3 de Diciembre de 1914
“La noche de su llegada a Puebla, se obsequió al señor Carranza con un banquete en el Teatro Zaragoza. El General Coss tomó la palabra para protestar contra el acuerdo de la Convención, mediante el cual cesaba el señor Carranza de Jefe del Ejército Constitucionalista, invitando, Coss, a los presentes, a desconocer a la Convención, lo que hizo él en ese mismo momento, enviando un telegrama a su delegado para que se retirara de la Asamblea.
La actitud de Coss fue imitada por los jefes revolucionarios de Puebla y de Veracruz.
Por su parte, la Convención nombró una comisión integrada por los Generales Obregón, Villarreal, Hay y Aguirre Benavides para que pasaran a participarle al señor Carranza el acuerdo de aquella Asamblea.
Cuando los delegados llegaron a Querétaro, en tránsito hacia el lugar donde se hallaba don Venustiano, éste giró instrucciones al General Pablo González, que tenía su cuartel general en la capital queretana, para que no les permitiera seguir adelante. Los delegados solicitaron una conferencia del señor Carranza para saber las razones de esa disposición y para pedirle en todo caso, que fuera revocada la orden.
El texto de la conferencia telegráfica es éste:
“Casa del General González, Querétaro, 4 de noviembre de 1914. Señor General V. Carranza. Puebla. Saludamos a usted con todo afecto. Nos encontramos aquí únicamente los señores Generales Hay, Aguirre Benavides, Villarreal y Doctor Gutiérrez de Lara que juntamente conmigo fuimos nombrados por la Convención de Aguascalientes para entregar a usted un documento en que la referida Convención contesta el Memorial de usted de fecha 23 de octubre próximo pasado. La Convención sigue instalada en Aguascalientes. General ÁLVARO OBREGÓN”.
Puebla, 4 de noviembre de 1914. General Álvaro Obregón y demás miembros de la Convención de Aguascalientes. Querétaro.
"En vista de la actitud asumida por la Convención, no puedo, permitir que pasen ustedes adelante. La resolución tomada por la Junta, requiere una amplia discusión, y, para el efecto, sírvanse esperarme en Querétaro, a donde me dirigiré dentro de unos tres o cuatro días a mi regreso de Córdoba a donde tengo que ir en vista de las graves circunstancias porque atravesamos. Anoche conferencié con General Aguilar, el cual me informa que la situación es realmente grave con motivo de la excitación que reina entre nuestras fuerzas a causa de contactos con las avanzadas americanas. Este asunto es de verdadero interés para la Patria y en cumplimiento de nuestro deber, tanto ustedes como yo, necesitamos darle (falta el final del texto de este documento por haberse desglosado, perdiéndose del legajo que lo contiene). V. CARRANZA”.
La respuesta del Primer Jefe envolvía una crítica para la Convención por el hecho de emplear sus actividades en asuntos baladíes en vez de ocuparse del problema internacional, como era el de gestionar la evacuación del Puerto de Veracruz.
El General Obregón insistió para que se les permitiera continuar su viaje hasta Puebla y el Primer Jefe dio, entonces, la siguiente contestación:
“Puebla, 4 de noviembre de 1414. Señor General Álvaro Obregón. Querétaro. Siento mucho no poder acceder a sus deseos, pues tengo razones poderosas para no cambiar el lugar designado anteriormente para que nos veamos. Me apena verdaderamente que la comisión venga compuesta de mis mejores amigos; pero no me conviene que esa Comisión, que no es más que un órgano de la Convención, pase a territorio donde podrían provocarse nuevas dificultades si la Convención le ordenara alguna cosa contraria a lo que yo determinara como Jefe del Ejército Constitucionalista. Cuando nos veamos espero encontrará usted justificado mi proceder, al conocer todos los motivos que tengo para insistir en esta determinación. V. CARRANZA”.
La negativa del señor Carranza produjo en el ánimo de los delegados, especialmente en el del General Obregón, una profunda decepción, según se verá por el siguiente documento:
“Cuartel General Pablo González en Querétaro, 4 de noviembre de 1914. Señor V. Carranza. Primer Jefe del E. C. Puebla.
