Felix Fulgencio Palavicini
La historia de la XXVI Legislatura no puede escribirse todavía.
El propósito de este libro no es hacer la crítica definitiva del primer Congreso verdaderamente libre que hemos tenido en México, sino reunir los documentos útiles para una critica futura.
En un año de intensa vida política, todos los esfuerzos hechos, todos los problemas iniciados, son dignos del conocimiento y de la estimación del público, sirviendo igualmente para ilustrar los debates del segundo afeo que va a iniciarse cuando este trabajo circule.
Pero resultaría obra de partidarismo si fuésemos a juzgar, conforme a nuestro criterio, cada persona y cada suceso. No. Lo que pretendemos es que la Cámara se pinte por sí misma; que los representantes ofrezcan al lector sus autorretratos.
Las crónicas parlamentarias de los grandes diarios, escritas con la brevedad impaciente que el noticierismo exige, han informado muy poco y con frecuencia transmitiendo muy mal los debates de la Cámara.
Los buenos burgueses de México, acostumbrados al amodorramiento legislativo de los tiempos pasados, han mirado con sobresalto la viveza del lenguaje, la energía del léxico, la audacia en las ideas y el apasionamiento de los debates parlamentarios; habrían deseado una unción religiosa, una humildad evangélica, una isocronía administrativa, una ecuanimidad de perfecta burocracia, para que la labor fuese tranquila, sosegada y monótona, grata al ritmo de los corazones que no sienten ni las grandes penas ni las violentas alegrías provocadas por las enloquecedoras aspiraciones colectivas.
¡No podía ser así!
Los diputados representan, sin duda, el hibridismo de nuestra sociedad, cuya falta de unidad en las ideas no es sino la consecuencia de la falta de unidad en la raza.
Si a estas divisiones, de hecho profundas, agregamos la tradicional composición del pueblo mexicano, formada por dos porciones de ciudadanos: los pocos hartos, que todo lo poseen, y los millones famélicos, que de todo carecen, se explica que al primer soplo de libertad electoral hayan intentado los intereses de una y otra social obtener el dominio de la Cámara.
En medio de todas estas luchas, también, la nada despreciable de las ambiciones particulares de poder o de lucro, para las cuales la política es el terreno propicio.
La XXVI Legislatura no es sino el símbolo del alma nacional; por encima de lo que en ella exista de intereses mezquinos y de bastardas ambiciones, nosotros la saludamos con admiración y con respeto.
Esperamos que el lector encuentre en estas páginas reunidas lo ameno y lo útil, y afirmamos que nos guía la más completa buena fe y que las palabras, atribuidas a cada diputado son exactamente las suyas, tomadas del Diario de los Debates, el cual se forma con las notas taquigráficas previamente corregidas por los diputados.
La Cámara en el "Salón Verde"
Pequeño e incómodo, el edificio del Factor sólo tiene una sala medianamente adecuada para juntas, denominada oficialmente "Sala de comisiones"; pero conocida por todos con el nombre de "Salón Verde", debido a su nada elegante decorado, en el que predomina este color.
Es ahí donde se reúnen los grupos parlamentarios.
Desde la noche del 18 de septiembre, en la que los diputados que forman la mayoría tuvieron en el "Salón Verde" su primera junta, esta costumbre ha continuado practicándose.
Esa memorable noche, empezó la disgregación de los elementos directores de la "mayoría", por virtud de los celos, los egoísmos y el invencible afán de mando que se apoderó de algunos "leaders".
Desde esa noche, el gobierno emanado de la revolución de noviembre vaciló en su estabilidad por su propia base. Los representantes de ese movimiento, que venían tomando parte activa en la política general y que aplicaban su inteligencia y energías a tos distintos ramos de la administración pública, tenían igual preponderancia en la integración de la Cámara, hasta el 18 de septiembre, víspera de la discusión de las credenciales presentadas por los más notorios presuntos diputados.
