Departamento de la Guerra, Washington, Julio 9 de 1846.
Señor: La proclama que recibió usted instrucciones de hacer circular entre los mexicanos lo habrá puesto a usted al tanto de las miras del gobierno respecto al modo de llevar a cabo la guerra, y también respecto a la manera de tratar a los habitantes. La guerra se lleva a cabo únicamente para obtener justicia, y cuanto más pronto pueda obtenerse con el menor costo en sangre y de dinero, será tanto mejor. Uno de los males de la guerra consiste en la interrupción de las comunicaciones diplomáticas entre las respectivas autoridades y la consiguiente ignorancia en que cada una de las partes se encuentra respecto a las miras de la otra. El sustituto natural de estas comunicaciones diplomáticas interrumpidas, son las relaciones militares que las costumbres de la guerra permiten entre los ejércitos contendientes, y en las cuales los generales comandantes pueden hacer mucho en el sentido de reabrir negociaciones y allanar el camino para regresar a la paz.
El Presidente ha visto con mucha satisfacción la cortesía y bondad con que usted ha tratado a sus prisioneros y a todos los habitantes con quienes se ha puesto en contacto. Desea que se continúe esa misma conducta y que se aprovechen todas las oportunidades para propiciarse a los habitantes, y para hacerles ver que la paz está a su alcance en el momento en que sus gobernantes consientan en hacernos justicia. Deberá alentarse a los habitantes a que permanezcan en sus ciudades y aldeas, haciéndoles conocer cuidadosamente estos sentimientos. Lo mismo debe decirse a los oficiales que se hagan prisioneros o que puedan visitar el cuartel General de usted conforme a los usos de la guerra; y el Presidente desea que se fomenten esas visitas; y también que aproveche usted las oportunidades que se ofrezcan para enviar oficiales al Cuartel General del enemigo con propósitos militares, reales o aparentes, como ocurre ordinariamente entre ejércitos, en las que pueda ofrecerse la ocasión de hablar de la guerra misma, diciéndoles que se lleva a cabo únicamente para obtener justicia, y que preferiríamos obtenerla por medio de negociaciones que por medio de la lucha. Por supuesto, deberán negar siempre que tengan autorización para hablar en nombre de su gobierno; pero se averiguarán sus deseos y se manifestará buena voluntad para comunicar a este gobierno los deseos del gobierno mexicano de negociar una paz honorable, siempre que así fuere su deseo, y dándoles la seguridad de que tales insinuaciones serán recibidas con la correspondiente buena voluntad por parte de este gobierno. Un oficial discreto que entienda el español y que pueda emplearse en las relaciones tan comunes entre los ejércitos, puede ser el agente confidencial de usted en esas ocasiones, y podrá ocultar su propósito real bajo el aspecto aparente de una entrevista militar.
Comprenderá usted también fácilmente que en un país tan dividido en razas, clases y partidos como México está, y con tantas divisiones locales entre los departamentos y tantas divisiones personales entre los individuos, deberá haber amplio campo para influir sobre los espíritus y sentimientos de grandes masas de habitantes, induciéndolos a desear éxito a una invasión que no se propone agraviar a su Patria; y que al derrocar a sus opresores puede beneficiarlos a ellos mismos. Entre los españoles que monopolizan la riqueza y el poder de la nación y la raza mestiza que soporta las cargas, debe de haber celos y animosidades. Los mismos sentimientos deben de existir entre las jerarquías del clero, altas y bajas; las primeras que tienen las dignidades y los ingresos, mientras que las últimas sólo tienen pobreza y trabajo. De hecho los curas fueron los principales autores de la revolución que separó a México de España y su relativa condición respecto a sus superiores no ha mejorado mucho con esa separación. Entre los partidos políticos en que está dividido el país, debe de haber algunos más liberales y más amigables hacia nosotros que los demás; lo mismo debe decirse de los caudillos rivales, políticos y militares; y aún entre los departamentos existen antipatías y desavenencias locales. En todo este campo de división, en todos estos elementos de discordia social, política, personal y local, debe haber resquicios para llegar a los intereses, pasiones o principios de algunos de estos partidos, y por consiguiente para propiciarse su buena voluntad y hacer que cooperen con nosotros para obtener una paz honrosa y pronta. Para el manejo de estos delicados hilos se confía en la discreción de usted; pero no debe paralizar los movimientos militares de usted, los cuales deben continuarse vigorosamente. La política y la fuerza tienen que combinarse; los frutos de la primera serán tan altamente apreciados como los de la segunda.
Se ve por los periódicos mexicanos, que se hacen allá grandes esfuerzos para sembrar prejuicios y exasperar el espíritu de la gente contra nosotros. La guerra se hace aparecer por parte de ellos como una cuestión de "existencia nacional", como si fuera nuestro propósito destruir a la nación mexicana; o se la representa como una guerra de rapiña y saqueo, como si tratáramos de robar y oprimir al pueblo. Se hace aparecer como una guerra de impiedad, como si fuéramos a robar sus iglesias y a derribar sus altares. La conducta de usted mismo, de sus oficiales y de sus hombres, ha demostrado a todos los ciudadanos mexicanos con quienes usted haya tratado, hasta donde usted haya ido, la injusticia y el absurdo de todas estas imputaciones; pero todavía se propagan sistemáticamente por todo el país, y deben de encontrar quién las crea en un país donde la ignorancia es tan grande y los medios de diseminar la verdad tan escasos. Para contrarrestar estas interpretaciones perjudiciales, será especial deber de usted: primero, continuar una conducta justa y honorable hacia el pueblo, su propiedad y su religión, y tratar humanamente a los prisioneros; y luego; insistir en las entrevistas de usted con los comandantes del ejército del enemigo, en hablar de estas injustas imputaciones con el propósito de refutarlas. El Presidente desea no solamente llevar la guerra a una rápida terminación, sino dirigirla también de modo que no deje detrás animosidades permanentes que perjudiquen la futura amistad y comercio de los dos países, no permitiendo que sigan propagándose informes dañosos que inciten contra nosotros la mala voluntad de las otras repúblicas de origen español.
