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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1914 Relación y Rectificación de hechos referentes a los sucesos que tuvieron lugar en México en los días 8 al 22 de febrero de 1913. Grupo de Senadores.

Julio 19 de 1914

 

I

En el mes de enero de 1913, comenzó a discutirse el proyecto de ley relativo a crear la Deuda Interior de 1913 y la emisión de bonos; el gobierno la había iniciado para disponer de solo diez millones, pero la Cámara de Diputados la votó por cien millones. Quería el gobierno que en el Senado se aprobase también así. Asunto de tanta gravedad afectó mucho al Senado. Las Comisiones de Crédito Público y Hacienda dictaminaron en contra.

Continuó la discusión de ese asunto en el mes de febrero. Entró entonces a presidir el Senado el señor doctor don Juan C. Fernández, Senador por Nuevo León. Las comisiones de Crédito Público y Hacienda fueron citadas por el señor Ministro de Hacienda a una conferencia para las doce del día, sábado ocho, víspera del pronunciamiento que tuvo lugar. Concurrieron al despacho del Ministro los Senadores Sebastián Camacho, Mauro Herrera, Tomás Macmanus, Carlos Aguirre y Guillermo Obregón.

Concluyó esa conferencia como a la una y cuarto de la tarde. El Senador Obregón se despidió para ir al Ministerio de la Guerra. Cuando entró a la sala de recibir del señor Ministro de la Guerra, éste se encontraba en su despacho, la puerta estaba abierta y oyó que por teléfono hablaba con el comandante Militar, general don Lauro Villar, y le decía: "El Ministro de Gobernación, señor licenciado don Rafael Hernández, está muy alarmado por qué ha recibido aviso escrito, diciendo que mañana domingo, estallará un movimiento revolucionario, y es necesario que hablemos después de comer, para tomar algunas providencias".

El señor Ministro enseñó al Senador Obregón una carta anónima, dirigida al Subsecretario de. Guerra, general Plata, en la, que se decía poco más o menos, lo siguiente: "Aviso a usted que mañana a las diez de la mañana, se reunirán en San Ángel diversas personas importantes de partidos políticos y estallará un movimiento encabezado por un divisionario".

EL CUARTELAZO DE LA CIUDADELA

Esa misma tarde del sábado ocho, comunicó el señor Obregón en la sesión del Senado, a varios Senadores, la noticia que tenía. Pusimos en duda que resultase verdad. El Ministro había dicho que seguramente se derramaría sangre y esto era para él muy sensible, pero que tenía que cumplir su deber. Debimos pensar que el Presidente fue informado por sus Ministros de Gobernación y Guerra respecto del hecho que se anunciaba y que también lo fueron los demás miembros del Gabinete. Debimos pensar que se tomarían providencias para impedir ese pronunciamiento.

En el periódico "El Dictamen" acaba de publicarse en Veracruz, el día 8 de junio de 1914, una narración hecha por el señor licenciado Federico González Garza, que era en febrero el Gobernador del Distrito Federal, nombrado por el Presidente señor Madero. Según esa relación el Gobernador del Distrito, el señor Pino Suárez, Vicepresidente de la República y Ministro de Instrucción Pública y el mismo señor Presidente, no supieron nada del movimiento, sino hasta que estalló el día nueve, o sea el domingo. Dice así el señor González Garza en la narración:

"A las cuatro a.m., fue a despertarme a mi casa el señor Vicepresidente de la República, Pino Suárez, diciéndome con la mayor alarma retratada en su semblante: ¿Qué no sabe usted que acaba de pronunciarse el general Mondragón en Tacubaya? Se me asegura que en estos momentos tiene ya lista la artillería de un regimiento y que están encendidos los fanales de varios automóviles, listos todos para salir a esta capital con el propósito de poner en libertad al general Bernardo Reyes que está en la prisión de Santiago. Inmediatamente salté de la cama, me lancé al teléfono llamando al Inspector General de Policía, mayor Emiliano López Figueroa, quien en pocos minutos me confirmó la noticia. Llamé enseguida a la Prefectura de Tacuba y pronto recibí igual confirmación. Dudando aun de la verdad de la noticia, violentamente nos trasladamos en su auto el señor Pino Suárez y yo, al Palacio Nacional, en busca del Comandante Militar de la Plaza, y nuestra sorpresa fue grande cuando al llegar a la Puerta de Honor del mismo Palacio, vimos como desembocaban carabina en mano y a caballo y envueltos todavía por las sombras del amanecer, los alumnos de la Escuela de Aspirantes, a quienes en mala hora gente infame había corrompido, y que desprendiéndose de Tlalpan, venían a apoderarse de Palacio iniciando su carrera militar con un acto indigno de deslealtad hacia las supremas instituciones de la República. Nuestro auto estuvo a punto de chocar con la falange rebelde; pues de no haber verificado nuestro chofer un movimiento habilísimo con su máquina, emprendiendo en seguida una veloz carrera para dar vuelta a Palacio por la calle de la Moneda, se nos hubiera reconocido y habríamos caído prisioneros en sus manos.

MADERO IGNORABA LA DENUNCIA DEL COMPLOT

Teníamos ya la prueba evidente para tomar las providencias que eran de mi resorte como Gobernador; nos dirigimos a la Inspección General de Policía, luego que no nos fue posible encontrar al Comandante Militar. Ahí se despidió de mí el señor Pino Suárez y en seguida, después de hablar con el presidente por teléfono, me puse de acuerdo con el Inspector y, dispusimos que se concentrarán en Chapultepec, en donde vivía el señor Madero los dos batallones de seguridad y los dos regimientos de la gendarmería montada, pues era posible que los alzados intentaran un ataque a Chapultepec, hallándose ese punto tan cerca de Tacubaya.

A las seis a.m. me trasladé al lado del Presidente, acompañado del Inspector General de Policía, encontrándome al señor Madero tomando todos los datos que podía recoger, antes de partir para el Palacio Nacional, asiento oficial del Gobierno.

"Mientras tanto; Mondragón con su artillería, llegaba hasta la prisión de Santiago y ponía en libertad al general Bernardo Reyes, a quien encontraron ya en traje de campaña. De allí se dirigieron a la Penitenciaria para libertar a Félix Díaz; pero antes de entregarlo, habla conmigo el Director de ese establecimiento y me dice: "Frente a esta prisión se halla en actitud amenazante, con toda su artillería, el general Mondragón acompañado del general Reyes, y me exige la inmediata libertad de Félix Díaz. No tengo para defenderme más que veinte hombres; creo que la resistencia y cualquier sacrificio serian inútiles; ordéneme lo que debo hacer".

Resulta de lo expuesto, que aun cuando se tuvo aviso y noticia de que había estallado el pronunciamiento, al día siguiente no se tomaron todas las precauciones y medidas bastantes para impedirlo.

