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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Carta de Antonio López de Santa Anna al ministro de la Guerra

Septiembre 10 de 1846

"Ejercito libertador.-General en jefe.-Exmo. Sr.: Hoy he recibido el atento oficio de V.E., fecha de hoy, con el cual se sirve acompañarme el decreto expedido por el Gobierno Supremo de la nación, comprensivo de las medidas adoptadas, para unir la justa y plausible celebridad del restablecimiento de la Constitución de 1824, la toma de posesión que se dispone que yo verifique del Supremo Poder Ejecutivo, y el aniversario del glorioso Grito de Dolores.

Es muy grande mi satisfacción al saber el entusiasmo con que se prepara la celebridad de los grandes bienes que la nación tiene adquiridos, su independencia y su libertad; y quedo penetrado del más profundo reconocimiento, cuando veo que se ha combinado mi llegada a esa capital con unas solemnidades tan grandiosas. Por ese motivo haré mi entrada en esa ciudad mañana al mediodía, y quiero también por mi parte contribuir al júbilo nacional, observando aquello que me prescriben mis deberes, hacia mi patria que amo sobre mi corazón, y el acatamiento debido a la soberana voluntad del pueblo.

He sido llamado por el voto de mis conciudadanos para ejercer el cargo de general en jefe del ejército republicano. Me hallaba lejos de mi país natal, cuando llegó a mi noticia esa nueva confianza, y esas nuevas obligaciones que la patria me impone. Vi también que los riesgos gravísimos que lo rodeaban por todas partes, son el motivo principal por el que soy llamado a la cabeza del ejército; veo empeñada una terrible lucha con un enemigo extranjero, pérfido y audaz, en la que la República Mexicana va a reconquistar si es vencedora, los timbres de su gloria, y un venturoso porvenir, o a desaparecer de la faz del mundo si tuviere la desgracia de ser vencida; veo también que levantó la cabeza dentro de su seno una facción traidora que apellidando una forma de gobierno detestada por toda la nación, provoca la sumisión a un dominio extraño, y veo por ultimo que después de tantas vacilaciones se ha resuelto decididamente aquella a fijar su suerte y disponer de si misma, arreglando el modo de gobernarse que más le agrade.

Todo esto le he conocido al escuchar el grito de desolación de mi patria, al mismo tiempo que ella exige mis débiles servicios en momentos de tanta consecuencia.

No he titubeado en venir sin demora a rendirme a su voluntad, y creyendo haberla cumplido, hice desde mi arribo al suelo natal una pública manifestación de mi persuación y mis principios. El acogimiento general que ellos han tenido me hace conocer que no me engañé, y ahora me encuentro más firme en ellos, no porque yo los he pensado, sino porque encontraron un eco general en todos mis conciudadanos.

Vengo, pues, a hacer efectivos mis propósitos, y a acatar los preceptos que me impone mi país: llámame como general en jefe del ejército, y con ese carácter voy a servir; el enemigo se ha entrado por nuestras puertas, nos arrebata nuestros más ricos territorios, y nos amaga con su dominación; iré, pues, a la cabeza del ejército mexicano, ejército hijo de aquel pueblo libre y unido; con él cumpliré mis deberes combatiendo a los enemigos de la patria; moriré peleando, o ayudaré a los valientes mexicanos a alcanzar un triunfo que merecen por la justicia, por su carácter belicoso, y porque tienen la dignidad y entusiasmo de una nación libre. Para la guerra es una necesidad del momento, cada día de duración, es un siglo de infamia; no puedo faltar a los compromisos que la nación me ha impuesto; debo al punto marchar, si no quiero echar sobre mi la fea nota de ingrato a los favores con que me abruman mis conciudadanos, ni hacer sufrir a la nación el triste papel que nuestras desgracias le han hecho representar.
Ya vera V. E. cuán grave falta sería el que yo viniese a ejercer la suprema magistratura cuando tengo que ir a combatir a los enemigos de la República. Cuán degradante sería para mí, que en vez de ir al frente del ejército y del peligro viniese a ocupar el poder; mi lealtad y mi pundonor exigen que yo no abandone unos intereses tan caros. El único atractivo de mi corazón es ofrecer a mis compatriotas el sacrificio de la sangre que aun me queda; quiero que sepan que me consagro a su servicio de un modo positivo, y como lo debe hacer un soldado; y si me es licito aspirar a tanto quiero marcar la senda por donde México debe elevarse al rango a que lo llaman los destinos.

Así, pues, si un solo momento entrase a ejercer el gobierno de la República, no habría confianza en mis promesas, creería que no he demostrado suficientemente mi sinceridad; estoy resuelto a no desmentirlas, y veo cifrado en ellas el bien general, y mi honor como mexicano, y como soldado. No puedo variar de estos principios: el actual gobierno ha seguido una marcha de que la nación se muestra contenta, y yo no quiero venir a destruirlo entrando en su lugar. Tengo una suma complacencia de que continúe como hasta aquí, y me linsojeo de que la nación también lo aplaudirá. Veré con indecible júbilo la continuación de sus tareas, y que mientras hacen efectivos los bienes de la civilización, yo me arrojo al peligro para asegurar esos bienes, aun a costa de mi existencia. Sírvase V.E. tributarle al Supremo Gobierno mis más expresivas gracias, por las consideraciones que le merezco, mientras lo hago mañana personalmente, con cuyo objeto me propongo llegar a Palacio. Allá abrazaré a mis amigos, y estrechándolos sobre mi corazón, les dejaré una tierna despedida, mientras voy a la guerra para contribuir a la salvación de mi patria, o perecer entre sus ruinas.

Reitero a V.E. las seguridades de mi antiguo y particular aprecio. Dios y libertad.-Ayotla, septiembre 10 de 1846. A la una de la mañana.-Antonio López de Santa Anna. Exmo. Sr. ministro de la Guerra."