Hotel México. Tehuacán, Puebla. 18 de noviembre de 1909
Sr. Lic. José Ives Limantour.
Muy estimado señor mío y amigo:
Aunque las relaciones que llevan algunos miembros de mi familia con usted son relativamente estrechas, las que yo llevo son tan escasas, que casi no me autorizan a escribirle la presente.
A pesar de ello, razones de interés general me mueven a dirigirme a usted.
Demasiado conocidos le son los móviles del Partido Antirreeleccionista, del cual soy uno de los jefes. Creemos sinceramente que al país no conviene la próxima reelección del General Díaz y, sobre todo, que sería una amenaza terrible para las instituciones republicanas la próxima reelección del señor Corral.
Las razones que tenemos para ello las hemos expuesto en multitud de artículos y folletos. Creemos que nuestro país necesita que funcionen con regularidad las instituciones democráticas y que volvamos francamente al régimen constitucional.
La historia, con elocuencia irresistible, demuestra cuán funesto ha sido para los pueblos, el absolutismo. Si hasta ahora, bajo la administración del General Díaz sólo hemos recibido parte de los males que trae consigo tal régimen, en cambio, hemos conquistado la paz que bien puede indemnizarnos. Pero ya no existe motivo alguno para perpetuar este régimen de gobierno, y esto sucederá indefectiblemente si el señor Corral es reelecto Vicepresidente. Si antes sólo teníamos presunciones para temer cuál sería la política del señor Corral, ahora ya tenemos hechos en qué basarnos para saber que no gobernará a la Nación constitucionalmente, que no respetará la soberanía de los Estados ni los derechos de los ciudadanos. De ello nos ha dado un ejemplo palpable con sus procedimientos para imponer candidatos partidarios suyos en Sinaloa y Coahuila.
Si el señor Corral llega a ser reelecto y sucede al General Díaz en el poder, está en la conciencia de todos los mexicanos que por ningún motivo lo dejará y hará lo posible por ocupar la presidencia mientras viva, valiéndose para reelegirse de los mismos procedimientos que ha empleado en los Estados ya mencionados.
También es muy probable que ei pueblo y el ejército no soporten su gobierno, pues como lo digo más arriba, ya ha demostrado de qué manera gobernará. Estamos, pues, amenazados de una revolución a la muerte del General Díaz, o de que se establezca prácticamente en nuestra patria una dinastía autocrática. Quién sabe cuál será más terrible.
Es posible que los amigos del señor Corral piensen ejercer alguna influencia sobre él cuando esté en el poder y por ese motivo, de buena fe apoyen su candidatura. Que estas personas recuerden lo que pasó al señor Benitez con el General Díaz, a fin de que no se hagan ilusiones, pues una vez en el poder supremo, raros son los hombres que admiten mentores.
Los antirreelecionistas, convencidos de tan grave peligro, hemos iniciado franca y lealmente la lucha. Creemos estar en nuestro perfecto derecho y nos creemos en la capacidad suflciente para ejercitarlo y para comprender lo que conviene a la patria. Digo esto porque el principal argumento de quien desea perpetuar el actual régimen de cosas, es que no estamos aptos para la democracia, y en ningún país del mundo son las masas ignaras las que dirigen la opinión pública, sino pequeños grupos de intelectuales que van a su cabeza.
Pues bien; nosotros estábamos en el derecho de esperar que, así como hemos trabajado legalmente, así se portase el gobierno. Hemos confiado en el patriotismo del General Díaz y en el de los que lo rodean, para iniciar esa campaña democrática, porque si en esta vez no se deja al pueblo que ejercite sus derechos, ya no habrá esperanzas de que vuelva a ejercitarlos durante la administración del señor Corral, y en el corazón de todo mexicano ansioso de libertad se irá preparando seriamente la idea de conquistarla por medio de la fuerza.
Nuestras esperanzas han sido en parte satIsfechas, pues se nos ha dejado relativa libertad para trabajar. Sin embargo, un artículo anónimo publIcado por una distracción o ligereza del director del Antirreeleccionista fue motivo para que encarcelaran a todos los empleados y clausuraran nuestra imprenta, lo cual es inaudito y contra la ley.