En la mañana del domingo nueve, estando en nuestras casas, supimos que había estallado el pronunciamiento. Los alumnos de la Escuela de Aspirantes habían venido de Tlalpan y se habían posesionado de Palacio. Las guardias estaban o de acuerdo con ellos o dominados por ellos.

GUSTAVO MADERO Y GARCÍA PEÑA, PRISIONEROS

Hemos sabido después que el Ministro de la Guerra, señor general García Peña, recibió muy temprano el día nueve aviso por teléfono del Mayor de Plaza, diciendo que observaba mucho movimiento en las calles y se veían algunas tropas. Vino desde luego a Palacio y se encontró con los Aspirantes, que lo hicieron preso, habiéndolo herido y quedó prisionero en el cuarto de prevención que corresponde a la Puerta de Honor de Palacio. Al entrar a ese cuarto, allí encontró detenido a don Gustavo Madero, que poco rato después, oyó que llegaba el general Villar, Comandante Militar, dando voces de orden y entonces él se aprovechó saliendo del cuarto de prevención, dando también voces de mando para dominar a los soldados, lo cual consiguieron y de este modo se rehicieron de Palacio, poniendo presos a los Aspirantes, a quienes desarmaron y haciéndose nuevamente de las guardias. Que dejó al general Villar en palacio, para que tomase las providencias necesarias, y se fue a Chapultepec a buscar al Presidente para traerlo a Palacio. Que regresó de Chapultepec acompañando al Presidente, y venían también los Ministros de Hacienda, Gobernación y Fomento que se reunieron a ellos. Al llegar a la esquina de la Avenida de San Francisco, se hicieron algunos disparos y se refugiaron en una fotografía, deteniéndose allí algún tiempo. Venían también alumnos del Colegio Militar. Que allí se reunió al Presidente y a los Ministros el general Victoriano Huerta, que venía a presentarse a la Comandancia Militar, cumpliendo preceptos de ordenanza, y cuando resolvieron continuar para Palacio, supieron que el general Villar, Comandante Militar, estaba herido y entonces dispuso el señor Presidente que se encargara de la Comandancia Militar y del mando de las tropas del gobierno, el general Huerta.

II

EL GENERAL HUERTA SE PRESENTA A MADERO

El señor licenciado González Garza se expresa en su citada narración en los siguientes términos:

"Fue en el trayecto por toda la calzada de la Reforma que se fueron incorporando a nuestra columna, todos los ayudantes del Estado Mayor del Presidente, varios Ministros y numerosísimos amigos leales que querían correr la misma suerte que el Jefe Supremo de la República. . . Fue también allí cuando se acercó al señor Presidente, sin que este le hubiera llamado y entre los muchos amigos que se iban presentando para ponerse a sus órdenes su falso amigo Huerta ... No estando presente el Comandante Militar, general Lauro Villar, por hallarse en Palacio las fuerzas que acompañaban al señor Presidente iban a las órdenes directas del general Ángel García Peña, Ministro de la Guerra, quien se había incorporado antes que Huerta y había puesto al tanto al señor Madero de lo ocurrido en Palacio al ser desarmados los aspirantes por dicho Comandante Militar ... La columna avanzó sin novedad por la Avenida Juárez hasta llegar frente al Teatro Nacional, en donde tuvo que hacer alto, porque comenzó a escucharse un nutridísimo fuego de fusilaría en dirección de las calles de Plateros y Palacio Nacional. .. Esto fue causa de que se originara cierta confusión en la columna y en toda la comitiva, y desde luego se le hizo ver al señor Madero que no debería avanzar hasta que no se hiciera una exploración en las calles que había que recorrer antes de llegar a Palacio, así como en las adyacentes y en las Avenidas del Cinco de Mayo y 1º de Septiembre. Allí se discutió con calor y entre un verdadero desorden, si el señor Presidente de la República debería continuar hasta entrar en Palacio o regresar a Chapultepec. El Ministro de la Guerra era de la primera opinión y Huerta de la segunda porque decía que el Presidente de la República no debía exponerse como lo estaba haciendo el señor Madero. La confusión seguía aumentando y llegó a advertirse que parte de un cuerpo, sin saber quien lo ordenaba, se desprendió del núcleo y a galope tomó el camino de la calle de San Juan de Letrán, a la vez que se veían atravesar por las calles de 16 de Septiembre, en vertiginosa carrera, a muchos caballos sin jinete, pertenecientes a las  fuerzas rebeldes que al frente del general Reyes se habían presentado minutos antes frente a Palacio, habiendo sido rechazados y cayendo acribillado por las balas de una ametralladora, el general mencionado.

EL PRESIDENTE MADERO A PUNTO DE MORIR

"Se hacía necesaria, por lo tanto, una acción decisiva, tanto más cuanto que una bala que se supo había partido de los balcones del edificio de "La Mutua" para herir de muerte al señor Madero, había hecho rodar por tierra a un gendarme que estaba a su lado. El Ministro de la Guerra no acertaba a dar un pronto desenlace a aquella insegura situación. Huerta, por otra parte, seguía insistiendo que debería hacerse esto, y lo otro, y lo demás allá, en todo lo cual no estaba de acuerdo De la Peña hasta que Huerta comprendió que había llegado la oportunidad que ambicionaba, dijo con resolución y audacia al señor Madero: ¿Me permite usted, señor Presidente, que me haga cargo de todas estas fuerzas para disponer lo que yo juzgo que deba hacerse para la defensa de usted y de su gobierno? El Ministro de la Guerra cometió en estos instantes la imperdonable debilidad de no hacer observación alguna a lo que Huerta solicitaba, abdicando sin razón a la autoridad militar.

"El señor Madero, viendo que De la Peña no dominaba la situación ni hacía oposición alguna, tampoco ninguno de los Ministros que lo rodeaban, no tuvo más que ceder, dejándose guiar por excesiva buena fe y confiando en su buena estrella que hasta entonces parecía no haberle abandonado".

III

LOS SENADORES IGNORABAN LOS ACONTECIMIENTOS

Nosotros ignorábamos entonces los detalles y ni sabíamos quienes figuraban en el pronunciamiento ni lo que hubiese ocurrido ni en Palacio, ni en Chapultepec, ni en la Plaza de Armas. Por mucha gente en la calle, supimos que los generales Félix Díaz y Mondragón con alguna tropa y con otros varios hombres, estaban atacando la Ciudadela, y que durante la mañana y tarde de ese día, hubo gran confusión en Palacio con diversos proyectos para proceder, y que la Ciudadela se rindió al ser herido de muerte el señor general Villarreal que allí mandaba. Se ha dicho que en la Ciudadela solo había ochenta hombres.

