el Noroeste, tomaron posiciones las fuerzas de la 3a. Brigada de Infantería de la la. División del Noroeste, que es a las órdenes del C. General Juan José Ríos, compuesta de los siguientes cuerpos: 3er. Batallón Rojo o de Obreros, comandado por el C. Coronel Francisco J. Enciso; 4o. Batallón Rojo o de Obreros, al mando de su jefe, C. Coronel Jesús Madrigal; 210. Batallón de Sonora bajo las órdenes de su comandante, C. Teniente coronel J. Manuel Sobarzo; cuerpo especial "Reforma"; comandado por su jefe el C. Mayor Juan C. Zertuche. Continuaban la línea hasta la vía del ferrocarril, que va a Empalme González, las fuerzas del C. Coronel Juan Torres; las comandadas por el C. Coronel Guadalupe Sánchez, pertenecientes a la la. División de Oriente, seguían hasta la vía del ferrocarril para Querétaro. A la derecha de esta vía, seguían las fuerzas del C. General Cipriano Jaimes; luego el 250. Batallón de Sonora al mando de su comandante C. Coronel Austreberto P. Castañeda; los Regimientos de Caballería, que comandan los CC: coroneles Cirilo Elizalde y Vidal Silva; y cubriendo la línea de defensa, a uno y otro lado de la hacienda de Castro, la Brigada del C. Coronel Alfredo Elizondo. Seguían después, en las posiciones que daban frente al río de la Laja, la Brigada al mando del C. general Joaquín Amaro; fuerzas de la la. División de Oriente, al mando del C. Teniente coronel J. C. Arroyo; fuerzas del C. General Gonzalo Novoa, bajo las órdenes del C. Coronel Natividad Sánchez; y dando vuelta hacia la línea del poniente hasta entroncar con el 200. Batallón de Sonora, o sea hasta la línea del ferrocarril a Salamanca, los siguientes cuerpos que forman la la. Brigada de Infantería de la la. División del Noroeste, que comanda el C. General Miguel V. Laveaga: 20. Batallón de Sonora bajo las órdenes de su comandante C. Teniente coronel Francisco R. Noriega; 100. Batallón de Sonora cuyo jefe es el C. Coronel Guillermo Chávez; 150. Batallón de Sonora, comandado por el C. Coronel Severiano A. Talamante y ler. Batallón de Sonora a las órdenes de su jefe accidental, C. teniente coronel Alejandro Mange. Los regimientos que comandan los coroneles Torres, Elizalde y Silva y el 230. Batallón de Sonora que forman la Brigada de "Antúnez", estaban bajo las inmediatas órdenes del jefe de la misma, C. General Norzagaray.
Quedaron como reserva, aparte de las mencionadas y enteramente listas para entrar en acción, las siguientes fuerzas: C. General Gabriel Gavira, con algunas fracciones de su brigada, a la retaguardia de la línea ocupada por el 3er. Batallón Rojo y el 210. Batallón de Sonora; el Batallón de Ferrocarrileros a las órdenes del C. Mayor Carlos Caamaño, en la fábrica "La Favorita", el 20. Regimiento de la Brigada Guillermo Prieto, que manda el C. General Pedro Morales bajo las inmediatas órdenes del C. Coronel Manuel Fernández de Lara; una compañía del Batallón "Fieles de Pachuca", de la misma Brigada, a las órdenes del C. Mayor Agustín C. Youshimatz, y algunas otras fracciones, acampadas a orillas de la población.
En la línea del frente, reforzando las posiciones de la infantería fueron emplazadas 32 ametralladoras y en las de los flancos y retaguardia, se distribuyó de trecho en trecho, un número igual, quedando también algunas piezas de reserva.
Dividí el círculo de defensa en tres sectores, como sigue:
Primero: desde la hacienda de Castro, hasta la vía del Ferrocarril hacia Irapuato, o sea hasta las posiciones ocupadas por el ler. Batallónde Sonora. Segundo: Desde la misma vía del Ferrocarril (posiciones del 200. Batallón de Sonora), hasta el camino que conduce a la hacienda de Higueras, o sea las posiciones ocupadas por el Cuerpo Especial "Reforma", y Tercero: Desde este mismo camino, hasta la hacienda de Castro. En el primer sector, comisioné al C. Teniente coronel de mi Estado Mayor, a Aarón Sáenz, acompañado del C. Mayor Josué Sáenz y del capitán 20. también de mi Estado Mayor, José Lozano Reyes; en el segundo sector, fue comisionado el C. Teniente coronel de mi Estado Mayor, Jesús M. Garza, con el C. Capitán 20., de mi Estado Mayor, Ezequiel Ríos, y en el tercer sector, comisioné al C. Coronel Miguel Piña, hijo, con los capitanes primeros de mi Estado Mayor, Benito Ramírez G. y Adolfo Cienfuegos y Camus. El objeto de esas comisiones, era que recorrieran constantemente la línea de fuego, para que pudieran tenerme al tanto de las fases del combate y transmitirme violentamente las partes que rindieran los jefes de las fuerzas que cubrían las posiciones. Las comunicaciones podían hacerse por teléfono o telégrafo, pues había hecho instalar aparatos en cada uno de los cuarteles de los jefes de Brigada, en comunicación con el Cuartel General, que quedó establecido en el templo de San Antonio, en el extremo Noroeste de la ciudad.