Fue esa noche, en el "Salón Verde", que se sentaron juntos por última vez: Gustavo Madero, Querido Moheno, Luís Cabrera, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, Francisco Escudero, Manuel Castelazo Fuentes, Serapio Rendón y los otros miembros de la mayoría gobiernista. Después de una acalorada discusión se separaron del maderismo Carlos Trejo y Lerdo y Castelazo Fuentes; pero por un indescifrable misterio, cuando este grupo negaba su apoyo al gobierno del señor Madero en la Cámara, don Jesús Flores Magón, identificado con Lerdo, conservaba la importante cartera de Gobernación en el gabinete del Presidente Madero.
También esa noche, y por otras razones, se separó del maderismo Querido Moheno.
Nosotros no vacilamos en afirmar que esa noche, y en el "Salón Verde", empezó la caída de Madero con la ostensible complicidad de los elementos que el maderismo había considerado suyos y que, aprovechándose de los recursos puestos en sus manos por la revolución de noviembre, esgrimían todas sus armas contra aquella revolución y preparaban la restauración conservadora.
En el "Salón Verde" verificó todas sus reuniones el Bloque Libera Renovador, estudiando los proyectos de ley y tomando los acuerdos que habían de conducir a facilitar las labores parlamentarias en la discusión y votación de las leyes.
Las sesiones del Bloque Renovador verificadas en los días 19, 20 y 22 de enero, que no trascendieron al conocimiento del público, fueron de suma gravedad. En ellas se discutió la política presidencial y los amigos del gobierno llegaron a la conclusión evidente de que el gabinete debía ser sustituido, y en sus discusiones acaloradas se criticó a los ministros y se llegó a decir que si la revolución de noviembre no dominaba resueltamente en el gobierno, los renovadores no debían ya apoyarlo; en definitiva se acordó poner en conocimiento del Presidente Madero la situación y todo el grupo se presentó en Chapultepec, el 23 de enero en la mañana; habló en nombre del grupo el diputado Miguel Alardfn y el diputado José I. Novelo leyó un extenso memorial. Después de algunas aclaraciones, hechas por el diputado Francisco Escudero, el Presidente contestó en términos afables, pero negándose a ofrecer un cambio inmediato. Los renovadores bajaron desconsoladamente. El cielo, preñado de negros nubarrones, era precursor de la borrasca.
Y, entre "lo que no se ve" de la Cámara, podemos citar todavía el hecho de que en cierta ocasión, en el "Salón Verde", se dijo que el Presidente autorizó a cierto diputado para recomendar un nombramiento: esto suscitó un debate violento; el Presidente, interrogado, manifestó por escrito "que nunca intervendría" en las decisiones de los diputados. Los hechos anteriores, rigurosamente exactos, pintan la política del Presidente Madero.
La mayoría maderista que surgió en la casa d e don Víctor Moya y Zorrilla pereció en el "Salón Verde".
La mayoría antimaderista, que se organizó el 18 de febrero en la casa de don Tomás Braniff, perecerá, si no ha perecido ya, en el "Salón Verde". Las votaciones que se acuerdan en el "Salón Verde" suelen tener dos enemigos: "los pasillos" y el "Salón Amarillo".
Hasta aquí escribimos en nuestra primera edición, y como se ha visto más tarde, nuestra previsión, fue exacta: la mayoría de la Cámara era, en octubre de 1913, hostil al gobierno de Huerta.
La Cámara de los pasillos
La importancia de los pasillos en las decisiones de la Cámara se significó desde el primer momento, al iniciarse la discusión de las credenciales.
Los pasillos no sólo sirven de pretexto para eludir las votaciones, sino que en ellos suelen concertarse las escaramuzas del debate.
Los pasillos son el mentidero del Parlamento.
Los pasillos son las salas de recibo de los señores diputados.
Los pasillos han servido de espinoso sendero para la marcha forzada de algunos soberbios ministros al nada grato viaje de Canossa.
