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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1826 Proyecto de ley sobre prohibición de sociedades secretas.

Abril 18 de 1826

 

Proyecto de ley presentado por el Sr. Ceballos a la Cámara de senadores, y suscrito por los Sres. Alpuche, Zavala y Berduzco.

Traspasado mi corazón hace algún tiempo por los males morales que le preparan en secreto á nuestra incauta Juventud mexicana» ciertas reuniones clandestinas de esta capital, diseminadas ya por la república, cuyo misterioso sigilo ofrece grandes sospechas de su ilicitud asi por lo mucho que armonizan con las tinieblas, de donde nada bueno puede resultar ni a la religión ni al estado, como por la relajada moral que observan uno u otro individuo que positivamente asiste á ellas: creo de mi deber como católico, y me veo estrechado por la investidura con que me honraron mis comitentes de Coahuila y Tejas, a buscar el antídoto saludable contra tamaño mal y siéndolo á la vez el destruirlas, escarmentando para siempre á sus corifeos y prosélitos, como ofrece nuestra carta federal, elevo á la deliberación del senado el siguiente proyecto de ley.

Art. 1 Se prohiben para siempre todas las juntas, asociaciones o reuniones ilícitas que tuvieren por objeto el ejercicio de alguna secta o falsa religión contraria a la única verdadera, cual es la C. A. R. que profesamos

2. Si algunas por desgracia existen bajo cualquiera denominación de fingida filantropía, y continuaren en su ejercicio después de las 24 horas de publicada esta ley, serán disueltas por la autoridad civil; y castigados con penas de simple policía el jefe ó director en unión de los hermanos de que se compongan sin perjuicio de las más severas penas que les resulten del proceso conforme a las leyes que les aplicará el respectivo diocesano.

3. Las penas de policía serán la multa de 100 hasta 500 pesos, y de 5 meses de prisión hasta dos años, según las circunstancias reagravantee ó minorantes del delito.

4. Los jefes o directores de las referidas asociaciones serán castigados con una multa desde 200 hasta 500 pesos, y desde diez meses hasta dos años de prisión, y la misma se impondrá á los dueños ó inquilinos de las casas a donde se celebran á ciencia de ellos.

5. Los cofrades y hermanos que más se hayan distinguido en la secta que profesan por medio de sus discursos, seducciones, exhortaciones u oraciones, serán multados desde 100 hasta 400 pesos, y la prisión desde cinco hasta veinte meses.

6. Los igualmente profesos prácticos en ellas, pero que no hayan seducido á otros de los modos antedichos, serán castigados con la de 100 hasta 300 pesos, y con la prisión de tres meses hasta quince.

7. Los novicios de tales reuniones o logias serán escarmentados con la de 100 hasta 200 pesos, y cinco meses de prisión hasta doce, y las demás juntas secretas prohibidas por las leyes las quitará el gobierno.

El Sr. Zavala dijo: cuando se dio primera lectura á este proyecto del Sr. Cevallos, me causó una impresión tan fuerte que no pude resistir al deseo de que desde luego se tomase en consideración. Creía que su señoría tenía datos tan positivos de las reuniones clandestinas de que habla, que se me representaron inmediatamente las de que había oído hablar en varias partes. Se había dicho en este mismo lugar en algunas discusiones, que se sabía de ciertas juntas que tenían por objeto proyectar contra la independencia o contra el actual sistema de gobierno. También se ha hablado por fuera con alguna generalidad, de ciertas reuniones secretas en la Profesa, cuya existencia parecía tanto más verosímil, cuando que no sería el primer ejemplar de haberse verificado en aquel sagrado lugar algunas conferencias políticas. Bien sabido es, al menos es muy general la voz, de que allí tuvo origen el famoso plan de Iguala; cuyos resultados por otra parte no han sido tan benéficos. Mas en fin, era un plan político, y no sería muy extraño que ahora se tratase de algún otro plan político como aquel.

Todas estas ideas se me agolparon desde luego en la imaginación, y no dejó de ocurrirme que podrá el Sr. autor de este proyecto hablar de las logias masónicas. En este caso creí también que era necesario satisfacer los escrúpulos del Sr. Cevallos. Desde que se trata de esta materia es necesario dilucidarla todo cuanto es posible, para disipar opiniones y preocupaciones de algunos pobres fanático, que apenas oyen la palabra masón ó francmasón, se tapan los oídos ó se ponen como azogados. Tengo la fortuna de dirigir la voz á un senado cuya mayoría ha dado tantas pruebas de religiosidad como de ilustración y de filosofía, y hablo delante de un pueblo civilizado y libre.