Hice devolver a la estación de Querétaro todos los trenes que teníamos en Celaya, quedando únicamente para las atenciones del combate los trenes del Servicio Sanitario Militar, al mando de su jefe el C. Coronel médico cirujano Andrés G. Castro y del subjefe, C. Teniente coronel médico cirujano Heberto Alcázar.
En esta forma, todo quedó preparado el día 11, en que tuve conocimiento de que el enemigo emprendía su avance, y prohibí la salida de personas de la población. Pasó ese día lo mismo que el 12, ocupando jefes, oficiales y tropa, los puestos que se les habían designado, sin que ocurriera novedad alguna.
El día 13, a las seis a. m., empezaron a descubrirse gruesas columnas de humo y grandes polvaredas que denunciaban el avance de las tropas reaccionarias, divididas en varias columnas: por ferrocarril venía la infantería, y pie a tierra la caballería y artillería. Los espías que tenía este Cuartel General en el campo villista, se incorporaron ese día informando que Villa había reconcentrado en Irapuato 30 mil hombres, para lo cual sacó gente de todas las plazas que estaban bajo su dominio hasta dejar desguarnecidas muchas poblaciones del Norte, para asegurar el golpe que él consideraba mortal para el Constitucionalismo. En la misma forma reunió un contingente de artillería de 36 cañones, todos de grueso calibre, con fuerte dotación y buen equipo.
En la mañana del mismo día 13, acompañado de mi Estado Mayor, salí a la fábrica "La Internacional", situada al poniente de la población desde cuyas azoteas se domina todo el valle hacia Guaje y de allí estuve observando los movimientos del enemigo, que lentamente iba aproximándose hasta llegar a Crespo, estación que dista 8 kilómetros de Celaya, y donde los reaccionarios hicieron alto, permaneciendo como 2 horas al cabo de las cuales continuaron el avance, divididos en tres columnas: dos de caballería que avanzaron, una sobre cada uno de nuestros flancos, y una columna de las tres armas por el frente. Esta columna traía la infantería a la vanguardia, en cadena de tiradores; seguía la artillería, que empezó a ser emplazada a distancia de 4 kilómetros de nuestras líneas de defensa y a la retaguardia, apoyando el movimiento, marchaba la caballería.
Tenía dispuesto que un cañonazo de nuestra artillería sería la contraseña para indicar la aproximación del enemigo a nuestras filas y a las cuatro p. m. ordené que fuera disparado.
Se inicia el combate.
A las 5 de la tarde se dejó oír un pequeño tiroteo al frente de las posiciones que ocupaba la primera Brigada de Infantería, cesando al poco rato. A las 6 se abrió el fuego de fusilería por nuestro frente y luego el de artillería, que se generalizó en unos cuantos minutos, entrando en acción todos los cañones del enemigo y todos los nuestros.
El combate se hizo, desde luego, muy reñido, y con rapidez fue extendiéndose por nuestros flancos, y para las 9 de la noche, abarcaba una zona, aproximadamente, de 12 kilómetros.
