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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1863 Discurso de Almonte y respuesta de Lares en la instalación de la Asamblea de 215 Notables que en unión con la Junta Superior, deberá decidir  la forma definitiva de Gobierno para México.

Julio 8 de 1863

“Señores:

En el cuarto periodo de nuestra existencia política se han reunido con frecuencia, en este mismo lugar, diferentes asambleas, buscando siempre un Código fundamental que, siendo la genuina expresión de las necesidades sociales y de los votos del pueblo, pudiese servir de fundamento de la paz y de fecundo principio al desarrollo de los bienes morales y materiales á que aspiran las naciones civilizadas. Múltiples y opuestas leyes constitucionales han sido promulgadas, y loS bienes que de todas ellas se esperaban y nos prometían, se han tornado en males que con el transcurso del tiempo han sido más acerbos y más profundos. Los errores que en las ciencias políticas y sociales engendran las desgracias de las naciones, y las ciegas pasiones de los partidos que consuman su ruina, han sido sin duda las causas de que, buscando constituciones, hayamos caminado de abismo en abismo, hasta llegar al borde de una completa disolución social. Vosotros, señores, sois llamados para que salvéis á la patria de este supremo mal, y para que decidáis definitivamente de sus destinos. Tan ardua como es vuestra misión, será grande la gloria que os resulte si la cumplís satisfactoriamente. El Universo entero está atento á vuestras solemnes deliberaciones; y la Nación, abrumada con tantas vicisitudes, y fatigada con tan duros y prolongados padecimientos, vuelve á vosotros los ojos, alentando la esperanza de que la salvéis del naufragio. ¡Grata y fundada esperanza! Jamás se había visto entre nosotros una asamblea tan numerosa y donde estuviesen mejor representados los intereses sociales, y donde las ciencias y las artes, la magistratura y la administración, la agricultura y la industria, la minería y el comercio, el clero y el ejército, tuvieran más dignos y eminentes intérpretes; ni nunca se había contado con que la voluntad nacional, expresada por vuestros votos, después que vuestra sabiduría, de acuerdo con la experiencia, haya determinado la forma de Gobierno, fuera amparada y sostenida por la primera nación del globo, cuyo poder sólo puede compararse con su propia magnanimidad.

La cuantía de la obra que vais á desempeñar, mejor que en la palabra, se pinta al natural y al alcance de nuestra vista en ese gran cuadro de desolación que ofrece todo nuestro territorio donde se ven hacinados, entre ríos de sangre, montones de ruinas y escombros, donde todo es caos en el que se agitan en confuso tropel, legislación y administración, principios é intereses, y donde están en pugna las pasiones y la sociedad entera. A vosotros toca reconstruir este edificio derrumbado, echando los fundamentos de un orden nuevo en el que se concilien la autoridad con la libertad, y la prosperidad con la justicia, para que disfrutemos de paz y unión y entremos al camino de la verdadera gloria."

Respuesta de D. Teodosio Lares:

“Excelentísimos Señores:
Señalado estaba en los eternos decretos de la Providencia el día en que, abandonando nuestros malos hábitos, y sobreponiéndonos á los miserables intereses de partido, se resolviese por fin la gravísima cuestión de las instituciones políticas que han de fijar para siempre los futuros destinos de nuestra patria. Y este día, esperado con tanta ansia y buscado con tanto afán, aparece hoy radiante, tras la prolongada noche de sangrientas disensiones, horribles estragos y espantosos infortunios. Los atentados funestos de la ambición que el plan de independencia, proclamado en Iguala, quiso precaver designando la dinastía europea que debía reinar en México, han sido atrozmente consumados, en el transcurso de nuestra trabajosa existencia social. Ni el lustre, ni el prestigio, ni el mérito incomparable del preclaro libertador de México pudieron dar valía ni subsistencia al arto 3°. De los Tratados de Córdoba que modificaron el plan de Iguala; y el famoso decreto de 19 de Mayo de 1822, que intentó crear una dinastía mexicana, fue borrado para siempre con la ilustre sangre del que había sido electo emperador. Desde aquel funesto suceso, una serie de errores y desgracias forman la historia de nuestras vicisitudes políticas. Seis veces, asambleas elegidas en diversas formas, se han reunido aquí, en busca de una nueva senda, olvidando la trazada por los padres de la independencia, y otras tantas no han hecho otra cosa que caminar extraviadas de precipicio en precipicio, hasta llegar, después de siete constituciones, actas, bases ó estatutos orgánicos al profundo abismo que abrió la octava Constitución de 1857. Aleccionadas con tan costosa experiencia, las personas llamadas á formar esta Asamblea general en la que las clases y los intereses todos de la sociedad se hallan representados, despreciando vanos los temores y haciéndose superiores á debilidades funestas, poniendo su confianza en Dios y bajo la protección magnánima y generosa de la Francia, deliberarán libre y concienzudamente acerca de las instituciones políticas que sean más convenientes á la naturaleza peculiar de nuestra sociedad y á sus exigencias especiales, y fijarán de una vez la forma de Gobierno para que, reviviendo el principio de autoridad, restituya el lustre á la religión, á las leyes el vigor, la unidad á la administración, la confianza á las familias, la paz y el orden á la sociedad; cierre la puerta á la ambición, ponga término á las revoluciones, y asegure el presente y para lo futuro la independencia y la felicidad de la Nación."