Los grandes empresarios, los grandes industriales, los grandes contratistas, tan altivos, d an desdeñosos, tan soberbios, tan insolentes de costumbre, han desfilado por ahí humildes y rendidos, solicitando la piadosa atención de los representantes.
Recordemos, al efecto, las discusiones sobre:
El impuesto al tabaco.
El impuesto a los alcoholes.
La libre importación de papel para periódicos.
El impuesto al oro de exportación, etc.
Cuando don Gustavo Madero tuvo poderosa influencia en la mayoría parlamentaria, frecuentaba más los pasillos que la sala de sesiones.
Cuando don Tomás Braniff ha creído contar con la mayoría parlamentaria, lo hemos visto más en los pasillos que en la sala de sesiones. Es en los pasillos donde suelen resolverse, de modo definitivo, las votaciones, cuando no están supeditados por el "Salón Amarillo".
La Cámara en el "Salón Amarillo"
Por las exageraciones a que somos tan aficionados, ha dado en llamarse "Salón" al cuarto amarillo situado a espaldas de la Mesa presidencial.
El "Salón Amarillo" es una pieza estrecha, estorbada por pesados muebles, sin luz natural y sin ventilación
En el "Salón Amarillo" se hospedan los señores ministros cuando van a la Cámara.
Se cuenta que en el "Amarillo" don Rafael Hernández inició, la XXVI Legislatura, la celebrada política de las "palmaditas en el hombro", la que, buena o mala, ha sido imitada por todos los ministros de entonces y de ahora.
En el "Salón Amarillo" los ministros del señor Madero lograron la abrumadora mayoría que aprobó las adiciones y ampliaciones al presupuesto de egresos.
En el "Salón Amarillo" don Ernesto Madero hizo votar el empréstito de 100 millones al 5 % anual de réditos, y don Toribio Esquivel Obregón el empréstito de 200 millones al 7¾ % anual, más la garantía aduanal de los ingresos aún no hipotecados. ¡Todo lo puede el "Salón Amarillo"!
En este famoso salón, el ministro Esquivel Obregón dio sus primeros efusivos apretones de manos y sus cariñosas palmaditas en el hombro, hasta lograr que la llamada "Ley del Oro", iniciada el 9 de abril, fuese dictaminada el mismo día por la comisión respectiva, y se habría votado esa misma tarde sin la oposición de los renovadores.
Era a este salón al que se refería Luís Cabrera cuando, sin razón o con ella, exclamó el 19 de septiembre:
"Señor Ostos: cuando usted se arrastraba en las antesalas de la Cámara a los pies de don Gustavo Madero para arreglar la aprobación de su credencial, entonces no tenía usted esos alardes de oratoria y de independencia: y me dirijo a usted porque es usted el único de los oradores que, después de hacer allí (señalando el "Salón Amarillo") un papel detrás de la puerta, viene a hacer otro distinto aquí en la tribuna."
La verdad es que muchos de los representantes del pueblo tienen todavía un gran respeto por las carteras ministeriales y hemos observado que son más sugestivos los misteriosos "téte a téte" y las palmaditas en el hombro, verificados en este famoso salón, que los acuerdos de los grupos en el "Salón Verde" y las gestiones de los "leaders" en los pasillos.
Este salón fue la residencia única del ciudadano Presidente de la República, licenciado Lascuráin, que permaneció en el Poder el espacio de cuarenta y cinco minutos. En este salón despachó los únicos dos oficios que se tramitaron durante su gobierno instantáneo y que contentan: el primero, el nombramiento del general Victoriano Huerta para secretario de Gobernación, y el segundo, su renuncia del cargo de Presidente interino que acababa de asumir por ministerio de la ley.
Helos aquí:
NOMBRAMIENTO DEL GENERAL HUERTA
"El señor Presidente interino de los Estados Unidos Mexicanos se ha servido nombrar, con fecha de hoy, secretarios de Estado y del Despacho de Gobernación, al señor general de división don Victoriano Huerta, quien ha otorgado la protesta constitucional. Por acuerdo del señor Presidente interino tengo el honor de hacerlo saber a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Suplico a ustedes se sirvan dar cuenta con esta nota a la mencionada Cámara.
