Departamento de Estado, Washington, Abril 15 de 1847.
El Secretario de Estado de los EE.UU. contesta la nota mexicana de 22 de Febrero y propone abrir nuevas negociaciones de paz por conducto de Nicholas Trist.
Señor:
Tengo el honor de acusar recibo de la nota de Su Excelencia de 22 de Febrero último, en respuesta a la mía de 18 de Enero, en que proponía en nombre del Presidente de los Estados Unidos, "despachar inmediatamente, ya sea a La Habana, o a Jalapa, como lo prefiera el Gobierno Mexicano, a uno o más de nuestros distinguidos ciudadanos como comisionados, investidos de plenos poderes para celebrar un tratado de paz con comisionados similares de parte de México, tan pronto como se le hubiera informado oficialmente que el Gobierno Mexicano nombraría esos comisionados".
El Presidente lamenta profundamente la renuencia del Gobierno Mexicano a acceder a esta amistosa insinuación "a menos que se acepte previamente como condición preliminar el levantamiento del bloqueo de nuestros puertos [los mexicanos], y la completa evacuación del territorio de la República, por las fuerzas invasoras".
El Presidente me ha dado instrucciones de informar a usted que esta "condición preliminar" es totalmente inadmisible. Semejante condición, ni la exige el honor, ni la sanciona la práctica de las naciones. Si así fuera, esto conduciría a prolongar las guerras, especialmente entre naciones colindantes, hasta que una u otra potencia quedara completamente subyugada. No hay nación que, habiendo invadido el país enemigo a gran costo en sangre y en dinero, y habiendo tomado posesión de una porción considerable de su territorio, pudiera consentir en retirar sus fuerzas como condición preliminar para abrir negociaciones de paz. Esto sería al mismo tiempo abandonar todas las ventajas que había obtenido en la prosecución de la guerra, sin ninguna certeza de que pudiera obtenerse la paz por medio de ese sacrificio. Más aún; si las negociaciones resultaran infructuosas, la nación que; imprudentemente hubiera retirado sus fuerzas del territorio enemigo, no sería capaz de recobrar la posición ventajosa que había abandonado voluntariamente, sin un gasto de sangre y de dinero igual al que antes había hecho.
Afortunadamente para la causa de la paz y de la humanidad, la historia de las naciones en guerra no proporciona ejemplo de una condición preliminar semejante. Los Estados Unidos son tan celosos de su honor nacional como cualquiera potencia sobre la faz de la tierra; sin embargo, nunca pensaron los grandes estadistas que administraban nuestro gobierno durante el período de nuestra última guerra con la Gran Bretaña, en insistir para que ésta abandonara aquella parte de nuestro territorio, de la cual estaba en posesión efectiva, antes de que aquellos consintieran en abrir negociaciones de paz. Por el contrario, tomaron la iniciativa y nombraron comisionados para tratar sobre la paz, mientras varias partes de nuestro país estaban en manos del enemigo; y es un hecho notable que el tratado de Gante se celebrara entre los plenipotenciarios de los dos poderes mientras que la guerra se peleaba por ambos lados; y los más memorables de los conflictos bélicos que ocurrieron, tuvieron lugar en nuestro propio suelo, después de que los negociadores habían terminado felizmente sus trabajos. La historia está llena de ejemplos semejantes. A la verdad, y hasta donde el suscrito tiene conocimiento, no puede encontrarse, cuando menos en los tiempos modernos, un solo caso, que no sea el presente, en que se haya mencionado como una condición preliminar, que un ejército invasor debiera retirarse antes de que las negociaciones de paz hubieran comenzado entre los dos contrincantes en guerra.
Sería también difícil encontrar un precedente a la conducta seguida por el Gobierno Mexicano en otro particular. El Presidente, deseoso de evitar la guerra que ahora existe, envió un Ministro de Paz a México con ese propósito. Después de que las fuerzas mexicanas habían atacado al Ejército del General Taylor de este lado del Río Grande, comenzando así la guerra, el Presidente, movido por el mismo espíritu pacífico, hizo repetidas insinuaciones al Gobierno de México para negociar la terminación de la guerra. y aunque desde el principio el mismo Presidente ha declarado solemnemente ante el mundo entero, que no deseaba otros términos que los que fueran justos y honrosos para ambas partes, sin embargo, el Gobierno Mexicano, al rehusar recibir a nuestro Ministro, en el primer caso, y al no acceder después a nuestras insinuaciones para abrir negociaciones de paz, nunca ha proporcionado a este Gobierno ni siquiera la oportunidad de hacer conocer los términos en que estaría dispuesto a zanjar todas las cuestiones en disputa entre las dos Repúblicas. La guerra nunca podrá terminar mientras México rehúse escuchar las proposiciones de paz que siempre hemos estado dispuestos a hacer.
El Presidente no renovará nuevamente el ofrecimiento de negociar, cuando menos hasta que tenga motivos para creer que sería aceptado por el Gobierno Mexicano. Inclinado sin embargo a una paz honrosa, está resuelto a que los males de la guerra no se prolonguen ni un día más de lo que la República Mexicana los haga absolutamente necesarios. Para el efecto de llevar a cabo esta determinación con la menor demora posible, el Presidente enviará inmediatamente al Cuartel General de nuestro Ejército en México al señor Nicholas P. Trist, el funcionario próximo en categoría al suscrito en nuestro Departamento de Relaciones Exteriores, como comisionado investido de plenos poderes para celebrar un tratado definitivo de paz con los Estados Unidos Mexicanos. Este caballero cuenta con la entera confianza del Presidente, y es eminentemente digno de la del Gobierno Mexicano.
El suscrito se abstiene de todo comentario respecto al párrafo final, así como respecto a otras partes de la Nota de Su Excelencia; porque el profundo sentido que abriga de su injusticia hacia los Estados Unidos, no podría expresarse en el tono amistoso que desea conservar en la presente comunicación. Vuelve por consiguiente a insistir, como lo hace con genuino placer, sobre el sentimiento expresado en la primera parte de la misma Nota, donde el Gobierno Mexicano manifiesta cuán penoso le es "ver perturbada la sincera amistad que había cultivado con vuestra [nuestra] República, cuyo continuo progreso siempre ha admirado y cuyas instituciones le han servido de modelo".
Este sentimiento está cordialmente correspondido por el Presidente, cuyo mayor deseo es que los Estados Unidos Mexicanos, bajo instituciones similares a las nuestras, puedan proteger y garantizar la libertad de su pueblo y mantener un puesto prominente entre las naciones de la tierra.
El suscrito aprovecha esta ocasión para ofrecer a Su Excelencia las seguridades de su más distinguida consideración.
James Buchanan
Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.
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