Se resolvió en Palacio que el Presidente, señor Madero, saliese para Cuernavaca, con objeto de traer de allá al señor general Ángeles con todas las tropas que dicho jefe tenía, o las más posibles, y a fin de tener más elementos en México y poder dominar a la Ciudadela. Se dijo también en esos días, que fue para procurar que el Gobernador obtuviese de Zapata un cambio de conducta y que apoyase al Gobierno.

El señor Madero salió para Cuernavaca en un automóvil acompañado de varias personas. El señor Bonilla, Ministro de Fomento, nos ha referido, que él se fue en la misma noche del domingo, para San Luís Potosí, que llegó allí la mañana del lunes y encontró en la estación al Dr. Zepeda, gobernador del Estado, y el objeto de su viaje fue procurar tropas que viniesen de Coahuila, San Luís Potosí y Aguascalientes, poniéndose de acuerdo con los gobernadores Carranza y Fuentes. El señor Bonilla regresó el mismo lunes en la noche a México.

Muchas personas referían en la calle, que en la Ciudadela había gran cantidad de armas y parque, que tenían bastantes provisiones de boca y que muchas personas iban a llevarles dinero para sus necesidades. En la tarde de ese día, lunes, el señor don Francisco León de la Barra envió una carta al señor Presidente ofreciéndole sus buenos servicios, cerca de los generales Díaz y Mondragón, los cuales fueron desde luego rehusados por el señor Madero.

EN DEFENSA DE LA CIUDADELA

En los días siguientes se hicieron diversos ataques a la Ciudadela, pero los jefes de ella se habían preparado poniendo en las bocacalles próximas, baterías de cañones y ametralladoras, teniendo así posiciones muy ventajosas. Supimos que no había policía en todo el centro de la ciudad. Se nos dijo que muchos gendarmes se iban a la Ciudadela a unirse a los pronunciados y que el Gobierno se vio en el caso de acuartelar a los demás en diversas comisarías, para que no se fueran a aumentar el número de los rebeldes. Esto lo confirmo el señor ministro Lascuráin, pues así nos lo dijo a los Senadores en la reunión que con él tuvimos el viernes siguiente.

El miércoles siguiente al domingo en que estalló el movimiento, el señor Cologan, Ministro de España en unión del Embajador americano y del Ministro inglés, celebraron una conferencia con el señor Presidente de la República en Palacio, y el Embajador americano y el Ministro inglés, manifestaron que no era aceptable que en una ciudad como México, se efectuaran combates como los que tenían lugar, y sería no solo conveniente, sino necesario, determinar una zona de fuego en el caso de que no pudiera evitarse todo lo demás. El señor Presidente contestó que todo quedaría dominado al siguiente día o en muy breve tiempo. Los combates continuaban, la ciudad presentaba el más triste aspecto y se veía que la situación del gobierno era cada día peor.

IV

LA INTERVENCIÓN DE LASCURÁIN

El viernes, el señor Ministro de Relaciones, licenciado don Pedro Lascuráin, dirigió una comunicación al Presidente del Senado, señor Dr. don Juan C. Fernández, senador por el Estado de Nuevo León, pidiéndole con urgencia que citara a los Senadores a una sesión extraordinaria, a la que concurriría el Ministro por acuerdo del Presidente, para informar sobre el estado de nuestras relaciones con los Estados Unidos del Norte. El señor Dr. Fernández nos comunicó lo expuesto, y nos citó para concurrir a la casa del señor senador don Sebastián Camacho, a las  cuatro de la tarde: Supimos entonces que ese mismo día, viernes, el señor Presidente de la República llamó en la mañana al señor Ministro de España y al señor licenciado De la Barra encareciéndoles que fuesen a la Ciudadela y procurasen obtener de los generales Díaz y Mondragón una suspensión de hostilidades durante tres días, CON OBJETO DE VER SI DENTRO DE ESE TIEMPO PODÍAN ENTRAR EN ALGUNOS CONVENIOS O ARREGLOS para la paz y que las familias residentes en la región en donde se encuentra la Ciudadela, pudiesen cambiar su domicilio, y que si no llegaban a un arreglo los jefes pronunciados y el gobierno, entonces continuarían las hostilidades después de esos tres días.

Así nos lo dijeron el Ministro de Relaciones y el señor De la Barra. Este proceder revelaba que el mismo señor Presidente pensó o admitió que era conveniente celebrar esos convenios o arreglos. Pudo ser también un medio para procurarse en ese tiempo mayores elementos.

 

Asistieron a llamado del Presidente del Senado a la casa del señor senador Camacho, los senadores Dr. Fernández Camacho, Rabasa Curiel Guzmán, Flores Magón, De la Barra, Macmanus, Pimentel, Aguirre, Castillo y Obregón. El Senador Víctor Manuel Castillo dijo que tenía que salir esa noche para Córdoba con motivo de estar seriamente enferma la señora su mama. El señor Calero manifestó que se encontraba en la Legación inglesa.

LOS ESTADOS UNIDOS AMENAZABAN INTERVENIR

Vino el señor Lascuráin como a las  seis de la tarde, y nos manifestó que tenía instrucciones del señor Presidente de la República, para hacernos saber QUE LA SITUACIÓN DEL PAÍS ERA MUY GRAVE, que el gobierno americano había dispuesto la salida de varios buques de guerra para presentarse en diversos puertos del país entre ellos Veracruz y Tampico, en el Golfo, y sin duda otros en el Pacifico, y que además sabia que habían salido dos transportes de guerra conduciendo de dos a tres mil soldados americanos que venían apoyados por aquellos barcos. El señor ministro Lascuráin manifestó gran angustia por tal situación y nos dijo que los Senadores pensásemos y discutiésemos cuál podría ser la solución y que tomásemos alguna resolución.

