Karl Marx, Noviembre 12 de 1861 passim
Este día el Times publicó un artículo a su jocosa, caleidoscópica y humorística manera, acerca de la invasión del gobierno francés a la región Dappental y sobre la protesta de Suiza en contra de esta violación de su territorio. El oráculo de la "Printing House Square" recuerda cómo, en la época de la lucha más intensa entre los industriales y los terratenientes ingleses, se instruía a los niños que se empleaban en las fábricas, para que arrojaran agujas a las partes más débiles de la maquinaria y así se detuviera por completo el movimiento de la poderosa máquina. La maquinaria es Europa, el pequeño niño es Suiza, y la aguja que ésta arroja a la máquina suavemente manejada es: la invasión de su territorio por parte de Luís Napoleón. Esto es más bien, su clamor por la invasión. De tal modo la aguja se transforma de repente en el clamor provocado por el pinchazo de la misma, y la metáfora en engaño para el lector que esperaba realmente una metáfora.
El Times además se regocija con su descubrimiento de que la región de Dappental consta de un solo poblado llamado Cressoniéres. Concluye su breve artículo con una completa contradicción de lo dicho en el principio. ¿Por qué, exclama, hacer tanto escándalo acerca de esta bagatela Suiza, infinitamente pequeña, cuando todas las regiones de Europa estarán en llamas la próxima primavera? Uno no debe olvidar que hasta hace poco Europa era una máquina ordenada. Todo el artículo parece ser una tontería, pero aún así tiene su propio sentido.
Es evidente que en este asunto Suizo. Palmerston ha dado carta blanca a sus aliados al otro lado del Canal. La explicación de la declaración se encuentra en la noticia agria publicada por el Moniteur de que el 31 de octubre Inglaterra, Francia y España habían concluido un acuerdo sobre la intervención conjunta en México. El artículo del Times sobre la región del Dappental y la noticia del Moniteur sobre México, están tan relacionadas como separadas están el Cantón de Vaud de Veracruz.
Es creíble que Luís Bonaparte contara con la intervención en México entre sus muchas posibilidades, que constantemente tiene preparadas para la diversión del pueblo francés. Es seguro que España, cuyos éxitos baratos en Marruecos y en Santo Domingo se le han ido a la cabeza, sueñe con la restauración en México. Pero es indiscutible que el proyecto de Francia no estaba maduro aún y que tanto Francia como España se oponían a una cruzada en contra de México bajo el mando "inglés".
El 24 de septiembre, el Moniteur privado de Palmerston, el Morning Post, publicó los detalles de un acuerdo entre Inglaterra, Francia y España sobre la intervención con junta en México. Un día después. La Patrie, negó la existencia de tal acuerdo. El 27 de septiembre, el Times refutó a La Patrie sin mencionar su nombre. De acuerdo con el artículo del Times Lord Russel había "comunicado" al gobierno francés la decisión inglesa de intervenir, a lo que M. Thouvenel respondió que el Emperador de los franceses había llegado a una decisión similar. Ahora sólo le tocaba el turno a España. El gobierno español declaró, en un órgano semioficial, que se proponía intervenir, pero que de ninguna manera al lado de Inglaterra. Las desmentidas llovieron. El Times anunció categóricamente "que el Presidente de la Unión Americana había dado su total consentimiento a la expedición propuesta". Apenas había llegado la noticia al otro lado del Océano Atlántico, cuando los órganos del gobierno americano la señalaron como una mentira. Ya que el Presidente Lincoln era partidario y no opositor de México. De todo esto se desprende que el plan de intervención en su forma actual se originó en el gabinete de Sr. James.
No menos confusas y contradictorias que las declaraciones concernientes al origen del acuerdo, fueron las declaraciones acerca de sus objetivos. Un órgano de Palmerston, el Morning Post, anunció que México no era un estado organizado con un gobierno estable, sino simplemente una guarida de ladrones. Como tal sería tratado. La expedición tenía un solo objetivo: satisfacer a los acreedores del estado mexicano en Inglaterra. Francia y España. Para obtener este fin, las fuerzas militares combinadas ocuparían los principales puertos mexicanos, percibirían los derechos de importación y exportación de sus costas y retendrían esta "garantía material" hasta que todas sus reclamaciones de deudas se satisficieran.
El otro Palmerston. El Times, declaró, por lo contrario, que Inglaterra, gracias a su larga experiencia, se había vuelto "insensible ante los saqueos de México, país en bancarrota." No se trataba de los intereses privados de los acreedores, sino "que se esperaba que la mera presencia de un escuadrón combinado en el Golfo de México y la ocupación de ciertos puertos, sería suficiente para estimular al gobierno mexicano a nuevos esfuerzos hacia el mantenimiento de la paz interna y a obligar a los descontentos a una oposición más constitucional que el vandalismo".
De acuerdo con esto, pues, la expedición se llevaría a cabo con el propósito de apoyar al gobierno oficial de México. Al mismo tiempo, sin embargo, el Times indicó que "la Ciudad de México era suficientemente salubre, por si era necesario penetrar hasta allá".
