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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1913 Memorándum de la entrevista de Pedro Lascuráin con William Taft, presidente de los Estados Unidos, celebrada en Washington.

Enero 2 de 1913

Día 2 de enero. Fui presentado a Mr. Knox y la conversación muy breve, fue de cortesía. Deseaba Mr. Knox que me detuviera en Washington por varios días para poder ofrecerme una comida, pero manifesté que tenía asuntos muy importantes que tratar y me era necesario ir a México a ver a mi familia.

Día 2 de enero. 3 p. m. Entrevista muy cordial con Mr. Taft. Empezó diciendo que tenia los mejores deseos para México, que nunca había pensado poner en dificultad al gobierno mexicano, sino al contrario, ayudarlo en todo sentido, pero que tenia la pena de decir que el gobierno mexicano parecía no apreciar esa buena disposición del gobierno americano porque no hacía nada para hacer conocer su aprecio por esa buena disposición, puesto que no había dado resolución a la mayor parte de los asuntos pendientes. Que él era el representante de un gran gobierno sobre el cual ejercían gran presión los intereses perjudicados en México de ciudadanos americanos y que era preciso hacer algo para satisfacer esa presión. Conteste que todos estábamos dispuestos en el gobierno mexicano para reconocer y agradecer la buena disposición del gobierno americano y por mi parte deseaba yo saber en qué consistía la falta de demostración de nuestra parte de ese reconocimiento para poder remediar el mal si lo hubiere.

El presidente me dijo que tenía que asistir a una boda y no podía continuar la entrevista que prometía ser interesante y me aplazó para las seis de la tarde.

Enero 2. A las 6 p. m. Tuve una larga entrevista. Comenzó leyéndome los despachos telegráficos recibidos de la embajada americana y de los cónsules americanos, según los cuales telegramas aparece que en el Estado de México ha habido gran destrucción de propiedades; que Durango prácticamente esta aislado por riel y por telégrafo y que la situación en Sonora y Chihuahua ha mejorado notablemente y que habían llegado 700 hombres de caballería a Ciudad Juárez para batir a los rebeldes. Hice presente que esa fuerza de 700 había sido enviada a instancias mías por medio de cartas y telegramas a México. Hice presente también que por las opiniones que había yo recogido de los hombres mas importantes en Nueva York estaba yo convencido de que el gobierno mexicano debía concentrar todos sus esfuerzos en Sonora y Chihuahua para suprimir allí toda clase de desorden. El presidente entonces interrumpió: "Si usted hace eso, señor ministro, nos quitara un gran peso y habrá usted alejado todo peligro de dificultades. Esas gentes no podrán seguir haciendo presión sobre el gobierno americano cuando vean que han cesado los desordenes en Chihuahua y Sonora; no puede usted haber juzgado mejor la situación."

Seguimos hablando de las dificultades que causan al país las noticias de los periódicos americanos y me dijo que era cierto, pero que esos periódicos no eran creídos en los Estados Unidos y que si cesaba el desorden en Chihuahua y Sonora los interesados, que son los que dan materia a los periódicos, no podrían seguir suministrando datos. Se trató del senador Fall con relación a las investigaciones que esta haciendo y declaró Mr. Taft que no tenía la menor confianza en este hombre. Como insistí en la conveniencia de impedir que hable en el Senado, me dijo que no podía evitarlo, pero que podía ejercer su influencia cerca del senador Alden Smith aliado de Fall para que el asunto fuera menos escandaloso. A mi viva instancia sobre el perjuicio que puede ocasionar a México el que se de cuenta en el Senado de sucesos mexicanos con datos exagerados o distintos de la realidad, el presidente me dijo: "Señor ministro, tengo el control de los negocios internacionales y si el senador Fall puede hablar sin mi consentimiento, no puede obrar sin mi cooperación y esta no la tendrá porque nadie puede tener confianza en él".

Seguimos hablando de nuestras relaciones y le hice presente que todos en México conocíamos la buena voluntad que él ha demostrado para México, y que por lo mismo considerábamos su nombre como el de un buen amigo, que no teníamos motivo para creer que el señor Knox tuviera mala voluntad para nosotros; pero que no sentíamos lo mismo respecto del señor Huntington Wilson, de quien se supone que autoriza el lenguaje duro y ofensivo que contienen las últimas notas, el cual es innecesario por más que se tenga el peor concepto de la parte contraria. El presidente sonrió benévolamente al oír mis observaciones sobre el particular, me manifestó que tenía yo razón en ellas y agregó que vería de qué modo se cortaba eso.

