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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1916 La actitud internacionalista de Carranza ante los Estados Unidos de América. Antonio Manero.

1916

 

Si excusable y aun lógico que las cuestiones interiores de México sean tratadas con poco tino en el extranjero, cuando tanta gente se encuentra interesada en que así sea, inexcusable de todo punto debe ser el que se desconozca o desvirtúe la acción internacional del Gobierno Constitucionalista, respecto a la actitud ancestral de los Estados Unidos para todos los países latinoamericanos, supuesto que no deberían olvidar que si México por su situación topográfica está en el peligro mayor por la amenaza constante del más fuerte, ya pacífica o ya bélica, ellos están amenazados de igual futuro y les interesa por igual el curso de la política internacional con los Estados Unidos y el fortalecer, aun cuando sólo sea moralmente, la actitud nacionalista de Venustiano Carranza ante el conflicto actual con Estados Unidos.

En la actitud de Carranza no ha habido una sola vacilación, un solo temor ni un solo rasgo de abdicación. Su severidad ha estado siempre a la altura de su prudencia; y teniendo en cuenta el estado por que México atraviesa, los elementos dificilísimos de dominar en la propia República y la actitud poco clara de los Estados Unidos, que ya se inclinan hacia un lado, ya hacia otro, como probaré en seguida documentalmente, la actitud de Carranza, repito, es uno de los más altos ejemplos de dignidad nacional que presenta la historia del continente y a quien, tarde o temprano, habrá que rendir justicia, porque su frente sobresale sobre todas las abdicaciones y transacciones de esta época en que el águila yanqui vuela de república en república latina, como antaño de torre en torre volaran las águilas napoleónicas.

Creo necesario, antes de seguir adelante, dar una idea de lo que significa la palabra "patria" y por consecuencia la trascendencia que tiene el "nacionalismo" porque a nadie causará sorpresa el que asegure que estas nociones se van perdiendo entre los latinos por la influencia del oro, de la administración admirable, de los procedimientos de organización e higiene y del confort que proporciona la indiscutible civilización norteamericana.

La patria, dijo Justo Sierra, es en esencia "el altar y el hogar", quiere decir la comunidad de ideas, de tradiciones, de creencias, de esperanzas, de derrotas y de victorias, por un lado, y por el otro, el sentimiento completo del "yo" en la familia; en la madre, en los hijos, en la esposa. El sentimiento de la patria es el sentimiento de la dignidad individual y colectiva, que no admite ninguna tutela, y que es vigoroso y alto en sí mismo, porque en él residen todas las fuerzas de acción, de dominio y de grandeza.

El sentimiento patrio no puede ser reemplazado más que por el sentimiento de la esclavitud, aun cuando esté disfrazada con las comodidades de una civilización superior y con las farsas políticas que los dominadores permitan a los vencidos para dar satisfacción a los rituales y formulismos consuetudinarios exclusivamente.

Como precisa que las masas, poco acostumbradas a léxicos especiales, comprendan lo que significa el nacionalismo, pondré un ejemplo vulgarísimo, pero accesible en grado sumo; el hombre que conserva la idea del nacionalismo es el que quiere que su hogar esté sostenido y formado por él, que de él dependan exclusivamente sus hijos, su esposa, la educación de su familia y que su casa sea servida de acuerdo con sus gustos, con la herencia de sus abuelos y con sus costumbres; que sus ideas religiosas y políticas sean respetadas; que se le deje elegir sus mandatarios libremente; que se le permita legislar de acuerdo con su naturaleza y con las tradiciones de su medio. Y todo esto aun cuando signifique escasez y dificultades, aun cuando signifique grandes trabajos y sufrimientos, aun cuando revele un estado de cultura que no alcance la cúspide de los más civilizados.

