Castillo de San Juan de Ulúa, abril 5 y 13 de 1824.
Excelentísimo señor.
Aunque la incomunicación en que meses hace se halla esta fortaleza con el país vecino, y la dificultad que en él hay también para lo que pide el comercio, por la multitud de ladrones que de día en día inundan cada vez más los caminos, ha entorpecido mis relaciones con los agentes que promueven nuestros intereses, superando sin embargo su eficacia un cúmulo de impedimentos y arrostrando peligros, he podido alcanzar algunas noticias de importancia, ya sea sobre el estado y disposiciones del país, como de la parte que algunos de los mismos agentes han tomado en varios sucesos notables, que me parecen de bastante interés para que lleguen al conocimiento de Su Majestad por el conducto de vuestra excelencia.
La terminación anunciada de la guerra en España trajo para los gobernantes de este país el temor consiguiente de una expedición, que daban por supuesto había de venir luego a reducirlos a la obediencia, y como no sea dable que desconozcan la incompetencia de sus medios para resistirla, a pesar de su exaltación, el sobresalto para los interesados en sostener su malhadada independencia era muy general desde el mes de enero, y motivo perpetuo de sus agitadas conversaciones. Aunque no faltaba tal cual orgulloso que hablase con afectada confianza, la generalidad, reconocía con desaliento y aún confesaba la necesidad en que se verían de sucumbir. Alegaban su inevitable desunión en el actual gobierno, como ya se había visto por la falta de auxilios pedidos contra este castillo, pues cada provincia guardaba para sí sus tropas y medios pecuniarios, ya sumamente reducidos o más bien exhaustos, y conocían que nada podía pedirse ni esperarse de los pueblos opuestos a toda guerra, y más bien declaradamente ansiosos de un gobierno estable cualquiera que fuese, con tal que ponga término a las continuadas conspiraciones, acabe con los malhechores y restablezca la confianza pública.
En tal estado, tuve por mis confidentes aviso que el gobierno, con objeto de hacer frente a la invasión temida, había dispuesto acantonar dos cuerpos de tropas, el uno en las villas y el otro en San Luis de Potosí cada cual de cinco mil hombres, pero añadían que en caso de reunirse, sería una fuerza despreciable por su falta de instrucción y disciplina, y por componerse en la mayor parte de reclutas de leva que por sus hábitos bien conocidos en este país desertarían luego a centenares. Victoria, Rincón, Lobato y Filisola eran los jefes nombrados para el primer cuerpo en 17 de enero, no sabiéndose entonces a cargo de quiénes se pondría el 2º. Disponíase toda la defensa en el Puente del Rey, Paso del Macho y Chiquihuite, mas como estos puntos pueden flanquearse, se creía con fundamento que la expedición podría llegar sin resistencia a la capital al mes de saltar en tierra.
Esta opinión y aquellos temores daban lugar a que se explorase en el general fermento la disposición de los ánimos y pudo notarse que la de las tropas realistas era unirse a las banderas de España luego que se presentasen; y había oficiales y aún más soldados que en declararlo no mostraban empacho. En cuanto a los españoles, que olvidando en el año de 21 a su patria tomaron partido por la independencia y contribuyeron poderosamente para establecerla, arrinconados ahora y humillados en México todos sus jefes, excepto Negrete, y agobiados los demás oficiales y soldados por continuas vejaciones y vilipendios en premio de su traición, sólo anhelan en el día la ocasión de lavar esta mancha a tiempo que sacien su venganza. Por más que el interés personal la disimulase, no podía esta disposición de gran número de hombres ocultarse a los declarados independientes, que también es natural que temían a los que tanto han ofendido. De aquí han nacido en varios papeles muchas reclamaciones para separar a los peninsulares de sus empleos, haciéndose por último sobre este punto una moción largo tiempo sostenida en el Congreso. Apoyábala con todo su influjo Michelena, que era por decirle así el alma del Poder Ejecutivo, diputado que fue en las Cortes de España y antes un oficial de nuestro ejército, y que así como los más americanos, educado y elevado en la Península, es aquí uno de los más ardientes campeones de la independencia, y acérrimo enemigo de nuestro nombre y aún más de la dominación española. Convenía pues derribar a este poderoso contrario, sobre lo cual me comunicó uno de mis agentes de no pequeña habilidad e influjo, el plan que se proponía seguir y había comenzado a poner por obra, que si bien no haya salido en todas sus partes como se apetecía, produjo a lo menos el principal efecto a que se aspiraba.