El enemigo continuaba su avance por nuestros flancos, estableciendo un verdadero sitio, pues ya era atacada, en parte, nuestra retaguardia, y había logrado colocarse, para las 12 p.m., hasta el puente del camino carretero que conduce a Apaseo, con el propósito, según declaraciones que después hicieron algunos prisioneros, de cerrar en caso dado nuestra salida y con la consigna de no interceptar la vía telegráfica y del ferrocarril, halagándonos en esta forma para una retirada. Los reaccionarios quisieron aprovechar la noche para sus asaltos, y no cesaron de darlos con más o menos energía sobre casi todas nuestras posiciones, siendo siempre rechazados con grandes pérdidas. La artillería continuaba funcionando sin cesar, y al amanecer del día 14, los asaltos eran continuos en toda la línea de defensa, y el fuego tanto de fusilería como de artillería, continuaba siendo nutridísimo. El enemigo, amparado por la noche, logró avanzar en su línea de ataque, y al amanecer, se encontraban en posiciones distantes entre 400 y 500 metros de las nuestras, y como el terreno es perfectamente plano y desprovisto de árboles que pudieran ocultar a los combatientes, la lucha era desesperada, no obstante lo cual nuestros soldados no retrocedían un solo paso, y el enemigo no lograba tomar ninguna de nuestras posiciones. A las 5 a. m., mandé que la escolta de este cuartel general y la del C. General Benjamín G. Hill, comandada esta última por el C. Mayor Doroteo Urrea y ambas bajo las órdenes del C. Teniente coronel Lorenzo Muñoz, de mi Estado Mayor, fueran a reforzar las posiciones del 3er. Batallón Rojo de la Brigada que comandaba el C. General Ríos, donde se combatía tenazmente desde las primeras horas de la madrugada.
Durante la mañana de ese día, en que se siguió combatiendo encarnizadamente a nuestros flancos, en algunos trechos de nuestra retaguardia y muy especialmente al frente, ordené a todos los jefes dependientes de este Cuartel General y por conducto del C. General Hill, a los de las infanterías de la la. División de su mando que para las doce de ese mismo día, enviaran una nota al Cuartel General informando de las condiciones que para esa hora guardaran sus respectivas tropas, y si en el concepto de que el combate continuara tan reñido como hasta entonces podrían sostenerse hasta las 7 a. m. del día siguiente, hora en que las caballerías deberían emprender el ataque sobre los flancos enemigos, dado que se tenía el propósito de movilizarse en la mañana del 15. De todos obtuve contestación, en el sentido de que el ánimo de nuestros soldados era excelente y de que, a su juicio podrían continuar luchando en las mismas condiciones aún más del tiempo que yo había señalado.
A las 12 a. m., tuve una conferencia telegráfica con el C. General Cesáreo Castro, manifestándole que deseaba dar la carga de caballería al día siguiente, a fin de que el enemigo, sin notar en todo ese tiempo ningún movimiento nuestro, nos creyera perdidos, sujetos a una defensiva desesperada e hiciera entrar a su línea de fuego todas sus reservas, con lo que nos pondría en condiciones de que su desastre fuera completo. El C. General Castro, estuvo de acuerdo con mi plan, y me manifestó que, por encontrarse enfermo, no podría venir al frente de las fuerzas de caballería. Le ordené entonces, que el general Fortunato Maycotte se hiciera cargo de ellas.
Como a la 1 p. m. el oficial que estaba encargado del teléfono me dio parte de que Francisco Villa desde la hacienda de Trojes, pretendía hablar por teléfono conmigo a lo que di una breve y enérgica contestación, que debe haber desconcertado al bandolero, el oficial transmitió desde luego mi respuesta.
Toda la columna de caballería se encontraba tendida a lo largo del camino, desde Apaseo hacia Celaya, apoyando su vanguardia a la altura del kilómetro 285 del Ferrocarril Central. Di por teléfono órdenes al C. General Maycotte así como al C. General Martín Triana, para que al oscurecer emprendieran su avance, sin hacer caso del enemigo que pudiera quedar a la retaguardia. La caballería avanzó a la fábrica "La Favorita", situada en el lugar de donde parte la vía del ferrocarril a Empalme González. A las 11 de esa noche, hablé personalmente con el C. General Maycotte y con los CC. Generales Triana, Alejo G. González, Jesús S. Novoa y Porfirio G. González, que mandaban las fuerzas de caballería, ordenándole al primero, que con todas ellas emprendiera al amanecer un avance sobre el flanco izquierdo del enemigo.
Entretanto, el combate continuaba con mayor encarnizamiento por el frente y por el flanco que cubrían las fuerzas de los generales Amaro, Espinoza y Laveaga, continuando también sin cesar, el fuego de la artillería.
A las 4 de la mañana del 15, di órdenes a los generales Amaro, Norzagaray, Jaimes y Gavira, para que, al amanecer, hicieran con sus fuerzas un movimiento envolvente sobre el ala derecha enemiga donde los reaccionarios, en número de 6 mil hombres aproximadamente habían tomado magníficas posiciones en las márgenes del río la Laja. La escolta de este Cuartel General y la del C. General Hill fueron a cubrir las posiciones que a nuestra retaguardia dejaban descubiertas las fuerzas que harían ese movimiento y entretanto, las fracciones de las Brigadas Gavira y "Guillermo Prieto", el Batallón de Ferrocarrileros y las demás que se habían dejado de reserva, habían tomado a su vez, posiciones en los lugares que se les designó para reforzar a nuestros combatientes.