El hombre que ha perdido la idea del nacionalismo es el que admite un huésped rico o fuerte en su casa, cuyo huésped se hace servir de acuerdo con sus gustos y costumbres, guía a su capricho a los pequeños hijos, haciéndoles olvidar las tradiciones de sus abuelos y despertándoles el gusto por el apoltronamiento del confort; que no repara en elegir mandatarios de acuerdo con el gesto del huésped; que acepta su legislación exótica y que aun divide con él a su propia esposa, por tal de estar a la altura de las cúspides civilizadas, de gozar la blandura de la riqueza y de alejar de sí el fantasma de la lucha, de la pobreza y de la responsabilidad.

El pueblo o el individuo que cae en tales abdicaciones está en plena esclavitud y llamado a desaparecer en su individuo y en su raza.

El que aún quiera mandar en su casa, ser el esposo único de su esposa, el padre único de sus hijos y el ciudadano de su patria tendrá que confesar que la actitud nacionalista es algo más que una tradición o un mito y que los hombres que como Carranza defienden vigorosamente una nacionalidad están muy por encima de toda discusión y merecen el respeto y el aplauso de todos los hombres dignos y patriotas, cualquiera que sea su nacionalidad. Desde los principios de la lucha, en que Carranza ha tenido en sí la representación nacional, su actitud ha sido digna y aun altiva en todas las cuestiones internacionales. La correspondencia del Departamento de Estado Americano, muy lejos de revelar al demócrata Wilson, no patentiza sino la tirantez, arrogancia e impertinencia de los yanquis vulgares, siempre que se trata de juzgar o departir cuestiones concernientes a las naciones de la América Latina.

Las constantes reclamaciones por daños y perjuicios sufridos por extranjeros o pretendidos extranjeros como consecuencia de la guerra civil, hacen un expediente que tiene tanto de voluminoso como de insignificante y molesto. Una col perdida de una cosecha en un huerto; un naranjal destruido por algunos proyectiles; unas palomas o una gallina sustraídas por la fuerza de una granja; un caballo sacado de una cuadra, son motivos gravísimos para el Departamento de Estado Americano y causas suficientes para enviar al Primer jefe notas exigentes y bruscamente formuladas. Los Estados Unidos olvidan que en plena luz y civilización sus trenes son asaltados por bandidos con cierta frecuencia y los pasajeros de todas nacionalidades robados.

En un periódico de La Habana he visto la noticia de un acontecimiento de éstos ("El Mundo", 5 de agosto de 1916), en la que graciosamente se cuenta que aun cuando el auto del pagador Adding fue detenido para robarlo, hiriendo a sus tripulantes, mucha gente presenció de lejos el espectáculo, pero creyó que se trataba de tomar una vista cinematográfica, y los ladrones huyeron tranquilamente. Esto pasó en Detroit, Mich., en plena época de paz y en plena época de exigencias contra México por cuestiones de bandidaje.

Desde el principio de la revolución las notas antes aludidas han sido constantes. ¿Qué procedimiento es el observado por el Departamento de Estado Americano? ¿Qué antecedentes o preceptos permiten a una nación hacer a otra en estado de guerra reclamaciones diarias por daños y perjuicios, durante el período mismo de la lucha y antes que la paz pueda ser un hecho consumado?

Venustiano Carranza ha contestado desde el principio con paciencia inacabable, aunque con energía, la mayor parte de las impertinentes notas; en otros casos ha dejado sin contestación a aquellas que entrañaban a la simple vista algún absurdo, mala fe, o las que por audaces, provocativas y no pocas veces inmorales, hubiesen necesitado de una contestación excesivamente enérgica que hubiese precipitado la ruptura de relaciones y aun quizá las hostilidades.

Narrar documentalmente toda la labor hecha por Carranza en sus relaciones exteriores, sería interminable; pero bastará citar el caso de peligro más inminente que se ha presentado para que de él pueda deducirse la actitud general a unidad por el encargado del Ejecutivo mexicano.

Lo que a continuación sigue son palabras textuales de la nota dirigida en 22 de mayo de 1916, por don Venustiano Carranza, al Gobierno de Washington.

