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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1911 Francisco León de la Barra asume la presidencia interina de la República

25 de mayo de 1911

Manifiesto a la Nación

A la nación:

Al tomar posesión, por mandamiento de la Suprema Ley de la República, del puesto de Presidente Interino de los Estados Unidos Mexicanos, cumplo con un grato deber dirigiéndome a vosotros, para haceros una solemne promesa y un llamamiento caluroso.

La gravedad y delicadeza de los problemas políticos que tienen que resolverse rápidamente, en el sentido que imponen los grandes intereses del país, me habrían hecho vacilar antes de decidirme a echar sobre mí si no fuera por el firme sentimiento del deber y por el conocimiento que tengo de las cualidades del pueblo mexicano, y la seguridad de que en él encontrarán un eco mis palabras sinceras y precisas.

Ajeno a toda ambición política y ansioso solamente del bien de mi país, seré, en el puesto que transitoriamente ocupo, un celoso defensor de las leyes, especialmente las electorales, para que la voluntad del pueblo pueda El día más feliz de mi vida pública será aquél en que, dentro del menor plazo que conciente la ley electoral y la situación por que atraviesa el país, pueda transmitir el poder que hoy recibo, al ciudadano que la república elija. Volveré entonces a la vida privada con la tranquilidad que proporciona el deber cumplido y con la satisfacción de ver a mi patria explotando de nuevo sus riquezas por el esfuerzo del trabajo al amparo de la paz.

Dentro de la jurisdicción de las leyes y sometidos a sus mandatos, podrán encontrar los partidos políticos ancho campo para el triunfo de sus aspiraciones, que serán respetadas cuidadosamente, en tanto que se manifiesten dentro de los límites que aquéllas les imponen. Cualquiera trasgresión a las disposiciones legales, será enérgicamente reprimida.

Aun cuando la cordialidad de las relaciones que nos unen a los países con los cuales estamos ligados por vínculos de afecto y de intereses, hace tan innecesaria una declaración acerca de la marcha que seguirá el ejecutivo en nuestra política internacional, durante el breve plazo que tendré la alta honra de representarlo, deseo, sin embargo, expresar que el gobierno, respetuoso de los derechos de las demás naciones y celoso defensor de los nuestros, se esforzará en hacer, por su política franca y justificada, como lo ha hecho en lo pasado, que esas relaciones sean cada día más amistosas, con beneficios mutuos, y conforme a los principios que consagra el derecho internacional.

Para poder desarrollar el problema político que brevemente he expuesto, es necesario que el país, dándose cuenta de la gravedad de la situación, que pone en peligro nuestra vida nacional, y de la sinceridad y vehemencia de mis sentimientos de amor a la patria que sabrán compensar las deficiencias que en mí reconozco, responda al llamamiento que le hago, para que, dentro del orden y al amparo de la ley, nos unamos todos los mexicanos en un común espíritu de paz y de progreso.

Las circunstancias lo exigen así. Ellas, permítaseme recordarlo, han puesto de resalto, una vez más, las grandes y sólidas cualidades de nuestro heroico ejército, digno de sus tradiciones gloriosas, que sabrá mantener leal y firmemente.

Después de los agitados tiempos actuales, en que me toca suceder tranquilamente en el poder al estadista que dio días de gloria a la manifestarse libremente en los próximos comicios, al renovarse los poderes federales y locales.

Aun cuando no ha sido aprobada todavía por las legislaturas de los estados la reforma constitucional relativa a la "No reelección", considero de mi deber declarar como una garantía de la pureza de mis intenciones, si no fuera bastantes para ello los antecedentes de mi vida pública, que en ningún caso aceptaré mi candidatura para la presidencia o abrigo la convicción de que, al obedecer el precepto correspondiente, comprendido en el proyecto de reforma aprobado ya por las dos Cámaras, acato los dictados de la opinión pública rectamente inspirada.

Patria, deben venir otros tranquilos y serenos, en que la república emprenda de nuevo, ya de manera definitiva, su marcha por el camino del verdadero progreso, desarrollando de una manera ordenada y sistemática el programa de una democracia sana y fuerte.

Esforcémonos por la realización de este hermoso ideal, que estará próxima, si todos subordinamos nuestro interés personal a los grandes intereses vitales de la Patria, hoy desgraciada, y mañana feliz, estoy seguro de ello, por el esfuerzo elevado y eficaz de sus buenos hijos.