La Noria, enero 20 de 1871
Señores redactores de El Mensajero
Apreciables amigos:
Me creo en el deber de expresar a ustedes la alta estimación que hago del voto con que se han servido honrarme, postulándome para la Presidencia de la República, en el diario que han tenido la atención de remitirme.
Mis antecedentes, y aún mi posición actual, me autorizan para hablar, sin sospecha de afectación, sobre la preferencia que daré a la vida privada, siempre que ella no se oponga al deber que incumbe a todo ciudadano de servir a su patria en el lugar que ella le designe.
Al aceptar, pues, la postulación que han hecho de mí ustedes y otros órganos de la prensa nacional, tengo sólo por móvil la conciencia de un deber, y no un impulso espontáneo de cambiar la posición en que vivo actualmente satisfecho.
Así lo manifesté en esa capital a los delegados de la asociación democrática constitucionalista, entre los que figuraban algunos de los redactores de El Mensajero, cuando presentaron a mi aprobación el programa que ustedes han hecho después suyo, que yo acepté entonces, y al cual no tengo inconveniente en ratificar mi adhesión.
Los principios que él consigna, desarrollados por una administración cuerda, no pueden menos que influir en beneficio de nuestro país. Un gobierno que exento del espíritu de exclusivismo, ponga punto a las cuestiones de mero carácter político, que han agitado estérilmente a la nación, que coloque los intereses generales del país sobre los intereses parciales de clase o de partido, y que, dando esta base sólida al orden y a la paz, se dedique a llenar la primera de nuestras necesidades actuales, la de regularizar y moralizar la administración, tiene probabilidades de serenar los ánimos, de inspirar confianza a los corazones, y de dominar así la crisis que, de algún tiempo acá, mantiene estacionaria la república.
No son pocas las dificultades que se presentarán todavía para llegar a tan apetecible término; pero puede disminuirlas la voluntad decidida y sincera de alcanzarlo. Vale bien la pena de algunos sacrificios, y yo me he resuelto a hacer el primero, resignándome a que mis leales intenciones sirvan de tema acaso a los comentarios de la malevolencia, interesada en adulterarlas.
Los que deseando establecer para lo venidero el consorcio fecundo de la paz, de la libertad y de la moral, me honran volviendo a mí los ojos, contraerán a los míos un gran mérito, si se esmeran en no aumentar las dificultades del porvenir con los rencores y los resentimientos que dejan como rastro las luchas electorales, cuando en ellas se sobreponen las pasiones al patriotismo sereno y a la templanza.
Aprovecharé todas las oportunidades que, como ésta, se me presenten, para suplicar a los órganos de la prensa, y a las asociaciones populares en que se ha proclamado mi candidatura, que procuren imprimir un sello profundo de calma y de dignidad a sus trabajos, y que los encaminen más bien a estudiar y garantizar la voluntad libre de los pueblos, que a influir sobre ella, y mucho menos a falsearla.
Me suscribo de ustedes, afectísimo amigo y servidor.
Porfirio Díaz
Fuente:
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.
|