Sugiriósele por 3ª. persona a Lobato, general que manda en México, quien con falsedad y para darle mejor acogida, lo varió agregando entre otras cosas la petición de expulsar a los españoles. Sabido esto, fue menester contrarrestarle y por otra mano se dio aviso al gobierno de lo que contra él se tramaba. Abortó así la conjuración capitaneada por Lobato, habiendo dado tiempo para ganar y disuadir a muchos de los oficiales conjurados, mas éstos, con el mismo Lobato, tuvieron bastante poder para pactar más bien con el gobierno que alcanzar su perdón. Sólo algunos obstinados que lo despreciaron y quisieron llevar adelante su empresa, no siendo ya posible, fueron desterrados, y entre ellos uno a quien se le concedió indulto estando ya en capilla. La impresión sin embargo que este suceso dejó contra Michelena produjo su efecto, sin que su crédito y relaciones bastasen a sostenerlo en su alto puesto, de donde ha sido separado con la comisión honorífica de embajador o enviado extraordinario de Inglaterra, para donde ahora se embarca.
He sabido entretanto que los comisionados de esta nación en México Harvey y O’Gorman no pierden ocasión de excitar públicamente a este gobierno a las más severas providencias contra los peninsulares aquí establecidos, despertando de continuo la suspicacia de estos insurgentes contra el comercio y miras futuras de la España. Tengo noticia segura que sus amañados informes se dirigen a empeñar al ministerio inglés en apoyar la independencia de estos naturales, y esto es muy conforme a su interés de perpetuarse en su comisión, por la que se hallan dotados con cuarenta mil pesos el uno y veinticinco mil el otro.
Desde mi conversación con O’Gorman, de que tengo dada cuenta, he procurado despertar la desconfianza de varios ingleses, ya sean marinos o comerciantes algo instruidos, contra estos comisionados de su nación en México. Les he puesto a la vista los hechos que comprueban que este país camina no al establecimiento de un gobierno regular sino a una completa disolución social; que disminuyendo sus riquezas de día en día no debe su comercio brindar una expectativa lisonjera para la Gran Bretaña; que aun las ganancias que hoy día halagan a primera vista la codicia de los especuladores se hallan en la realidad muy cercenadas por los riesgos en la introducción de las mercancías y extracción de su valor, riesgos que cada día debe ir en aumento por el que la anarquía va tomando; que de ella ha de resultar, como ya se está palpando, no sólo la desmembración de las provincias de este desgraciado país sino que acabará de romper todos sus vínculos sociales volviendo a un estado de completa barbarie; que en él sus vecinos, los anglo-americanos, serán los que recogerán verdaderamente el fruto de los sacrificios que la Inglaterra hiciere para apoyar la independencia; y por último, que ya los Estados Unidos, de tan reciente origen, como de ilimitada ambición en extender su territorio, van introduciéndose por la provincia de Texas, y hablan sus agentes sin rebozo de la ocupación que deben hacer luego de las provincias internas entre los dos mares.
Yo no dudo que estas ideas, esparcidas oportunamente con estudio aunque con aparente imparcialidad, fructificarán ilustrando al gobierno inglés sobre sus verdaderos intereses, de ninguna manera opuestos aquí con los nuestros, sino muy conciliables con ellos, y me consta que muchos comerciantes, de cuyos informes siempre en aquella nación se hace gran caso, han escrito a personas respetables de su país en el propio sentido que dejo expresado; pero un acontecimiento reciente espero que llamará más la atención de dicho gobierno inspirándole no pequeña desconfianza contra sus comisionados.