Indiscutiblemente los medios más originales de fortalecer un gobierno consisten en obtener sus ingresos y territorios por la fuerza. Por otro lado, la mera ocupación de los puertos y la percepción de sus derechos pueden hacer que el gobierno mexicano establezca sus aduanas más hacia el interior del país. De esta manera los derechos de importación sobre artículos extranjeros y los derechos de exportación sobre sus artículos se duplicarían; la intervención de hecho satisfaría las reclamaciones de los acreedores europeos al implantar una extorsión sobre el mercado europeo mexicano. El gobierno mexicano sólo puede volverse solvente por consolidación interna y sólo puede consolidarse internamente en tanto su independencia sea respetada en el exterior.
Si los objetivos alegados de las expediciones son contradictorios, aún más se contradicen los presuntos medios para obtener dichos fines. Los propios órganos del gobierno inglés admiten que si se obtiene una u otra cosa por la intervención unilateral de Francia o Inglaterra o España todo se vuelve irrealizable por la intervención conjunta de estos estados.
Se recuerda que el partido liberal en México, bajo Juárez, Presidente oficial de la República controla actualmente a casi todos los puntos del país; que el partido Católico bajo el General Márquez ha sufrido derrota tras derrota y que la banda de ladrones organizada por dicho partido ha sido replegada en la Sierra de Querétaro y se ha vuelto dependiente de la alianza con Mejía, el jefe indio de allá. La última esperanza del partido Católico era la intervención española.
"El único punto", dice el Times. "en el que pudiera existir una posible división entre nosotros y nuestros aliados atañe al Gobierno de la República. Inglaterra desea dejarlo en manos del partido Liberal, mientras que Francia y España son sospechosas de su parcialidad por el recientemente depuesto gobierno eclesiástico. Sería extraño si Francia se volviera la protectora de sacerdotes y bandidos, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Así como en Italia los partidarios de Francisco II, en Roma, fueron equipados para su tarea de hacer ingobernable Nápoles, así también en México, los caminos, las calles de la capital están infestados de bandidos, a quienes el partido de la Iglesia tiene abiertamente por sus amigos".
Y es precisamente por esta razón, que Inglaterra fortalece al gobierno liberal al emprender una cruzada en contra de él, en alianza con Francia y España; busca suprimir la anarquía al abastecer al derrumbado partido clerical en sus últimos suspiros con tropas aliadas recién llegadas de Europa.
Las costas de México, pestilentes como son, excepto en invierno, pueden ser conservadas mediante la conquista del propio país. Pero un tercer órgano inglés, el Economist, declara que la conquista de México es imposible.
"Si se desea", dice este periódico, "enviar sobre él un príncipe inglés con un ejército británico, entonces se provocaría la ira feroz de los Estados Unidos. Los celos de Francia harían imposible una conquista de tal índole, y esta proposición sería rechazada unánimemente por el Parlamento inglés al momento de ser presentada. Por su parte Inglaterra no puede confiar a Francia el gobierno de México. De España, mejor ni hablar".
Por consiguiente, toda la expedición es un caos, cuya clave la da La Patrie en estas palabras: "El convenio reconoce la necesidad de instalar en México un gobierno fuerte, que pueda mantener la paz y el orden."
Se trata simplemente de reemplazar la Santa Alianza, con su principio de intervención, por los países europeos en los asuntos domésticos gubernamentales, de los estados de América, con una nueva Santa Alianza. El primer plan de este tipo lo planeó Chateaubriand para los Borbones de España y Francia, en tiempos de la Restauración. Fue frustrado por Canning y por Monroe Presidente de los Estados Unidos quien declaró que cualquier interferencia europea en los asuntos internos de los estados americanos sería ilegal. Desde entonces la Unión Americana ha sostenido constantemente la Doctrina Monroe como ley internacional. La Guerra Civil actual, sin embargo, creó la situación propicia para que las monarquías europeas establezcan un precedente de intervención y puedan expandirse posteriormente. Este es el verdadero objetivo de la intervención anglofrancoespañola. Su resultado inmediato sólo puede ser, y se intenta que así lo sea, la restauración de la anarquía que estaba tocando a su fin.
A pesar de los principios generales de derecho internacional, es de gran importancia para Europa, el hecho de que Inglaterra, a través de concesiones en la política continental, haya comprado el apoyo de Luís Bonaparte para la expedición mexicana.
LA INTERVENCIÓN EN MÉXICO (II)*
8 de noviembre de 1861
La proyectada intervención de México por parte de Inglaterra, Francia y España, en mi opinión, es una de las empresas más monstruosas que jamás se haya registrado en los anales de la historia internacional. Se trata de una idea típicamente palmerstoniana, que asombra a los no iniciados por la locura del propósito y la imbecilidad de los medios empleados, que parecen ser bastante incompatibles con la conocida capacidad del viejo maquinador.
Es probable que entre los muchos asuntos que, para divertir al público francés, está obligado Luís Bonaparte a mantener en el juego, pudiera figurar una expedición mexicana. Es seguro que a España, cuyo dirigente jamás estuvo fuerte, se le ha subido su reciente éxito barato en Marruecos y Santo Domingo, sueñe con una restauración en México; pero sin embargo, es seguro que al plan francés le faltaba mucho por madurar y que tanto Francia como España lucharon enérgicamente en contra de una expedición conjunta a México bajo la dirección inglesa.
