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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1864 Carta de Narciso Mendoza a Juan N. Almonte

10 de Agosto de 1864

Señor general don Juan N. Almonte, gran mariscal de la Corte
y ministro de la Casa Imperial. México.

Mi respetable señor

Aunque sin ninguna de vuestra excelencia a qué referirme, tomo la pluma para recordarle que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos, que era el jefe de todas las fuerzas en 1812. Recordará vuestra excelencia que cuando fuimos atacados en Cuaucla [sic] de Amilpas, hoy Ciudad de Morelos, por el señor general Callejas, yo fui quien disparó el cañonazo que valió en gran parte para salir del apuro en que nos encontrábamos, habiendo yo sido herido en este mismo lugar por un dragón enemigo en el brazo izquierdo; y de allí resultó que por tan gloriosa herida se colocara una inscripción que decía “Calle de San Diego y valor de Narciso Mendoza”, por cuya acción fui hecho comandante del cañoncito llamado “El Niño” con la dotación de los Costeñitos que también estaba bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia. Este encargo desempeñé hasta que rompimos el sitio entre diez y once de la noche a la derecha del Calvario, donde estaba la mayor parte de la fuerza de mayor confianza del general Callejas, tomando el llano de Bárcenas rumbo de Anacaplisca [sic] y de allí anduvimos por varios puntos yéndonos para el sur. Tendrá vuestra excelencia presente que nunca desamparé las filas hasta la prisión de nuestro valiente general Morelos en Tesmalaca por el comandante don Matías Carranco que salió de Tepecuacuilco, el mismo que condujo a nuestro desgraciado general Morelos a México, habiéndonos hallado posteriormente dispersos en el expresado Tesmalaca. Después tuvimos que unirnos al general Guerrero que estaba al otro lado del río Mezcala de donde salimos para Jonacatlán en donde sostuvimos la causa hasta ver terminado nuestro feliz proyecto, hallándose en unión nuestra el general don Rómulo del Valle quien puede también dar razón a vuestra excelencia de mí y de mi conducta militar, así como de haber sido pasado por las armas mi desgraciado padre por los españoles en la salida del sitio referido.

Yo he estado por todo Yucatán y ahora poco en Tabasco, siempre sin cometer una defección siquiera, porque jamás he pertenecido al sistema vandálico de los que llaman liberales, por ellos estoy aquí pasando trabajos porque lo poco que había adquirido con mi trabajo personal trabajando fuegos artificiales lo dejé en Tabasco y sólo salí, como todos, con lo puesto por seguir las tropas imperiales. De ello son testigos los señores generales Vega don Manuel y don Eduardo G. Arévalo, los señores Espejo y Adalid, con quienes nos vinimos cuando evacuamos Tabasco.

Hoy he sabido, por el señor general Marín, que nuestro emperador hace una invitación a todos los honrados militares de esa venturosa época para que concurran a la celebridad de nuestra independencia a la capital del Imperio; pero aunque para mí sería el regocijo y placer mayor que pudiera apetecer en el mundo, pues concurriría a tener en esa gran capital la gloria de cooperar a la celebridad de lo que tanto trabajo y sangre nos costó ver realizado, me es por ahora del todo imposible por encontrarme sumamente anciano, cargado de familia y sin recursos como estamos la mayor parte de todos los que militamos en esa época por [la] que tanto suspiro.

Al dirigirme a vuestra excelencia no es otro mi objeto que hacerle presente que mi situación es bastante desgraciada y por lo mismo le suplico, por nuestra patria y cara independencia, vea si puede conseguir el que se me considere, y que consiga [que] se me den recursos para el transporte mío y de mi pobre esposa y familia para esa capital, porque quiero morir en mi suelo patrio con las insignias de un soldado que no tiene más que amor a las armas y lealtad a sus jefes y emperador.

Recordará vuestra excelencia que, cuando se dieron los ascensos por los señores generales Guerrero e Iturbide, fui nombrado coronel de artillería. También tendrá presente que la última vez que nos vimos en Tampico vuestra excelencia quería llevarme para los Estados Unidos y razones que no son del caso referir me hicieron no poder aceptar tan buena acogida como aquélla.

En fin, sin otra cosa más que referirle, tengo el honor de ponerme a sus órdenes como siempre, mandando lo que guste a este viejo coronel su subordinado y amigo que atentamente besa su mano.

Narsiso Mendoza