México, 11 de noviembre de 1845
Ministerio de Relaciones Exteriores, Gobernación y Policía.
Excelentísimo señor.-Cumpliendo con los preceptos del Excmo. señor Presidente que Vuestra Excelencia se sirve comunicarme en su nota de 6 del actual, en que al hablarme de la alternativa en que se halla la República, de oír las proposiciones que se le hagan para arreglar de un modo decoroso la grave cuestión de la agregación del territorio usurpado de Texas a los Estados Unidos, o de hacer la guerra a esta potencia, hasta recuperar aquél, o recibir una plena y cumplida satisfacción por la ofensa que se ha inferido a los derechos de la nación; preguntándome con este motivo, con qué recursos cuenta el Ministerio de mi cargo, y su cuantía para emprender y sostener dicha guerra, con probabilidad de un éxito favorable; debo manifestar a Vuestra Excelencia, aunque en globo, lo que sabe muy bien y no se oculta a la penetración y empeñoso afán del Excmo. señor Presidente, y que está igualmente a la vista de todos aquellos que por deber, por negocios, o por simple instrucción, han seguido la triste historia del Erario público. Los recursos ordinarios de éste se bailan hoy casi del todo agotados. La imprevisión con que de mucho tiempo a esta parte se han manejado, la prodigalidad con que se han creado y multiplicado empleos inútiles, y en muchos casos poco merecidos, y el olvido en que se ha tenido la saludable máxima de procurar nivelar los gastos públicos con los ingresos ciertos y posibles, único medio que evita a las naciones como a los particulares el peligro de una bancarrota, han dado por resultado inevitable un déficit que de año en año es mayor, y como consecuencia de él, la imposibilidad de satisfacer las cargas públicas, la necesidad y disgusto de los que dependen del Erario, la desconfianza de sus acreedores, y la mayor dificultad de encontrar recursos, si no es a costa de gran des sacrificios, inexcusables cuando el crédito vacila y cuando las hipotecas son dudosas e insuficientes.
A estas causas generales de escasez se han añadido en el presente año las de la paralización del comercio exterior por el anuncio muy anticipado del cambio de arancel que fija los derechos, y la división de rentas hecha a favor de los Departamentos: división necesaria, requerida por la miseria y el desprecio, a que por mucho tiempo estuvieron condenados, por el imprescindible deber de cumplir los preceptos constitucionales que la Administración anterior había eludido, sin embargo de sus juramentos; pero que no por eso ha dejado de influir en el aumento del déficit enorme que ya pesaba sobre la hacienda general.
Es cierto que para hacerlo menor, y para atender los gastos cuantiosos que exige de la nación la crisis en que se halla, el Congreso General ha concedido al Gobierno una autorización amplia y generosa para procurarse quince millones en efectivo; pero también lo es, que por las causas enunciadas, ella no ha producido hasta ahora sino negocios mezquinos que apenas han bastado para cubrir en una parte las preferentes atenciones que gravitan sobre la hacienda.
En tales circunstancias, la Administración que ha recibido una tan triste herencia, ha fijado todo su empeño en economizar gastos, en sistemar sus rentas, en distribuir sus escasos productos y los recursos extraordinarios que puede conseguir, con la justicia e igualdad posible, sin dejar de satisfacer en cuanto puede a sus acreedores, porque obrar de otro modo sería concluir con su crédito, y alejarse todas las simpatías, y sin embargo de que está persuadido de que esta conducta, seguida constante y fielmente, dará resultados ventajosos y seguros, pues que como todas las grandes reformas son obra del tiempo, no desatiende su principal deber, que es el de prepararse a reivindicar los derechos de la nación.
Por el Ministerio del ramo estará el Presidente instruido de la situación y preparación del ejército. Todo él está dispuesto a moverse a la primera orden, que pueda ser acompañada con los recursos que necesita, entrando en operación. No pudiendo aumentarlo porque no tiene medios de sostenerlo, fiando la seguridad de los Poderes Supremos a la confianza que inspira la opinión pública, y la seguridad interior de los Departamentos y la de los caminos a la fuerza de policía de los mismos, cuyo establecimiento ha procurado constantemente, aunque con poco fruto hasta hoy; toda la tropa reglada, repito, está dispuesta a cubrir las costas y fronteras, y aun a emprender después una guerra ofensiva. Mas el obstáculo grande, invencible, para que se llenen los más ardientes votos del Presidente y la expectación pública, es la carencia de fondos. Contra este escollo fracasarán diariamente los mejores planes del Gobierno y hasta sus más subalternas disposiciones.
Hipotecadas, pues, todas las rentas, disminuidos de consiguiente sus productos, y gravados otros, como lo están los del tabaco, que ayudan mensualmente con cantidades considerables a las atenciones más urgentes, el Gobierno no puede hacer hoy otra cosa, que conservar difícilmente el actual estado de cosas.
El ejército está convenientemente estacionado, pero no puede moverse, porque apenas puede subsistir en los cantones en que se halla. Conserva sin embargo su disciplina, y aumenta su instrucción. Las fortificaciones se adelantan, mas no con la rapidez que sería de desear, ·porque falta el primer elemento de todo, que es el numerario.
El Gobierno para salir de esta situación desagradable, ha instruido a las Cámaras de las necesidades que le rodean, de la imposibilidad en que se halla de llenar sus altos deberes en la defensa y honor del país que está a su cargo: ha iniciado algunas medidas que podrían conducir, en parte, a este fin, y espera el resultado. Entre ellas se cuenta la de facilitar los medios de que la nación se arme, para que se halle preparada a todos los acontecimientos, y no ha olvidado presentar a todos los mexicanos la oportunidad de manifestar el interés que toman por su honor vilipendiado en Texas, mandando organizar juntas de auxilio a la patria, para que reciban y transmitan, directamente a las divisiones, el resultado de sus oblaciones; medida que, lo digo con dolor, no ha producido en dos meses resultado alguno.
Tal es el estado de la hacienda. El Gobierno está resuelto a todo lo que asegure el honor y los derechos de la República; pero esta resolución de su parte, será estéril sin recursos, y estos recursos deben salir, no de sus esfuerzos aislados, sino de la cooperación de todos aquellos a quienes incumbe o decretarlos, o satisfacerlos; deber impuesto a todos los mexicanos por las Bases constitucionales. Así lo espera confiadamente. Un deber que a todos incumbe, por todos debe ser cumplido; y en este caso, con hechos y no con palabras, que tantas veces se han dado en vano, probará el Gobierno su decisión de intentarlo todo, para salvar y fijar, de una vez, la dignidad de la República.
Tengo el honor de decirlo a Vuestra Excelencia, obsequiando su nota indicada, y el de reproducirle las seguridades de mi muy distinguido aprecio y consideración.
Dios y Libertad. México, 11 de noviembre de 1845.
FERNÁNDEZ DEL CASTILLO.
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