El señor Lascuráin nos informó de la encomienda que el señor Madero había dado en la mañana de ese día al Ministro de España y al licenciado De la Barra, acerca de los jefes de la Ciudadela, y del resultado de ella. El señor Lascuráin no nos dijo, que en ese mismo día, viernes, él había hablado al Presidente señor Madero, aconsejándole que presentara su renuncia. Tampoco nos dijo que el Ministro de la Guerra, señor general García Peña, también había aconsejado al Presidente en ese día, que presentara su dimisión en bien del país. En esa junta que tuvimos con el señor Lascuráin, los senadores, después de pedir algunos informes, opinamos, dadas las circunstancias, que la única solución conveniente y patriótica para el país, era la dimisión del señor Presidente y del señor Vicepresidente, y entonces resolvimos, de acuerdo con el señor Lascuráin, nombrar una comisión a la que acompañaría el señor Lascuráin y a la que apoyaría, pues así lo ofreció, para acercarse al señor Presidente Madero y hablar con él, en el sentido indicado. El personal de esa comisión se formó de acuerdo con el señor Lascuráin, y fueron designados el señor Dr. Fernández, Vicepresidente del Senado, el señor licenciado Gumersindo Enríquez y el senador Obregón. Como el senador Enríquez no había concurrido a la junta, impedido, porque su casa se encontraba dentro del recinto de las tropas que atacaban la Ciudadela se convino en ir a buscarle, y así se hizo yendo en automóvil con el señor Lascuráin, el señor doctor Fernández, el señor Obregón y el comodoro Izaguirre, que acompañaba al señor Ministro. En la casa del señor Enríquez se le hizo saber lo que se trataba, y dijo estar dispuesto, aprobando la resolución tomada por los senadores que nos habíamos reunido. Entonces el señor Lascuráin indicó que pensaba en ese memento que sería más conveniente que antes de hablar al Presidente, se reuniese mayor número de Senadores para que tuviese más autoridad. Se aceptó así y regresaron con el mismo señor Lascuráin a la casa del señor Camacho, en donde esperaban los demás Senadores.

Allí se resolvió que se citaría a todos los Senadores para una junta que se celebraría en la Cámara de Diputados al siguiente día a las  siete de la mañana. Ignoramos si en esa misma noche el señor Lascuráin informó de todo lo sucedido al señor Presidente, y a los demás Ministros. Al siguiente día, en la mañana, nos reunimos en la Cámara de Diputados, concurriendo además de los Senadores que habíamos estado en la casa del señor Camacho, los siguientes: señores licenciados José Diego. Fernández, José Castellot licenciado Mauro S. Herrera, licenciado Gumersindo Enríquez, Jesús F. Urías. Dr. Aurelio Valdivieso, licenciado Modesto R. Martínez, ingeniero Alejandro Prieto, general Alejandro Pezo, Francisco Bracho, Francisco de P. Aspe, licenciado Jesús F. Uriarte, Ignacio Magaloni y Salvador Gómez. El señor senador Tagle, que también fue, se retiró desde luego, y no entró al salón.

LASCURÁIN Y GARCÍA PENA PIDIERON SU RENUNCIA A MADERO

El señor De la Barra informó entonces a varios senadores, todo lo que había sucedido. Ya reunidos, se aviso al Ministro de Relaciones don Pedro Lascuráin, quien vino a la Cámara, ya en sesión, tomó la palabra el señor Lascuráin y nos dijo que los momentos eran supremos y de la mayor angustia, que la situación era de mayor gravedad a la de la noche anterior y que era preciso tomar UNA RESOLUCIÓN INMEDIATA, porque había sabido que a las  dos de la mañana el embajador americano había llamado a los Ministros extranjeros para hacerles saber que las tropas americanas que conducían los transportes de guerra que venían a Veracruz, tenían instrucciones de desembarcar y de venir hasta la ciudad de México. No hay para que decir cuán grande fue la impresión que causó lo expuesto por el señor Ministro Lascuráin; pero si hay que agregar que el señor Lascuráin, y el señor De la Barra refirieron a los senadores en la junta tenida en la casa del señor Camacho en la noche anterior, y esto lo supieron después todos los demás senadores en la sesión que tuvimos en la Cámara de Diputados, que el señor Presidente Madero, el viernes en la mañana, había encargado al Ministro de España que gestionase, pero sin aparecer que estaba comisionado por él, el armisticio con los generales Díaz y Mondragón, de que ya hablamos antes, y que después, fue el señor De la Barra, comisionado por el señor Madero y con autorización de él. Los generales Díaz y Mondragón contestaron al Ministro de España y al señor De la Barra, que estaban dispuestos a aceptar esa suspensión de hostilidades, pero bajo la condición indeclinable de pactar, desde luego, que el señor Madero y el señor Pino Suárez renunciaran a la Presidencia y a la Vicepresidencia de la República, lo cual no aceptó el señor Madero, como no aceptó el consejo de los Ministros Lascuráin y García Pena de hacer su dimisión.

LASCURÁIN ENCABEZÓ EL SENADO

El senador señor Valdivieso propuso en la sesión celebrada en la Cámara de Diputados, que se estudiase el asunto y dictaminase desde luego. El senador señor José Diego Fernández, hizo uso de la palabra para decir que no debía demorarse la resolución del caso y que en virtud de la situación, la única solución era la dimisión del Presidente y Vicepresidente, y debía nombrarse una comisión para hacérselo saber así al señor Presidente Madero apelando a su patriotismo. Entonces el señor Ministro Lascuráin solicitó que se le permitiera expresar, como lo hizo, que era más conveniente, en lugar de enviar una comisión cerca del señor Presidente, fuésemos todos los senadores, y ofreció acompañarnos. Así quedo resuelto y salimos para ir a Palacio. Como no hubiese número bastante de carruajes fue necesario que algunos senadores esperaran mientras regresaban de Palacio los coches por ellos, quedando citados para reunirnos en la Cámara de Senadores, y que mientras tanto, el señor Lascuráin nos anunciaría desde luego para ser recibidos por el Presidente. Nos reunimos en el Senado y fuimos a la presidencia y por medio de un ayudante, hicimos saber al señor Presidente que nos encontrábamos allí para hablarle.

Contábamos con que el señor Lascuráin ya nos había anunciado y suponíamos también que le habría informado de la sesión y de lo que íbamos a hablarle.

La nota oficial que dirigió el Ministro señor Lascuráin al Vicepresidente del Senado el día 14 de febrero, dice así:

"Por acuerdo del C. Presidente de la República, tengo el honor de suplicar a usted se sirva convocar a una sesión secreta extraordinaria del Senado, en la cual el Ejecutivo de la unión informará acerca de la situación actual. Espero se servirá usted comunicarme la hora en que los ciudadanos senadores se reunirán en el local de la Cámara, a fin de proporcionarles seguridades debidas y de que concurra a la sesión el secretario de Estado que suscribe y que informará en nombre del Ejecutivo”. Firmado, Pedro Lascuráin.

