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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1863 Comunicado de Briche a Bazaine sobre contraguerrilla

13 de Octubre de 1863

Mi general:

Tengo el honor de contestar su carta. Confidencial del 1º de octubre, que no me ha llegado sino hasta el día 9 en la tarde.

Conforme a su carta, debía yo escribir al señor coronel Dupin para hacerle saber en concreto que usted me había encargado un trabajo sobre la revista histórica y descriptiva de la contraguerrilla. Escribí, pues, al señor coronel, que, deseando yo poner en limpio algunas notas sobre México, esperaba de su benevolencia; que se sirviese darme algunos detalles sobre la contraguerrilla que mandaba. Pero, el 12 del presente, recibí su respuesta expresada en los siguientes términos:

Mi querido coronel:

No sé de qué utilidad podrían serIe los datos que me pide. Muchas gentes están predispuestas contra mis soldados, y en particular varias oficiales de la Legión; por: tanto, no puedo -yo que amo a mis soldados- darIe yo mismo los informes que de mí solicita, porque ignoro, porque no sé en qué pudieran serIe útiles. De todos modos yo podría ser acusado de parcialidad y mis datos no serían para usted de ningún valor. Sírvase usted aceptar. " etc.

He debido, pues, mi general, interrogar sin aparentar conceder importancia, a campesinos y militares, y he aquí. Lo que he podido recoger:

La contraguerrilla del señor coronel Dupin está formada por la tropa del señor Stoeklin que es conocida con el nombre de Guardia Urbana. Desde el mes de abril, el señor coronel Dupin obtuvo del señor general en jefe que se aumentara esta tropa hasta quinientos hombres, con autorización de acrecentar sus cuadros, seleccionando gente del Regimiento Extranjero y aún de los otros cuerpos; pero un efectivo de quinientos hombres no se, ha alcanzado nunca, y hay datos para suponer que el número de jinetes es de ciento ochenta y el de infantes de ciento cincuenta. La Caballería cuenta con dos capitanes, dos tenientes y dos subtenientes. La Infantería está mandada por un capitán, un teniente y un subteniente. El capitán que manda la Caballería, señor Sudri, es un excabo o subteniente de Cazadores de a Pie; se le tiene por muy ignorante e incapaz de mandar; todo el mundo reconoce, por lo menos, que tiene valor. El señor Gineston, teniente de infantería de Marina, manda: la Infantería con el grado de capitán. Se habla poco de los otros oficiales, Con excepción del teniente de Infantería, que es un exsubteniente de zuavos y que, se dice, rehusó una vez marchar contra el enemigo si no se le aumentaban diez pesos de sueldo.

La contraguerrilla se compone principalmente de franceses, muchos de ellos soldados y algunos sargentos, licenciados ya en México; por 10 demás, ellos son lo mejor de la tropa. El resto se compone de desertores españoles (del ejército del general Prim), y de un pequeño número de mexicanos. Entre los franceses están incluidos algunos originarios de Luisiana que se han comprometido más bien por no morir de hambre que para guerrear.

Todos los hombres están armados. La Infantería con carabina y sable-bayoneta; estas armas les han sido proporcionadas por la Marina de Veracruz. La Caballería usa sable, pistola y fusil corto; estas armas pertenecen al gobierno francés. Los caballos y los arneses no son propiedad de los soldados: pertenecen al Estado.

La parte moral deja que desear. Urbi et Orbi, todo el mundo está de acuerdo en atribuir a esta tropa costumbres de pillaje, que no se han tratado de reprimir. He oído decir con frecuencia que si esta tropa se encontrase a una legua del enemigo y a dos leguas de una manada de bueyes y de caballos, no vacilaría en escoger estos últimos y siguiendo con los díceres: CotaxtIa y Tlalixcoyan no habrían tomado las armas sino después de una visita de la contraguerrilla y una multa de cien pesos impuesta a un tal Rojas (este último está actualmente en conferencias con el señor prefecto político de Córdoba, para rendirse).

Otra multa de setecientos pesos dícese que fue impuesta a un tal Arévalo, de Coscomatepec.

Dícese hasta que el convoy del ferrocarril no fue atacado, sino con el objeto de matar al jefe de la contraguerrilIa.

De todos estos rumores y de muchos otros, es preciso conceder su parte correspondiente a la exageración, al odio y a la envidia; una contraguerrilla es útil, muy útil, aun necesaria en la tierra caliente. Sería de desear que la conducta activa de la tropa se moralice, se discipline. Esto, creo, es una tarea, si no imposible, por lo menos muy difícil a causa de los hábitos ya contraídos; y es preciso añadir a esto la dificultad en el reclutamiento porque, desgraciadamente, no se puede desconocer que la contraguerrilla y la guerrilla tienen muchos elementos comunes.

Cualquiera que sea el sueldo que se dé a la contraguerrilla, éste no será nunca bastante alto para ahogar el deseo ardiente de llenar la bolsa de tales elementos.

Un jefe que tuviese la mano demasiado dura, provocaría su deserción; es, lo repito, mi general, una tarea difícil de cumplir el estar a la cabeza de una tropa con elementos tan heterogéneos y de tan distinta índole.

Su carta, mi general, me obliga a hacerle conocer toda mi manera de pensar; terminaré, pues, diciendo que esta clase de mando, cualquiera que sea la conducta del jefe, arroja sobre él algo de odioso: no debería estar sino en manos de un hombre extraño a Francia, o, por lo menos, que no perteneciese a los altos grados del ejército, y que en consecuencia, hubiera de estar bajo la vigilancia inmediata de los diferentes jefes militares sin que por ello, se le privara de cierta libertad de acción.

Perdone usted, mi general, que le exprese quizá muy francamente mi manera de pensar; pero me atrevo a creer que, desde cualquier punto de vista que usted considere las cosas, no verá en mi conducta más que un deseo bien sincero de cumplir sus instrucciones.

Sírvase creer, mi general, en los sentimientos bien respetuosos de su muy incondicional.

A. DE BRICHE (rúbrica),

Teniente coronel en el Regimiento extranjero.

Córdoba, 13 de octubre de 1863