Pedro María Anaya, 3 de Abril de 1847
EL CIUDADANO PEDRO MARIA ANAYA, A LOS JEFES, OFICIALES Y SOLDADOS DEL EJERCITO PERMANENTE, Y DE LA GUARDIA NACIONAL.
Compañeros de armas: En las angustiadas circunstancias eti que se encuentra la Nación, los Representantes del pueblo han tenido á bien encomendarme el Supremo Gobierno; y aunque nada hay en ini persona que me haga merecedor de tanta confianza ni que asegure el buen desempeño del difícil encargo, yo debí obedecer y he obedecido; porque él primer acto de civismo es defender el territorio nacional cuando es violado por las fuerzas extranjeras.
No os hablaré de la notoria justicia de nuestra causa ni de la imperiosa necesidad de sostenerla; pero sí os recuerdo que esa necesidad, que comprende á todo mexicano, para nosotros es una obligación sagrada. Trátase de defender nuestros derechos conculcados, nuestro honor vilipendiado, nuestros hogares acometidos, nuestras familias amenazadas, nuestras propiedades invadidas, cuanto el hombre, en fin, posee de más precioso en la sociedad; y ¿seríamos fríos espectadores de la salvaje brutalidad de nuestros enemigos? No, jamás se dirá que la raza española, heroica en el antiguo mundo, degeneró en el continente de Colón.
Soldados: llegó el momento de la prueba; ella ni será larga ni dudosa; porque para triunfar sólo necesitamos seguir las huellas de la Nación de que procedemos. España se salvó en 808 porque nunca celebró paces ni treguas con sus invasores: imitemos su constancia y seremos salvos.
México, 3 de Abril de 1847. Pedro María Anaya
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