ACTA DE LA SESIÓN DEL SENADO

El acta oficial de la sesión que se celebró el sábado, quince de febrero, por los Senadores, dice así:

"Terminada la lectura del oficio, se presentó el Secretario de Relaciones Exteriores, Lic. don Pedro Lascuráin, a quien se concedió el uso de la palabra para informar. El señor Lascuráin manifestó ser POR EXTREMO ANGUSTIOSA la situación internacional de México, con respecto a los Estados Unidos de América, pues se habían recibido telegramas de Washington, participando la decisión de aquel gobierno, YA EN VÍA DE EJECUCIÓN, de enviar buques de guerra a aguas territoriales mexicanas del Golfo y del Pacifico, y transportes con tropas de desembarque. El señor Secretario de Relaciones agregó que, a la una de la mañana de hoy, el Embajador de los Estados Unidos reunió en el local de la embajada a algunos miembros del Cuerpo Diplomático, a quienes hizo saber la próxima llegada de los buques y SU OPINIÓN FIRME Y RESUELTA DE QUE TRES MIL MARINOS VENGAN A LA CIUDAD DE MÉXICO a proteger las vidas e intereses de los americanos, así como de los demás extranjeros que en ella residen. NO HAY TIEMPO QUE PERDER, concluyo diciendo el señor Lascuráin; los momentos son preciosos y, ante el inminente peligro que nos amenaza, de invasión extranjera, acudo al Senado para que en nombre del más alto y puro patriotismo adopte las medidas enderezadas a conjurarlo.

LAS GESTIONES DE DE LA BARRA

"Invitado por el Vicepresidente para informar sobre los hechos ocurridos, de que tiene conocimiento, por su directa intervención, el señor senador De la Barra, expuso que el lunes 10 del corriente dirigió una carta al Presidente de la República, ofreciendo sus servicios como mediador, si podían ser útiles en las graves circunstancias presentes, carta que el Presidente contestó a la medianoche, manifestando que el gobierno no estaba dispuesto a tratar con los rebeldes de la Ciudadela; que el viernes 14, el general Ángeles, se presento en el domicilio del señor De la Barra, invitándolo en nombre del Presidente, a ir a hablar con él en el Palacio Nacional; tuvo con él una conferencia y recibió el encargo de pasar a la Ciudadela a hablar con los jefes de la rebelión sobre la suspensión de hostilidades por tres días que se emplearían en concertar la manera de poner fin a la situación presente en vista, sobre todo, del peligro inminente de dar lugar a la intervención de una potencia extranjera que puede comenzar con el desembarque de tropas para proteger a sus nacionales y los demás extranjeros residentes en la capital.

"El señor De la Barra cumplió su comisión, no obteniendo resultado favorable, pues los jefes de la rebelión, señores Díaz y Mondragón se negaron a aceptar proposiciones de armisticio, ni entrar en negociaciones que no vinieran sobre la base de la renuncia de los señores Presidente, Vicepresidente y Secretarios, de Estado, de todo lo cual dio cuenta al Presidente de la República; consideró con esto terminada su misión, aunque quedando a la disposición del Primer Magistrado para cualquier esfuerzo que se creyera útil en pro del restablecimiento de la tranquilidad pública.

EL PELIGRO YANQUI

"Continuó el señor De la Barra informando para conocimiento de los señores Senadores que no tenían antecedentes de estos hechos, que ayer, por convocación del presidente del Senado, se reunieron en la casa del señor senador Camacho (don Sebastián), los senadores que al principio apuntamos y que pudieron ser citados por teléfono. La citación se motivo en la nota del Secretario de Relaciones, que ya se conoce; la reunión no deliberó sino cuando el señor Secretario de Relaciones estuvo presente y hubo informado ampliamente sobre las gravísimas condiciones de momento, con relación al Gobierno de los Estados Unidos de América. Como resultado de la deliberación, se acordó nuevamente citar al Senado para la sesión presente, considerando que el grupo reunido no tenía la fuerza moral bastante para dar a sus resoluciones la respetabilidad que necesita y que puede cobrar de la mayoría de los senadores que se encuentren en el Distrito Federal.

"EL C. senador Valdivieso propuso que una comisión dictamine acerca de las medidas que el senado debe adoptar.

LOS ACUERDOS DEL SENADO

"El C. senador José Diego Fernández expuso que la inminente gravedad de la situación no consiente esperar la preparación de un dictamen, ni largas tramitaciones reglamentarias. La determinación que se impone, la que debe adoptar el Senado sin pérdida de tiempo, es la de aprobar los acuerdos que siguen:

"PRIMERO.-Consúltese al Presidente de la República en nombre de la suprema necesidad de salvar la Soberanía Nacional que haga dimisión de su alto cargo.

"SEGUNDO.-Hágase igual consulta al C. Vicepresidente de la República.

"TERCERO.-Nómbrese una comisión que haga saber al señor Presidente Madero y al señor Vicepresidente Pino Suárez los acuerdos adoptados.

"Las proposiciones anteriores fueron aprobadas por unanimidad de los veinticinco senadores presentes, en votación nominal.

"El señor Secretario de Relaciones Exteriores indica la conveniencia de que todos los senadores presentes se trasladen al Palacio Nacional, para comunicar a los señores Madero y Pino Suárez los acuerdos de que se trata, lo que fue aprobado unánimemente.

"El señor senador Rabasa propuso que haga uso de la palabra en nombre de los senadores presentes ante el Presidente y Vicepresidente de la República, el señor senador Gumersindo Enríquez.

"El C. Enríquez indicó la conveniencia de que sea el senador Diego Fernández, quien tenga la antes dicha representación. El senador Rabasa manifestó que, tanto el señor Enríquez como el senador Diego Fernández, deben hacer uso de la palabra, para el fin indicado, en el concepto de quedar prohibido que otro senador excepto los designados, haga uso de la palabra. Esta indicación y las anteriores, quedaron unánimemente aprobadas.

MADERO SE REHUSÓ A RECIBIR A LOS SENADORES

"Veinticinco senadores se trasladaron al Palacio Nacional, acompañados del señor Secretario de Relaciones Exteriores quien, inmediatamente se dirigió a la Presidencia para dar aviso al señor Madero de que el Senado deseaba comunicarle algunos importantes acuerdos que había tomado. Mientras tanto los senadores permanecieron media hora, aproximadamente: en el local que ocupaban. Pasaron luego a una de las antesalas de la Presidencia y después de veinticinco minutos de espera se presentaron en esa antesala el C. Ernesto Madero, ex Secretario de Hacienda; el C. Manuel Bonilla, Secretario de Fomento; el C. Jaime Gurza, Secretario de Comunicaciones y el C. Pedro Lascuráin, Secretario de Relaciones. El C. Secretario de Hacienda manifestó a los Senadores que el señor Presidente de la República, había salido veinte minutos antes, acompañado del señor general García Peña, a recorrer las posiciones militares del gobierno; que él y los Secretarios de Estado presentes, no tenían la representación del Primer Magistrado, y no hablaban en su nombre; pero que creían debido dar conocimiento a los senadores, de que el Gobierno tenía fuerzas bastantes para dominar la situación, puesto que habían llegado refuerzos de importancia; que en el término de algunos días podía tomarse la Ciudadela, pues no era cierto que el brigadier Félix Díaz tuviera elementos bastantes para contrarrestar la acción del Gobierno; que la situación de la República, en general, era satisfactoria, puesto que no había habido hasta hoy ningún levantamiento en los Estados, permaneciendo fiel el de Puebla, respecto del cual se había dicho que estaba regido por el coronel Pradillo, con el carácter de Comandante Militar; que respecto a peligro de una intervención americana, no lo consideraba serio, porque el Presidente estaba en espera de la respuesta que diera el señor Presidente Taft a un cablegrama que le había dirigido el señor Presidente Madero, al cual cablegrama dio lectura, en el que suplicaba revocar la orden de envió de buques de guerra y tropas de desembarque; que era necesario esperar la respuesta, debiéndose confiar en que el Presidente Madero hará todo lo que el patriotismo aconseje, pero que, POR EL MOMENTO, la renuncia de dicho Magistrado sería contraproducente, puesto que sin duda alguna vendría la anarquía porque tenía datos para asegurar que desde luego se levantarían en armas seis u ocho Estados de la República; manifestó, por último, que el pueblo está con el Presidente, inclusive las clases privilegiadas, en un noventa por ciento, pues solo el diez por ciento, formado de políticos, le hacían oposición.