México, febrero 13 de 1913. El subsecretario, encargado del Despacho. Julio García."
RENUNCIA DEL PRESIDENTE LASCURÁIN
"Honrado por el señor Presidente de la República, don Francisco I. Madero, con el cargo de secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores, procuré servir a mi patria poniendo el humilde contingente de mi lealtad y de mi honradez. Los acontecimientos a los que asistimos me han colocado en el caso de facilitar los medios para que, dentro de la ley, se resuelva una situación que de otro modo acabaría con la existencia nacional. He aceptado con toda conciencia ese papel, ya que, de rehusarme, hubiera cooperado a futuras desgracias. La Historia resolverá serenamente sobre mi actitud: estimo demostrar con ella mi lealtad a quien me honró con su confianza y mi amor a mi patria.
"Estas consideraciones me hacen dimitir el puesto de Presidente de la República, que por ministerio de la ley he desempeñado por unos momentos, después de haber nombrado secretario de Estado y Despacho de Gobernación al señor general Victoriano Huerta.
"Ruego a ustedes, señores secretarios, se sirvan dar cuenta a la Honorable Cámara de Diputados con esta renuncia, para los efectos legales.
México, febrero 13 de 1913. Pedro Lascuráin."
Los otros detalles están en el capítulo que dedicamos más adelante a la Decena Trágica.
Los partidos políticos de la Cámara
Al inaugurarse el periodo, en septiembre de 1912, la composición de la Cámara era indefinida.
Con el nombre de "Bloque Liberal Renovador" se había designado a una mayoría parlamentaria que se organizó para la mutua defensa de credenciales, elección de Mesa para las juntas preparatorias y comisiones revisoras.
Se suponía que los elementos integrantes del grupo eran afines en ideas y representaban las aspiraciones de la revolución de noviembre. No fue así. La mayoría duró hasta el momento en que las credenciales fueron aprobadas; después fue desintegrándose a medida que los representantes habían legitimado su presencia en la Cámara.
Los que sólo se habían agrupado para la defensa de su credencial, no sintiendo ninguna solidaridad política con la mayoría del Bloque, buscaron la primera oportunidad para desertar y aun enfrentarse con él.
Las minorías se formaron con el Partido Católico por un lado y los representantes francamente antimaderistas por el otro.
Cada desertor del "Bloque Liberal Renovador" engrosaba las filas de los enemigos del maderismo y esta disolución de la mayoría era fácilmente explicable. El gabinete del señor Madero carecía del más elemental sentido práctico, debido a la inexperiencia de los ministros. Los diputados de la mayoría no gozaban de ventaja ni preeminencia alguna en las esferas del gobierno: fuera de la Cámara su influencia era casi nula, y puede afirmarse que obtenían mayores atenciones y más lucros los enemigos que los amigos.
Llegó un momento en que sólo se conservaron fieles al maderismo los que estaban personalmente identificados con el señor Madero.
Los que se habían agrupado sólo con el afán de medro, los amigos del "día siguiente", o se habían lealmente separado o continuaban en el Bloque haciendo una activa gestión para dominar la política presidencial, dando así el espectáculo de una ulceración interior, hábilmente explotada por los enemigos.
Cuando llegó el trágico fin del gobierno del señor Madero, el Bloque estuvo a punto de perecer definitivamente: quedó reducido a un pequeño número, pero los verdaderos renovadores se buscaron y agruparon, llevando, todavía, algunos elementos no asimilados por completo, que se han ido quedando en el camino a medida que la lucha ha exigido sacrificios y presentado riesgos.
El Partido Católico es grupo bien disciplinado en la Cámara y durante el primer año de sesiones se ha manifestado conservador: ha venido apoyando a los elementos de restauración ya "científica" ya "porfiriana".