En la mañana de ese mismo día (15), ordené al C. General Hill, que dispusiera que los generales Ríos y Manzo, con sus fuerzas de infantería hicieran una conversión en la línea de defensa de nuestro flanco derecho, apoyando su movimiento en la columna de caballería que cargaba sobre el izquierdo enemigo, a fin de flanquear las infanterías villistas, que se encontraban posesionadas de magníficos bordes; disponiendo, también, que nuestras infanterías del frente estuvieran enteramente listas para echarse sobre las posiciones del enemigo, inmediatamente que las que flanqueaban a la derecha cargaran sobre las mismas posiciones. Al C. General Laveaga di orden para que, dejando la mitad de sus tropas en las mismas posiciones que ocupaban, cubrieran el flanco derecho de las que hacían el movimiento envolvente sobre el río de La Laja, y que, con el resto de sus tropas, secundara el movimiento de avance por el frente. Desde que comenzaron a efectuarse estos movimientos el combate entró en un periodo interesantísimo: Las caballerías habían desalojado al enemigo que ocupaba la hacienda de Higueras, después de una hora de combate, haciéndole 25 muertos y proseguía su avance por la hacienda de Burgos, donde de nuevo entraba en contacto con los reaccionarios que extendían sus líneas desde el pueblo de Guaje hasta la hacienda de Crespo. Avanzaba por el frente de la caballería el C. General Alejo G. González con sus fuerzas; a su derecha el C. General Porfirio G. González con las suyas y el C. General Jesús S. Novoa con las de su mando, por la izquierda, siguiéndolas las Brigadas de los CC. Generales Maycotte y Triana. Las infanterías habían avanzado ya a la altura de la hacienda de Burgos; y en contacto con la caballerías, se extendían en tiradores los batallones 4o. y 9o. de Sonora, siguiéndolos el 17o., el 80., el 210. y las demás fuerzas que forman las Brigadas 2a. y 3a. de la infantería de la la. División del Noroeste. Acompañado del C. General Francisco R. Serrano, jefe de mi Estado Mayor, del C. Teniente coronel Jesús M. Garza, de los CC. Capitanes Alberto G. Montaño, Rafael T. Villagrán, Cecilio López y Rafael Valdés, y de los CC. subtenientes Arturo Saracho y Enrique Garza, me encontraba en la línea de fuego del frente y ordené el avance simultáneo de las infanterías, incluyendo el 20o. Batallón de Sonora, que estaba al frente y el 4o. y dos compañías del 9o., que habían quedado de reserva, poniéndome al frente de ellas. El enemigo hacía esfuerzos inauditos para conservar sus posiciones, que eran vigorosamente atacadas por el frente y por su flanco izquierdo. Nuestra infantería, diseminada por los trigales, continuaba resueltamente su avance, lanzándose sobre las posiciones ocupadas por el enemigo, y que por asalto fueron tomando una a una, a pesar de la inútil desesperación con que se batían los reaccionarios. Las caballerías entre tanto, habían tomado ya el primer grupo de prisioneros villistas en número de 200 y parte de ellas, mandadas por el C. General Alejo G. González habían avanzado ya hasta la hacienda de Crespo, a la retaguardia de la infantería enemiga, que se batía en retirada rumbo a Guaje. El C. General Hill, con su Estado Mayor, estuvo también al frente de las infanterías en esta fase de la lucha.
El movimiento sobre el ala derecha de los traidores había comenzado a efectuarse desde las 10 a. m. asaltando los nuestros las posiciones que tenían en la hacienda de Trojes y en el río La Laja. En esa lucha tomaban parte poco más de 9 mil hombres, y la desesperación con que el enemigo pretendía conservar sus posiciones y el vigoroso empuje de los nuestros, hacían que el combate fuera en extremo reñido e interesante. Para la una de tarde, las fuerzas de los CC. Generales Amaro, Espinosa, Norzagaray y demás que componían la columna que cargaba por ese lado, habían logrado desalojar del río a los villistas haciéndolos reconcentrarse en la hacienda de las Trojes, donde el combate continuaba reñido.
