[1996]
Al iniciar su gestión ministerial, en el régimen del Supremo Poder Ejecutivo, Alamán no recelaba mucho de los Estados Unidos, ni de Inglaterra. Aunque Whitaker dice que algunos latinoamericanos vieron desde un principio a la doctrina Monroe " [...] con un despego rayano en la hostilidad. Entre ellos se contaban Lucas Alamán y otros prominentes mexicanos, el ilustre Bolívar de Colombia y la mayor parte de la clase superior conservadora de Buenos Aires". La verdad es que en el caso de Alamán, esto no fue tan claro en los umbrales de su relación ministerial, y personal, con los Estados Unidos.
En las instrucciones muy reservadas que dio el canciller Alamán a Pablo Obregón, ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de México ante el gobierno norteamericano, las cuales están fechadas el 31 de agosto de 1824, todavía durante el mandato del Supremo Poder Ejecutivo, se lee en el primer punto:
1º. El objeto principal de su misión es formar las relaciones convenientes para asegurar la independencia y libertad de esta nación. El discurso con que el presidente de los Estados Unidos abrió las sesiones del Congreso [se refiere a la doctrina Monroe] da idea que aquel gobierno se halla dispuesto a hacer causa común con los demás gobiernos independientes establecidos en el continente de América para resistir cualquiera agresión de la Santa Alianza, y como la decidida oposición de la España a reconocer la independencia, y la conducta ambigua, y sospechosa de la Francia haga parecer probable que se piense en obrar hostilmente contra nosotros, pondrá todo su conato en penetrar cual será en tal caso la conducta política del gobierno de los Estados Unidos del Norte, cuáles los recursos que directa o indirectamente pueda esta nación prometerse de aquélla, y caso de que vea alguna disposición a cooperar a la defensa de nuestra independencia adelantará los pasos que crea prudentes en vista del estado de la Europa para hacer efectivos aquellos auxilios. "
En el punto 7 de las mismas instrucciones, don Lucas indica que:
"Las instrucciones anteriores en cuanto a auxilios que aquellos Estados [Unidos] puedan proporcionar a éstos [Estados Unidos Mexicanos], tienen lugar para los casos ordinarios que dan tiempo a contestaciones, pero en los extraordinarios de una invasión repentina, deberá proporcionar sea del gobierno, o de los particulares todo lo que pueda facilitar para el sostén de la independencia y de la libertad."
En mayo de 1825, Alamán instruía a Rocafuerte, encargado de negocios en Gran Bretaña, acerca de la posibilidad de celebrar un tratado de alianza ofensiva y defensiva con esa potencia, como el que firmaron los Estados Unidos con Francia, en vista de la posibilidad de que España intentara la reconquista apoyada por alguna potencia de la Santa Alianza, como Rusia. La Independencia y la libertad de la nueva nación eran lo más importante, he ahí la razón de ser de las instrucciones anteriores a los representantes mexicanos ante Estados Unidos e Inglaterra. Sin embargo, pronto se dio cuenta Alamán de lo poco confiables que eran esas potencias.
Aunque aparentemente las relaciones entre Gran Bretaña y Estados Unidos eran muy buenas, existía una rivalidad entre ambas por el predominio que cada una de ellas quería ejercer en los asuntos latinoamericanos, en donde los estadistas estadounidenses querían construir un sistema americano, naturalmente encabezado por ellos, origen del panamericanismo. Inglaterra, por su parte, quería ejercer su preponderancia económica en la zona. Dado que los nuevos Estados eran republicanos, los representantes norteamericanos en la región se valían de ese argumento para sostener una identidad de principios democráticos en América frente al despotismo europeo, representado por sus sistemas monárquicos, en los cuales incluían al inglés. La tentativa por erigir un sistema americano opuesto al europeo impresionó profundamente a Canning. "La adujo en el gabinete como la razón más importante por la que México debería ser reconocido".
Esta rivalidad se reflejó en México en el antagonismo que se creó entre los representantes de ambas naciones: Poinsett y Ward. El charlestoniano resultó triunfador en la liza frente al joven diplomático inglés y frente a Alamán. La contienda está documentada en la correspondencia de Ward con el ministro Canning.
Informaba el diplomático británico:
[...] En la actualidad, su gran objeto [de los Estados Unidos] es inducir a los Estados hispanoamericanos a que los consideren como miembros de la misma familia, vinculados a ellos por mil lazos que los europeos no pueden establecer, y unidos a ellos por una similitud en sus instituciones políticas, que los coloca indudablemente en la misma situación con respecto a las potencias monárquicas del Viejo Mundo. Si hubieran podido agregar la uniformidad de religión a estos argumentos en su favor, hay poca duda de que su influencia hubiera sido muy poderosa. Tal como es, no sería de despreciar en forma alguna…
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Mr. Poinsett es hombre de gran capacidad... ansía naturalmente formar aquí un partido americano, y con ese fin observo que cultiva las relaciones de todos aquellos que fueron nuestros opositores en los debates sobre el tratado [con Gran Bretaña]. Ignoro si mediante su ayuda espera conseguir la aprobación de su propio tratado [con Estados Unidos]...