El 24 de septiembre, el Moniteur privado de Palmerston, el Morning Post de Londres, publicó en primera plana con todo detalle, el plan para la intervención conjunta, de acuerdo con los términos de un listado que se acababa de concluir, según decía, entre Inglaterra, Francia y España. Esta declaración no había cruzado el Canal, cuando el gobierno francés, a través de las columnas de Patrie de París, la calificaba de falsa. El 27 de septiembre, el Times de Londres, el órgano nacional de Palmerston, fue el primero en romper su silencio sobre el esquema de un artículo de opinión que contradecía a la Patrio, sin mencionarla. El Times aseguró incluso, que Earl Russell había comunicado al gobierno francés la decisión adoptada por Inglaterra para intervenir en México, y que M. de Thouvenel respondía que el Emperador de los franceses había llegado a una conclusión similar. Ahora le tocaba su turno a España. Un periódico semioficial de Madrid, mientras afirmaba la intención de España de interferir en México, al mismo tiempo repudiaba la idea de una intervención conjunta con Inglaterra. Los dementis aún no se habían agotado. El Times afirmó categóricamente que el Presidente norteamericano había dado su pleno consentimiento para la expedición, Desde el momento que todos los periódicos norteamericanos conocieron el artículo del Times se dedicaron a contradecir su aseveración.
Por lo tanto es seguro y así lo ha admitido expresamente el Times, que la intervención conjunta en su forma actual es de hechura inglesa, o sea, palmerstoniana. España fue obligada a adherirse por presión de Francia; y Francia fue atraída por medio de concesiones que se le hicieron en el campo de la política europea. Sobre este respecto, es una coincidencia muy significativa que el Times del 6 de noviembre, en el mismo número en el que anuncia la conclusión en París de una convención para la interferencia conjunta en México, publique simultáneamente un editorial burlándose y tratando con exquisita contumelia la protesta de Suiza en contra de la reciente invasión de su territorio -la región del Dappental por una fuerza militar francesa. A cambio de su unión en la expedición mexicana. Luís Bonaparte había obtenido carta blanca para sus proyectadas intrusiones en Suiza. y probablemente en otras partes del continente europeo. Las transacciones sobre estos puntos entre Inglaterra y Francia se prolongaron durante todo septiembre y octubre.
En Inglaterra no hay quien desee una intervención en México, salvo los tenedores de bonos mexicanos, quienes, sin embargo, nunca pudieron vanagloriarse de poseer el más mínimo poder sobre la opinión nacional. De donde se explica la dificultad de hacer que el público aceptara el plan palmerstoniano. El siguiente medio era desconcertar al elefante inglés mediante declaraciones contradictorias, procedentes del mismo laboratorio, compuestas con los mismos materiales, pero variando la dosis administrada al animal.
El Morning Post, en su edición del 21 de septiembre anunció que no habría "guerra territorial en México", que el único punto en discusión eran las reclamaciones monetarias al erario mexicano; que "sería imposible tratar con México como un gobierno organizado y establecido"; y que consecuentemente "los principales puertos mexicanos serían temporalmente ocupados y recabados sus ingresos aduanales".
El Times del 27 de septiembre declaró, por lo contrario, que "por la deshonestidad, por el repudio, por el saqueo legal e irremediable a nuestros conciudadanos por obra de una comunidad en bancarrota, fuimos fortalecidos por una larga resistencia", y que consecuentemente, "el robo privado de los tenedores ingleses de bonos" era en el fondo el motivo, como el Post sostenía, de la intervención. Al mismo tiempo señalaba "en passant", que la Ciudad de México era suficientemente salubre, en caso de que fuera necesario penetrar hasta allá". El Times confiaba, no obstante, en que "la mera presencia de un escuadrón combinado en el Golfo y la ocupación de ciertos puertos, obligaría al gobierno mexicano a realizar "nuevos" esfuerzos para mantener la paz. y convencerían a los documentos de que debían concretarse a alguna forma de oposición más constitucional que el vandalismo". Si entonces, de acuerdo con el Post, había que iniciar la expedición debido a que "no existe gobierno en México", sólo se intentaba, de acuerdo con el Times, alentar y apoyar al gobierno mexicano "existente". ¡Sin duda!. La medida más rara jamás tomada para consolidar un gobierno, consiste en la ocupación de su territorio y la obtención de sus impuestos.
Una vez que el Times y el Morning Post dieron pie, John Bull fue transferido a los oráculos ministeriales menores que lo trabajaron sistemáticamente en el mismo estilo contradictorio durante cuatro semanas, hasta que la opinión pública se había compenetrado lo suficiente sobre la idea de una intervención conjunta en México, no obstante que se le mantuvo deliberadamente en la ignorancia de los objetivos de la intervención. Por fin. las transacciones con Francia fueron concluidas; el Moniteur anunció que la convención entre las tres potencias interventoras había concluido el 31 de octubre y el Journal de Débuts, uno de cuyos copropietarios se le designó para comandar uno de los buques del escuadrón francés, informó al mundo que no se intentaba ninguna conquista territorial permanente; que Veracruz y otros puntos en la costa se tomarían y que se había resuelto un avance hacia la capital, en caso de que las autoridades constituidas en México no satisficieran las demandas de la intervención; que, además, se instalaría un gobierno enérgico en la República.
