Londres, agosto 20 de 1823.
“LOS TRES MONROISMOS”
“No hay una doctrina de Monroe. Yo conozco tres, por lo menos, y tal vez hay otras más que ignoro. Tres son, en todo caso, las que forman el objeto de este libro.
La primera doctrina de Monroe es la que escribió el secretario de Estado John Quincy Adams, y que, incorporada por Monroe en su mensaje presidencial del 2 de diciembre de 1823, quedó inmediatamente sepultada en el olvido más completo, si no en sus términos, sí en su significación original, y que, bajo este aspecto, sólo es conocida como antigüedad laboriosamente restaurada por algunos investigadores para un pequeño grupo de curiosos.
La segunda doctrina de Monroe es la que, como una transformación legendaria y popular, ha pasado del texto de Monroe á una especie de dogma difuso, y de glorificación de los Estados Unidos, para tomar cuerpo finalmente en el informe rendido al presidente Grant por el secretario de Estado Fish, con fecha 14 de julio de 1870; en el informe del secretario de Estado Bayard, de fecha 20 de enero de 1887, y en las instrucciones del secretario de Estado Olney al embajador en Londres, Bayard, del 20 de junio de 1895.
La tercera doctrina de Monroe es la que, tomando como fundamento las afirmaciones de estos hombres públicos y sus temerarias falsificaciones del documento original de Monroe, quiere presentar la política exterior de los Estados Unidos como una derivación ideal del monroísmo primitivo. Esta última forma del monroísmo, que á diferencia de la anterior, ya no es una falsificación, sino una superfetación, tiene por autores á los representantes del movimiento imperialista: Mac Kinley, Roosevelt y Lodge; al representante de la diplomacia del dólar: Taft; al representante de la misión tutelar, imperialista, financiera y bíblica: Wilson.
[…]
Voy á presentar algunos hechos que el monroísmo apologético ha procurado siempre mantener ocultos y que privan á Mr. Monroe del papel heroico que indebidamente se le atribuye.
Con fecha 20 de agosto de 1823, Mr. Canning, ministro de Negocios Exteriores de la Gran Bretaña, dirigió á Mr. Richard Rush, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en Londres, la siguiente carta, privada y confidencial, que es del mayor interés para quienes traten de conocer exactamente el valor y alcance de la llamada doctrina de Monroe.”
"Muy estimado señor: Antes de salir de la ciudad quiero dejar á usted de un modo más preciso, aunque siempre en forma extraoficial y confidencial, mis ideas sobre la cuestión que discutimos brevemente en la última ocasión que tuve el gusto de verle.
¿No habrá llegado aún el momento en que nuestros gobiernos concluyan un acuerdo sobre las colonias hispanoamericanas? Y si podemos ultimar ese arreglo, ¿no sería conveniente para nosotros y benéfico para el mundo entero que los principios en que se basara nuestro pacto quedasen claramente definidos y que los confesásemos sin embozo?
Por lo que á nosotros respecta, nada hay oculto.
1º Consideramos imposible la reconquista de las colonias por España.
2º Consideramos la cuestión de su reconocimiento como Estados independientes, sujeta al tiempo y á las circunstancias.
3º No estamos, sin embargo, dispuestos á poner obstáculos para un arreglo entre ellas y la madre patria, por medio de negociaciones amistosas.
4º No pretendemos apropiarnos ninguna porción de esas colonias.
5º No veríamos con indiferencia que una porción de ellas pasase al dominio de otra potencia.
Si estas opiniones y sentimientos son comunes al gobierno de usted y al nuestro, como lo creo firmemente, ¿por qué vacilaríamos en confiárnoslas mutuamente y en hacer declaraciones á la faz de la tierra?
Si hubiera una potencia europea que acariciara otros proyectos ó que quisiera apoderarse de las colonias por la fuerza, con el fin de subyugarlas para España ó en nombre de España, ó que meditara la adquisición de una parte de ellas para sí misma, por cesión ó conquista, la referida declaración del gobierno de usted y del nuestro sería el medio más eficaz y á la vez el menos violento para intimar nuestra desaprobación común de tales proyectos.
Al mismo tiempo acabarían los recelos de España, por lo que respecta á las colonias que aún le quedan, y se pondría término á una agitación que es conveniente aquietar, estando, como estamos, dispuestos á no sacar provecho con nuestro estímulo en mengua de España.
¿Cree usted que, de acuerdo con los poderes que acaba de recibir, esté debidamente autorizado para entrar en negociaciones sobre el particular, y firmar una convención? Y si esto no se hallare dentro de sus facultades, ¿querría usted cambiar algunas notas oficiales conmigo?
Nada sería para mí más halagador que unirme á usted en esta obra, y estoy persuadido de que pocas veces se ha presentado en la historia del mundo una oportunidad como ésta para que dos gobiernos amigos, á costa de un pequeño esfuerzo, puedan producir bienes tan inequívocos y evitar males de tamaña cuantía.
Estaré ausente de Londres tres semanas, á lo sumo, pero nunca tan lejos que no pueda recibir y contestar cartas en tres días."
Pereyra Carlos. El Mito de Monroe. Madrid. Editorial América [Biblioteca de Ciencias Políticas y Sociales]. (1916). pp. 11-12, 28-30.
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