Por el frente, y el ala derecha del enemigo, para la 1:30 de la tarde, los reaccionarios habían sido arrancados de sus posiciones y acallados los fuegos de su artillería, que poco a poco habían ido abandonando, y el enemigo continuaba batiéndose en retirada, resultándole inútiles todos sus esfuerzos para contrarrestar el avance de los nuestros, pues a las dos de la tarde, el campo había quedado en nuestro poder y todas las infanterías enemigas habían caído prisioneras, mientras que nuestra caballería continuaba en la persecución de la enemiga y de los trenes villistas que retrocedían rápidamente a Salamanca.
Como el enemigo que se replegó a la hacienda de Trojes, se habían hecho fuerte en las casas de la misma, ignorando quizás el descalabro de Villa, ordené al C. General Serrano que levantara parte de las fuerzas que seguían en nuestras posiciones de la izquierda, y con ellas fuera a reforzar a los que atacaban la hacienda. El C. General Serrano, marchó con el 100. Batallón, a las 3 p. m. (mandado dicho batallón por el C. Coronel Guillermo Chávez), hora en que los reaccionarios se retiraban de Trojes, y les dio alcance en la hacienda de Jofre, donde se incorporó el general Laveaga con su escolta y el 15o. Batallón, a las órdenes del C. Coronel Severiano A. Talamante. El enemigo ganaba rápidamente el cerro que queda en aquella dirección, batiéndose en retirada, perseguido por los nuestros, que le hicieron 42 prisioneros y algunos muertos, y lo obligaron a abandonar nueve piezas de artillería con su correspondiente dotación de municiones. Por su parte el ler. Batallón de Sonora, que había hecho un movimiento también en dirección del cerro, recogió tres cañones con sus armones respectivos, que el enemigo había abandonado en su huida.
La persecución, por el frente, se prolongó hasta las seis de la tarde, habiéndose suspendido a esa hora, en estación Guaje, porque la noche impedía los movimientos que la caballería hubiera debido efectuar. Durante esta persecución, el general Maycotte, con sus fuerzas, logró flanquear los trenes villistas, sin poder obstruir la vía, porque algunas acequias inmediatas le impidieron el rápido paso; pero al hallarse en los flancos de los trenes, abrió el fuego nutrido sobre ellos, haciendo descuajarse a la tropa de los traidores, que iba en el techo y en los estribos de los carros, causando, seguramente muchas bajas en el interior de ellos.
A las 7 p. m., terminaba también el combate con los fugitivos que pasaron por la hacienda de Jofre, habiendo sido diezmados y dispersa dos completamente.
El número total de cañones capturados al enemigo fue de 32, todos de grueso calibre, en perfecto estado y con sus correspondientes cofres y dotación de granadas; se les capturaron también, más de 5000 armas, alrededor de 1000 caballos ensillados; sobre 6000 prisioneros; telémetros y otros aparatos de artillería, así como multitud de objetos varios, que nuestros soldados recogieron. El enemigo tuvo poco más de 4000 muertos, encontrándose, entre ellos, los llamados generales Migoni, Meza y tres más, que no se identificaron; más de 300, entre jefes y oficiales, contándose, entre éstos los tenientes coroneles Joaquín Bauche Alcalde, Manuel Bracamontes y algunos otros de alta graduación. El número de heridos que llevaron en los trenes puede estimarse en 5000.
Por nuestra parte, las bajas han sido: tres jefes, 15 oficiales, y 120 de tropa muertos; y seis jefes, cuarenta y tres oficiales, y 227 de tropa heridos, conforme a la relación que remito inclusa.
También incluyo una relación de los CC. Generales, jefes y oficiales que tomaron parte en la batalla, y de algunos otros que aunque sin mando de fuerzas, o sin carácter militar prestaron importantes servicios durante la lucha; lo mismo que un plano de la ciudad de Celaya, y sus alrededores que marca el dispositivo de combate.
El comportamiento de todos los miembros de este Ejército de Operaciones, lo justifica el éxito obtenido, sin que pueda hacerse mención especial de ninguno, porque todos demostraron iguales bríos y la misma entereza para enfrentarse con las fuerzas del traidor Villa; bandolero, de quien los pusilánimes y la prensa asalariada habían hecho un héroe de leyenda.
En nombre del mismo Ejército de Operaciones, y muy especialmente en el mío propio felicito a usted, C. Primer Jefe, por este nuevo triunfo que contribuirá a la consolidación de nuestros principios, reiterándole las seguridades de mi respetuosa consideración y subordinación.
Constitución y Reformas. Cuartel General en Celaya, a 18 de Abril de mil novecientos quince. El General en Jefe, Álvaro Obregón.
Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión. Veracruz, Ver."
|