En el seno del grupo de diputados católicos hay, a pesar de todo, representantes renovadores, los que han sido estrangulados en sus impulsos generosos y en sus aspiraciones políticas por los conservadores identificados con el capitalismo.
Como grupo, el católico nada ha hecho, y si continúa en la labor acomodaticia seguida hasta la fecha, nada hará
El Grupo Liberal Independiente no existió en el primer periodo de sesiones: es hijo de la Ciudadela, y si bien su definitiva organización se debe a los esfuerzos de don Pedro B. Álvarez, hombre sincero, recto y amante de la renovación, la verdad es que surgió el 18 de febrero en la casa del diputado don Tomás Braniff.
Don Gustavo Madero moría esa noche; el jefe del Bloque Renovador perecía junto con el predominio de su grupo.
El Grupo Liberal Independiente nacía entonces y, con él, nuevos directores de la política cameral.
En este grupo hay muchos elementos independientes de verdad; otros agregados a la mayoría: los que siempre van con el poder, y otros perfectamente conscientes del camino que necesitan recorrer para el logro de sus ambiciones. Los jefes aparentes son Manuel Malo y Rivera, y Carlos 'Rejo y Lerdo de 'rejada. Insertamos a continuación los juicios que sobre cada grupo de la Cámara se han hecho en la tribuna de la misma, siguiendo nuestro decidido propósito de imparcialidad. Este no es un trabajo de crítica, sino de documentación histórica.
El Partido Católico según Elguero. Dice el diputado Elguero: "El Partido Católico tiene un criterio enteramente claro, enteramente fijo, enteramente indeclinable: el de no apartarse nunca de la verdad ni de la ley; no se guía por pasiones de partido, porque cree que faltaría a su deber gravemente si así lo hiciera."
El Partido Católico según Luís Cabrera. Dice: "Es muy triste que estemos reunidos aquí: que todos sepamos absolutamente quién es nuestro enemigo, y que, sin embargo, haya un grupo liberal que esté dándose la mano con él, mientras nosotros nos hacemos pedazos enfrente del Partido Católico. El Partido Católico, en sus individualidades, es irreprochable; soy amigo del señor Pascual García; soy amigo del señor licenciado Elguero; soy amigo del señor de la Hoz; porque individualmente considerados son tinos perfectos caballeros; pero, como grupo, el Partido Católico es el mismo que trajo a Maximiliano." (Muy bien; aplausos).
"Lo que desalienta es pensar que no se vea claro; lo que desalienta es pensar que en los momentos actuales la amistad vaya tan unida al concepto político de las personas, que muchas veces, dentro del Partido Católico y fuera de 61, dentro del Gobierno y fuera de él, no sabemos distinguir cuáles son nuestros amigos personales y quiénes son nuestros enemigos personales; quienes son nuestros enemigos políticos y quiénes nuestros amigos; y aquí estamos viendo claramente cómo hay amigos personales que son enemigos políticos. Me refiero a los señores del Partido Católico, considerado como grupo político que se ha organizado, tomando hasta el nombre de la religión para volver a recobrar los mismos elementos de lucha y los medios de que usó en los luctuosos años de la guerra de Reforma". Y terminó con este apóstrofe: "Señores liberales: a vosotros me dirijo. ¡He aquí al enemigo!"
En esta ocasión se expresó así: "Señores católicos: vosotros habéis traído el nombre, el sagrado nombre del catolicismo a una contienda política: vosotros sabíais que una contienda política es la más despiadada de las contiendas; vosotros sabíais que una contienda política es algo que deja, moral y físicamente, hechos pedazos los hombres, y vosotros, para entrar en esa contienda política, tomasteis un escudo y nos lo pusisteis enfrente: ese escudo fue vuestro nombre de católicos" (Aplausos).