En seguida se trató en forma superficial de los asuntos relativos al Chamizal, río Colorado, Tlahualilo e indemnizaciones a victimas de El Paso y Douglas. El asunto del Chamizal preocupa ahora nuevamente al presidente y se ve que quiere dejado terminado antes que su periodo concluya. El río Colorado es asunto sobre el cual no tiene conceptos definidos. El asunto del TIahualilo, a pesar de su notoria importancia por lo que hace al arbitraje, Ie es desconocido hasta en el nombre y el asunto de las indemnizaciones lo cree de relativa importancia juzgando que el comité nombrado por el Departamento de Guerra ha obrado justificadamente.

Volvió a insistir en que desea vivamente el restablecimiento del orden en México y principalmente en que el gobierno de México reconozca la buena voluntad del americano y haga algo para demostrar que reconoce la dificultad de la situación y ayude al americano para contrarrestar la presión que ejercen sobre él para que tome una actitud resuelta; que parece ser que el gobierno mexicano ha obrado con Ientitud en vista de las declaraciones del presidente de no ser partidario de la intervención; pero que de seguir así las cosas tendrá que hacer algo para satisfacer la opinión publica.

Manifesté entonces que México no estima así las cosas; que hace todo lo posible por concluir la revolución por su propio interés y siente mucho que los mensajes que llegan al Departamento de Estado estén concebidos en términos tales que hagan presumir una situación peor de lo que en realidad es; que México no se confía para eludir sus obligaciones en la actitud amistosa de los Estados Unidos la cual agradece ciertamente, sino que hace lo que puede en vista de sus recursos y de las condiciones locales que aquí en Washington son totalmente desconocidas; que yo esperaba en vista del conocimiento de la opinión publica entre los hombres de importancia y del que obtenga yo en El Paso, a donde estaré la semana próxima, presentar a mi gobierno un estado cierto de cosas de tal manera que Ie permitiese resolver por sí mismo el problema y evitar en lo sucesivo nuevas dificultades; que todo esto lo haríamos en nuestro peculiar estilo mexicano, aplicando nuestros procedimientos de la mejor manera posible; que nuestras condiciones tenían mucha semejanza con la de las Filipinas cuando los Estados Unidos tuvieron que organizar su gobierno, o con las del oeste que tanto trabajo ha costado. Que yo personalmente he estudiado los reglamentos dados por el señor presidente Taft y que procuraré yo aplicarlos en lo que fuere posible en México. El presidente agregó que el nuevo gobierno en general tendrá sentimientos amistosos para México; que espera que el futuro presidente Ie consultará sobre dichos asuntos y Ie dará su opinión favorable para México, pero mucho teme que el nuevo presidente, que desconoce las condiciones actuales y que tiene que complacer a los estados del sur, pueda substraerse de la presión de estos para que intervenga en México. A esto hice presente mi agradecimiento por la buena voluntad del presidente Taft y mi esperanza de que el señor Wilson será también buen amigo de México.

El presidente llamó la atención sobre el sentimiento antiamericano que demuestran algunas autoridades mexicanas cuando hay americanos presos y Ie hice notar que ese sentimiento no existe, por más que es posible que en algunos casos se quejen algunos individuos porque no tienen en la prisión las consideraciones y comodidades que tendrían en su casa, o no se aplican las prácticas que tienen los Estados Unidos sobre lo cual no era posible obtener resultado ventajoso, pero que yo personalmente pongo cuidado en la Secretaría de que siempre que hay algún caso de americano se Ie trate lo mejor posible y se abrevien los procedimientos; puse como ejemplo el caso de Nichols en Tampico que por mi influencia había sido trasladado el individuo a un hospital en donde tenía comodidades relativas y había yo hecho que el juicio avanzara esperando que terminara pronto favorablemente.

El presidente me dijo que deseaba pusiera yo todo en conocimiento del señor secretario Knox porque entendía que mis explicaciones sobre la manera como el gobierno mexicano tratara los asuntos internacionales sería ventajoso.

Personalmente hizo la cita por teléfono con el secretario de Estado para mañana a las 10 a. m. Se levantó y con un afectuoso y expresivo apretón de manos volvió a manifestar el deseo del gobierno americano de ayudarnos y de evitar toda dificultad.