"El C. Gurza, Ministro de Comunicaciones, manifestó que había recibido telegramas de todos los Estados de la República, en vista de los cuales podía informar que la situación era satisfactoria.

DISCURSO DEL SENADOR ENRÍQUEZ

El senador Enríquez dijo:

"Señor Ministro:-dirigiéndose al de Hacienda.

"En nombre del grupo de Senadores aquí presentes y que nos han prestado la honra al Sr. Lic. Diego Fernández y a mí, de designarnos para que llevemos aquí la voz, me tomo la libertad de suplicar a usted se sirva decirnos, si el señor Presidente de la República no habrá de recibirnos, cuando hemos venido aquí en número de veinticinco senadores para comunicarle un acuerdo importantísimo en las muy penosas y graves circunstancias públicas del momento; porque usted se ha servido decirnos que el señor Presidente no está aquí por haber salido a visitar los puestos militares avanzados de la línea militar de circunvalación de la Ciudadela; pero no nos ha dicho si habrá o no de recibirnos después, y usted nos ha rendido informe sobre la situación general del país y la particular de la Capital, para hacer lo cual, será necesario un acuerdo con el Presidente. -Contestó el Ministro diciendo que el Presidente hacia veinte minutos había salido con el señor general García Peña, con el objeto que había expresado.

El senador Enríquez agregó:

"Supuesto que el señor Presidente no habrá de recibirnos y que es a sus Ministros aquí presentes a quienes tendremos que exponer el objeto que nos trajo al solicitar una conferencia con el depositario del Poder Ejecutivo, creo de mi deber cumplir con el encargo a que antes me referí, de consignar que, habiendo aquel solicitado, por el oficio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que el Senado se reuniera en sesión extraordinaria para oír el informe que el Secretario del Ramo le rendiría sobre las graves noticias recibidas del envió de barcos de guerra de los Estados Unidos de América al puerto de Veracruz, con orden de desembarcar fuerzas armadas y hacer avanzar éstas hasta la capital de México, si fuese necesario, para la defensa de los intereses y las personas de los residentes americanos en nuestro país,  el Senado no pudo reunirse en número bastante para formar quórum, ni ayer, en que solo se reunieron doce senadores, ni hoy, en que ese número se aumentó a veinticinco en la Cámara de Diputados, donde esa junta, aunque sin el carácter de Senado oyó los informes del señor Ministro Lascuráin, que causó la más honda impresión, y el que produjo el señor senador De la Barra respecto de la comisión que le confió el señor presidente de la República, de conferenciar con los revoluciónanos que mandan en la Ciudadela, sin éxito alguno, sobre la celebración de un armisticio y nombramiento de comisiones de paz; en vista de tales informes los Senadores reunidos acordaron unidos, como un solo hombre -pues aunque después han venido aquí tres discutientes, los señores Magaloni, Gómez y Tagle, ellos no estaban presentes en la reunión cuando esos acuerdos se tomaron- acordamos, decía yo, suplicar al señor Presidente,. al señor Vicepresidente y al Gabinete, que renuncien su alta investidura en aras de la Patria, a impulso del más sublime patriotismo, ya que sin ese paso de elevadísima abnegación no hay esperanza .de paz, dada la actitud de los revolucionarios, expresada en el informe del señor De la Barra, y se acordó también que todos los presentes viniéramos en masa a comunicar al señor presidente tal solicitud, inspirados por' el más puro patriotismo y en la fe .sincera de que el mismo anima al Primer Magistrado de la Nación que tantas pruebas ha dado de ello.

NUESTRA INDEPENDENCIA AMENAZADA

"Llegamos aquí señor Ministro, y nos encontramos con que no podemos hablar con el señor Presidente para cumplir lo acordado y con que no nos queda, por lo mismo, otro recurso que suplicar a usted que se sirva expresar a aquel alto funcionario el objeto con que este grupo de Senadores se encuentra aquí, la pena de no haber podido desempeñar directamente ante él lo acordado a virtud del oficio relativo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y el ahínco y el empeño con que los presentes le suplican a usted que se sirva expresar a aquel alto funcionario, reclama y que le llenará de gloria, y le hará acreedor a las  bendiciones de la posteridad, porque no sólo en combates y con derramamiento de sangre se alcanza el nombre y la gloria sino que más, mucho más eficazmente, se sirve a la Patria con el desprendimiento sublime que de él se espera y que aquella apremiadamente pide.

"Nuestra actitud no varía por los informes que usted se ha servido darnos, señor Ministro, sobre las circunstancias generales del país y las particulares del conflicto armado que se desarrolla en esta Capital, porque no es eso lo que ha inspirado el paso que damos, sino el peligro de la complicación americana, que es la amenaza de la independencia nacional; peligro antes que todo amor propio debe ceder y aun los títulos de legitimidad, porque sobre todo interés humano está la Patria.

"El C. Diego Fernández hizo uso de la palabra, emitiendo ideas análogas. a las  expresadas por el C. senador Enríquez. En seguida se disolvió la reunión".

V

MADERO DETUVO LA INTERVENCIÓN

Dos de los senadores que habían estado en la Cámara de Diputados, los señores Ignacio Magaloni y Salvador Gómez, se retiraron de aquel lugar con anticipación para ir a Palacio a hablar con el señor Presidente, y cuando los demás senadores llegaron a los salones de la Presidencia, les encontramos allí y nos dijeron que ya no era necesario hacer gestión alguna, porque todo estaba arreglado, pues el Presidente, con quien habían hablado, les había dicho haber recibido un telegrama de Washington, del Presidente americano, diciendo haber dado orden para que ni siquiera llegaran los barcos de guerra a los puertos del Golfo y que por telégrafo había ordenado que regresaran a los Estados Unidos.