Al Times que desde su primera declaración el 27 de septiembre parecía haberse olvidado de la existencia de México, le correspondía ahora dar un nuevo paso. Todos aquéllos que ignoraban la conexión con Palmerston y la introducción original del proyecto de éste en sus columnas. serían inducidos a considerar el editorial publicado hoy por el Times como la sátira más cortante y desalmada de toda la aventura. Comienza afirmando que "la expedición es muy notable"; más adelante dice que es muy curiosa). "Tres estados se combinan para obligar a un cuarto a conducirse bien no tanto por medio de la guerra, sino por la intervención autoritaria en pro del orden".
Intervención autoritaria en pro del orden! Éste viene siendo el lema literal de la Santa Alianza y en boca de Inglaterra, con su enaltecimiento del principio de no intervención, suena realmente de "modo muy notable". ¿Y por qué "el camino de la guerra. y de la declaración de guerra. y los demás preceptos de derecho internacional", han sido sustituidos por "una intervención autoritaria en pro del orden?" Porque, dice el Times, "no existe gobierno en México", ¿Y cuál es el propósito de la expedición? "Dirigir demandas a las autoridades constituidas de México”.
Los únicos agravios hechos por las potencias interventoras, las únicas causas que podían dar a su procedimiento hostil una mínima sombra de justificación, se resumen fácilmente. Ellas son las demandas monetarias de los tenedores de bonos y una serie de injurias personales a que han sido sometidos, se dice, súbditos de Inglaterra. Francia y España. Éstas también fueron las razones de la intervención que originalmente dio a conocer el: Morning Post; tal como lo confirmó oficialmente, hace algún tiempo, Lord John Russell en una entrevista con algunos representantes de los tenedores de bonos mexicanos en Inglaterra. El Times de hoy dice: "Inglaterra, Francia y España han concertado una expedición para hacer que México cumpla sus compromisos específicos y para proteger a los súbditos de las respectivas coronas”. Sin embargo, al proseguir el artículo, el Times cambia de sentido y afirma: "Obtendremos, sin duda, por lo menos el reconocimiento de nuestras reclamaciones pecuniarias; en realidad, una sola fragata inglesa pudo haber obtenido esa cantidad de satisfacción en cualquier momento. Debernos confiar también, que el más escandaloso de los atropellos será expiado por medios más inmediatos y substanciales; pero está claro que: si tan sólo esto hubiéramos deseado obtener, no necesitaríamos haber recurrido a tales extremos como los que actualmente se proponen”.
El Times, entonces, con tanto palabrerío, confiesa que las razones que originalmente se dieron para la expedición eran pretextos superficiales; que para el logro de las reparaciones no se necesitaban más que los actuales procedimientos: y que, en realidad "el reconocimiento de reclamos monetarios y la protección de súbditos europeos" en nada tienen que ver con la presente intervención conjunta en México. ¿Entonces cuáles son sus verdaderos objetivos?
Antes de proseguir con las demás explicaciones del Times, hacemos en passant, notar algunas otras "curiosidades" de las que ha tenido cuidado de no tocar. En primer lugar, es realmente "curioso" ver a España -justamente España de entre todos los demás países volverse adalid por la santidad de las deudas extranjeras. El Courrier des Dimanches del pasado lunes reclama al gobierno francés que mejore la oportunidad y obligue a España "al cumplimiento, eternamente aplazado, de sus viejos compromisos con los tenedores de bonos franceses".
La segunda "curiosidad" más grande, es que el mismo Palmerston quien. de acuerdo con la reciente declaración de Lord John Russell, está por invadir México para obligar a que este gobierno pague a los tenedores de bonos ingleses, es quien, voluntariamente, y a pesar del gobierno mexicano, "sacrificó" los derechos del tratado de Inglaterra y la seguridad hipotecada que México debía a sus acreedores ingleses.
Mediante el tratado concluido con Inglaterra en 1826, México se comprometía a no permitir el establecimiento de la esclavitud en ninguno de sus territorios que constituyeran su imperio. Mediante otra cláusula del mismo tratado, ofrecía a Inglaterra como garantía por los préstamos obtenidos por capitalistas ingleses la hipoteca de 45.000,000 de acres de terrenos públicos en Texas. Fue Palmerston quien, diez o doce años después, interfirió como mediador en favor de Texas y en contra de México. En el tratado que entonces concertó con Texas, sacrificó no sólo la "causa antiesclavista" sino también la hipoteca sobre las tierras públicas, por lo tanto robándole a los tenedores de bonos ingleses la garantía. El gobierno mexicano protestó en ese tiempo, pero mientras tanto, el Secretario John C. Calhoun un poco después, pudo permitirse el gesto de informar al gabinete de St. James que su deseo de "ver que la esclavitud abolida en Texas" se realizaría mejor anexando Texas a los Estados Unidos. Los tenedores ingleses de bonos perdieron de hecho todo derecho de reclamar a México, por el sacrificio voluntario por parte de Palmerston la hipoteca que el tratado de 1826 les había concedido.
Pero, ya que el Times londinense aduce que la actual intervención no tiene nada que ver con los reclamos monetarios o con los ultrajes personales, ¿Cuál es entonces su real o presunto objetivo?
"Una intervención autoritaria en pro del orden”. Inglaterra Francia y España, al proyectar una nueva Santa Alianza y al tratar de constituirse ellas mismas en un conjunto armado para restaurar el orden en todo el inundo. "México", dice el Times. "debe ser rescatado de la anarquía", y ponerlo en el camino del autogobierno y de la paz. Los invasores "deben instituir un gobierno fuerte y estable", y ese gobierno debe extraerse de "algún partido mexicano".
