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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1869 Carta de Jecker a Conti acerca de los bonos

París, 8 de Diciembre de 1869

Señor Conti

Muy señor mío:

No extrañe usted que con preferencia a otro me dirija a usted, teniendo que tratar de un asunto que concierne particularmente al emperador. Bastante habrá usted oído hablar de mi negocio de los bonos, para tener algún conocimiento de él; pues bien, me parece que el gobierno lo mira con demasiada indiferencia y que, si no le presta atención, podría traer consecuencias penosas para el emperador.

Ignora usted, sin duda, que yo tenía de socio en este negocio al señor duque de Morny, que se había comprometido, mediante el 30% de las utilidades, a hacer que lo respetara y pagara el gobierno mexicano, como lo habría sido desde el principio; sobre el particular hay una correspondencia voluminosa seguida con su agente mister Marpon.

En enero de 1861 me fueron a ver en México, de parte de estos señores, para tratar el negocio; el arreglo se hizo cuando ya se encontraba en liquidación mi casa, de suerte que todo lo concerniente al negocio corresponde a ésta.

En cuanto se hizo el arreglo, me sostuvieron perfectamente el gobierno francés y en México su legación; hasta había asegurado ésta a mis acreedores, en nombre de Francia, que se les pagaría por completo y había pasado notas muy fuertes al gobierno mexicano sobre el cumplimiento de mi contrato con él, hasta el punto de que el ultimátum de 1862 exigía la ejecución lisa y llana de los decretos.

Desde entonces he estado expuesto constantemente al odio del partido exaltado, que me arrojó a una prisión y me desterró en seguida confiscándome mis bienes.

El negocio quedó en tal estado, hasta que ocuparon a México los franceses. Bajo el imperio de Maximiliano y a instancias del gobierno francés, se ocuparon de nuevo del arreglo de mi negocio; en abril de 1863 logré, ayudado por agentes franceses, celebrar una transacción con el gobierno mexicano.

En la misma época falleció el señor duque de Morny, de modo que la protección ostensible que me había acordado el gobierno francés cesó completamente.

El ministerio francés de Hacienda permitió que se pagaran las primeras letras que me había dado sobre París el gobierno mexicano, para cubrir una parte de lo que se me debía; pero los agentes franceses en México se opusieron, según las instrucciones que habían recibido, a que se me entregaran las letras por valor de diez millones de francos, saldo de mi transacción, aunque yo había llenado perfectamente las condiciones y el gobierno mexicano estuviera dispuesto a pagarme, teniendo en París en aquella época más de treinta millones de francos.

Como el gobierno francés había declarado en las Cámaras, que se había opuesto al cumplimiento de este contrato y que se había aplicado a sí mismo lo que hubiera debido pagárseme, me vi obligado, como liquidador de mi casa y después de haber agotado los medios de conciliación, a promoverle un juicio ante el consejo de Estado; desgraciadamente este paso no ha producido ningún resultado, porque este tribunal acaba de declararse incompetente, según la indicación que me ha hecho en su defensa el ministro de Hacienda.

También era yo uno de aquellos a quienes se había acordado mayores indemnizaciones; la comisión mixta establecida en México me había reconocido la cantidad de seis millones de francos, que redujo a 500 mil poco más o menos.

He dirigido una instancia sobre la diferencia al ministro de Negocios Extranjeros, que no se ha dignado aún contestarme, mas espero de antemano que me conteste negativamente, como ha hecho el ministro de Hacienda respecto del negocio de los bonos.

Algunos acreedores, viendo que nada lograba del gobierno por mis reclamaciones principales, han embargado en la caja de depósitos y consignaciones lo que tengo que recibir de esos 500 mil francos, de suerte que sólo he podido disponer de una suma pequeña para las atenciones apremiantes de mi casa.

Arruinado completamente a consecuencia de la expedición, no teniendo ni pudiendo hacer más aquí, me veo precisado a volverme a México para dar cuenta de mis gestiones a mis acreedores.

A pesar de que nada he omitido para procurar cubrirles totalmente de lo que les debo, como no he podido lograrlo a consecuencia de circunstancias extraordinarias que no he podido evitar, no tomarán en consideración los enormes sacrificios que he hecho para conseguirlo y me tratarán sin ninguna consideración.

Querrán saber por qué en 1861 Mr. de Saligny, que era entonces ministro en México, les prometió en nombre de Francia que se les pagaría lo que mi casa les adeudaba y por qué en 1863 me retiró tan bruscamente el gobierno francés esta extraordinaria protección.

Aunque haya guardado hasta ahora el mayor secreto sobre el negocio a pesar de que se me haya excitado fuertemente a que lo publique, me veré obligado a defenderme para no verme arrojado a una prisión por deudas; me veo forzado a decir a mis acreedores lo que ha pasado, entregándoles todo lo que tengo de este negocio, que ellos reclamarían, además, como perteneciente a mi liquidación.

El gobierno mexicano quedará encantado al conocer a fondo este negocio, para arreglar su conducta ulterior con Francia.

Bien preveo el efecto que producirá en el público semejante confesión y el poco favor que hará al gobierno del emperador, sobre todo en las críticas circunstancias en que vivimos; mas no puedo evitarlo, a no ser que se me faciliten los medios de hacer una proposición a mis acreedores, impidiendo, por este medio, que exijan que les dé cuenta de mi liquidación.

Esto me sería tanto más fácil, cuanto que entre la propiedad que ha podido embargar al gobierno mexicano con motivo de la intervención de mis acreedores, que han reclamado como perteneciente a la liquidación de mi casa lo que es de su propiedad, posee ésta todavía minas y ferrerías que no ha podido explotar en los últimos tiempos, a causa de la penuria en que se encuentra; pero que, con fondos suficientes, dejarían buenas utilidades y podrían cubrir lo que debo, especialmente ahora que acaban de perfeccionarse en Alemania aparatos para concentrar el mineral, que permitirían reducir el más pobre, que abunda siempre, y obtener los beneficios que no habían podido dar antes con el sistema antiguo en uso todavía en México.

No dudando de que en el interés de usted por el emperador, tenga la complacencia de comunicarle estas observaciones, suplico a usted que acepte las seguridades de mi distinguida consideración.

[Juan] B. Jecker

 

 

Fuente:

Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.