Enero 25 de 1861
Al establecerse de nuevo el Supremo Gobierno en la Capital de la República, uno de sus primeros actos fue disponer que saliesen de ella los Sres. don Joaquín Francisco Pacheco, don Felipe Neri del Barrio y don Luis Clementi, Arzobispo de Damasco.
Respecto del Sr. Pacheco, se tuvo por razón para despedirlo el hecho manifiesto de que, al entrar a la República dicho señor por el puerto de Veracruz donde se hallaba el Gobierno legítimo, dicho señor, lejos de dar a conocer su carácter público y de mantenerse en debida neutralidad, vistas las circunstancias del país que no podían ocultársele, se dirigió a esta Capital donde a la vez no existía propiamente un Gobierno, hasta que vuelto a ella don Miguel Miramón y repuesto de un modo extraño en la Presidencia del Gobierno revolucionario, el Sr. Pacheco se apresuró a presentarse como Embajador de España, reconociendo al mismo Miramón, precisamente en los momentos en que, derrotado en Silao, no quedaba de su poder más que una sombra que, merced al apoyo que le prestaba el mismo Pacheco con su reconocimiento, pudo prolongarse por unos días más, en los cuales la facción rebelde tuvo tiempo de dar nuevos escándalos y comprometer con ellos la paz y el decoro del país.
La opinión pública, por otra parte, repugnaba la presencia del Sr. Pacheco y el Supremo Gobierno tuvo necesidad de atenderla, puesto que ella lo señalaba como a una de las personas cuya influencia favorecía visiblemente a la reacción.
En cuanto al Sr. Neri del Barrio, eran de pública notoriedad sus actos en favor del llamado Gobierno reaccionario: mediaban para él casi las mismas razones que se tuvieron presentes al despedir al Sr. Pacheco y, en consecuencia, su salida del país era una necesidad.
El Sr. don Luis Clementi, Arzobispo de Damasco, no tenía para el Gobierno ningún carácter diplomático y, manifiesto como es, el participio grande que ha tenido el clero en la contienda que felizmente ha terminado, era también de justicia y conveniencia pública el hacerlo salir del país.
Tales han sido las causales de esas medidas puramente personales, que no pueden afectar en ningún modo las buenas relaciones que México ha mantenido con las potencias amigas. El Gobierno Constitucional, que dirige todos sus esfuerzos al afianzamiento de la paz y que estima y respeta a la España, a Guatemala y a la Santa Sede, lo mismo que a las demás Naciones, con las que se haya ligado por tratados solemnes, no perdonará medio alguno para mantener con todas la mejor armonía y aumentar y estrechar sus relaciones, haciéndoles a todos estricta justicia, a fin de no comprometer la dignidad y decoro de la República.
Al decirlo a V. E. para su conocimiento y el de los habitantes del Estado que dignamente rige, debo recomendar a V. E. de un modo especial, se guarden a todos los extranjeros las consideraciones y garantías que el derecho de gentes y los tratados les conceden; que se les dé la protección que exigen nuestras leyes y la ilustración y la causa que se sostiene demandan muy particularmente, a los súbditos españoles y ciudadanos de Guatemala, en testimonio de que el Supremo Gobierno se halla muy distante de considerar al acto de despedida de los mencionados Sres. Pacheco, Barrio y Clementi, de otra manera que como cuestión del todo personal.
Me es grato, con tal motivo, renovar a V. E. las seguridades de mi aprecio y consideración.
Dios, Libertad y Reforma. México, enero 25 de 1861.
(Francisco) Zarco
Presidencia de la República. Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia. México. Editorial Libros de México, S. A. 1972. Vol. 4, pp. 270-271.
Informe de Matías Romero sobre la repercusión que tuvo en Washington la expulsión de Pacheco, Barrio y Clementi.
Washington, febrero 6 de 1861.
Excmo. señor Ministro de Relaciones Exteriores. México. Excmo. señor:
A mi regreso a esta ciudad del viaje que por orden del Supremo Gobierno hice al oeste de este país, recibí la nota de ese Ministerio, fecha 15 de enero próximo pasado, en la que V. E. expone los motivos que decidieron al Excmo. señor Presidente a ordenar la salida de la República de los Sres. don Joaquín Francisco Pacheco, don Felipe Neri del Barrio y don Luis Clementi, Arzobispo de Damasco y Nuncio de Su Santidad.