El Partido Católico según Francisco Pascual García. "No crean que quiero la unión de la Iglesia y del Estado, porque no sabemos si este torrente anárquico que nos está matando llegue alguna vez a imponer un nuevo tirano. Si la Iglesia estuviera unida al Estado, nos traería obispos, algunos que se parecieran a aquellos gobernadores que no quiero mencionar, pero que vosotros sabéis bien quiénes son. La Iglesia, señores, para cumplir su misión, que no es misión política, que no es misión de aquí abajo, sino que es la de elevar las almas al cielo: no es otra misión de la Iglesia. (Risas) Si sois liberales, señores, oídme, oídme hasta el último; el fin de la Iglesia sobre la tierra es más alto: es llevar nuestras almas al seno de Dios.
El Partido Católico según Francisco Escudero. "Aquí tenéis el peligro del Partido Católico, que ha sido siempre el peligro de todos los tiempos y que lo es del actual. (Aplausos). Ese peligro es el peligro que yo a todos los liberales que estamos aquí reunidos les hago presente. Ellos cubren las apariencias legales para burlar la ley.
¿Cuál es la situación actual de nuestra República? Sabéis que tenemos 70 por ciento de analfabetos, esos analfabetos no son católicos. Yo he sostenido una y mil veces que los reaccionarios no son católicos: son reaccionarios.
"El Partido Católico que se ha formado con el objeto de alcanzar sus fines, tiende a apoderarse del Gobierno, como todo partido político, para realizar sus ideales radicados en volver a unir el Estado y la Iglesia. (Aplausos). Ésta es una teoría antirreformista, y como las leyes de Reforma son parte integrante de la Constitución, de aquí que el Partido Católico no pueda ser partido constitucional o institucional. (Aplausos).
"Por consiguiente, a mí me parece que estamos cometiendo un verdadero delito contra la ley al discutir candidatos que se presentan amparados por el Partido Católico, que no debe de existir como partido." (Aplausos y gritos de desaprobación).
El Partido Católico según De la Hoz. "Nosotros sonsos los descendientes de aquel Mauricio que, acaudillando a la legión tebana, fue el primer sustentáculo del poder de los cesares paganos: somos descendientes de aquél Sebastián que tenía otro césar muy cerca de su persona y fueron fieles al Poder y fueron fieles al soberano; pero cuando se les exigió que quemaran incienso en el altar de los dioses, aquellos hombres aguerridos y valerosos entregaron sus armas y marcharon como mansos corderos al ser entregados a las fieras del circo. Ésos somos nosotros; no tenemos absolutamente un antemural humano que nos guarde, ni menos el escudo de Hércules a que se refería el castizo orador, el helénico pensador don Luís Cabrera. Nosotros por escudo tenemos la Cruz, esa Cruz que venció a Magencio en las riberas del Tíber; éste es nuestro escudo. Por lo demás, nuestros pechos están al descubierto, que al fin, señores, la vida es pasajera y preferimos ser mártires que verdugos." (Aplausos).
El Partido Católico según José María Lozano. "¿En qué estaría la superioridad moral del Partido Liberal si no en aceptar la controversia? ¿Queremos desalojar el salón de todos los católicos? No nos engañemos, señores: La República, en su gran masa, es católica (Aplausos y siseos) y dirá con justicia que tuvimos miedo a una minoría insignificante (Siseos y aplausos), sólo por las armas de su palabra y de su inteligencia. Cuando el pueblo, que es la opinión pública, no tienen desahogos como está pasando en nuestra patria, entonces ¿qué de extraño tiene que se empuñe el fusil y se cargue la ametralladora?
"No, señores: es preciso que tengan aquí eco todas las aspiraciones, todas las idealidades y las más contradictorias libertades, y no queramos acudir al criterio de Felipe II, que, para mantener la unidad de la fe, quemó a tantos herejes y a tanto liberales (Aplausos). No; que vengan aquí a ajustar con nosotros los católicos, a discutir desde lo alto de la tribuna los principios; y entonces la República, cuando asista a nuestras discusiones, cuando lea nuestros discursos, se irá convenciendo de la superioridad de nuestro credo, y llevaremos a la Patria y la arrastraremos al grupo de las naciones liberales que dignamente, y por su voluntad, se han emancipado de ese peligro tradicional.
