Noviembre 13 de 1914.
Contestando primeros párrafos de su mensaje, manifiéstole que Asamblea Soberana de Aguascalientes resolvió la separación de usted como Primer Jefe y Encargado del Poder Ejecutivo porque así lo creyó indispensable para lograr la paz de la República y el cumplimiento del programa de la Revolución. No obró ni obra ahora por amor propio, sino porque sabe que es necesario resolver de una vez los asuntos nacionales, pues el país hace tiempo espera de todos nosotros algo más que personalismo y ambiciones.
No comprendo por qué afirma usted que la Convención no puede nombrar Presidente y, sin embargo, reiteradamente asegura que renunciará ante la Convención si le acepta ciertas condiciones; es decir: que en caso de que le hubieran podido aceptar sus condiciones, desde luego usted reconocería en la Convención derecho para aceptar su renuncia y nombrar Presidente provisional.
Mi gobierno ejercerá funciones preconstitucionales semejantes, desde cieno punto de vista, a las que usted ha venido desempeñando, pero además se sujetará al programa que está elaborando la Convención, programa que siempre faltó al gobierno de usted. La Convención no será un obstáculo para mi gobierno, pues además de que su patriotismo está demostrado, sus funciones se limitarán a formular el programa de la revolución y a señalar las fechas de las elecciones, y no tendrá facilidades administrativas de ningún género. Repito que no entregaré el poder mientras no sea electo mi sucesor; esa elección se verificará en fecha señalada por la Convención, que es la responsable del gobierno del país y representante de la legalidad; la misma Convención no podría terminar sus sesiones sin elegir Presidente por todo el período preconstitucional y señalar la fecha de las elecciones generales.
Me hace usted un cargo que es notoriamente injusto. Usted me conoce y sabe que no soy ni he sido nunca instrumento de otro, que no me he sometido de una manera indebida ni a usted mismo, no obstante el respeto que me ha merecido. El general Villa está a mis órdenes, como es su deber, y no yo a las de él. La única autoridad que yo actualmente reconozco, dentro de sus atribuciones, es la Convención.
Lamento que usted insista tanto en la cuestión de Villa con un calor que revela preocupación o apasionamiento personal. Muy atentamente apelo a su patriotismo para que abandone esa actitud y le aseguro que el general Villa se irá, y que dejó ya el mando de la División del Norte, que es punto esencial que usted ha señalado.
Atentamente le recuerdo que usted no sólo ha dicho que entregará, sino que entregó el poder a la junta de México, sin condiciones, y a esta Convención con las condiciones que son precisamente las que han dado lugar a la presente controversia, no obstante que la Convención, sin estar obligada a ello, sólo por espíritu de concordia, ha hecho que se cumplan las condiciones de usted respecto a personas que, como el general Villa, están a sus órdenes.
Me permito hacerle observar que desde el día en que protesté como Presidente provisional quedé facultado para formar mi gabinete, y en uso de esas facultades nombré al general Robles ministro de Guerra, quien fue aclamado por la Convención a causa de su reconocido patriotismo. Me desagradan en extremo las suposiciones de usted respecto a mis relaciones con el general Villa, protesto contra ellas y me abstengo de discutirlas, pues estoy seguro de que la opinión nacional, informada de los hechos, me hará justicia. Insisto en que el general Villa no manda ya a sus antiguas fuerzas, las que dependen de la Secretaría de Guerra, y no se moverán sin orden mía. A la vez, estoy en libertad para utilizar los servicios del general Villa en caso de que fueren necesarios, por conducto de la Secretaría de Guerra, así como a los generales Obregón y González. De paso observaré que el general González no ha reconocido los acuerdos de la Convención, sino que sigue preparándose para una lucha inhumana cuyo objeto ignoramos.
Antes de recibir su indicación, esta mañana manifesté a la Convención que mi persona no sería un obstáculo para que se llegara a un acuerdo y le indiqué mi resolución de renunciar, si la asamblea opinaba que era necesaria mi renuncia para asegurar la paz pública. No se me ha comunicado oficialmente la resolución y usted puede, si lo juzga oportuno, mandar también su renuncia a la Convención, que está en estos momentos en sesión permanente y puede, desde luego, resolver.
Lo saludo atentamente y me despido.
General Eulalio Gutiérrez.
Fuente: Magaña Gildardo. Emiliano Zapata y el agrarismo en México. México, INEHRM [Revolución. Obras Fundamentales], 1937. 5 tomos.
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