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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1871 Proclama del general Donato Guerra.

Zacatecas, octubre 20 de 1871.

 

DONATO GUERRA, a sus conciudadanos:

Soldado del pueblo, triunfante o despedazada ha seguido constante su bandera; y más de una vez he derramado mi sangre en defensa de sus libertades, sin aspirar a otra recompensa que a la satisfacción de haber cumplido con uno de mis sagrados deberes.

Cuando después del glorioso triunfo de la República fui nombrado, por el gobierno supremo de ella, jefe de la brigada de caballería de la cuarta división militar, acepté tan inmerecida distinción, no obstante mi insuficiencia notoria, porque creí que antes de retirarme a la vida privada, tenía la obligación de contribuir con mis insignificantes servicios al afianzamiento del imperio de la ley y de las instituciones democráticas.

Amigo sincero de la paz, y comprendiendo que de ella dependía el que nuestra patria se encarrilara definitivamente en el camino de la prosperidad y del progreso, siempre me manifesté solícito por su conservación y a honra tengo el haber sido uno de los más leales defensores de la autoridad legítima, cuando, sin justificación alguna, la amenazaron de muerte los trastornadores del orden público.

Pero desde que desgraciadamente tuve la convicción profunda e inalterable, de que el actual depositario del ejecutivo había dejado de ser el guardián celoso de la constitución, para no obedecer más ley que su capricho. Desde que vi de cerca sus escandalosos abusos y sus injustificables atropellos.

Desde que pude sorprender sus infames maquinaciones para falsear el voto popular y perpetuarse en el poder, de que es rechazado por la opinión pública, no quise constituirme su cómplice, y lejos de consentir que mi espada sirviera de sostén a intereses personales y mezquinos, y que se envileciera mi propia dignidad, convirtiéndome en instrumento ciego para apoyar el resultado de una elección bastarda, verificada bajo la presión de las bayonetas y bajo la influencia oprobiosa del soborno, renuncié desde luego al empleo que desempeñaba en el ejército, y solicité con instancia mi licencia absoluta.

No me fue admitida la primera, y la segunda me fue denegada diversas ocasiones, no obstante que con mi genial franqueza hice presente al secretario de Guerra los motivos que me impulsaban a tomar aquella determinación.

Viéndome, pues, en la imposibilidad de realizar de ese modo mi propósito, y persuadido hasta la evidencia de que con la expresada negativa se pretendía sólo tenerme maniatado y en una prisión disimulada; tranquila, por otra parte, mi conciencia por haber sido consecuente hasta lo último, sin embargo, de que para mí habían quedado rotos los vínculos que me ligaban con el gobierno de la unión, desde que éste abandonó el sendero de la legalidad, ya no tuve embarazo en apelar a los mismos medios que se estaban empleando conmigo, para burlar la emboscada que se me tenía puesta.

Pedí permiso para salir temporalmente de la capital, habiéndolo obtenido emprendí violentamente mi marcha, con la resolución firme de venir a tomar mi puesto en el palenque revolucionario, y ayudar en él con mis débiles esfuerzos, a los que de buena fe trabajan por la reivindicación de los derechos del pueblo, descaradamente conculcados por sus indignos mandatarios.

Conciudadanos: no es tiempo ya de que se nos engañe pérfidamente, presentándonos disfrazado con el bello ropaje de la democracia, el horrible monstruo de la tiranía.

Los buenos mexicanos debemos unirnos para salvar las preciosas conquistas que hemos alcanzado a costa de tan inmensos sacrificios. Probemos ante el mundo que estamos siempre alerta para evitar que los cimientos sobre que está basada nuestra existencia política, sean minados por los déspotas, ya sea que éstos se llamen Maximiliano, Miramón o Juárez.

La paz, a trueque de la pérdida de nuestras instituciones, sería una degradante abyección a la que nunca debemos sujetarnos. El reinado de la verdadera paz, por la que tanto anhela el país para su engrandecimiento, no puede venir sino después de que se establezca el reinado de la ley y de la justicia.

Decidámonos, pues, a abrirle paso. No se necesita más que un ligero esfuerzo.

Conciudadanos:

Os he hecho una franca manifestación de mi conducta. Ahora espero que sabréis apreciar la rectitud de mi intención y que vuestro fallo me será favorable; igualmente que a todos los buenos liberales que, haciendo a un lado sus particulares ambiciones ante el bienestar de la patria, se agrupan de nuevo al derredor de la bandera enarbolada el 5 de febrero de 1857, y combaten la administración usurpadora que intenta destrozarla y que es la única rémora para que suene la hora de la regeneración de México.

Zacatecas, octubre 20 de 1871.

Donato Guerra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.