Cumpliendo con las prevenciones que contiene la citada comunicación de V. E., puse la nota que en copia remito a V. E. marcada con el número uno, dirigida al honorable Secretario de Estado de los Estados Unidos. Me pareció conveniente entregarle mi nota personalmente para hacerle algunas explicaciones más y así lo verifiqué el lunes 4 del actual. Le manifesté la necesidad en que el Supremo Gobierno se había visto por conservar la tranquilidad pública, de tomar esas medidas contra personas que habían salido de su país como representantes de sus Gobiernos, insistiendo muy particularmente en la circunstancia de que ante el Supremo Gobierno no tenían carácter ninguno y de que por haber tomado una parte activa en sostener la guerra civil habían perdido todos los derechos que pudieran tener a que se les tratara con las atenciones debidas a extranjeros distinguidos que han sido honrados por sus Gobiernos con importantes comisiones. El honorable Sr. Black oyó con aprobación, al parecer, lo que precede y me dijo en seguida que sabíamos cuán grande era el interés que los Estados Unidos tomaban por la suerte de México y que procurarían auxiliarlo en todas las dificultades que en lo sucesivo se le presentaran, como lo habían auxiliado hasta aquí, aunque indirectamente, a restablecer la paz y el imperio de la ley. Me dijo que esto sería durante el corto tiempo que la presente administración estuviera en el poder; pero que seguramente la próxima seguiría la misma conducta por ser éste un punto de política nacional que no pueden afectar las diferencias de los partidos.
Como esta vez fue la primera en que vi al señor Secretario de Estado después de recibidas en este país las noticias del término de la guerra civil en la República, creí debido expresarle el reconocimiento que México debe sentir hacia los Estados Unidos por los buenos oficios que le prestaren en una época de prueba, contribuyendo con su influencia moral a evitar algunas dificultades al Gobierno Constitucional de la República. Le supliqué también que mientras veía yo a S. E. el Presidente para manifestarle personalmente estos mismos sentimientos, me hiciera el favor de expresárselos de mi parte. Concluí expresándole mi satisfacción de que los resultados hayan venido a justificar de una manera tan completa la sabiduría y conveniencia de la política que Mr. Buchanan siguió respecto de los negocios de México, desde que reconoció como Gobierno de la República al Constitucional residente en Veracruz.
A los representantes de las Naciones amigas de México residentes en esta Capital, les remití copia de la mencionada nota de V. E., acompañada de un oficio de remisión, del que remito copia bajo el número dos. A los Ministros de Inglaterra, Francia, España, Prusia y Guatemala quise entregarles personalmente las expresadas notas y así le hice con todos, menos con el último, por residir actualmente en Brooklyn, adonde se la envié. He circulado aquí la misma nota a los representantes de Cerdeña, Bélgica, los Países Bajos y las ciudades Anseáticas. Hasta ahora no he recibido ninguna contestación. En nota separada enviaré a V. E. copia de las que me viniesen después.
En las entrevistas que tuve con los señores representantes de Inglaterra, Francia, España y Prusia, ocurrieron algunos incidentes dignos de que lleguen al conocimiento del Supremo Gobierno y de los que paso a dar a V. E. cuenta pormenorizada.
Lord Lyons, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de S. M. B., me manifestó muy buena disposición para remitir en la primera oportunidad la copia mencionada al Departamento de Negocios Extranjeros de Londres. Me pidió y le remití después una traducción al inglés de dicha nota. Me dijo que si el Gobierno Constitucional estaba dispuesto a dar satisfacción por la ofensa inferida al británico, con motivo de la ocupación de los fondos pertenecientes a los tenedores de bonos de Londres, el Gobierno inglés lo reconocería desde luego. Me informó de que a fines del presente mes saldría de Londres para la República el nuevo Ministro británico para México, a quien se le han dado instrucciones en los términos ya mencionados. Expresó deseos por la consolidación del Supremo Gobierno Constitucional y de la paz en la República.
