John K. Turner
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El Valle Nacional
"Valle Nacional es, sin duda, el peor centro de esclavitud de todo México. No hay supervivientes de Valle Nacional no hay verdaderos supervivientes -me contó un ingeniero del Gobierno que está a cargo de algunas mejoras en ciertos puertos-. De vez en cuando, sale alguno del Valle y va más allá de El Hule. Con paso torpe y mendingando hace el pesado camino hasta Córdoba; pero nunca vuelve a su punto de origen... Supe una historia típica de un enganchador; la conocí en Córdoba, cuando iba camino del Valle. Primero me la contó un contratista negro de Nueva Orleáns, que había residido en el país unos quince años; luego me la contó el propietario del hotel donde me hospedé, y después me la confirmaron varios hacendados tabaqueros del Valle. La historia es la siguiente:
Hace cuatro años, Daniel T., un aventurero, llegó sin un centavo a Córdoba. Pocos días después tenía dificultades con su casero por no pagar la renta de la habitación; pero en pocos días aprendió dos o tres cosas y se dedicó a aprovechar lo que sabía. Salió a pasear por las calles y al encontrar un campesino le dijo: “¿Quieres ganarte dos reales (veinticinco centavos) con facilidad?”
Naturalmente la oferta interesó al hombre y después de unos minutos ya estaba camino de la habitación del aventurero llevando un “mensaje”, mientras el astuto individuo tomaba otra ruta para llegar antes. Esperó al mensajero en la puerta, lo agarró del cuello, lo arrastró, lo amordazó y amarró, y lo dejó en el suelo mientras iba en busca de un enganchador. Esa misma noche, el aventurero vendió su prisionero en veinte pesos, pagó su renta y comenzó a hacer planes para repetir la operación en mayor escala.
El incidente sirvió a este hombre para entrar en el negocio de “contratar trabajadores”. En unos cuantos meses se había puesto de acuerdo con los jefes políticos de la ciudad de México, de Veracruz, de Oaxaca, de Tuxtepec y de otros lugares; hoy es el señor Daniel T. Yo ví su casa, una mansión palaciega que tiene tres gallos en un escudo sobre la puerta. Usa un sello privado y dicen que su fortuna llega a cien mil pesos, todo ello adquirido como “agente de empleos”.
"Los hacendados -escribió Turner- no llaman esclavos a sus esclavos. Los llaman trabajadores contratados. Yo sí los llamo esclavos, porque desde el momento en que entran al Valle Nacional se convierten en propiedad privada del hacendado y no existe ley ni gobierno que los proteja.
El hacendado compra al esclavo por una suma determinada. Lo hace trabajar a su voluntad, lo alimenta o le hace pasar hambre a su antojo; lo tiene vigilado por guardias armados día y noche, lo azota, no le da dinero, lo mata y el trabajador no tiene ningún recurso al cual acudir.
En Valle Nacional [todos] parecían trabajar todo el tiempo. Los vi trabajar al amanecer y al anochecer; los vi trabajando hasta muy tarde por la noche. [...] La hora de levantarse en las fincas es generalmente a las 4 de la mañana; a veces más temprano.
Todos mueren muy pronto. Los azotan y eso ayuda también. Mueren en el lapso de un mes a un año [...] No hay supervivientes en Valle Nacional... no hay verdaderos supervivientes.
La causa de las extremosas condiciones de Valle Nacional es principalmente geográfica. Valle Nacional es una honda cañada de tres a diez kilómetros de anchura, enclavada entre montañas casi inaccesibles, en el más extremo rincón al noroeste del Estado de Oaxaca. Su entrada está a ocho kilómetros aguas arriba del río Papaloapan, partiendo de El Hule, que es la estación ferroviaria más próxima, y por este lugar pasa todo ser humano que va o viene del valle. No hay ninguna otra ruta practicable para entrar ni para salir. Las magníficas montañas tropicales que lo rodean están cubiertas por una impenetrable vegetación cuyo paso dificultan aún más los jaguares, pumas y serpientes gigantescas. Además, no hay camino carretero a Valle Nacional, solamente un río y un camino de herradura. [...] El valle propiamente dicho es plano como una mesa, limpio de toda vegetación inútil, y por él corre suavemente el río Papaloapan. [...]