En esos instantes se encontraba conferenciando con el Presidente el Ministro de España, y después supimos que había ido comisionado por los Ministros extranjeros, para indicar al presidente la conveniencia de su dimisión. Salió el Ministro de España del salón a donde habrá conferenciado con el señor Presidente, y dijo al señor De la Barra y al señor Obregón que la situación era más grave y que no era verdad que se hubiera recibido tal telegrama del Presidente americano, del que nos habían hablado los señores Magaloni y Gómez. En esos momentos salieron los señores ministros Lascuráin, Ernesto Madero y Manuel Bonilla y Subsecretario señor Gurza, habían salido para recibirnos y nos hicieron pasar a otro salón, en donde los senadores Diego Fernández y Gumersindo Enríquez expusieron cuales eran los acuerdos tomados por los senadores. El señor don Ernesto Madero contestó como lo expresa la acta antes inserta. Los señores senadores Magaloni y Gómez declararon que ellos no estaban conformes con los acuerdos tomados por los demás senadores.

Nos retiramos de Palacio causándonos profunda pena que el señor Presidente no hubiese visto y no quisiese ver y aceptar, que los senadores le presentábamos una oportunidad y un medio decoroso para poder entrar en arreglos a fin de terminar todas las dificultades y procurar todo lo que fuese bueno para el país.

LANE WILSON ARREGLÓ EL ARMISTICIO

Supimos después que en la misma tarde del sábado, el Embajador americano fue a Palacio a consultar una suspensión de fuegos por parte del Gobierno, encargándose él de solicitar la misma suspensión por parte de la Ciudadela. Tanto el Gobierno como los jefes de la Ciudadela, estuvieron conformes con esta suspensión, a fin de que las familias pudiesen salir a buscar provisiones, y las que quisieran pudieran cambiar de residencia, pues estaban sufriendo graves daños, por razón de los fuegos. Se convino en que la suspensión durase hasta las seis de la mañana del día lunes. El domingo en la mañana se supo y observó en la ciudad esa suspensión de fuegos y desde luego se vieron todas las calles muy concurridas y mucha gente concurrió a la Ciudadela.

Nos reunimos ese día en la casa del senador Camacho, los senadores Rabasa, Pimentel, Curiel, Guzmán, Enríquez, Macmanus, Castellot, Aguirre y Obregón. Se propuso que insistiéramos en ver al Presidente señor Madero. No lo creyó aceptable la mayoría, diciendo que no nos recibiría. Se propuso que hablásemos al. Ministro de la Guerra. No lo aceptaron. Se propuso fuésemos a la Ciudadela para hablar a los generales Díaz y Mondragón. Tampoco lo aceptaron.

BLANQUET EN ESCENA

Los senadores Pimentel y Obregón supieron que el general Blanquet estaba al frente de sus tropas en la Tlaxpana.

Procuraron entonces saber algunas noticias y cuál era la verdadera situación y que probabilidades había del término de ella. El general Blanquet dijo que estaba listo con sus tropas para cumplir las órdenes que recibiera. El general Blanquet manifestó que acababa de estar allí el general Huerta y que no sería posible llevar a cabo con éxito, un asalto a la Ciudadela, porque se necesitaría tener diez mil hombres de los cuales el Gobierno carecía y aun así, morirían casi todos en el asalto. Se manifestó sorprendido cuando supo que venían a Veracruz los barcos americanos y lo que había dicho el Ministro de Relaciones, y también manifestó que era necesario conservar a todo trance las tropas para resistir cualquier intento de invasión de parte de soldados americanos. Recomendó que se le hiciera saber al general Huerta lo que había pasado en las juntas a que convocó el Ministro de Relaciones y a los Senadores, e indicó que como el general Huerta acababa de separarse de ese lugar, se le podía encontrar en su casa o en la Comandancia Militar en el Palacio Nacional.

Los señores Pimentel y Obregón creyeron conveniente atender tal indicación y fueron a la Comandancia Militar. Enteraron al general Huerta de lo que había sucedido, y le manifestaron que creían conveniente que el hablase al señor Presidente.

HUERTA Y LOS SENADORES

Al día siguiente, martes 18 de febrero, a las  seis de la mañana, el general Huerta mandó llamar a los senadores, diciendo que concurriesen a la Comandancia sin demora. Entendimos entonces' que ya el general Huerta había hablado al Presidente; nos reunimos los Senadores señores Camacho, Enríquez, Fernández, Juan C., Rabasa, Castellot, Guzmán, Obregón, Aguirre y Pimentel, y por unanimidad se resolvió acudir al llamado y venir a Palacio a la Comandancia Militar. allí los senadores dijeron lo que había pasado. El general contestó que creía patrióticos los sentimientos de los senadores y consideraba. juicioso su modo de pensar, y nos enseñó una acta que se leyó, y nos dijo que se había firmado en la madrugada del día anterior, o de ese mismo día, martes, por el señor Ministro de la Guerra y por algunos generales, teniendo por base y a la vista el informe del Comandante General de artillería, señor Rubio Navarrete, y en la cual acta se declara que no era posible tomar por asalto la Ciudadela, en virtud de las razones técnicas y de los hechos que los generales hicieron constar; y agregó el general Huerta que el Gobierno no tenía los elementos necesarios para dominar el movimiento revolucionario que existía en México y en una buena parte del país. Entonces, el general Huerta mandó llamar con urgencia al señor Ministro de la Guerra, general don Ángel García Peña, y a varios generales y todos llegaron a la Comandancia, a la sala en donde nos encontrábamos. El general Huerta puso en conocimiento del señor Ministro de la Guerra lo que los senadores le hablan manifestado, y dijo que le había llamado por creer que el Ministro de la Guerra era el conducto para comunicar todo eso al señor Presidente. Insistió el general Huerta en que el Ministro de la Guerra debía comunicar al Presidente lo expuesto, y entonces el Sr. Ministro dijo que iba a ver al señor Presidente y que esperásemos. El Ministro regresó poco tiempo después diciendo, que el señor Presidente esperaba a los senadores en el salón Verde, en la Presidencia. Ya habíamos dicho al Ministro cuando nos preguntó por qué no volvíamos a ver al Presidente, que no debíamos exponernos a recibir otro desaire, y por tal motivo, apelábamos al Gral. Huerta y a él para que ellos pusieran en conocimiento del Presidente todo lo que habíamos manifestado. Cuando el Ministro nos dijo que el señor Presidente nos esperaba en el salón Verde, entendimos que quedaba enterado por el Ministro y que estaba dispuesto a oírnos y a hablar y discutir en la mejor forma con los senadores, lo que se considerase más acertado y juicioso. Manifestamos entonces al señor Ministro que debía acompañarnos, y as! lo hizo. Fuimos a la Presidencia por el elevador que conduce a las  piezas que ocupaba el señor Presidente. Al salir de la Comandancia los senadores indicaron al señor Obregón que llevase la palabra en su nombre. Nos hicieron pasar a una sala de la Presidencia. Llegó el señor Presidente acompañado de varios Ministros y ayudantes. Entonces el senador Obregón dijo lo siguiente:

