La Providencia, febrero 27 de 1854
SOLDADOS:
Habeis abandonado vuestros hogares é intereses para escuchar de mis lábios Ia causa que motiva vuestra reunión en este sitio, y voy á decírosla.
Por medio de intrigas y tortuosos manejos asaltó el general Santa-Anna el poder supremo pocos meses ha, quien pérfido como siempre, burlando á los crédulos, y apoyándose en los protervos, quiere sojuzgar á la nación, sin tener en cuenta la mayoría inmensa de mexicanos que marcaremos EL HASTA AQUI á sus temerarios avances. Preciso es destruir su error, para que redunde en bien del país leccion tan provechosa.
¡Valientes compatriotas! D. Antonio Lopez de Santa-Anna, que á su arbitrio dispone hoy de los destinos de nuestra patria, sirve de ciego instrumento á un partido detestable, que no contento con nuestra independencia, y enemigo jurado de la libertad, trabaja sin descanso para arrebatamos esos preciosos bienes, cuya conquista nos costara cruentos sacrificios.
¡Sí! Sabedlo: allá en México, donde por tanto tiempo imperaron los vireyes, quieren hoy los que su lugar ocupan y suspiran por aquella dominación nefanda, establecer un gobierno indefinible, parodia ridícula del que nos agobió en añejos tiempos, aunque con peores tendencias. Esos miserables, solicitando únicamente satisfacer su vil deseo de mando y de riquezas, han impetrado el auxilio de nuestros antiguos dominadores, ofreciendo á España que reconquistara su perdido imperio; cuando á la vez contrata con la República del Norte la venta de nuestros terrenos mas feraces, que entregan por bajo precio al astuto comprador.
El sufrimiento de los mexicanos es proverbial; pero el de ningun pueblo es infinito: en consecuencia, exacerbado el nuestro, llegó la vez de que repeliera tanto ultraje y ¿quiénes deberán ser los primeros que levanten Ja voz, y la espada empuñen con tal objeto?... ¿quiénes!... Vosotros; sí, vosotros, porque habéis sido siempre los defensores de la libertad, y contais con elementos indestructibles que os ha prodigado el Dios de los cristianos, que protege siempre á los valientes que lo adornan y sirven a sus designios.
¡Mis amigos! me habéis visto encanecer á vuestro lado, y sabéis bien que nunca os engaña vuestro anciano general: creedme por tanto. Peligra nuestra cara independencia, quiere privársenos de la libertad, y se pretende despojamos hasta de la tierra que pisamos, donde nacieron nuestros hijos y repo san las cenizas de nuestros padres... ¿Y lo podremos tolerar! ... ¡no! … ¡mil veces no!. ... Juremos antes morir siguiendo el heróico ejemplo del inmortal Guerrero, y tantos otros que sucumbieron por darnos patria. Esa madre común por mí conducto demanda con imperio que no escuseis sacrificios para salvarla en su actual conflicto; y porque os conozco puedo asegurar que será atendida y satisfecha: veo con gusto brillar en vuestras manos las temibles armas que son el timbre de vuestras glorias y el paladion de las libertades públicas. ¡Con razon envía el tirano á sus genízaros para que os despojen de ellas! ¡Oprobio y baldón eterno á quien sufriere tanta infamia! y sepa quien tal haga, que sobre si reporta la maldicion de Dios, el odio de los pueblos, y el mas alto desprecio de quien en los buenos hijos del Sur, es y será, como ha sido siempre, padre amoroso, fiel amigo y compañero constante.
La Providencia, Febrero 27 de 1854.
Juan Álvarez.
|