Circa Febrero de 1911.
AL SOLDADO MEXICANO
Tú eres hermano nuestro; por tus venas corre la misma sangre que corre por nuestras venas.
El uniforme que llevas no te desliga del parentesco que tienes con nosotros y la Ordenanza será impotente para romper los lazos de la más pura fraternidad que debe unirnos siempre.
Una misma es nuestra patria; uno el suelo donde nacimos; una la gloriosa bandera que cobijó nuestra cuna; un mismo ideal debe unirnos: el mejoramiento moral y material del Pueblo Mexicano, para gloria y grandeza de esta patria común que es nuestra MADRE.
¿Por qué nos encontramos entonces en el campo de batalla, arrebatándonos la vida unos con otros y derramando nuestra sangre que sólo debiéramos verter cuando el enemigo extranjero hollara nuestro suelo?
¿Quién ha puesto esa arma fratricida en tus manos y qué es lo que defiendes con ella?
Contestarás que esa arma te la ha dado la patria y defiendes al Supremo Gobierno.
Está bien; si el arma te la ha dado la Patria, no la ha puesto en tus manos para que derrames la sangre de tus propios hermanos, sino para que defiendas la integridad de su suelo, sus DERECHOS E INTERESES, conforme lo manda su Constitución Política.
De modo que, tanto tú como soldado y nosotros como simples ciudadanos, debemos ser esclavos de la LEY.
Pero ni tú como soldado debes ser siervo de la Ordenanza, obedeciendo ciegamente á los que te transforman en asesino, ni nosotros como ciudadanos debemos convertirnos en esclavos de un Gobierno que se llama Supremo, sólo por que abusa del Poder que se confirió en una revuelta, hace treinta y cuatro años.
Reflexiona, soldado, hermano nuestro.
Tú no defiendes en esta lucha fratricida, los derechos é intereses de la Patria ni la integridad de su suelo, que es para lo que se cría el Ejército: tú estás defendiendo en estos momentos de angustia para el Pueblo Mexicano, los derechos é intereses de un ambicioso, de un traidor que ha pisoteado las Leyes: de Porfirio Díaz y su círculo de amigos, que es el Círculo de la Ignominia, de la Traición y de la Infamia.
Dices que defiendes al Supremo Gobierno; pero sobre ese Gobierno que se llama Supremo, está la Patria, está la Ley, y sobre todo, la voluntad del pueblo soberano que lo rechaza por inmoral y por indigno.
Porque no ha llenado ni llena los deberes de un buen gobierno, porque no ha respetado ni respeta los derechos que la Constitución otorga al hombre y al ciudadano, y, en vez de ser el Administrador honrado y fiel de la riqueza nacional, es el desvergonzado explotador que está entregando esa riqueza en manos de extranjeros, comprometiendo así la integridad del suelo mexicano.
Piensa, soldado, en ésto que decimos.
No son calumnias que inventamos ni mentiras que proferimos para que cambies de opinión y dejes de ser el asesino de tus propios hermanos; son verdades que están a tu alcance; que puedes comprobar en el momento que así lo desees.
Tú mismo eres la víctima de este malvado gobierno que tenemos, porque has sufrido todas las amarguras y todo el peso de su sistema de opresión.
Y si no; dí con la mano puesta sobre el corazón, quién te arrancó del seno de tu hogar, donde vivías tranquilo al lado de tu esposa y de tus hijos, ó de tu madre y tus hermanos que te querían, y de los cuales tú eras el único sostén?
Un día te arrancaron del lado de aquellos seres queridos que lloraban, al ver que te conducían con ultrajes y empellones á un calabozo de donde te sacaron cautelosamente para el cuartel, con el fin de nulificar el amparo que acaso implorara tu familia.
¿Lo recuerdas? ¡Oh, sí! debes recordarlo, porque esas infamias no se olvidan nunca en la vida.
¿Y qué habías hecho? ¿en qué habías ofendido á esos verdugos que te arrancaron de tu hogar, del pedazo de tierra que labrabas, del taller ó la fábrica donde ganabas el sustento para los tuyos?
Habías despertado la codicia ó el odio del cacique (y recuerda que ese cacique puede llamarse Jefe Político, Presidente Municipal; Juez de Paz, Administrador de Fábrica ó Hacienda, etc.,) y ese cacique codiciaba tu tierra, codiciaba tu casa, codiciaba tu esposa, codiciaba tu hermana ó te odiaba por cualquiera causa.
Y para saciar sus instintos de fiera, pisoteando la ley (que bajo un gobierno infame no se hace caso de ella, mucho menos si se trata de un pobre) te arrojaron al cuartel, te raparon como á un ratero, te despojaron de tus ropas y te plantaron el uniforme, dándote un fusil y diciéndote que la Patria ponía en tus manos aquella arma para que la defendieras, así como al Supremo Gobierno.
¿Crees tú honradamente, soldado amigo y compañero de infortunios, que esa horda de bribones que te arrojaron al cuartel sea la Patria ó tengan autoridad para hablarte, en su nombre?
¿Esa horda de asesinos y de ladrones que está ultrajando al Pueblo Mexicano, es el Supremo Gobierno que tú defiendes?
Reflexiona, soldado amigo en lo que haces y no dispares más el arma fratricida contra las fuerzas del pueblo que, á pesar de todo, arrollarán cuanto obstáculo se les oponga al triunfo de sus bellos ideales.
Recuerda que los más bravos ejércitos nunca han podido derrotar á los pueblos, y éstos siempre han obtenido la victoria.
El pueblo insurgente de 1810 hizo la Independencia; el pueblo insurreccionado en 1857 derrotó al Ejército de Santa Anna y nos dió la Constitución Política de 57 con las Leyes de Reforma; ese mismo pueblo, convertido en chinaco, hizo morder el polvo al ejército francés, derrotó á los traidores de uniforme y ajustició en el Cerro de las Campanas al intruso que se le quiso imponer como Emperador.
Hoy ese mismo pueblo derrotará al Ejército de Porfirio Díaz, no para cambiar simplemente de amo, sino para darle al Puebo Mexicano todas las libertades que le han arrebatado.
¡Venid, pues, con nosotros, soldado amigo, hermano nuestro; sangre de nuestra sangre! Venid á defender la santa causa de la Justicia y de la Libertad, que es vuestra causa!
Porque ella os dará redención, os despojará del uniforme si así lo de séais, devolviéndoos con gusto al seno de vuestra familia, á los brazos de vuestra madre, de vuestra esposa, de vuestros hijos, que están llorando vuestra ausencia y rogando porque no perdáis la vida en una causa tan infame y odiosa, como es la causa maldita del Tirano y traidor PORFIRIO DIAZ.
Paulino Martínez.
[Rúbrica]
Nota.- A todo soldado ó grupo de soldados que quieran separarse de las filas del Ejército, se les proporcionarán los medios á fin de que se pongan fuera del alcance de la persecución de sus verdugos. Los revolucionarios no quieren gente forzada en sus filas y por eso dejan en libertad de acción á sus hermanos para unirse á ellos ó retirarse.
Fuente:
Últimos Meses de Porfirio Díaz en el Poder. Antología Documental. (Archivo personal del general Porfirio Díaz, que se encuentra bajo custodia de la Universidad Iberoamericana) Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana. México, 1985. p. 153-156.
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