Efectivamente, el partido americano (panamericano le llamaríamos nosotros) de Poinsett no es otro que el yorkino, a través del cual Poinsett se opuso a los anhelos hispanoamericanistas de Alamán, en su primera fase de 1823 a 1825, así como a los intereses británicos de predominio comercial en México. Aun así, la presencia económica inglesa en nuestro país seguiría siendo muy importante en la primera mitad del siglo pasado.
En otro de los interesantes despachos de Ward, éste trae a colación la conveniencia que puede tener para Inglaterra aceptar en su tratado con México la cláusula en que éste reserva un trato especial a los países hispanoamericanos (lo que nos muestra que la actitud de Ward era más flexible que la de su jefe Canning); porque al ser aceptada por Gran Bretaña, presionaría mucho para que los norteamericanos también la tuvieran que incluir en su tratado con nuestro país, que estaban negociando en esos días, lo cual podría afectar mucho más a Estados Unidos que a Albión. Poinsett tuvo una plática al respecto con Ward, en la que le manifestó...
que no era extraordinario que Gran Bretaña aceptara una cláusula semejante: era una potencia europea y no podía tener derecho, o pretensión, de intervenir en los arreglos de familia de los Estados americanos: pero sería absurdo suponer que el presidente de los Estados Unidos llegara a firmar un tratado por el cual ese país quedaría excluido de una federación de la cual él debería ser el jefe (empleo las palabras textuales de Mr. Poinsett), y si consintiera en hacerlo, el Senado tenía demasiado buen sentido para permitir que fuera ratificado. Por lo tanto, la cláusula debía ser derogada respecto a Gran Bretaña (puesto que eso era una condición preliminar), o no habría tratado entre México y los Estados Unidos.
Aquí tenemos a Poinsett el panamericanista pintado de cuerpo entero. Es el mismo Poinsett que presentó en la Cámara de Representantes de su país una proposición para que éste "auxiliara" a la independencia de Cuba para exterminar a los piratas que se abrigaban en ella, a lo cual se opuso su gobierno."
Volviendo al despacho de Ward que estamos tratando, éste nos refiere cómo comunicó su conversación que tuvo con Poinsett al presidente Victoria, quien afirmó que
...estaba tan poco dispuesto como nosotros (los ingleses) lo estábamos a reconocerlos (a los estadounidenses) como jefes de la Federación Americana, y pensaba que nada podía ser tan justo que considerarlos con relación a las antiguas colonias españolas (que ciertamente formaban una gran familia) en la misma forma que cualquiera de las potencias de Europa."
Por lo visto el presidente Victoria también abrigaba pensamientos hispanoamericanistas, quizá por influencia de Alamán, o de Miguel Santa María. Así lo afirmó en un despacho Poinsett a su secretario de Estado, en el cual declaró que el proyecto favorito del primer presidente mexicano era crear una confederación de Estados hispanoamericanos, que debería ser encabezada por México, por su mayor población y riqueza.
En otro de los reveladores despachos de Ward a Canning encontramos significativas afirmaciones respecto a nuestro tema de estudio:
La formación de una Federación Americana general de la que estarán excluidas todas las potencias europeas, pero muy especialmente Gran Bretaña, es el gran objetivo de los esfuerzos de Mr. Poinsett. Inmediatamente después de su llegada aquí, aunque hacía mucho tiempo que se había abrigado la idea de una intima unión entre las ex colonias de España, nada era más ajeno a los deseos de los mexicanos que ver a los Estados Unidos incluidos en este lazo fraternal. Lamento decir que ahora muchos miembros -y miembros distinguidos-, de ambas Cámaras, han sido inducidos a admitir la validez de esta pretensión, y desean sancionarla por un tratado.
La salida de Alamán del ministerio, en septiembre de 1825, fue uno de los grandes triunfos de Poinsett y su partido americano. El influyente ministro de Hacienda, Esteva, que hasta ese momento se había mostrado simpatizante de los intereses británicos, se acercó al charlestoniano para manifestarle su deseo de ver a las nuevas repúblicas unidas en un sistema panamericano " [...] forzado sobre los principios que él sabía que yo (Poinsett) tenía en mi corazón.
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Méndez Reyes Salvador. El Hispanoamericanismo de Lucas Alamán (1823-1853). México, UAEM [CICyH], 1996. 311 págs. pp. 141-146.
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