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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1909 ¡Y sin embargo ... sois pasivos! Práxedis Guerrero.

Septiembre 16 de 1909

 

Una mujer: la mujer de un periodista del orden, que no puede ser para nadie sospechoso revolucionario, ha sido encarcelada en la capital de México, y puesta bajo rigurosa incomunicación en una bartolina de la muy célebre como infame y asquerosa prisión de Belem.

Péres de León, el Juez de las consignas liberticidas, que tanto se ha distinguido como vil perseguidor de los que marca el rojo índice del Díazpotismo, es quien cierra, con el lujo bárbaro de la incomunicación, el calabozo de la mujer de Paulino Martínez y clausura y decomisa la imprenta de La Voz de Juárez, cuyo propietario es uno de los más ardientes defensores de la paz y el orden actuales, pero que en algún modo se ha visto mezclado en la agitación sufragista que nació de la entrevista Creelman, y que ha llegado a molestar al que quiso dejarla hacer su epifanía.

Martínez andaba huyendo cuando su compañera fue arrebatada del lado de sus hijos y encerrada en Belem, para satisfacción de la justicia, por una nimiedad, una nonada: una frase amable para el Ejército, y de la cual no era siquiera autor el dueño y director de La Voz de Juárez.

Este atropello tan burdo y cobarde ejercido en una mujer, a la que por pura deferencia se le admiten dos colchas en la prisión, viene a dar de lleno en el espíritu apocado de muchas ilusos, que, cantando la vieja y temblorosa salmodia del orden y la paz y el respeto a la legalidad, esperan que la tiranía les hiciera gracia de todo maltrato y premiara su pasivismo con la libertad cuya conquista temen emprender digna y virilmente.

El desencanto brutal hace oír su voz agria a los pobres bebés que todo lo veían de color de leche.

La labor de Paulino Martínez era una labor de paz; aconsejaba al acatamiento a las autoridades hasta un grado sublimemente candoroso, y a pesar de ello, la Dictadura le persigue y le hiere casi como a un revoltoso o a un mitotero; porque la tiranía es la tiranía, y nunca podrá ser la niñera cuidadosa de ningún movimiento que tenga ni remotamente, tintes de liberación.

Diaz no gusta de los siervos a medias, y en esto demuestra más lógica y experiencia que los evolucionistas pacientes.

Por largos, larguísimos años, hemos estado presenciando y soportando las atrocidades de la Dictadura. Lo que está ocurriendo se ha repetido millares de veces, con detalles más negros, pero todavía hay quien sostenga que con el civismo inerme y humilde, o armado de una boleta electoral, da lo mismo, todo se alcanzará.

Habéis visto muchas infamias, habéis digerido muchas vergüenzas, estáis contemplando ahora nuevos crímenes y aún veréis y padeceréis más y, sin embargo, sois pasivos.

Práxedis G. Guerrero

Punto Rojo, N° 4 del 16 de Septiembre de 1909. El Paso, Texas.