El Colmillo Público, núm. 138, 29 de abril de 1906, p. 255
"La prensa es luz y sombra, águila y serpiente", decía hace poco El Mundo, hermano gemelo de ese histrión, El Imparcial, que oculta piadosamente con hojas de papel las llagas de la administración porfirista.
Sí, la prensa es luz y sombra, águila y serpiente. El pensamiento humano tiene claridades solares y negruras de antro; enseña o prostituye, vivifica o mata.
La prensa es luz, cuando entre las tinieblas de la opresión y la miseria llega a los corazones de los humildes para prender en ellos una esperanza de justicia. ¿Qué sería de las masas irredentas sin el consuelo y la enseñanza de la prensa-luz? Serían la presa de los audaces; el ganado de resignados y de pobres de espíritu que apetecen los ambiciosos y los tiranos; el rebaño trasquilado y apaleado que viviera sin otro consuelo que la esperanza de la muerte como libertadora de infortunados.
La prensa es luz, cuando se enciende en plena orgía de despotismo para sorprender a los opresores y mostrarlos al pueblo tal cual son: débiles y vulgares, sin esa aureola de divinidad que las turbas ignaras pretenden encontrar en cada tirano. Entonces, la prensa educa, hace que la virilidad despierte en los sumisos y ante el contraste del áspero infortunio de los de abajo y la holganza llena de goces de los de arriba, se despierta el ansia de un medio de mayor justicia que al chocar con los intereses creados por los privilegios se resuelve en lucha civilizadora y fecunda, generadora de progreso y de bienestar.
Una prensa así, batalladora y viril, es la prensa-luz. A su influjo caen desmoronadas las supersticiones. Su luz es tan poderosa que los privilegios deslumbrados claman por el reinado de las tinieblas, donde el despotismo pueda celebrar sus orgías sin el molesto testigo de la opinión popular.
La prensa-luz todo lo alumbra para que todo sea visto, y del mismo modo lanza sus rayos sobre la justicia para hacerla fúlgida, como sobre la tiranía para que el pueblo pueda sortear los escollos y seguir sin tropiezo el camino de sus grandes destinos.
Al lado de esta prensa, está la prensa-sombra. Ésta también llega a los oprimidos, pero como el fraile, para predicar sumisión. No insufla virilidad en las muchedumbres somnolientas, antes bien, predica una moralidad de eunuco. El orden: ése es su estribillo; pero no es el orden fecundo nacido del equilibrio de las fuerzas sociales el que propaga la prensa-sombra, sino el orden del aniquilamiento de la voluntad colectiva por la fuerza bruta triunfadora. Es el orden que reina en los cementerios, es el orden de las cosas muertas. No es el orden, producto de un respeto recíproco, el que proclama la prensa-sombra, sino el orden nacido de la imposición, de la amenaza, del terror. Es un orden que se apoya en la violencia y en la injusticia.
Para la prensa-sombra todo acto gubernamental es bueno y no sólo eso: es magnífico. Apoyo de tiranías, convence al pueblo de que los hombres de brazo de hierro son seres que la providencia envía a la tierra para dirigir el rebaño humano, que sin ese brazo providencial echaría a andar no se sabe qué malos senderos. ¡Y el vulgo estulto se sobrecoge de pavor y bendice el brazo brutal que lo estrangula!
¡Ah, la prensa-sombra, cuántos males causa! Esa prensa justifica el atentado. Ella hace que los pueblos lleguen a amar el yugo y a considerar la miseria y la injusticia como las pruebas que Dios somete a las criaturas humanas para llevarse al cielo a las más mansas, a las sufridas, y por lo mismo, a las más abyectas. ¡Dios estúpido y perverso inventado por los que tienen interés en que el hombre sea eternamente vil y eternamente esclavo para asegurar el dominio de la tierra!