Aprovechándose usted de las divisiones que existan entre el pueblo mexicano, a que se ha hecho alusión anteriormente, deberá ser política de usted, al entrar a los distintos Departamentos o Estados, y especialmente a aquellos que usted invada y ocupe, que declaren su independencia del gobierno central de México, y que se conviertan en nuestros aliados o asuman una actitud neutral en la guerra que existe entre los Estados Unidos y México, como se entiende que lo ha hecho Yucatán. En aquellos Departamentos o Estados que sigan esta conducta, dará usted a los habitantes seguridades de la protección de su Ejército hasta que vuelva la paz, hasta donde esto sea consistente con sus planes de operaciones militares. Cuando se haga la paz, ellos decidirán por sí mismos su propia forma de gobierno. En aquellos Departamentos que usted conquiste, o que asuman una actitud neutral, podrá usted a su discreción, seguir la misma conducta a que se hace referencia en las instrucciones dadas al General Kearny por este Departamento el día 3 de Junio de 1846. Se acompaña a usted con la presente una copia de las instrucciones al General Kearny.
No se ha recibido contestación a las preguntas hechas en mi carta dirigida a usted el 8 de Junio último. Debe tenerse mucha confianza en las opiniones de usted, en vista de las mejores oportunidades que usted tiene para adquirir informes correctos sobre la comarca que tiene que invadirse, y sobre las facilidades o dificultades de dirigir la campaña con éxito. Si en virtud de los informes que usted pudiera comunicar al Departamento y de los que provengan de otras fuentes, resultare que son muy grandes las dificultades y obstáculos para conducir una campaña desde el Río Grande, que es la base actual de operaciones, hasta una considerable distancia al interior de México, el Departamento estudiará si la principal invasión deberá ultimadamente efectuarse desde algún otro punto de la costa, digamos Tampico, o desde algún otro lugar en las cercanías de Veracruz. Esta sugestión se hace con el propósito de llamar la atención de usted sobre ella, y de obtener de usted los informes que le sea posible proporcionar. Si se resolviere que el cuerpo principal del Ejército debe invadir a México por algún otro punto que no sea el Río Grande -por ejemplo en la proximidad de Veracruz-, debería colocarse en la desembocadura del Río Grande, en la época de la estación saludable, digamos en principios de Noviembre, un número amplio y suficiente de barcos de transporte. El ejército principal con todas sus municiones podría transportarse dejando atrás una fuerza suficiente para ocupar y retener el Río Grande y todas las poblaciones y provincias que usted haya conquistado antes de ese tiempo. En el evento de que ese sea el plan de operaciones, se desea tener la opinión de usted sobre cuál será la fuerza adicional que se requiera para llevarlas a cabo con éxito. Sabemos que el Ejército podría desembarcar a pocas millas de Veracruz y sitiar la ciudad por la parte de atrás, sin ponerse al alcance de los cañones de la fortaleza de San Juan de Ulloa [Ulúa]. La ciudad podría tomarse por tierra con facilidad, mientras que la fortaleza, sitiada por mar y tierra, y cortadas todas sus comunicaciones, pronto tendría que caer. De Veracruz a la ciudad de México hay un buen camino carretero, por el cual viajan diariamente las diligencias y carruajes. La distancia de Veracruz a la ciudad de México no es más de un tercio de la del Río Grande a la ciudad de México. Sobre estos puntos importantes, además de los mencionados en mi carta del día 8 de Junio, se desea tener la opinión y los puntos de vista de usted en el menor tiempo que sus ocupaciones le permitan darlos. Entretanto el Departamento se atiene confiadamente a usted para que haga adelantar sus operaciones vigorosamente hasta donde sus medios se lo permitan, a fin de ocupar los puntos importantes que estén a su alcance en el Río Grande y en el interior. Se presume que Monterrey, Chihuahua y otros lugares a su alcance podrán tomarse y retenerse. Si está en sus posibilidades dar informes, el Departamento desea estar enterado de la distancia de Chihuahua a Guaymas, sobre el Golfo de California, si hay algún camino carretero por el cual pudieran llevarse artillería y carros de bagaje, y si sería factible que el Ejército marchara del primero al último de esos lugares, y qué tiempo se necesitaría probablemente para que lo hiciera la caballería, y qué tiempo para la infantería o artillería. Se desea tener estos informes antes de que el Departamento se prepare a decidir sobre la conveniencia de enviar semejante expedición.
* Sírvase enviar su respuesta a esta comunicación directamente al Presidente de los Estados Unidos. Tengo el honor de ser, muy respetuosamente, su obediente servidor.
Marcy W. L. Al Mayor General Z. Taylor, Comandante del Ejército de Ocupación.
Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.
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