Washington, marzo 7 de 1859.
Washington, marzo 7 de 1859.
Sr. Robert M. McLane
Ministro de Estados Unidos en México
Señor:
Se le envió ya su nombramiento de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Estados Unidos en la República Mexicana, junto con las instrucciones necesarias acerca de sus honorarios y gastos de su legación.
La presente situación de ese desgraciado país hace desear que usted viaje con la menor dilación posible a su destino.
Como usted sabe, este Gobierno no tiene agente diplomático en México desde el regreso del señor Forsyth.
Las circunstancias en que cerró la legación y abandonó la República, son bien conocidas por usted y no es necesario repetirlas.
En momentos de su partida, la ciudad de México estaba en poder de los partidarios de Zuloaga, quien había asumido el poder y se arrogaba la autoridad suprema.
Por otra parte, los partidarios de Juárez sostenían que cuando Comonfort abandonó el país, el Gobierno pasó a manos de Juárez según el mandato de la Constitución llegando a ser así el Presidente Constitucional de la República.
Desde entonces el país quedó abandonado a las luchas entre las partes antagónicas y, de hecho, no hubo Gobierno que merezca el nombre de tal.
Como se ven las cosas desde aquí, las pretensiones de Juárez parecen estar apoyadas por la mayoría de los estados y probablemente por la mayor parte del pueblo; además, está en posesión de Veracruz y de otros importantes lugares de la costa.
Pero parece que sus oponentes del partido clerical, tienen mayores recursos y mejor organización.
Se dice también que sus tropas están mejor disciplinadas.
En la actualidad, el general Miramón está a la cabeza de este partido y fue declarado Presidente en la ciudad de México por una junta revolucionaria, pero continúa al mando del ejército y, por eso, ha dejado el Gobierno de México a cargo de Zuloaga.
Miramón, a la fecha de los últimos informes, estaba en camino a Veracruz con 4,000 hombres, con el objeto de atacar a los partidarios de Juárez en su baluarte y, de esa manera, si fuera posible, asegurar una hegemonía sin oposición en el país.
Del buen éxito o del fracaso de dicha expedición depende, en gran parte, la suerte de su partido.
Si el Gobierno Constitucional de Juárez es capaz de mantenerse en Veracruz ante los esfuerzos amenazadores de Miramón, será probablemente el Gobierno reconocido de México.
El 27 de diciembre pasado, siendo imposible comprender con exactitud desde aquí los movimientos de los respectivos partidos, se pensó oportuno enviar un agente especial a esa República, con el objeto de obtener información fehaciente para proporcionarla a este Gobierno.
Se escogió a William M. Churchwell, caballero de Tennessee, quien llegó a Veracruz el 19 de enero pasado.
Sus comunicaciones de 8 y 21 de febrero —las cuales usted ha visto— nos proporcionan las últimas noticias que tenemos acerca de la situación política de México.
Según ellas, la causa del partido liberal de Juárez está ganando terreno firmemente y sugiere que sea reconocido por Estados Unidos como el verdadero Presidente de la República.
Sin embargo, nos hace una triste descripción del país, sobre el cual ningún Gobierno parece ejercer un riguroso control.
A su llegada a México, el primer asunto que se presentará a usted será el reconocimiento de un Gobierno con el cual pueda usted negociar.
La norma de conducta que Estados Unidos ha seguido sobre este asunto, es bastante conocida por usted.
Acatando dicha norma de conducta, si encuentra usted un Gobierno en México que ejerza amplia autoridad sobre el país y que tenga probabilidades de mantenerse, por supuesto que usted lo reconocerá sin tomar en consideración las opiniones que pueda tener sobre la legitimidad de su existencia.
La cuestión de si existe Gobierno en un país no es una cuestión de derecho sino de hecho y la investigación acerca de esto en México, queda en gran parte, a su discreción.
De todos modos, sin duda alguna, las simpatías de Estados Unidos están fuertemente inclinadas en favor del partido de Juárez, establecido en Veracruz y este Gobierno vería su triunfo con satisfacción.
Esto se debe no sólo al hecho de que sea considerado un gobierno Constitucional sino, también, porque su ideología parece más liberal que la del partido rival y porque, sobre todo, parece manifestar sentimientos amistosos hacia Estados Unidos.
A pesar de esta preferencia, nuestro Gobierno no puede intervenir en su apoyo sin violar una característica fundamental de nuestra política internacional.
Sin embargo, constituiría un satisfactorio deber darle todo el peso de nuestro reconocimiento tan pronto su condición y perspectivas futuras justifiquen que lo hagamos.
El solo hecho de que no esté en posesión de la ciudad de México no debe convertirse en una consideración concluyente en su contra.
Si su autoridad es obedecida por una gran mayoría del país y el pueblo, y tiene posibilidades de sostenerse, sería extremadamente injusto dilatar su reconocimiento sólo porque sus oponentes estén en posesión de la capital; acerca de esto, su juicio debe ser su mejor guía, hasta tanto llegue usted a su destino y haya tenido tiempo de informarse de la actual situación de ese país.
Es posible que, antes de su llegada, ésta pueda tomar un carácter que libere a usted de todo obstáculo.
No se cree necesario por ahora entrar a hacer una detallada exposición de los variados asuntos relacionados con su misión, los que tendrá usted ocasión de plantear y considerar cuando encuentre que ya existe un Gobierno establecido en México.
Se le enviarán posteriores instrucciones dándole a conocer la opinión de nuestro Gobierno en relación con su primer trabajo a su llegada en México.
De todos modos, cuando, al cumplir sus instrucciones, haya reconocido un Gobierno en México y vea la posibilidad de negociar un satisfactorio tratado de comercio y límites con los Estados Unidos, queda usted autorizado a entrar en negociaciones sin demora, con el objeto de evitar la posible pérdida de cualquier oportunidad favorable.
La opinión de nuestro Gobierno respecto a este asunto está ampliamente expuesta en los despachos enviados al señor Forsyth, que se encuentran en los archivos de su legación y que ha visto usted aquí.
Su atención deberá concentrarse, primordialmente, en lograr un derecho de tránsito a través del territorio norte de México y otro que atraviese el Istmo de Tehuantepec, dando a Estados Unidos la facultad para desembarcar tropas, si fuera necesario, con el objeto de asegurar dichos tránsitos.
Si, a más de estas concesiones, se pudiera obtener también una cesión de la provincia de la Baja California, usted podría estipular el pago de todo ello en la suma de 10’000,000 de dólares.
En todo caso, una parte de dicha suma debería ser reservada a un fondo para la satisfacción de las reclamaciones estadounidenses contra México.
A este despacho se le adjunta un pleno poder.
Es posible que en la turbulenta situación de México, se vea usted obligado a visitar varios lugares en busca de un gobierno efectivo y quizás tenga que llevar consigo su legación.
En tal caso, sus gastos de viaje serán asignados a su cuenta.
Mantendrá usted al Departamento en completo conocimiento de sus movimientos y le proporcionará información exacta, lo más rápidamente posible.
La misión que se confía a usted es de la mayor importancia y el residente tiene entera confianza en que usted cumplirá con su deber con fidelidad e inteligencia.
Quedo de usted, …
Lewis Cass
Secretario de Estado de los Estados Unidos
Fuente:
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.
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