"Con motivo de la incursión hecha en Columbus, Nuevo México, por una banda que capitaneaba Francisco Villa, la madrugada del día 9 de marzo del corriente año, el Gobierno mexicano, lamentando sinceramente el acontecimiento y con el propósito de proteger eficazmente la frontera, formuló sus deseos de que los Gobiernos de Estados Unidos y México celebraran un Convenio para la persecución de forajidos. Dicha proposición la hizo el Gobierno mexicano guiado por el ejemplo de condiciones semejantes que habían prevalecido en los años de 1880 a 84, y solicitó en concreto el permiso para que las fuerzas mexicanas pudieran pasar a territorio americano en persecución de forajidos, bajo la condición de reciprocidad que podría concederse para que las fuerzas de los Estados Unidos pasaran a territorio mexicano SI EL CASO REGISTRADO EN COLUMBUS SE REPETÍA EN CUALQUIER OTRO PUNTO DE LÍNEA FRONTERIZA.

Como consecuencia de esta proposición hecha en la nota mexicana de 10 de marzo, el Gobierno de Estados Unidos, por error o por precipitación, estimó que bastaba la buena disposición mostrada por el Gobierno mexicano para considerarse autorizado a cruzar la frontera, y al efecto, sin esperar que se llegara a un Convenio formal sobre la materia, ordenó que un grueso de fuerzas americanas entrara en territorio mexicano en persecución de Villa y su partida. El Gobierno americano hizo con este motivo DECLARACIONES ENFÁTICAS PROTESTANDO AL GOBIERNO MEXICANO OBRAR CON BUENA FE, "que este acto no significaba una invasión de nuestro territorio, ni la intención de menoscabar la soberanía de México, y que tan pronto como se hubiese logrado el resultado práctico que se buscaba, las tropas americanas se retirarían del territorio mexicano".

Ambos Gobiernos se aprestaron entonces a discutir los términos de un Convenio conforme al cual pudiera arreglarse el paso recíproco de tropa, habiéndose cambiado dos proyectos del Gobierno mexicano y dos contra-proyectos del Gobierno americano. En la discusión de este Convenio el Gobierno mexicano insistió constantemente en que dicho paso estuviera limitado en cuanto a la zona de operaciones. El Gobierno americano manifestó, sin embargo, que al consentir en la firma del Convenio, éste no regiría a la expedición Columbus.

Esta actitud del Gobierno americano fue motivo para que el de México girara nota fecha 12 de abril en la cual, suspendiendo la discusión sobre el Convenio, ya que éste no debía regir al caso Columbus, requería al Gobierno americano para el retiro de sus tropas, puesto que su permanencia no estaba basada en Convenio alguno y la expedición carecía ya de objeto, porque la partida de forajidos de Villa había sido dispersada y reducida a la impotencia.

Se encontraban discutiendo todavía este punto los Generales Funston y Obregón, cuando el día 5 del presente mes de mayo una partida de forajidos asaltó una guarnición americana en Glenn Springs, del lado americano, cruzando en seguida el río Bravo para internarse por Boquillas en territorio mexicano. Con este motivo y temiéndose que el Gobierno de los Estados Unidos aprestaría el paso de nuevas tropas a territorio mexicano en persecución de forajidos, el Gobierno mexicano dio instrucciones al General Obregón para que notificara al de los Estados Unidos que no permitiría el paso de soldados americanos a México con este nuevo motivo y que ya se daban órdenes a todos los Comandantes militares de la frontera PARA QUE NO LO CONSINTIERAN.

Al conocer la actitud del Gobierno mexicano, los Generales Scott y Funston aseguraron al General Obregón que no se había ordenado ningún movimiento de tropas americanas para cruzar la frontera con motivo del atentado de Boquillas, ni pasarían tampoco más soldados a nuestro territorio. El Gobierno mexicano acaba de tener noticias de que cuatrocientos hombres del octavo regimiento del ejército americano se encuentran en territorio mexicano, habiendo cruzado la línea por el rumbo de Boquillas, aproximadamente, del 10 al 11 de mayo.