En el siglo pasado, se creía en algunos pueblos de Italia entre las mujercillas del populacho, y en la hez del pueblo, que los masones cuando principiaban sus trabajos se convertían en diversas clases de animales cada uno según su carácter o representación; y así no sería extraño que alguno u otro del bajo pueblo creyese entre nosotros que en esas sociedades secretas se convertían los componentes en tecolotes, lobos, osos, tigres y otros animales dañinos, lo que a la verdad, compondría una reunión muy poco útil, y de consiguiente digna de toda nuestra execración. Pero no creo capaz al Sr. Cevallos de pensar así; bastantes pruebas nos ha dado su señoría de su ilustración para degradarlo hasta este punto.

Bajo de otro aspecto ha considerado la cuestión y esto me ha hecho subscribir sus ideas.

Asegura que esas reuniones misteriosas tienen objetos religiosos, y que en ellas se fomentan ideas contrarias á la religión de la república. Como esta opinión se ha generalizado entre las gentes sencillas é incautas, no pude menos que acercarme al Sr. autor de las proposiciones para preguntarle los datos que podíamos presentar para probar esta aserción, algo aventurada á la verdad. Me contestó que no tenía ninguno; pero que era necesario averiguarlo, y que para esto hacía la proposición. Conocí a primera vista las dificultades que ofrecía un proyecto de esta naturaleza, y no dejé de exponerle que era necesario chocar con muchas personas respetables que se decían eran miembros de estas asociaciones. Sin embargo me pareció conveniente que se discutiese esta materia, y quise por lo tanto suscribir el proyecto del Sr. Cevallos, lo que hice con permiso de su Señoría. No he dejado de vacilar sobre si, escuchando el decoro y dignidad de la nación, y dejando aparte escrúpulos impertinentes, sería más conveniente despreciar una proposición semejante; ó más bien dando oídos á los clamores de la superstición y el fanatismo, deberíamos entrar en su examen y discusión. Nosotros somos representantes de unos y otros, y las leyes tienen ó deben tener por objeto las transacciones entre los intereses, pasiones y preocupaciones. Por otra parte, los pueblos civilizados acaso formarían una idea desventajosa de nuestra ilustración si nos ocupásemos en tales asuntos. ¿Y cuándo? En ocasión que se nos habla de expediciones contra nosotros y cuando ya en el fin de nuestras sesiones tenemos pendientes asuntos del mayor interés que resolver y debemos ocuparnos de ellos de preferencia. ¿Qué haremos pues, cuando se han suscitado estas discusiones tan frívolas como insignificantes? Acaso sería útil que pasasen a una comisión las proposiciones de que hablamos, y que ésta se ocupase en hacer una disertación luminosa para que oyendo el pueblo mejicano desde las tribunas de la nación la voz de la filosofía y de la verdadera libertad, desoyese a esos miserables egoístas que se ocupan todo el día en desacreditar toda suerte de instituciones que no tienen por objeto mantener al pueblo en las tinieblas y consolidar el imperio de la superstición para que se diesen útiles doctrinas en lugar de esas lecciones tenebrosas con que se alimenta al pueblo bajo, so pretexto de religión por aquellos mismos que no conocen el espíritu de esta, ni mucho menos practican su moral.

Concluiré elogiando el celo y el candor del Sr. Cevallos de cuya buena intención nadie se atreverá á dudar, y acaso éste ha sido uno de los motivos que he tenido para subscribir su proposición. Solo he sentido que haya puesto como para sorprender, las proposiciones en la tribuna cuando el Sr. secretario daba cuenta, y que no hubiese previamente consultándole con el Sr. presidente de la cámara, para saber si era ó no asunto de sesión pública. Ya no hay remedio, el guante está echado, y es necesario levantarlo, por tanto suplico que se admita a discusión este proyecto.

Después daremos el discurso del Sr. Cañedo contra el proyecto.

 

“Águila Mexicana” No. 376 27 de abril de 1826, pp. 1-2