"Señor Presidente:

"La grave situación en que se encuentra el país y el movimiento de Revolución que se ha verificado en esta Capital, los combates que diariamente se están sucediendo con la mayor alarma para todos los habitantes de México, sin que se domine ese movimiento; y además, los hechos que el señor Ministro de Relaciones ha puesto en nuestro conocimiento por acuerdo de usted, y el haber venido barcos americanos de guerra a Veracruz, y estar próximos a llegar a Tampico, venir transportes de guerra conduciendo algunos miles de soldados americanos con instrucciones de desembarcar y venir hasta México, y el examen de la situación del Gobierno, que hace ver que no puede dominar a los pronunciados y que éstos no ceden a ninguna de las consideraciones que se les han presentado por quienes han hablado con ellos, hasta en nombre del Gobierno; motiva que los senadores opinen en las juntas celebradas, que la solución en bien de la Patria, es apelar al patriotismo de usted, indicándole la conveniencia de que usted haga su dimisión del cargo de Presidente de la República, buscando el mejor resultado que evite todo género de dificultades y males al país".

LA VUELTA AL PODER DE PORFIRIO DÍAZ

El Presidente, a quien ya le habían dicho lo mismo sus Ministros de Guerra y Relaciones, días antes, y el Ministro de España en nombre de Ministros extranjeros, y en ese mismo día, momentos antes, algunos de sus Ministros, se mostró muy desagradado y contestó diciendo que no le extrañaba que se le hablase de renuncia, porque seguramente lo que tendíamos era que volviese al Poder don Porfirio Díaz, pero que no estaba dispuesto a renunciar, y que solo muerto dejaría de ser Presidente. Agregó que la situación con los Estados Unidos era distinta y leyó un telegrama sin decir la fecha, haciendo deducciones y comentándolo y dio a entender que no resultaría dificultad y todo lo podría arreglar satisfactoriamente. Dijo a las  senadores Castellot y Enríquez, que se quedasen allí con él, porque deseaba hablarles; uno y otro de dichos señores manifestaron al Presidente QUE NO MOVÍA NINGÚN SENTIMIENTO PERSONAL A LOS SENADORES EN CONTRA DEL PRESIDENTE Y que únicamente se habían tomado en cuenta las conveniencias y bien de la Nación en vista de los informes del Ministro de Relaciones.

Nos despedimos bajando por el elevador y supimos después por los señores Enríquez y Castellot, que el señor Presidente les había pedido que dijesen en presencia del general Huerta, que en vista del telegrama de los Estados Unidos, antes mencionado, ya no había por qué inquietarse y todo se arreglaría y que el sentimiento de los senadores era patriótico, y no persiguiendo ningún fin personal, así lo hicieron. Todos juntos salimos desde luego de Palacio y nos fuimos a nuestras casas.

INTERESANTES REVELACIONES DE BONILLA

Es oportuno decir, que con posterioridad a las  sucesos que tuvieron entonces verificativo, el señor senador don Manuel Bonilla, que fue Ministro de Fomento y Comunicaciones del señor Presidente Madero, nos ha referido en el Senado, que desde una hora y media poco más a menos antes de que nosotros subiésemos a hablar al señor Presidente, acompañados por el señor Ministro de la Guerra, el Presidente y sus Ministros estaban discutiendo y hablando de la renuncia del Presidente y del Vicepresidente, en la inteligencia de que, unos opinaban y aconsejaban al Presidente que renunciase, y otros Ministros opinaban en sentido contrario, aconsejando los que opinaban por la no-renuncia, que el personal del Gobierno saliese de México para ir a Cuernavaca, y aconsejando los otros que se fuese a Puebla, procurando sostenerse en una o en otra región, para ver si podían al fin dominar a los  pronunciados, tanto de México como del Norte y Morelos. Hemos pensado que si él hubiera procedido con mayor cordura, el país se encontraría en condiciones distintas, y ni él ni el señor Pino Suárez hubiesen perdido la vida, sacrificándoles, como fueron, de una manera tan repugnante y atentatoria.

UN RASGO DEL GENERAL GARCÍA PEÑA

Ya hemos dicho que también supimos que desde cinco días antes, los Ministros de Relaciones y de Guerra habían aconsejado al Presidente que era patriótica y conveniente su dimisión, y entonces fue cuando el Presidente replicó al Ministro de la Guerra, quien inmediatamente contestó: "Si usted quiere convencerse de mi absoluta lealtad, estoy dispuesto a ir con usted para que me vea combatir personalmente contra los pronunciados de la Ciudadela, y allí me verá usted morir a su lado; pero esto no es un obstáculo para que, procediendo con reflexión y patriotismo, yo deje como consejero de Estado, de decir a usted, por creerlo de mi deber, lo que juzgue conveniente para la Nación y para usted mismo".

VI

EL DEBER DE UN PRESIDENTE

El señor licenciado González Garza en su narración, comienza diciendo así: "El señor Presidente acababa de obtener una victoria moral sobre un grupo de Senadores que había ido a manifestarle la conveniencia de que faltara a su deber entregando las riendas del Gobierno a sus enemigos".

El señor González Garza sufre una equivocación. Los senadores no pedimos al Presidente que faltase a su deber ni que entregase las riendas del Gobierno a sus enemigos. Le indicamos que considerábamos como solución conveniente al país: su renuncia y la del Vicepresidente. No dijimos que faltase a su deber ni que entregase el Poder a sus enemigos. Hay una distancia grande entre una y otra cosa. Que un Presidente renuncie cuando no puede sostenerse en el Poder, no es faltar al deber. Que un Presidente proceda así buscando el bien de su país, no es faltar a su deber. Que se discuta y estudie como debe retirarse, quién en tal caso ha de quedar encargado del Poder, bajo qué bases y condiciones se ha de efectuar esto en bien del país, no es pedir que se entregue el Gobierno a los enemigos. No dijimos ni pedimos eso. Por tanto, creemos que negarse a escucharnos, negarse a todo estudio y discusión, no debe considerarse una victoria moral. Ojala que se nos hubiese atendido. Cuantos males se habrían evitado.

En los sucesos posteriores, ningún participo hemos tenido.

SEBASTIÁN CAMACHO.- JUAN C. FERNÁNDEZ.- GUILLERMO OBREGÓN. - RICARDO R. GUZMÁN. – CARLOS AGUIRRE.