Ahora bien, ¿alguien se puede imaginar que Palmerston y su vocero el Times, verdaderamente consideran la intervención conjunta como un medio para obtener el fin propuesto: la extinción de la anarquía y el establecimiento en México de un gobierno fuerte y estable? Muy lejos de sostener un credo tan utópico, el Times declara expresamente en su editorial del 27 de septiembre: "El único punto sobre el cual pudiera existir una diferencia entre nosotros y nuestros aliados es respecto al gobierno de la República. A Inglaterra le complacería dejarlo en manos del Partido Liberal, que actualmente está en el poder, mientras que Francia y España son sospechosos de parcialidad a favor del gobierno eclesiástico, recientemente depuesto... Sería extraño, en verdad, que Francia se hiciera, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, protectora de sacerdotes y bandidos." En su artículo de hoy el Times continúa su razonamiento en la misma dirección y resume sus escrúpulos en la siguiente opinión: "Es difícil suponer que las potencias interventoras pudieran coincidir en la absoluta preferencia por uno de los dos partidos en los cuales está dividido México e igualmente difícil imaginar que se encontrará un compromiso entre enemigos tan acérrimos."
Palmerston y el Times, por lo tanto, son plenamente conscientes de que "existe un gobierno en México"; que el Partido Liberal, ostensiblemente favorecido por Inglaterra. "está actualmente en el poder"; y que la "dominación eclesiástica ha sido depuesta"; que la intervención española era la última esperanza de los sacerdotes y bandidos; y finalmente, que la anarquía mexicana estaba en vías de extinción. Ellos saben pues, que la intervención conjunta, sin otro fin declarado, salvo el de rescatar a México de la anarquía, producirá precisamente el efecto opuesto, debilitará al gobierno constitucional, fortalecerá al partido clerical mediante el abastecimiento de bayonetas francesas y españolas, reavivará las brasas de la guerra civil, y en lugar de extinguirla, restaurará la anarquía al máximo.
La inferencia que el propio Times extrae de esas premisas es realmente "sorprendente" y "curiosa". "Aunque", asegura, "que las consideraciones pueden inducirnos a considerar con ansiedad los resultados de la expedición, ellos no están en contra de la conveniencia de la misma expedición”.
Consecuentemente, no se pronuncian en contra de la utilidad de la misma expedición y a que ésta está en contra del único propósito ostensible. No se pronuncian contra los medios que obstaculizan su propio fin declarado.
Pero aún mantengo "in petto" la mayor "curiosidad" señalada por el Times. El periódico afirma que "si el Presidente Lincoln acepta la invitación prevista en el convenio de participar en las operaciones que se avecinan, el carácter del asunto se volvería aún más curioso".
Sería, por cierto, el colmo de las "curiosidades" que los Estados Unidos, que viven en amistad con México, se asociaran con los europeos, traficantes del orden. y. al participar en sus actos, sancionaran la interferencia del armado conjunto europeo en los asuntos internos de los estados americanos. El primer proyecto de tal trasplante de la Santa Alianza al otro lado del Atlántico fue, durante la Restauración, planeado por Chateaubriand para los Borbones franceses y españoles. El intento fue burlado por un ministro inglés, Mr. Canning y un Presidente americano, Mr. Monroe. A Palmerston le pareció que la actual convulsión de los Estados Unidos sería el momento oportuno para adoptar el viejo proyecto en forma modificada. Ya que los Estados Unidos, por el momento, no deben permitir ninguna complicación extranjera que interfiera con su guerra en pro de la Unión, todo lo que pueden hacer es "protestar". Sus mejores partidarios en Europa esperan que proteste, y por lo tanto, que repudie firmemente ante los ojos del mundo- cualquier complicidad con uno de los intentos más nefastos.
La expedición militar de Palmerston, llevada a cabo por una coalición con otras dos potencias europeas, se inicia durante el receso y sin la sanción y en contra de la voluntad del Parlamento Británico. La primera guerra extraparlamentaria de Palmerston fue la guerra de Afganistán, suavizada y justificada por la producción de documentos falsos. Otra guerra de "ese tipo" fue la guerra Persa de 1857-1858. Palmerston la defendió en ese entonces, con el argumento de que "el principio de la sanción previa de la Cámara no era aplicable a las guerras "americanas". Con el control de las guerras extranjeras, el Parlamento perderá todo el control sobre la hacienda pública y el gobierno Parlamentario se volverá una mera farsa,
EL EMBROLLO MEXICANO*
* Publicado en el New York Daily Tribune del 10 de marzo de 1862.
15 de febrero de 1862
La publicación parlamentaria sobre la intervención en México, recientemente editada, contiene la más condenatoria exposición de la diplomacia inglesa moderna con todo su sesgo hipócrita, ferocidad en contra del débil, arrastre frente a los fuertes, y una total despreocupación por el derecho internacional. Debo reservar para otro artículo la tarea de dar a conocer, mediante un detallado análisis de los despachos intercambiados entre Downing Street y los representantes ingleses en México, la irrefutable prueba de que el presente embrollo es de origen inglés, que Inglaterra tomó la iniciativa en producir la intervención y lo hizo mediante pretextos demasiado ligeros y auto contradictorios para cubrir aún los verdaderos, pero no declarados, motivos de su proceder. La infamia de los medios empleados para iniciar la intervención mexicana sólo es superada por la vieja imbecilidad por la que el gobierno inglés pretende sorprenderse y escabullirse de la ejecución del nefasto intento planeado por ellos. Es la última parte del asunto la que me propongo tratar.
