Octubre 5 de 1915
Cuando hace seis meses la Casa del Obrero tomó la determinación de lanzarse a la lucha armada y por circunstancias que todos conocemos tuvo que abandonar la capital, nuestros acérrimos enemigos, los reaccionarios de todas layas, se desataron en improperios contra todos nosotros y, para hacer más eficaz su labor de desprestigio io, emprendieron una furiosa campaña de injurias y calumnias, valiéndose de todos los medios que discurrieron sus tenebrosos cerebros de jesuitas redomados.
No se crea que al enterarnos nosotros de la saña con que éramos vapuleados nos causara la menor sorpresa.
Conocemos a nuestros enemigos, a los enemigos de toda obra de progreso y civilización, y sabemos de las armas de que se valen y se han valido siempre para conquistar y retener sus odiosos privilegios.
Conocemos su modo de luchar astuto, hipócrita, solapado, ocultando sus perversas maquinaciones con el disfraz de una fingida imparcialidad para poder herir por la espalda a los que se atreven a desafiar sus iras, escupiéndoles al rostro sus seculares infamias.
Y conociendo sus armas, sus métodos, sus instintos, sabíamos, al salir de la Capital, que procurarían resarcirse con creces del descalabro que en buena lid les infligiéramos. Comprendiendo ellos, con la intuición de una maldad refinada, que la mejor manera de perjudicarnos era desacreditándonos ante la opinión publica, a ello dedicaron sus esfuerzos, y aunque creemos que las personas de tendencias modernas y de criterio elevado, no se habrán dejado sugestionar, no por eso han faltado ciudadanos un poco avisados, y sobre todo, obreros incautos, que han acabado por aceptar, como artículos de fe, todos los vituperios que en nuestra ausencia se nos dirigieron.
Y para vindicarnos, y para orientar a la opinión pública, y para dar cuenta a nuestros compañeros del taller, de la fábrica y del campo, de nuestra labor durante los seis meses transcurridos desde nuestra salida de la Capital, hemos creído necesario publicar este Manifiesto.
Una de las calumnias con que primero se trató de estigmatizar nuestro movimiento, fue que algún 'judas' nos había vendido. Pero esta insidiosa aseveración tuvo la inconsistencia de todo lo falso. Bastó nuestra vuelta a la Metrópoli, unidos, fuertes y rebeldes como siempre, no rebaño mandado por un pastor, sino una colectividad consciente de sus deberes y celosa de sus derechos.
Se nos acuso también de meternos en política, tergiversando nuestro credo sindicalista, y para que se vea lo falso de esta aseveración, bástenos decir que en tan corto lapso de tiempo hemos conseguido implantar el sindicalismo de uno al otro confín de la Republica; en Yucatán, Campeche, Tabasco, Chiapas, Tehuantepec, Veracruz, Tamaulipas, Querétaro, Jalisco, Hidalgo, Colima, Nuevo León, Michoacán, etc., se han fundado sindicatos y se han organizado miles de trabajadores, por lo cual podemos decir que la clase obrera de toda la Nación ha entrado ya de lleno en la lucha de las reivindicaciones humanas, y desde luego se van a empezar los trabajos para organizar un congreso obrero con delegados de toda la República, para sentar las bases y organizar definitivamente la Confederación General de Trabajadores, para incorporarnos a la Internacional.
Teniendo en cuenta que el mejoramiento de la clase obrera es incompleto cuando no va aparejado al bienestar material, el cultivo de la inteligencia, vamos a implantar la enseñanza racionalista en nuestros centros de toda la República, y desde luego queda abierta la matrícula para los niños que deseen ingresar en la Escuela Moderna de esta ciudad.
Con el apoyo de todos los compañeros de buena voluntad que aquí quedaron, procuraremos también fundar, tan pronto como nos sea posible, un ateneo obrero para ilustrarnos mutuamente y fomentar así el amor a todo lo que significa perfeccionamiento cultural.
¡Obreros de todos los gremios! ¡Compañeros de infortunio! Si queremos que la sangre derramada en esta lucha, tan cruenta como necesaria, no sea estéril, debemos decidirnos a sacudir de una vez la apatía que siempre nos ha dominado y aprestarnos a la defensa efectiva de nuestros derechos por tanto tiempo conculcados.
No debemos olvidar que para tener derechos es precise conquistarlos, y si queremos gozar del bienestar a que aspiramos, debemos poner todo cuanto esta de nuestra parte por conseguirlo.
La lucha armada está para terminar y pronto empezaremos a recoger sus frutos.
La libertad, conseguida al fin a fuerza de tantos sacrificios, debemos saber aprovecharla, formando potentes sindicatos que basten, por sí solos, para hacernos respetar de nuestros explotadores.
Nuestro local, situado en la primera de Motolinía numero 9, está a la disposición de todos los gremios que deseen organizarse y trabajar para su emancipación integral.
Invitamos también a todos los que simpaticen con nuestros ideales, y declaramos una vez más que la Casa del Obrero Mundial no es personalista ni política. Va a la conquista de una sociedad mejor, y en ella caben todos los hombres de buena voluntad, todos los amantes de lo bello y de lo justo, y espera con los brazos abiertos a todos los que quieran venir a su seno para compartir con ella sus penas y sus alegrías; a todos los que, como el hidalgo manchego, estén dispuestos a romper lanzas contra los molinos de viento de los prejuicios, abatiéndolos y emplazando en su sitio el temple de la ciencia, del arte y del amor.
México, 5 de octubre de 1915.- Por la Casa del Obrero Mundial, el comité revolucionario: secretario General, SAMUEL O. YUDICO; secretario del Interior, ROBERTO C. VALDES; secretario del Exterior, JUAN TUDO; tesorero, LEONARDO HERNANDEZ; bibliotecario, J. FELIX MARTINEZ.
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