“Con pesar me he enterado de sus telegramas de hoy y por primera vez me veo lastimado por usted a quien tanto he respetado siempre. La Convención de Aguascalientes jamás ha pretendido desconocer a usted ni como Primer Jefe ni como Encargado del Poder Ejecutivo y prueba de ello, diariamente se dirigen a usted telegráficamente y con todo respeto, tanto oficialmente la Convención, como en lo particular sus miembros de ella, entre los que me encuentro yo, que he dirigido a usted algunos telegramas de los que aún no recibo contestación. Al presentar usted un memorial en el que declara a la Convención estar dispuesto a separarse con sólo el cumplimiento de algunas condiciones que en dicho memorial expresa, se creyó que al cumplirse con dichas condiciones, su renuncia quedaba en pie, debiéndose a esta interpretación las medidas que con este respecto se tomaron. Si esta fue una torpeza, debe haber sido de la mayoría para que triunfara y siendo la mayoría amigos suyos, que hemos venido luchando por los mismos principios y siempre atentos a las órdenes emanadas de ese Cuartel General, vemos el rigorismo con que se nos trata, demostrándonos con ésto que no se nos juzga acreedores a las consideraciones que siempre se tienen para el correligionario. Es cierto que tiene usted en la Convención grandes enemigos, pero tiene también allí partidarios honrados y enérgicos que han sabido defenderle sin descender al personalismo. Al venir a la Convención de Aguascalientes, manifestó usted de una manera franca, estar enteramente dispuesto a separarse del poder, siempre que el General Villa se separara también y hasta me autorizó para trabajarle en ese sentido, lo que conseguido ahora, no veo de usted por qué trate usted de orillar a un conflicto a tantos hombres honrados que no hemos economizado sacrificios para defender a la Patria. Respetuosamente le protesto que este telegrama se lo dirige el amigo y compañero y no el General Obregón. ÁLVARO OBREGÓN”.
El Primer Jefe contestó lo siguiente:
“Puebla, 4 de noviembre de 1914. General Álvaro Obregón. Querétaro. Le repito lo que dije esta mañana al General González cuando ustedes se retiraron, a saber: que no deben mal interpretar mis palabras, pues una debe ser mi actitud hacia la Convención y otras las consideraciones que a ustedes debo como amigos y compañeros. Es difícil desarrollar por telégrafo todo lo que podría yo decirles respecto de la resolución tomada por la Convención, esto mismo creen ustedes y por esto desean hablar conmigo. Yo también deseo tratar el asunto con calma y por eso prefiero que nos veamos en Querétaro. Los tres o cuatro días que transcurran, en vez de ser perdidos serán aprovechados en serenamos todos para discutir con calma y con frialdad; el asunto a ustedes les puede parecer sencillo, que a mí me parece difícil, pero que a todos nos parece trascendental. Suplícole ayudarme a convencer a sus compañeros de comisión de que al fijar Querétaro como punto de reunión, lo hago no con el propósito de lastimarlos, sino por razones de dignidad de mi cargo y de conveniencia pública para el mejor éxito de nuestra entrevista. Le aseguro que nunca he dudado de su lealtad como correligionario y como amigo de la cual tengo pruebas que me satisfacen, como también las tengo del General Villarreal, del General Hay y de los demás. Yo sé agradecer las pruebas de afecto y de lealtad, y en su oportunidad se convencerán ustedes de que mi aprecio es más grande en el fondo de lo que parece a veces en la forma, pero al resolverme a fijar Querétaro como lugar de reunión fue porque tengo que ver también un poco por mi dignidad personal y por la de los que me han ayudado y reconocido como Jefe. Yo sigo dispuesto a retirarme, pero tengo que hacerlo guardando las formas que convienen a mis servicios y al importante papel que ustedes mismos me han confiado. Yo mismo tengo mucho qué sentir de la Convención, que está formada de amigos míos en gran parte, y sin embargo, procuro serenarme. La Convención ha creído necesario y hasta urgentísimo retirarme su confianza nombrando un Presidente por veinte días; esta es una de las más grandes injusticias que se me han hecho, pues no que después de veinte meses de reconocerme como su Jefe y de dejarme cargar con las más serias responsabilidades, no me tiene confianza para veinte días y se apresura a nombrar otra persona, como si unos cuántos días más fueran tan gran peligro para el país. Esto me demuestra o una falta de consideración o una falta de confianza, y en todo caso una suma condescendencia con mis enemigos que no se tiene conmigo. Crea usted que a pesar de esto, procuro no tomar en cuenta mis sentimientos personales, sino obrar conforme a mi deber. Yo les ruego a usted y a sus compañeros, se pongan en mi lugar y hagan también un esfuerzo de sacrificio de susceptibilidad personal y sigan trabajando con la idea de cooperar conmigo para el bien del país y no con la idea de que vamos a entablar una lucha por hacer predominar nuestras ideas. Yo no quiero orillar a mis amigos a una lucha fraticida por mera ambición personal, pero no puedo abandonar el gobierno ni la jefatura de la Revolución, sin estar seguro de que no pongo en peligro a la Revolución y de que no entrego el país a una situación peor de la que quiere evitarse. Crea usted que como individuo, y por razones personales, no sería capaz de lastimar a un amigo como usted y como Villarreal, pero al obrar tengo siempre que medir las responsabilidades que llevo como hombre público ante ustedes mismos, ante el país y ante la historia. De todos estos asuntos deseo hablar a usted allá y creo que no tendrán inconveniente en esperarme, pues de todas maneras creo que no podríamos hacer nada antes de mi regreso de Córdoba. Le suplico salude atentamente a sus compañeros y les haga conocer este telegrama que lo dirijo a usted como amigo y como compañero en la Revolución. V. CARRANZA”.