Este acto último de las fuerzas americanas crea nuevas complicaciones al Gobierno de México, alejando la posibilidad de una solución satisfactoria y haciendo más difícil la situación internacional entre ambos países. El Gobierno mexicano cree necesario aprovechar esta oportunidad para pedir al Gobierno americano una definición más categórica de sus verdaderas intenciones hacia México. El Gobierno americano viene, hace mucho tiempo, haciendo protestas de amistad a los países latinoamericanos y se ha valido de todos los esfuerzos posibles para convencer a los mismos de que desea respetar en absoluto su soberanía.

El Gobierno mexicano tiene, sin embargo, la pena de hacer notar que los actos de las autoridades militares americanas están en absoluta contradicción con las anteriores declaraciones y se ve, por lo tanto, en el caso de tener que apelar al Presidente, al Departamento de Estado, al Senado y al Pueblo americanos, para que de una vez por todas se defina la verdadera tendencia de los Estados Unidos con relación a México. El pueblo y el Gobierno mexicanos tienen la absoluta seguridad de que el pueblo americano no desea la guerra con México. Hay, sin embargo, fuertes intereses americanos y fuertes intereses mexicanos empeñados en procurar conflictos entre ambos países. El Gobierno mexicano desea firmemente la paz con el Gobierno americano, PERO PARA ESE EFECTO ES INDISPENSABLE, que el Gobierno americano se sirva explicar francamente sus verdaderos propósitos hacia México. En caso de renuencia para el retiro de estas tropas, México no tiene otro recurso que defender su territorio por medio de las armas".

Todos estos párrafos anteriores son tomados textualmente de la nota citada y demuestran un vigor absoluto y un concepto indiscutible de la soberanía mexicana y de las tendencias nacionalistas de la política de Carranza.

Si entrara en comparación de la actitud asumida ante los Estados Unidos por algunas otras altas personalidades del continente americano, seguramente que en nada habrían superado a las de don Venustiano Carranza, desde el punto de vista del patriotismo, de la prudencia y de una resuelta energía; pero toda comparación tal vez traería alejamientos y no la fusión que debemos buscar entre todos los procedimientos de nuestra política exterior, ya que la historia nos ha fusionado en tradiciones y en destino.

El nacionalismo de Carranza no es la garrulería huertista arrastrando por las calles de México la estatua mutilada del gran Jorge Washington; es, sí, la voz de nuestra dignidad nacional que en los momentos mismos de la lucha lanza al mundo su doctrina de Derecho Internacional, previniendo que ningún extranjero en México podrá estar sujeto a la protección de sus Gobiernos en todo aquello que las leyes mexicanas le garanticen, como la propiedad y la vida, aun cuando tal doctrina (que en México forma ya una ley positiva) sea el escollo más peligroso para arrojar de una vez por todas de México la tutela americana que aletea en la frontera resguardada por fuertes ejércitos.

LA ACTITUD DE DON VENUSTIANO CARRANZA ANTE LOS ESTADOS UNIDOS ES DE UN INDISCUTIBLE NACIONALISMO, Y CUANDO SU DOCTRINA INTERNACIONALISTA SEA RESPETADA POR LOS PUEBLOS DE AMÉRICA, SU NOMBRE QUEDARÁ ESCRITO EN LAS CIMAS DE LA HISTORIA CONTINENTAL.

Antonio Manero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:
Fabela Josefina E. de (Coord.) Las relaciones internacionales en la Revolución y régimen constitucionalista y la cuestión petrolera, 1913-1919. México, Ed. JUS [Comisión de investigaciones históricas de la Revolución Mexicana 1971] [Serie: Documentos históricos de la Revolución Mexicana. Fuentes y documentos de la historia de México; 20]. 2 Vols. Tomo II.