Es región tabaquera, la más conocida de México, y la producción se obtiene en unas treinta grandes haciendas, casi todas propiedad de españoles. Entre El Hule y la entrada al valle hay cuatro pueblos: Tuxtepec, Chiltepec, Jacatepec y Valle Nacional, todos situados a orillas del río, y todos ellos provistos de policías para cazar a los esclavos que se escapen."
En el capítulo V, llamado En el Valle de la Muerte, J. K. T. Escribe lo siguiente: “...al bajar del tren en Córdoba vimos que cruzaba el andén una procesión de catorce hombres; dos adelante y dos detrás de la fila, con rifles, y los diez restantes con los brazos amarrados a la espalda y las cabezas bajas.
Algunos iban andrajosos otros vestían bien y varios llevaban pequeños bultos colgados del hombro.”
“-¡Camino del Valle-murmuré. Mi compañero afirmó con un movimiento de cabeza y pocos momentos después desapareció la procesión; había entrado por una puerta estrecha de lado opuesto de la calle, en una caballeriza situada estratégicamente para que los desterrados pasaran allí la noche.”
“Después de la cena me mezclé con la gente que había en los hoteles principales de la ciudad, y representé tan bien mi papel de inversionista que conseguí cartas de presentación de un rico español para varios esclavistas del Valle.”
-Lo mejor es que vaya usted a ver al jefe político de Tuxtepec, tan pronto como llegue allí -me aconsejó el español-. Es amigo mío. Muéstrele mi firma y le hará pasar sin dificultades.”
“En Córdoba, un negro contratista de obras que había vivido en México durante 15 años, me dijo:
-Los días de la esclavitud no han pasado todavía. No, todavía no han pasado. Ya llevo aquí largo tiempo y tengo una pequeña propiedad. Yo se que estoy bastante a salvo, pero a veces tengo temores...; sí señor, le aseguro que paso miedo.”
“A la mañana siguiente, temprano, mientras me vestía, miré por el balcón y ví a un hombre que caminaba por mitad de la calle, con una reata amarrada al cuello y un jinete que íba detrás de él sujetando el otro extremo de la cuerda.”
“-¿A dónde llevan a ese hombre? -le pregunté al sirviente-. ¿Lo van a ahorcar?”
“-Ah, no. Lo llevan a la cárcel -me respondió- es la manera más fácil de apoderarse de ellos. En uno o dos días estará en camino de Valle Nacional. Todos los individuos a quienes arrestan aquí van a Valle Nacional... todos, menos los ricos.”
“-Quisiera saber si esa cuadrilla que vimos anoche irá en el tren hoy- me dijo mi compañero De Lara, camino de la estación.”
“No estuvo en duda mucho tiempo. Apenas no hubimos sentado, vimos a los diez esclavos y a sus guardianes, los rurales, desfilando hasta el coche de segunda clase que estaba junto al nuestro; tres de los prisioneros iban bien vestidos y sus fisonomías denotaban inteligencia poco común; dos de los primeros eran muchachos de buen aspecto, menores de veinte años, uno de los cuales rompió a llorar cuando el tren se puso en marcha lentamente hacia el temido Valle”.
En 1908 México vivía una situación prerrevolucionaria: el régimen porfirista respondía con mano dura a cualquier intento de oposición política y reprimía cruentamente toda expresión de demanda social.
Las huelgas de Cananea y Río Blanco habían sido combatidas a sangre y fuego por el gobierno y el descontento de campesinos por pérdida de tierras, endeudamiento o hambre, que a menudo se manifestaba en estallidos violentos, fue acallado con la aniquilación o con terribles métodos de represión. Uno de ellos fue el confinamiento de "rebeldes" o de miserables en el Valle Nacional, en donde eran vendidos y sometidos a trabajos forzados en las plantaciones tropicales que ahí se encontraban. En este lugar el trato era tan inhumano que a quienes allí llegaron se les conoció como los "esclavos de Valle Nacional".
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