En Puebla ha sido reducido a prisión valiéndose de indignos procedimientos, el señor Aquiles Serdán, y, por último, en Yucatán no solamente han hecho lo posible porque triunfe contra la opinión pública la candidatura oficial, sino que el elemento gobernista ha dado rienda suelta a sus pasiones más violentas, ejerciendo toda clase de persecuciones y dictando órdenes de aprehensión hasta contra los candidatos independientes y contra los hombres más prominentes de esos partidos, valiéndose de fútiles pretextos o acusándolos de imaginario delito de sedición.
Las elecciones han terminado y las órdenes de prisión siguen vigentes y las cárceles públicas pletóricas de ciudadanos que no tienen más delito que no ser partidarios del candidato oficial.
Eso desacredita a la actual administración, pues hasta se ha salido de la política del General Díaz, que era la de emplear el mínimum de terror.
No es esto lo grave, sino que tal conducta aleja cada vez más al gobierno del pueblo, hace más tirantes las relaciones y puede acarrear consecuencias muy serias en un porvenir no lejano. El movimiento democrático se está manifestando de un modo tan vigoroso en la República, que será una locura pretender reprimirlo por la fuerza.
Hasta ahora aún predomina la idea de aceptar cualquier arreglo con el gobierno con tal de que asegure el restablecimiento del régimen constitucional. Nuestro Partido Antirreeleccionista, el más radical en ideas, no tiene ninguna cláusula en sus bases constitutivas, ni en su reglamento para la convención, que impida algún arreglo para consolidar todos los intereses; pero si el gobierno sigue atropellando los derechos de los ciudadanos y empleando el régimen del terror, todo arreglo será imposible, y quién sabe lo que podrá suceder, pues la historia nos demuestra lo funesto que ha sido siempre querer sofocar por la fuerza movimientos democráticos que, como el actual, están sostenidos por la casi unánime voluntad del pueblo.
Como sé que usted tiene ideas democráticas y en el seno del gabinete siempre ha trabajado por que volvamos a un régimen constitucional y en todos sus actos se ha ceñido siempre a la ley, me dirijo a usted para llamarle la atención sobre los acontecimientos de Yucatán y demás que he apuntado, para ver si logra con su poderosa y justificada influencia, que cesen esas persecuciones que tanto desprestigian al gobierno y tan graves consecuencias pueden tener haciendo perder al pueblo toda esperanza de elegir sus mandatarios según las prescripciones de la ley.
No he querido mencionar lo que pasó en Coahuila, porque allá no quisimos hacer oposición a las elecciones por considerarlo inútil, pues ya sabíamos las instrucciones que llevaban los encargados de imponer a toda costa la candidatura oficial. Allí sí se emple6 ei mínimum de terror.
Le suplico dispensarme que le haya dirigido esta carta tan larga, pero sé que usted es un buen patriota y procurará remediar los males que le indico.
No escribo sobre estos mismos puntos al General Díaz, porque ya otra vez le dirigí una carta y no me hizo el honor de contestarme, y sólo le volveré a escribir cuando los intereses que represento en la actual contienda política me obliguen a ello.
Si usted se sirve tener en cuenta de alguna manera mis indicaciones, se lo agradeceré a usted altamente; pero con toda lealtad le digo que no por ello disminuirán nuestros esfuerzos para que triunfen los principios que defendemos y en los cuales creemos estriba el porvenir de la patria. Precisamente los últimos atropellos demuestran, irrefutablemente, lo indispensable de nuestro movimiento antirreeleccionista.
Si no se puede hacer nada por nuestros amigos en Yucatán, le agradeceré se sirva decirme si por lo menos el Sr. Lic. José María Pino Suárez y el Sr. Delio Moreno Cantón pueden tener garantías en esa capital, a fin de que en último caso abandonen el Estado donde viven, pues actualmente se encuentran ocultos y es imposible permanezcan allí más tiempo.
Vuelvo a repetirle que le suplico dispensarme por haber distraído su atención con tan larga carta, y me es honroso repetirme una vez más su afectísimo amigo y seguro servidor.
Francisco I. Madero
Taracena Alfonso. Francisco I. Madero. México. Editorial Porrúa. [Colección "Sepan Cuantos..." Núm. 232]. 1973. pp. 97-98.
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