El 13 de diciembre de 1861 el señor Istúriz, embajador español en Londres envió a John Russell una nota que incluía las instrucciones enviadas por el capitán general de Cuba a los comandantes españoles, que estaban a la cabeza de la expedición a México. John Russell guardó la nota y permaneció en silencio. El 23 de diciembre, el señor Istúriz le envió una nueva nota, prometiendo explicar las razones que indujeron a la expedición española a partir de Cuba antes del arribo de las fuerzas inglesas y francesas. Nuevamente, John Russell guarda la nota y persiste en su actitud taciturna. El señor Istúriz, ansioso de averiguar si ese prolongado silencio, tan raro en el prolijo miembro de la casa de Bedford significa un posible perjuicio, solicita una entrevista personal, que se le concede y se lleva a cabo el 7 de enero. En ese momento John Russell ya hacía más de un mes que tenía conocimiento de la apertura unilateral de operaciones en contra de México por parte de España. Casi un mes había pasado desde que el señor Istúriz le informara oficialmente de este acontecimiento. Con todo eso, en su entrevista personal con el embajador español. John Russell no demuestra el más mínimo disgusto o sorpresa "por los pasos precipitados tomados por el General Serrano", ni sus palabras dejan al señor Istúriz la más mínima impresión de que no todo estaba correcto y que los procedimientos españoles no estaban totalmente aprobados por el gobierno inglés. El orgullo castellano del señor Istúriz horra. por supuesto, cualquier noción de que España está siendo utilizada por sus poderosos aliados y usada como una mera garra de gato. Pero el periodo de sesiones del parlamento se acercaba y John Russell tenía que redactar una serie de informes, especialmente intencionados. no en cuanto a negocios internacionales, sino en cuanto a interés parlamentario. En efecto, el 16 de enero, envía un mensaje inquiriendo, en tono algo colerizado, acerca de la iniciativa unilateral emprendida por España. Las dudas y los escrúpulos que por más de un mes habían permanecido en su silencio, y que ni siquiera dieron síntomas de existencia, el 7 de enero, durante su entrevista personal con el señor Istúriz, inquietaban el sueño placentero de ese confidente e insospechable estadista. El señor Istúriz se siente fulminado, y en su respuesta, fechada el 18 de enero, le recuerda irónicamente a Su Excelencia sobre las oportunidades desperdiciadas para darle rienda suelta a su póstuma ira. En realidad, Istúriz paga a su Excelencia con su propia moneda, adoptando en su justificación de la iniciativa adoptada por España, el mismo aire de ingenuidad que Lord John Russell utilizó en su requerimiento de una explicación. "El Capitán General de Cuba", dice el señor Istúriz, "salió demasiado temprano por temor a llegar demasiado tarde a Veracruz". "Además", y aquí refuta a Lord John. "la expedición estaba lista desde hacía tiempo en todos los puntos", a pesar de que el Capitán General, hasta mediados de diciembre. "desconocía los detalles del tratado y el punto señalado para la reunión de los escuadrones". Ahora bien, el tratado no fue concluido antes del 20 de noviembre. Si entonces, el Capitán General tenía su expedición "lista desde hacía tiempo en todos los puntos antes de mediados de diciembre", las órdenes que originalmente se le enviaron de Europa para iniciar la operación no habían esperado el tratado. En otras palabras, el acuerdo original entre las tres potencias, y los pasos tomados en su ejecución, no esperaron el resultado del tratado, y diferían en sus "detalles" de las cláusulas de aquél, las cuales desde el principio, se intencionaban no como una norma de acción, sino sólo como fórmulas decentes, necesarias para conciliar la opinión pública al nefasto proyecto. El 23 de enero. John Russell responde al señor Istúriz en una nota bastante agria, haciéndole saber que "el gobierno inglés no estaba totalmente satisfecho con la explicación otorgada", pero que al mismo tiempo no cree que España sea capaz de actuar en los dientes de Inglaterra y Francia. Lord John Russell, que durante todo un mes estuvo somnoliento e inactivo.,de súbito se vuelve vivaz y despierto, al aproximarse rápidamente el periodo de sesiones parlamentarias. No hay tiempo que perder. El 17 de enero sostiene una entrevista personal con el Conde Flahault, el embajador francés en Londres. Este le hace saber las malas noticias acerca de que su patrón considera necesario "enviar una fuerza adicional a México"; que España, por su precipitada iniciativa, había echado a perder el asunto; que "los aliados ahora debían avanzar hacia el interior de México, y que no sólo las fuerzas acordadas ahora probarían ser insuficientes para la operación, sino que la propia operación asumiría una perspectiva con relación a la cual Luís Bonaparte no permitiría que las fuerzas francesas estuvieran en una posición de inferioridad con respecto a las de España, o correr el riesgo de comprometerse". Ahora bien, la argumentación de Flahualt era cosa menos convincente. Si España había infringido la convención, una sola nota a Madrid, proveniente del cuartel de St. Tours y de las Tullerías hubiera sido suficiente para advertirla de sus ridículas pretensiones y encausarla a la modesta participación que la convención le