La prensa-sombra en México es bastante poderosa. Ella ha crecido con excepcional lozanía vivificada con el dinero del pueblo al que embrutece con beneplácito del gobierno que no ahorra esfuerzo por tenerlo en las tinieblas, mientras que la prensa-luz, la que clama contra el despotismo y aspira al reinado de la justicia, es objeto de persecuciones encarnizadas que demuestran ese horror a la verdad que sienten todos los que no tienen tranquila la conciencia.
La prensa gobiernista, esa prensa-sombra que adula por paga, ha reinado soberana, y bajo sus alas membranosas el pueblo mexicano ha vivido en la ignorancia y se ha nutrido de errores. Los resultados los palpamos: afeminamiento del carácter, hipocresía, falta de sinceridad para decir lo que se siente. Los sables de los tiranos son terribles porque arrancan vidas y siembran el luto y el dolor; pero los déspotas cuentan con otra arma igualmente terrible: la prensa-sombra, la prensa venal propagadora de cínicas mentiras.
Para esa prensa sólo una cosa es intocable: el gobierno que mantiene a los holgazanes que la integran. El respeto a la vida privada y a la moral, no reza con la prensa-cloaca que tiene el privilegio de destruir reputaciones, de manchar honras sin sufrir el menor castigo, cuidándose únicamente de que los perjudicados no pertenezcan al círculo oficial ni sean personas de influencia.
El programa de esa prensa que se nutre del tesoro nacional puede resumirse en estas palabras: guerra a la honra de los ciudadanos, alabanzas de las torpezas o delitos de los funcionarios. Y ese programa desastroso, conjunto de venalidad y de cinismo agresivo, flota como una bandera negra solapando crímenes, amenazando virtudes, propagando la maldad y la barbarie.
Los que empuñan esa bandera son legión. Son los inútiles, los impotentes para afrontar una sana competencia, los holgazanes y los degenerados los que militan a la sombra de ese pendón siniestro que se hincha al soplo de las sonrisas de los magnates, como la vela de un barco que marchase a un destino de oprobio.
Sin embargo, esa prensa bellaca blasona de honrada y de decente... porque se arrastra a los pies de los opresores del pueblo. Es la prensa-serpiente que es preciso destruir; la prensa de vientre escamoso que ha alimentado nuestro mal gobierno, y que hace de cancerbero para impedir que la crítica honrada llegue hasta donde se está fraguando nuestra esclavitud.
La prensa viril, esa águila que aunque aprisionada sabe hacer escuchar su verbo de verdad y de justicia, debe emprender una lucha formidable contra la prensa-serpiente que envenena los corazones, embrutece al pueblo y adula a los déspotas.
Es una deshonra para la civilización la existencia de esa prensa fermento de estercolero. La prensa debe ser luz. Luz que llegue a las conciencias y haga ver con claridad el error para evitarlo. La prensa debe llegar hasta el esclavo y decirle que tiene derechos, que es igual al amo soberbio y brutal. La prensa debe llegar hasta el paria y decirle: no es fatal tu miseria; no pidas la felicidad, ¡tómala! La prensa-luz tiene una gran misión. Es consuelo de los oprimidos y látigo que cruza el rostro de los opresores. Su voz es vida para los que sufren y es amarga y ruda para los detentadores de la libertad. ¿Que choca a los que oprimen, explotan y embaucan? ¡Es natural! Para el que acostumbra desvalijar a los transeúntes, es una gran contrariedad maniobrar en medio de las miradas de los ciudadanos, y su ideal sería operar en una sociedad de ciegos. Pero la prensa honrada no debe detenerse. Su misión es de verdad y de justicia y debe ser aliento para los oprimidos, látigo para los malvados.
Anakreón (Ricardo Flores magón).
Nota Bene: Véase la nota del editor de las Obras Completas de Ricardo Flores Magón aquí.
Fuente:
Obras Completas de Ricardo Flores Magón. Artículos políticos seudónimos. Volumen V. Artículos escritos por Ricardo Flores Magón bajo seudónimos. Jacinto Barrera Bassols Introducción, compilación y notas. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 2005. pp. 286-289.
|