Señores: que aquí resplandezca la equidad, la libertad y la democracia, no en el birrete rojo de Robespierre, con el cual se cubre hoy el Partido Liberal y el Intransigente bajo frívolos pretextos; no, sino con la benevolencia suprema de Gladstone, que quiso que Irlanda, católica y separatista, tuviese el Honte Rule. Esto es lo único digno de nosotros; eso es lo único que puede tranquilizar a la verdad y a la justicia" (Voces: ¡bravo!, ¿bravo!, no, no).
El Partido Católico según Delhornre y Campos. "Ayer el señor diputado Elguero, a quien respeto profundamente y a quien estimo de veras, él lo sabe, nos decía con muy buena fe, no lo pongo en duda, que los liberales nos parecíamos a las campanas porque llamábamos a misa y no íbamos a ella; excitábamos al cumplimiento de las leyes, pero no sabíamos cumplirlas. ¡Ah, señores católicos!, por una rara coincidencia vosotros asociáis en vuestro espíritu a los liberales con las campanas, y nosotros asociábamos también en el nuestro a los católicos con las campanas; pero vosotros aludís a las campana de los templos y nosotros nos referimos al cerro de las Campanas (Aplau sos), porque ahí fue donde concluyó, en realidad, la primera guerra de Reforma, y mucho me terno que pronto sepamos cómo y dónde concluye la segunda, que estallará, como estalló la primera, en Jalisco, porque a ella nos está arrastrando el partido de los seudo católicos.
"Nos decía, además, el Señor Elguero, que entráramos en el cami no de la verdadera democracia, al cual había entrado ya el Partido Católico. Señores: la democracia con sufragio universal, en un país en que hay ochenta por ciento de analfabetas, se resuelve en la formación de rebaños de Panurgo pastoreados por curas, y esos son los 'que, de no dictar este Congreso medidas adecuadas para evitarlo, nos llevarán a la guerra y a trastornar todas las instituciones, borrando de una plumada las conquistas alcanzadas por nuestros padres y selladas con su sangre en San Miguel de Calpulálpam."
El Partido Católico según Trejo y Lerdo de Tejada. "El Partido Católico no tiene más defecto que el que he pregonado siempre: su nombre. Reflexionad, señores: la tendencia conservadora no es una mancha en los países: es una piedra de toque angular, tan necesaria para la prosperidad como la piedra renovadora; sobre esas dos piedras se construirá el edificio de la grandeza nacional. Bienvenida sea esa piedra: ése es su lugar; que nos dé nuestro lugar, y os protesto que dentro del mayor espíritu de justicia trabajaremos siempre que podamos trabajar juntos; pero estaremos también lejos, muy lejos, siempre que la barranca inmensa de la orientación vuestra, respecto de la nuestra, nos tenga fatalmente separados."
El Partido Católico según Armando Z. Ostos. "Yo soy el primero en lamentar que los señores del Partido Católico, como católicos, estén sentados en esas curules".
El Partido Católico según Moheno. "Después de sesenta años de estar sistemáticamente alejados del Poder, después de más de medio siglo en que los liberales les pusimos el entredicho del agua y del fuego en el orden político, los católicos, a pesar suyo, aun cuando tengan el supremo valor de sus actos, tienen que sentirse más o menos azorados; les falta, como grupo colectivo, la confianza, la fe y la conciencia de su propia fuerza. Es claro que, andando el tiempo, lo harán mejor; pero por ahora entiendo que este análisis que hago es rigurosamente cierto. Y si a esto se agrega que el Grupo Católico está representado aquí por una minoría que en el conjunto, en el orden de los votos, resulta sumamente débil, es natural que, falto de fe en el resultado, no pueda cumplir ese que es uno de los deberes más altos de los partidos."
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