Agosto 10 de 1846
[…] La asignación de dos millones de dólares para poner al Presidente en aptitud de negociar la paz con México, llegó al Senado unos treinta o cuarenta minutos antes de las doce. El Senador Davis, de Masachusets, tomó la palabra y habló hasta que hubo concluido el tiempo, de modo que frustró la votación del asunto. La historia de esta iniciativa hasta ese momento se da en este diario, fechas 7 y 8 del actual.
Más tarde, al anochecer del sábado 8, supe que después de un agitado debate en la Cámara de Representantes, aprobó ese Cuerpo una resolución, pero con una perversa y tonta enmienda, declarando que en ningún territorio que se adquiriera mediante el Tratado con México, debería permitirse la esclavitud. No se puede concebir qué relación pueda haber entre la esclavitud y el hacer la paz con México. Esta enmienda fue agregada al Proyecto de Ley por los opositores de la medida, y cuando se votó, los amigos originales del Proyecto votaron contra la enmienda, pero fue aprobada por los liberales "whigs" y por los demócratas del Norte, quienes se habían opuesto a conceder la autorización. En esta forma pasó el Proyecto al Senado. Si hubiera habido tiempo, no hay duda de que el Senado habría suprimido la condición de la esclavitud y de que la Cámara de Representantes habría estado de acuerdo con él. El Senador Davis sin embargo, acudió al desacreditado expediente de hablar ocupando el tiempo hasta que llegara la hora de levantarse la sesión y de este modo impidió que el Senado votara.
Mi objeto al pedir esta autorización, no ha quedado suficientemente explicado en este diario. Era el siguiente: México debe a los EE. UU. una fuerte suma que no puede pagar. Existe también una discusión sobre fronteras. Los dos países se encuentran ahora en guerra. Cuando la paz se haga, la única forma de indemnización que los EE. UU. puedan obtener, será una cesión de territorio. Los EE. UU. desean obtener la Alta California, Nuevo México y tal vez algún territorio más al Sur de estas provincias. A cambio de una cesión de territorio aceptable, estamos conformes en hacernos cargo de las deudas respecto a nuestros propios ciudadanos y en pagar una compensación adicional. Los informes que yo tengo me inducen a creer que México estaría dispuesto a zanjar la dificultad de esta manera. Se cree sin embargo, que ningún Gobierno (en México) sería suficientemente fuerte para hacer un tratado cediendo territorio y seguir manteniéndose en el poder, a menos de que al tiempo de firmar el Tratado pudiera recibir dinero suficiente para sostener al Ejército. Cualquier partido que pueda contar con el apoyo del Ejército, podrá conservar el poder. El Gobierno actual (de México) carece de ingresos regulares y sin un pago inmediato como parte de la compensación no se arriesgaría a hacer el Tratado. No habiendo duda de que podría yo efectuar un ajuste de la guerra pendiente si pudiera yo contar con dos millones de dólares a mi disposición, consideré que era de mi deber pedir la autorización para disponer de ellos. Esto fue lo que hice de primer intento, por medio de una comunicación confidencial dirigida al Senado en sesión ejecutiva, el día 4 del actual. El Senado, el día 6 del actual, dictó dos resoluciones aprobando mi manera de pensar y declarando que era conveniente conceder la autorización pedida. La resolución aprobando mi modo de pensar, pasó en el Senado por votación de 43 por la afirmativa, contra 2 de la negativa, y la resolución concediendo la autorización por 33 de la afirmativa contra 19 de la negativa. (Véase el Diario de la sesión ejecutiva respecto a la cual ha quedado levantado hoy el secreto.) Con pleno conocimiento de todo esto, el Senador Davis acudió al desesperado recurso de hablar todo el tiempo para frustrar una medida que habría sido incapaz de derrotar por medio de su voto. Si la autorización hubiera sido aprobada, estoy seguro de que habría yo podido hacer una paz honrosa, adquiriendo la California y los demás territorios que deseábamos, antes del fin de Octubre. Si la guerra se prolonga ahora, la responsabilidad caerá pesadamente sobre la cabeza del Senador Davis, quien merecerá la execración del país. Cuando mandé mi comunicación al Senado en sesión ejecutiva, deseaba yo consultar a ese Cuerpo, en sesión secreta, con objeto de que la autorización, si llegaba a aprobarse, hubiera pasado calladamente sin atraer la atención pública, ni suscitar los celos de las potencias europeas, pero contra mis deseos el Congreso dio gran publicidad al asunto.
Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y Traducción de Luis Cabrera.
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