Departamento de la Guerra. Washington, Septiembre 22 de 1846.
Señor: Por la copia del adjunto despacho que se le comunica a usted confidencialmente, proveniente del Gobierno Mexicano en contestación a otro nuestro en que se le proponía abrir negociaciones para terminar la guerra existente por una paz justa y honrosa para ambas partes, se dará usted cuenta de que las autoridades mexicanas han rehusado tratar de paz en estos momentos, y posponen la resolución definitiva de nuestro ofrecimiento hasta que pueda obtenerse la opinión de un nuevo Congreso que deberá reunirse el 6 de diciembre próximo. Esta determinación de parte de nuestro enemigo tiene una influencia importante sobre nuestros movimientos militares y sugiere la conveniencia de un cambio de política respecto a nuestra manera de tratar a la gente de la comarca ocupada por nuestras tropas. Es de presumirse que la opinión pública tendrá alguna influencia sobre la decisión de ese Congreso. El progreso de nuestras armas y las posiciones que ocupemos cuando ese cuerpo se reúna, no podrán dejar de tener efectos sobre su decisión, respecto a nuestra proposición para negociar. Si la campaña tiene éxito y nuestras tropas están en posesión de departamentos importantes del país enemigo, los alicientes para una paz rápida serán considerablemente mayores. Está muy lejos de ser cierto que nuestra ocupación militar del país enemigo no sea una bendición para los habitantes de la comarca. Están resguardados contra las cargas y exacciones de sus propias autoridades, protegidos en sus personas y gozando de un mercado provechoso para muchos artículos de su propiedad. Un estado de cosas tan favorable a sus intereses, puede inducirlos a desear la continuación de las hostilidades.
Las instrucciones hasta ahora dadas han pedido a usted que trate con gran bondad al pueblo, que respete su propiedad particular y que se abstenga de ocuparla para uso público, sin comprarla a justo precio. En cierto sentido es ir mucho más allá de las exigencias comunes de guerra civilizada. Un ejército invasor tiene el indiscutible derecho de obtener sus provisiones a costa del enemigo sin pagarle por ellas y de exigir contribuciones para su sostenimiento. Podrá ser conveniente, y la buena política exige, que se hagan distinciones al imponer esas cargas. Los que estén en disposición amistosa o que hayan prestado ayuda, deberán ser tratados con liberalidad; y sin embargo, debe hacerse sentir al enemigo el peso de la guerra, para que se interese en emplear sus mejores esfuerzos para lograr la paz.
También es justo que una nación que está envuelta en una guerra para obtener justicia o para mantener sus justos derechos, deba esquivar la carga hasta donde sea posible, echándola sobre el enemigo.
Conforme a los principios liberales de la guerra civilizada, puede procederse de tres maneras para obtener abastecimientos del enemigo: Primero, comprarlos a los precios que los habitantes de la comarca quieran exigir; segundo, pagar un precio equitativo sin tomar en cuenta el alza resultante de la presencia del ejército extranjero; y tercero, exigirlos como contribuciones, sin pagar, ni comprometerse a pagar por ellos.
Este último camino es el ordinario, y tiene usted instrucciones para adoptarlo si se convence usted de que por ese medio puede obtener abundantes provisiones para sus fuerzas. Pero si tiene usted alguna dificultad a este respecto, entonces adoptará usted la política de pagar el precio ordinario sin proporcionar a los propietarios las ventajas del alza de precio resultante del aumento de la demanda. Si teme usted que haya deficiencia conforme a este último modo de tratar con los habitantes, se verá usted obligado a someterse a sus exigencias, siempre que de esta manera pueda usted satisfacer sus necesidades en mejores términos que si sacara lo que necesitare de los Estados Unidos. Si intenta usted hacer abastecer a sus tropas por medio de contribuciones o por la ocupación de la propiedad, tendrá usted cuidado de exceptuar la propiedad de todos los extranjeros de toda clase de exacciones. El presidente espera que estará usted en posibilidad de obtener del enemigo, sin gasto para los Estados Unidos, las provisiones que necesite, o una parte considerable de ellas; pero si usted fracasara a este respecto se las proporcionará de la manera más económica. Se tiene el propósito de tomar posesión del departamento de Tamaulipas o de algunos de los principales lugares de él, tan pronto como sea posible. Para esta empresa se cree que la cooperación de nuestra escuadra en el Golfo será muy importante, si no es que necesaria. Se presume que para este propósito será suficiente una fuerza de 3,000 a 4,000 hombres, una tercera parte de los cuales pertenecerían al ejército regular.
No tenemos conocimiento suficientemente exacto del país para fijar definitivamente la manera de llevar a cabo esta empresa. La peligrosa navegación del Golfo en esta estación del año nos inspira la creencia de que una columna pueda avanzar por tierra desde su base actual de operaciones -el Río Grande-, y de que pudiera tener comunicación ocasional con nuestras tropas en el Golfo. Si el camino por tierra se considera impracticable, o si se prefiere un desembarco, se sugieren dos puntos de desembarque, uno en la Bahía de Santander y otro en Tampico. Si desembarca una fuerza en la Bahía de Santander, o en las cercanías de Soto la Marina, podría posiblemente llegar sin mucha dificultad a alguno de los principales lugares en el Departamento de Tamaulipas y marchar desde allí a tomar posesión de Tampico. Pendiente todavía la decisión sobre el camino que deba seguirse, según lo indique el mejor conocimiento de la comarca, es conveniente hablar más detalladamente de la fuerza que deba emplearse en ese servicio.
[…]
Se tiene la intención de poner la fuerza para la invasión de Tamaulipas bajo el mando inmediato del Mayor General Patterson, acompañado por los Generales Brigadieres PilIow y Shields, a menos que esto estorbara arreglos anteriores de usted respecto a estos oficiales. Para prevenir la demora, el General Patterson recibirá instrucciones de hacer preparativos para este movimiento hasta donde esto pueda hacerse, sin perturbar los actuales arreglos de usted sobre el Río Grande, para que salga inmediatamente sin esperar nuevas órdenes del Departamento, a menos que usted sea de la opinión que el retiro de la fuerza que se pensó tomar para la expedición entorpecería sus operaciones […]
Muy respetuosamente, su obediente servidor.
William L. Marcy, Secretario de la Guerra.
Al Mayor General Z. Taylor, Comandante del Ejército de Ocupación en el Río Grande.
Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.
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