2 de Diciembre de 1855
"El grito de "religión y fueros" simbolizó la oposición eclesiástica y militar a la reforma liberal iniciada por la revolución de Ayutla. El primero de esos movimientos lo encabezó Tomás Mejía (1812-1867)."
LOS CIUDADANOS ANTONIO MONTES VELÁZQUEZ. PREFECTO Y COMANDANTE MILITAR DEL DISTRITO DE TOLIMAN. Y TOMAS MEJÍA. COMANDANTE Y PREFECTO DEL DISTRITO DF. JALPAN. A SUS CONCIUDADANOS
Conciudadanos:
Hoy dejamos nuestro hogar y familia para venir al llamamiento de nuestra Patria, que es el primer deber de todo ciudadano. Hoy, como siempre, empuñamos las armas sin aspiraciones ni ambición y con la ayuda de Dios concluiremos nuestra misión y regresaremos como siempre a nuestras casas y trabajos, para con él buscar la subsistencia de nuestras familias.
Nuestra vida pública es la garantía de nuestra buena fe.
Siendo ya insoportable el yugo impuesto a la Nación por una facción que, embustera, proclama la libertad y que con este sagrado nombre ataca nuestras creencias, nuestras garantías y nuestra independencia, no nos queda más recurso que las armas para sostener nuestros derechos, nuestras naturales prerrogativas y nuestra existencia política. No proclamamos un hombre, porque odiamos la tiranía; no proclamamos un sistema de Gobierno, porque respetamos los derechos que para constituirse tiene la Nación.
Queremos garantías en una ley mientras que el país se da la fundamental y por ello fijamos la Constitución de 1824, en que creemos encontrar mayores simpatías. La proclamamos también para que los Estados elijan libremente sus gobernantes y cesen los electos por una facción o por las armas del despotismo; para que por medios legales se oiga al pueblo por medio de sus comitentes; para que habiendo una base que conserve la confederación, no con la absoluta libertad de constituirse los Estados, perdamos la unión y la nacionalidad; la proclamamos interinamente, en fin, para que haya una ley que sujete al Ejecutivo General y cesen el despotismo, la arbitrariedad y la barbarie, que es lo que impera en los hombres de México.
Déspotas groseros han remplazado al despotismo militar de Santa Anna y el país y los hombres honrados, no somos más que el juguete de ambiciosos sin pudor y tiranos sin mérito ni talento. Basta ya de engaños para este desgraciado país y reunámonos los hombres que, como nosotros, ni hemos hecho fortuna con la ruina de nuestro país, ni buscamos el puesto ni la colocación para vivir. Propietarios y labradores tranquilos, queremos la paz y el orden, queremos Patria y religión para nuestros hijos, queremos moralidad en nuestros gobernantes y que éstos sean elegidos libre y espontáneamente por el pueblo.
Queremos libertad bien entendida, queremos reformas materiales, queremos instrucción e ilustración en el pueblo; pero no la desmoralización y el pillaje. Queremos amistad y paz con las Naciones extranjeras; queremos proteger su emigración y dar garantías al extranjero que venga entre nosotros, protegerle su industria y su talento; pero no queremos la influencia exclusiva ni la dominación en el Gabinete, de ninguna de ellas, ni que tome parte en nuestros asuntos interiores, con oprobio y vergüenza de nuestro orgullo nacional. En esta parte decimos con Washington mismo: los celos de un puebla libre deben estar constantemente alerta contra las insidiosas estratagemas de la influencia extranjera.
Llamamos a todos los hombres honrados que, sin más aspiración que el bien del país, trabajen por constituirlo; llamamos con nosotros a las clases todas de la sociedad hoy ultrajadas y vejadas por una pandilla despreciable. Nuestros esfuerzos salvarán al clero, que hoy no tiene ni los derechos de ciudadano; a la iglesia, cuyos bienes, que pertenecen al pobre, están amenazados; al ejército, cuya clase está destruida y aniquilada (y), más que todo, prostituida por la aceptación en su seno de hombres salidos de presidio y bandidos de nota; salvaremos al propietario, cuyos bienes en un Gobierno sin freno, no da garantías; al artesano, ese hijo honrado del pueblo, que hoy se ve humillado con la presencia en la Capital de la República de esa horda soez, presuntuosa e inmoral que la debilidad de unos cuantos ha dejado vomitar sobre México, de las montañas del sur y que amenaza sus vidas y el honor de sus mujeres e hijas.
Baste ya de escándalo, conciudadanos; organicemos este desgraciado país o probemos, al menos, que aún hay mexicanos que prefieren su dignidad de hombres a la vida de infamia que se nos ofrece.
Hemos dado hospitalidad y se halla entre nosotros con sentimientos iguales a los nuestros, a nuestro antiguo y querido jefe, el Gral. (López) Uraga. Dios lo ha vuelto a su país, y lo ha librado de la persecución y prisión, para guiarnos en nuestra empresa y la victoria será por nosotros.
Conciudadanos, hemos adoptado el plan que sigue, que es el más nacional y el más adecuado en estas críticas circunstancias; lo sostendremos sin transacción y él constituirá, con la ayuda de Dios, a nuestra Patria.
Tolimán, diciembre 2 de 1855.
José Antonio Montes Velázquez. Tomás Mejía.
Es copia de su original.
Juan José Jiménez.
Presidencia de la República. Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia. México, Editorial Libros de México, S. A. 1972. Vol. 2, pp. 114-115.
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