Para llevarles unos pliegos de que estaba encargado, hizo ha poco [sic] un viaje a dicha capital Mr. James Murray capitán de la corbeta de guerra Valerous, actualmente fondeada en Sacrificios y que debe dar luego la vela para Inglaterra. Propúsose al mismo tiempo agenciar la venida a estas costas de una conducta de platas, en lo que debía lograr el provecho de un regular registro para su buque, y como en esto se interesaren también varios comerciantes de su nación, deseosos de extraer de aquí sus fondos, hubo algunos que les acompañaron para aprovechar de su influencia agregando también la suya en lo que tanto les importaba. Su diligencia, sin embargo, a tiempo de salir infructuosa, los dejo convencidos de que los comisionados de su nación Harvey y O’Gorman eran el más poderoso obstáculo para cumplir su deseo. Es con efecto el objeto de estos enviados auxiliar a toda costa a este gobierno, el cual malograda su esperanza de alcanzar ningún empréstito en Inglaterra, no habiendo tenido lugar el de ocho millones propuesto primero por Migoni, ni el de veinte ofrecido últimamente por Richard, se halla hoy día en la mayor angustia y sin un real para acudir a las más imperiosas y urgentes necesidades. En tal extremo, excitaron los comisionados a un aventurero inglés llamado Staples para que ofreciese otro empréstito al gobierno de México, y con el fin de inspirar confianza a los que tomaron sus letras contra Inglaterra, se han esforzado en persuadir hasta con su autorización que aquel gobierno saldrá responsable a las cantidades adelantadas a Staples con dicho objeto. Como esto sin embargo no bastase para dar crédito a las letras de Staples, quisieron reducir a los comerciantes a la necesidad de admitirlos para extraer sus fondos, influyendo con el gobierno de México a fin que no permitiese la salida de ninguna conducta de platas. La consecuencia de estas agencias ha sido el universal desagrado e irritación de los comerciantes extranjeros, y más particularmente del capitán Murria, que vio desvanecida su esperanza acerca del registro que se prometía. De aquí nacieron entre él y los comisionados de su nación contestaciones algo duras en la misma capital, a que puso el colmo un acontecimiento que presenta el mismo Murray como una prueba de lo que son estos naturales y su gobierno.
A su vuelta, con efecto, de México en compañía de varios comerciantes de su nación y otros anglo-americanos, fueron abandonados entre Puebla y Perote por la escolta que les había señalado el gobierno, asaltados seguidamente por veinticinco hombres, la mayor parte oficiales que actualmente sirven en estas tropas, y aunque no les opusieron resistencia, no sólo les robaron cuanto llevaban, sino que mataron a sangre fría [a] dos de los compañeros de viaje de Murray, hirieron gravemente a otros dos, maltratando cruelmente a los que dejaron con vida. La natural irritación producida en dicho capitán por este suceso le ha hecho escribir paladinamente a los comisionados de su nación, que envilecen realmente al paso que engañan a su gobierno, queriendo persuadirles que aquí pueda establecerse ninguno que merezca este nombre, y así les declaró que lo publicaría a su llegada a Inglaterra. El mismo capitán me dijo en comprobación de su aserto que, aun dentro de la capital, nadie que llevase sobre sí algo de valor puede andar con seguridad sin una escolta o armado; añadiendo que continuamente se descubren conspiraciones por todas partes, cuyo objeto final es el robo, y esto propio me han confirmado otras personas de crédito que acaban de llegar del interior.
Creo que con lo expuesto podrá formar vuestra excelencia una idea del miserable estado a que su rebeldía tiene reducido a este país, sobre el cual, aunque con el riesgo de ser difuso, y en cuanto mi mala salud me lo permite, me ha parecido que no debía omitir ninguna reflexión o noticia que contribuyese a la debida información de Su Majestad sobre todo en el día que restituido felizmente a la plenitud de su poder ha de anhelar su paternal corazón emplearlo con toda eficacia para la protección de los españoles en todos sus dominios.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Castillo de San Juan de Ulúa, 5 de abril de 1824.
Excelentísimo señor.
Francisco Lemaur.
Excelentísimo señor secretario de Estado y del despacho de la guerra.
Excelentísimo Señor.
La correspondencia recibida de mis confidentes y las noticias verbales que aquí me han traído algunas personas fidedignas después de concluido el parte que dirijo a vuestra excelencia con fecha de 5 de este mes, dan ocasión a este otro, a fin de no omitir, como es mi objeto, nada que en las delicadas circunstancias en que me hallo pueda conducir a la debida información de Su Majestad y logro de sus miras sobre este país.
He confirmado con más extensión lo anteriormente noticiado a vuestra excelencia sobre Harvey, enviado inglés en México, y sé positivamente que no sólo a los gobernantes de aquella capital, sino a varios comerciantes de su nación, les ha enseñado una credencial firmada por el ministro británico Canning, en que éste asegura que aprobará el gobierno inglés cuanto con el de este país pacte y acuerde dicho enviado. De este modo se ha procurado dar crédito a las letras libradas por Staples, cuyo préstamo, ofrecido aquí bajo la dicha garantía, debe ser de millón y medio de pesos reintegrables inmediatamente del primer empréstito que estos insurgentes logren ya sea en Inglaterra o en otra parte. Mediante este arbitrio no han faltado quienes hayan dado dinero en cambio de dichas letras, si bien hasta ahora no ha sido mucho, no obstante que a los que conocen las leyes de aquella nación no debe bastarles la seguridad que se les propone sobre tal punto con la sola firma de un ministro.