había impuesto. Pero no. Debido a que España había roto la convención -una división meramente formal y de ninguna consecuencia ya que su apresurado arribo a Veracruz no cambió en nada el objetivo y propósitos profesados de la expedición pues España había osado anclar en Veracruz, en ausencia de las fuerzas inglesas y francesas, no quedaba otro camino abierto para Francia que seguir el ejemplo de España, quebrantar la convención y aumentar, no sólo su fuerzas expedicionarias, sino cambiar el carácter de la operación. Por supuesto, no se necesitaba pretexto para que las potencias aliadas emprendieran el crimen. y desde el principio de la expedición, desdeñar los pretextos y propósitos por los cuales se emprendió. Consecuentemente, John Russell, aunque "lamenta el paso" dado por Francia, en su comunicado al Conde Flahault "no pone ninguna objeción de parte del gobierno de su Majestad a la validez" del "argumento" francés. En un mensaje fechado el 20 de enero, envía a Earl Cowley, el embajador inglés en París, la narración de su entrevista con el Conde Flahault, un día antes, el 19 de enero, había escrito un mensaje a Sir F. Crampton, el embajador inglés en Madrid, siendo ese mensaje una curiosa mezcla de canto hipócrita, dirigida al Parlamento inglés y de astutas insinuaciones a la Corte de Madrid en cuanto al valor intrínseco del lenguaje liberal tan libremente usado. "Los procedimientos del Mariscal Serrano", dice él. "se calculan que producirán cierta inquietud", no sólo debido a la salida precipitada de la expedición española de La Habana. Si no también al "tono de las proclamaciones emitidas por el gobierno español". Pero, simultáneamente el "bon homme" sugiere a la corte de Madrid una plausible excusa por su aparente rompimiento con la convención. El está totalmente convencido de que la Corte de Madrid no intenta ningún daño; pero, entonces los comandantes, apostados lejos de Europa. Algunas veces son "imprudentes" y requieren que "se les vigile de cerca". Por lo tanto, el buen hombre Russell ofrece voluntariamente sus servicios, para poder vertir la responsabilidad de la Corte de Madrid sobre las espaldas de los indiscretos comandantes españoles que "están lejos" y aún fuera del alcance de los sermones del propio Russell. No menos curiosa es la otra parte del mensaje. Las fuerzas aliadas no deben despojar a los mexicanos de su derecho "de escoger su propio gobierno", insinuando que no existe gobierno en México; y que por lo tanto los mexicanos deben escoger no sólo nuevos gobernantes, sino "una nueva forma de gobierno", bajo los auspicios de los invasores aliados. La "constitución de un nuevo gobierno complacería al gobierno inglés; pero, por supuesto, las fuerzas militares de los invasores no deben falsificar el sufragio general al que intentan llamar a los mexicanos para la instalación de un nuevo gobierno. Descansa, por lo tanto, en los comandantes de la invasión armada juzgar qué forma de nuevo gobierno es o no repugnante al sentir de México". En todo caso, el buen hombre Russell se lava las manos inocentemente. Envía dragones extranjeros a México, para que allí obliguen al pueblo a "escoger" un nuevo gobierno; pero desea que los dragones lo hagan suavemente, y examinen los sentimientos políticos del país que invaden. ¿Es necesario detenerse un momento sobre esta fuerza transparente? Lean ustedes, al margen del con texto de los despachos del buen Russell, el Times y el Morning Post de octubre, seis semanas antes de la conclusión del acuerdo ficticio del 30 de noviembre y verán que el gobierno inglés trata de predecir los mismos eventos desfavorables, que Russell aparenta descubrir hasta fines de enero, y para explicar el por qué de la "precipitación" de algunos embajadores españoles, estacionados lejos de Europa.
La segunda parte de la farsa que Russell tuvo que jugar, fue poner en el tapete al Archiduque Maximiliano de Austria como rey mexicano, sostenido "in petto" por Inglaterra y Francia.
El 24 de enero, cerca de diez días antes de la apertura del Parlamento, Lord Cowley escribe a Lord Russell que no sólo los chismorreos parisienses se ocupan del Archiduque, sino que los mismos oficiales que iban con los refuerzos a México, aseveran que la expedición tiene como finalidad hacer rey de México al Archiduque Maximiliano. Cowley piensa que es necesario interpelar a Thouvenel sobre el delicado asunto. Thouvenel le responde, que no fue el gobierno francés, sino los emisarios mexicanos, "quienes con ese propósito, fueron a Viena" y apuntaron tales negociaciones con el gobierno austriaco.
Por último ustedes esperan que el insospechable John Russell, quien apenas hace cinco días, en su despacho a Madrid, había insistido en los términos del convenio, quien incluso más tarde, en su discurso real del 6 de febrero, anunció "la reparación" de los errores cometidos por súbditos europeos como el exclusivo motivo y propósito de la intervención. Ustedes esperan que él se encienda en cólera ante la idea de que a consecuencia de su con fianza se le haya hecho semejante jugada. Nada de eso. El buen Russell acepta el chisme de Cowley el 26 de enero y al día siguiente se apresura a escribir un despacho, en el que ofrece voluntariamente su patrocinio a la candidatura del Archiduque Maximiliano, para el trono mexicano.
