16 de Junio de 1824
La República Mexicana goza de la satisfacción de ver su Supremo Poder Ejecutivo en manos de individuos, á quienes ha apreciado por sus distinguidos servicios y que con celo y prudencia han desempeñado sus obligaciones. Hoy que entra de nuevo el benemérito general D. Guadalupe Victoria, le recomiendo proceda con energía y viveza: viveza dije, porque abundan arbitrios para hacer que se equivoque el buen patriota y confunda al amigo del orden con el enemigo de la Independencia, de las libertades públicas y de la forma de Gobierno; y los hombres de mejor intención están más dispuestos á errar los caminos de la felicidad, que la misma naturaleza está brindando á la República. La Nación espera que el beneméríto de la Patria que hoy ocupa esa silla, hará entender que las primeras autoridades cuidan de la Independencia de la Nación y del sistema federal que hemos adoptado y llevaremos adelante á cambio de toda fatiga.
Esta es ocasión de manifestar al Sr. Victoria la calificación que ha hecho la Patria de sus relevantes servicios, y de poner en sus manos, como lo hago, en cumplimiento del acuerdo del Soberano Congreso, la auténtica, el decreto, digo, en que se le declaró benemérito.
Respuesta del General Victoria.
SEÑOR:
En el santuario de las leyes no debe hablarse otro lenguaje que el de la verdad y el de un patriotismo puro. Muy sobre mi mérito me colocó Vuestra Soberanía en el número de los patriotas en quienes depositó el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo; mas resuelto siempre á obedecer y nunca á mandar, temí acercarme á un desempeño cuyos altos deberes son superiores á mi limitación. Confiado en la rectitud de mis ideas, permanecía observando y ofendiendo al débil resto de nuestros opresores que parapeta el Océano, y admirando al mismo tiempo el entusiasmo patriótico, amor al orden, valor, respeto y obediencia de los habitantes del Estado de Veracruz, á los Supremos Poderes de la Federación. Los preceptos de Vuestra Soberanía y un terminante mandato de S. A. S. que invoca la salvación de la Patria, me conducen hoy á este templo de la sabiduría á jurar el fiel cumplimiento de un encargo en que no tendré que hacer si no admirar las virtudes é ilustración de mis dignos compañeros. Siempre he manifestado á la Nación y al mundo entero, que no mido los sacrificios cuando éstos ceden en beneficio de la Patria, y suplico á Vuestra Soberanía exija los que crea necesarios para su salvación; pero esclavo de la ley, no sé otra cosa que someterme gustoso á su imperioso mandato, ni conozco otra senda que la que traza la mano sabia del legislador. Vuestra soberanía me hará la justicia de creer que la aceptación de un puesto, el primero y más elevado de la Nación, es hija de mi obediencia y no de mis deseos. El Congreso General Constituyente me ha dado con mano generosa cuanto puede darme: nunca puedo ni debo apetecer más.
Réstame sólo, Señor, suplicar respetuosamente á Vuestra Soberanía reciba con agrado la más cordial expresión de mi gratitud por las señaladas distinciones, y muy en particular por la que acaba de conferirme en este momento, de un valor inestimable, sin que quede á mi deseo otro hueco que el que luego que Vuestra Soberanía crea que puedo retirarme, me conceda por término de su bondad la gracia de quedar reducido á la vida privada, para que sean cumplidas las protestas que tengo hechas ante Dios, á los hombres y á mi Patria.
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