El Sr. Mercier, Ministro Plenipotenciario de S. M. el Emperador de los franceses, me ofreció también, con la mejor buena voluntad, remitir al Gabinete de las Tullerías la copia citada y me manifestó más francamente su opinión respecto de la expulsión de las personas a las que la nota se refiere. En su concepto, tal determinación ha sido muy fuerte y puede traer consecuencias trascendentales. En la parte que se refiere al Nuncio de Su Santidad, me dijo que afectaba mucho a la Francia por la solicitud que toma el Emperador en todo lo que se refiere a la Santa Sede por causa del protectorado que sobre ella ejerce en la actualidad, agregándome que tenía informes fidedignos de que el Sr. Clementi era un hombre de bien, que no se metía en las cuestiones interiores de México y que estaba muy bien visto en la Capital. Según se expresó sus noticias lo informan de que el partido clerical tiene todavía muchas riquezas, mucha influencia y muchos elementos con los que puede aún restablecer su dominio en algunos lugares. En su concepto hay muy poca esperanza de que pueda cimentarse la paz en la República. Yo procuré rectificar su opinión en los puntos que me pareció errada y, por el tono de su conversación, inferí lo que manifestaré a V. E. al fin de esta nota.
Al Sr. don Gabriel García y Tassara, Enviado Extraordinario de S. M. C., lo vi el 4 en la tarde. Estaba con otras personas y después de haber oído el objeto de mi visita me suplicó volviera yo el 5, para que habláramos sobre el asunto. Lo verifiqué así y entonces me dijo que no podía recibir la nota que deseaba yo entregarle, por el carácter que habían tomado las diferencias entre México y España; que él no tenía nada que hacer en este negocio y que sólo sabía que el Sr. Pacheco había sido expulsado ignominiosamente de la República. Me dio a entender que una de las razones que tenía para no recibir la nota, era que no estaba dirigida a él especialmente, sino que era una circular que se le daba a él como a uno de tantos. Dejó entender también que las cuestiones de México con España han tomado ya un carácter tal, que hacen difícil de evitar un rompimiento. Dijo, además, que, por las cartas que había tenido e informes que había recibido, sabía que la expulsión del Sr. Pacheco había sido muy mal vista por el Cuerpo Diplomático residente en México. Yo le dije que sentía bastante que no recibiera un documento en que el Gobierno exponía las razones que lo decidieron a tomar tal medida, que era la noticia oficial que se daba al Gobierno de S. M. C. de una determinación que no se debía calificar antes de saber las razones que la habían motivado y le hice notar que, al acordarla, se había considerado al Sr. Pacheco como particular, por no estar acreditado con ningún carácter ante el Supremo Gobierno de la República.
El Sr. Barón de Gerolt, decano del Cuerpo Diplomático y Ministro de Prusia, me manifestó la mejor buena voluntad para remitir la nota a su Gobierno y nada me dijo respecto de México que merezca repetirse aquí.
V. E. recordará que en una de mis notas le comuniqué que había yo sabido que el agente principal de la reacción en los altos círculos de esta sociedad era el Sr. Gerolt, que estuvo hace tiempo de Ministro en México y que conserva todavía buenas relaciones con los principales cabecillas del partido conservador. Ahora tengo nuevos motivos para creer que después de la caída del partido que tiene sus simpatías, continúa prestándole los mismos servicios que antes. Recibe y circula noticias desfavorables al Gobierno Constitucional. Por lo que me han referido personas que han hablado recientemente con él y, más que todo, por lo que me dijo Mr. Mercier y que dejo ya referido, infiero que los conservadores de esa ciudad no se dan aún por vencidos; que se creen todavía suficientemente fuertes para levantar de nuevo el estandarte de la rebelión y que todavía trabajan como pueden en alimentar y sostener las esperanzas de sus simpatizadores en el exterior.
Todo lo cual tengo la honra de comunicar a V. E., para que llegue a conocimiento del Excmo. señor Presidente, renovando a V. E. las seguridades de mi muy distinguida consideración.
Dios y Libertad.
Matías Romero
Presidencia de la República. Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia. México. Editorial Libros de México, S. A. 1972. Vol. 4, pp. 190-193.
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