Informa a Sir C. Wyke, su representante en México, que las tropas francesas y españolas marcharán "de inmediato" a la Ciudad de México; y "se dice" que el Archiduque Maximiliano es el ídolo del pueblo mexicano, si tal es el caso. "no hay nada en la convención que evite su advenimiento al trono de México".
Hay dos cosas notables en estas revelaciones diplomáticas: primero, la manera como España es burlada; y segundo, cómo a Russell nunca se le ocurrió que él no podía hacer la guerra a México sin declararla previamente y que no podía formar una coalición para esa guerra con potencias extranjeras, excepto sobre la base del tratado que une a todas las partes. Y tal es la gente que nos ha hartado durante dos meses, con su relato hipócrita sobre el carácter sagrado y respetable de las estrictas normas de derecho internacional.
UN "AFFAIRE MIRES" INTERNACIONAL*
28 de abril de 1862.
Un tema principal en los círculos diplomáticos locales es la irrupción de Francia en México. Se tiene por un enigma el hecho de que Luís Bonaparte haya aumentado el número de las tropas expedicionarias en el instante en que prometía reducirlas, y que quisiera seguir adelante cuando Inglaterra se retiraba. Es bien sabido que el ímpetu de la expedición mexicana provino del gobierno de Sr. James y no de Tuilleries. Se sabe igualmente, que a Luís Bonaparte le agrada llevar a cabo todas sus empresas, pero particularmente las aventuras transoceánicas, bajo el escudo inglés. Como es del dominio público, el imperio restaurado aún no ha copiado el truco de su original; acuartelar a los ejércitos franceses en las capitales de la Europa moderna. Por otra parte, como último recurso ("pis aller") las ha dirigido a las capitales de la vieja Europa, a Constantinopla, a Atenas y a Roma y aún hasta Pekin para negociar. ¿Había que perderse el efecto teatral de urca gira a la capital azteca y la oportunidad de una recolección arqueológica militar "á la montauban"? Pero si considera sólo el presente estado de las finanzas francesas y los futuros y serios conflictos con los Estados Unidos e Inglaterra, a los que puede llegar el avance de Luís Bonaparte a México, uno se inclina a rechazar sin mayor dificultad, la siguiente interpretación de sus procedimientos, que son favorecidos por varios periódicos ingleses.
Durante la convención del 17 de junio de 1861, cuando las reclamaciones de los acreedores ingleses estaban por arreglarse, pero los plenipotenciarios ingleses demandaban al mismo tiempo un examen de la lista completa de las deudas o transgresiones mexicanas, el ministro mexicano de Relaciones Exteriores estableció la deuda con Francia en 200.000.00 dólares, o sea la bagatela de 40,000.00 libras esterlinas. La cuenta que ahora se reclama por Francia, por otra parte, de ninguna manera se confina a estos modestos límites.
Bajo la administración católica de Zuloaga y Miramón una emisión de bonos estatales mexicanos por la cantidad de 11,000.000.00 de dólares se contrató por medio de la empresa bancaria Suiza de J. B. Jecker & Co. La suma total obtenida por la primera emisión de estos bonos llegó sólo al 5% del valor nominal, o sea, 700,000.00 dólares. La suma total de los bonos emitidos muy pronto cayó en manos de prominentes franceses, entre ellos los parientes del Emperador y compañeros operadores de la "alta política". La empresa Jacker & Co. permitió que estos señores obtuvieran estos bonos a un precio inferior del precio nominal original.
Miramón contrajo esta deuda en el momento en que se hallaba en posesión de la capital. Más tarde, cuando había descendido al simple papel de jefe de guerrillas, emitió nuevamente, a través del así llamado ministro de finanzas, el señor Peza y Peza, títulos de deuda pública por un valor nominal de 38,000,000.00 de dólares. Una vez más, fue la empresa Jecker & Co., la que negoció la emisión, pero esta vez limitó sus alcances a la modesta suma de cerca de 500,000.00 dólares, o sea del 1 al 2% sobre el dólar. Una vez más los banqueros suizos supieron cómo deshacerse de su propiedad mexicana, tan pronto como les fue posible y de nuevo los bonos cayeron en manos de los "prominentes" franceses, entre los que se contaban algunos de los parroquianos de la Corte Imperial, cuyos nombres vivirán en los anales de las bolsas europeas de valores por tanto tiempo como el "Affaire Mirés".
Por lo cual sobre esta deuda de 52,000.000.00 de dólares, de la cual ni siquiera se habían adelantado 4.200,000.00, la administración del Presidente Juárez se niega en reconocer: por un lado, porque él no sabe nada acerca de ella y por otro, porque los señores Miramón, Zuloaga y Peza y Peza, no poseían autoridad constitucional para la contratación de tal deuda pública. Los mencionados franceses "prominentes", sin embargo, sabían cómo dar a conocer la opinión opuesta en el lugar y momento decisivo. Lord Palmerston por su parte, fue informado oportunamente por algunos miembros del Parlamento, de que todo el asunto se encaminaría a interpelaciones altamente adversas en la Cámara Baja. Entre otras cosas, lo que debía temerse era la cuestión de que si el poderío terrestre y naval inglés podría utilizarse para apoyar a ciertos políticos. "Rouge et Noir" del otro lado del Canal. Palmerston, por lo tanto, convocó urgentemente a la Conferencia de Orizaba, para retirarse de un negocio que corría el riesgo de degenerar en un "Affaire Mirés" Internacional.
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