No podían ser más atinados los argumentos del señor Carranza en su réplica al General Obregón. Le asistía demasiada justicia para demandar alguna consideración hacia su dignidad personal. Si había estado al frente de la Revolución durante más de un año y medio; si habiendo vencido a Victoriano Huerta y depositado en él su confianza la mayoría de los revolucionarios, no era justo que de manera tan deshonrosa, con un simple cese, se le separa del mando para nombrar a otra persona por el ridículo término de veinte días. Por otra parte, el señor Carranza, estaba plenamente convencido de que Villa nunca entregaría el marido de la División; mientras que él —don Venustiano— al anunciar su retirada de la Primera Jefatura, sí lo cumpliría y el único sacrificado sería él, sin ningún beneficio para la Revolución, pues ésta caería, indudablemente en la desastrosa jefatura de Francisco Villa.
El General Obregón le contestó de esta manera:
“Querétaro, 4 de noviembre de 1914. Señor General V. Carranza. Primer Jefe del E. C. Puebla.
“Me he enterado detenidamente de su extenso mensaje, agradeciendo sinceramente sus expresiones de afecto que él contiene. Yo suplico a usted atentamente nos permita continuar hasta entregarle el pliego que traemos y si usted lo desea, darle una información verbal y extensa. El hecho de que usted recibiera dicho pliego no querría decir que nosotros pretendiéramos contestación inmediata; al recibir dicha comunicación, usted podría indicarnos la fecha y el lugar donde usted deseara contestar o tratar verbalmente el asunto. Suplícole, pues, permitirme continuar hasta entregarle memorial que la Convención nos ha confiado. Yo lamento las inconsecuencias que la Convención haya tenido para usted y puedo asegurarle que al nombrar un Presidente cuyo nombramiento será ratificado o rectificado a los veinte días, lo hicimos no por herir a usted y sí porque tenemos una mayoría con la que creemos enteramente seguros nuestro candidato para el período preconstitucional. Salúdolo afectuosamente. General ÁLVARO OBREGÓN".
Ante la cortés insistencia del General Obregón, permitió el señor Carranza a los Delegados, continuar su viaje hasta el lugar donde él se encontraba.
En esos días se rumoraba, con marcada insistencia, que se preparaba un golpe militar para obligar al señor Carranza a que dejara el mando supremo de la Revolución. Ya hemos visto que habían fallado las dos tentativas: la de México y la de Tlaxcala. El General Jesús Carranza, que se encontraba todavía en Puerto México, fue de los primeros en advertirle el peligro y en recomendarle que tomara las precauciones necesarias para evitar fuese víctima de una traición.
¡Tal vez no pensaba el infortunado don Jesús que él iba a ser la primera víctima y dentro del más corto de los plazos!
El alerta que recibió don Venustiano de su hermano, estaba concebido en estos términos:
“Puerto México, noviembre 5 de 1914. Señor V. Carranza. Puebla.
“Hermano:
“Con motivo de las protestas de los Jefes del Ejército Constitucionalista, es posible que ahora sí recurran los desleales a dar un golpe de audacia, ya dando un cuartelazo o procurando tu aprehensión. Procura estar fuera de peligro a fin de que no nos cohíbas usar de todas nuestras energías en favor de la Causa. Hoy llegué a esta dejando cien hombres en cada cañonero y salgo luego para Salina Cruz para despachar al "Guerrero". Anoche me encontré a la comisión que viene de esa y era la que nos detenía. Si no tienes más que ordenar, mañana saldrá el "Guerrero" a su destino. JESÚS CARRANZA”.
Quiero hacer resaltar la importancia histórica del documento anterior, porque, precisamente, el peligro que con clarividad sorprendente señalaba don Jesús a su hermano, lo victimó a él, semanas después.
Tomado de:
Barragán Rodríguez, Juan. Historia del Ejército Constitucionalista. México, INEHRM, 1985. vol. II. pp. 114-120
|