De las mismas letras lleva algunas Michelena, enviado osease embajador nombrado por este gobierno cerca del de Inglaterra, y estoy informado por conducto seguro que es uno de sus principales encargos, y el de Rocafuerte su secretario, que también fue diputado en Cortes, el invertir su valor en el equipo y armamento de tres fragatas que deben venir a bloquear esta fortaleza. Dicho enviado recibió de los ingleses por este carácter los honores de un saludo al embarcarse la tarde del 9 de este mes a bordo de la corbeta inglesa Valorous, fondeada en Sacrificios, habiendo tenido para esto su comandante Murray orden expresa de Harvey.
Continúa con bastante disparidad este enviado británico sus excitaciones a este gobierno para que separe de sus mandos a todos los españoles y expulse los demás aquí residentes, alegando que mientras en este país haya peninsulares y no corte con la España eficazmente todas sus relaciones comerciales, no debe mirar su libertad asegurada. A pesar de esto el Congreso de México no ha resuelto aún el punto pendiente sobre separar de sus empleos a los españoles, bien que de hecho se ha logrado en gran parte moviéndolos a que pidan individualmente sus licencias ilimitadas, las que desde luego se les conceden.
No por esto deja de ir a menos el crédito del gobierno central, cuyos decretos se desatienden con frecuencia por los de las provincias, así como las autoridades del gobierno en ellas desobedecen abiertamente las órdenes del de México; ni logra tampoco el propio Congreso librarse de las conspiraciones, habiéndose descubierto últimamente otra en el momento de llevarse a efecto, por la cual hay presos seis oficiales cuyo objeto era asesinar los miembros del Poder Ejecutivo y proclamar a Iturbide, si ya no fuese con el aborrecido carácter de emperador, a lo menos con el de Presidente perpetuo del Congreso. El clero apoya con toda su influencia la vuelta de este usurpador a cuya sombra únicamente imagina asegurada la conservación de sus rentas y privilegios, tan amenazados por los funestos principios republicanos; mas el verlos ya felizmente reprimidos en España valdría, no hay duda, para que el mismo clero a pesar de hallarse contaminado por su delirio de la independencia diese apoyo al restablecimiento de nuestro gobierno si lo viese luego sostenido por alguna expedición respetable.
Aun sin este auxilio no deja de crecer nuestro partido, y en todas partes trabajan mis agentes por fomentarlo, no habiendo costado poco trabajo en algunas el contener a los excesivamente exaltados que, tomando mi nombre, querían imprudentemente proclamar ya el gobierno antiguo de su Metrópoli imaginando próxima la expedición que debía auxiliarlos. A este momento es al que he creído que debía aguardarse para que su patriotismo y sacrificios fueran útiles; pues si bien me librarían ahora de las molestias de este sitio, distrayéndose a los menos por algún tiempo al enemigo, prefiero el sufrirlas a la ruina segura de los que se hallan tan bien dispuestos a favor de los derechos de Su Majestad, y cuyos esfuerzos sólo sostenidos pueden ser de provecho así como perjudiciales por el escarmiento que darían a los menos fervorosos si en su primer ímpetu quedaran aquellos oprimidos.
Espero que vuestra excelencia me excusará con Su Majestad si sobre este punto de tanta importancia hablo sólo en términos generales, atendiendo a que debo mandar esta carta hasta La Habana en un buque extranjero, si bien por mano que creo segura, pues va ya para cuatro meses que ni siquiera se presenta a la vista de este castillo un buque de guerra nuestro de los muchos que hay en aquel puerto, contribuyendo esto no poco, entre otros males que son obvios, al de que el enemigo cobre aliento y desmaye nuestro partido, infiriendo que se nos tiene en total olvido y abandono.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Castillo de San Juan de Ulúa, 13 de abril de 1824.
Excelentísimo señor.
Francisco Lemaur.
Excelentísimo señor secretario de Estado y del despacho de la Guerra
Juan Ortiz Escamilla (Comp.) [Con la colaboración de David Carbajal López y Paulo César López Romero]. Veracruz. La guerra por la Independencia de México 1821-1825. Antología de documentos. Comisión Estatal del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.
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