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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1821 Proclamas de O'Donojú a los habitantes de la Nueva España. Informe sobre la incertidumbre de su situación.

3 de agosto 1821

 

 

A los habitantes de Nueva España.

El capitán general y jefe superior político.

Conciudadanos: La nación recompense con prodigalidad los sacrificios que por servirla hiciera desde mi juventud, de mi tranquilidad y de mi sangre, elevándome a la primera silla a que puede aspirar sin delinquir el que no nació a la inmediación del trono; empero, jamás fuera tan generosa conmigo como cuando me confiara la dirección de la parte mas hermosa y mas rica de la monarquía.

Yo no pensaba ya, muy poco hace, sino descansar de mis pasados sufrimientos: sucesos bien conocidos en el mundo me arrancaron de mi retiro para mandar ejércitos, para dirigir provincias, guardando siempre en mi corazón la idea de volver a la soledad luego que la patria no me necesitara. Ya mis deseos serian cumplidos a no haberme la fortuna convidado con venir a vivir entre vosotros. Sénos grata mi adhesión y el amor que profeso a vuestras virtudes. Yo no dependo de un rey tirano, de un gobierno déspota; yo no pertenezco a un pueblo inmoral; de una vez, yo no vengo al opulento imperio mexicano a ser un rey, ni a amontonar riquezas; yo no... Pero no es mi pluma, no mis palabras las que deben hacer mi apología: obras y el tiempo adquirirán a un europeo la benevolencia de los americanos. Tal vez este exordio parecerá intempestivo a muchos que hasta ahora sólo ven los objetos entre sombras a media luz; empero, los circunspectos y detenidos me harán justicia y conocerán por mis expresiones el fondo de mi corazón; ellos retrogradaran a los siglos de hierro y de luto; olvidemos lo que ruborizaría a los españoles de ambos mundos, y dediquémonos exclusivamente a tratar de nuestros días, días que llenarán muchas páginas de la historia con gloria de los americanos, o transmitiendo a las generaciones los males que padecieron por irreflexivos y precipitados.

Amigos, el dado está volteando y la suerte o el azar va a decidirse; sobre una línea balancea, de un lado la felicidad y del otro la desgracia de seis millones de hombres, de sus hijos y de la posteridad: vuestra situación es la mas espinosa; puesta está a la ventura vuestra muerte civil o vuestra existencia política; dije mal diciendo a la ventura: no está sino a vuestro arbitrio y en vuestra mano.

¡Y será la fatalidad de estas provincias que no sepan nunca sus moradores elegir entre el bien y el mal, la vida y la muerte, el ser y no ser! ¿Pues que, no grabó la naturaleza en sus corazones los sentimientos mismos que en los del resto de la especie humana?

Permitidme, americanos, que escriba con anticipación la historia de nuestro malhadado país en el caso (que no temo si sois dóciles a la razón y a la verdad) de que desoigáis los consejos de la sabiduría y de la prudencia.

Nueva España (los tiempos que precedieron a Cortés y los que le han sucedido hasta ahora harto conocidos son), Nueva España empezaba a respirar el aire puro de la justa libertad: un nuevo sistema de gobierno acababa de derrocar el despotismo, de extinguir para siempre la arbitrariedad que por casi cuatro siglos la había abrumado; una Constitución meditada, fruto de la experiencia, producción de un saber casi celestial y que admiró a la política misma, prometía recompensar con lucro incalculable sus pasados males, su abatimiento, sus desgracias: ella ¡tierra infortunada! fue seducida y se pervirtió, y se obcecó, y se arrojó al precipicio, y en el yace sin recurso y sin esperanzas: sin esperanzas, porque los pueblos no se constituyen bien sino una vez en muchos siglos. Quiso ser independiente cuando de nadie dependía; quiso dejar de ser parte de una nación grande quedando aislada cuando carecía de recursos para existir sola y cuando de conservarse unida a ella pudieran ambas componer la sociedad mayor, mus rica, mas poderosa del globo, mas respetada y mas temida de los pueblos; quiso tener por si representación soberana, y rompió intempestivamente los vínculos mas sagrados de la política, de la sociedad, de la conveniencia y aun los de la naturaleza; intempestivamente, pues esta misma representación la habrían tenido a ninguna costa pocos meses después, y no la tuvieron consolidada jamás, porque mal aconsejados atropellaron tan arriesgada operación; algún tiempo, muy poco tiempo de esperar habría bastado, para que sus deseos quedasen satisfechos sin obstáculos, sin ruinas; ya sus representantes trazaban en unión con sus hermanos europeos el plan que debía elevarlo al alto grado de dignidad de que era susceptible.

Ideas equivocadas, resentimientos anteriores, error de cálculo esterilizaron y despoblaron vastas regiones dignas de mejor ventura, y es hoy Nueva España la colonia de un extranjero, o la presa de un tirano ambicioso. Así se escribirá dentro de algunos años.

¿Y podréis ver con indiferencia que sea este el término de tantos sacrificios?

Yo acabo de llegar desarmado, solo; apenas me acompañan algunos amigos; contaba con vuestra hospitalidad, y confiaba en vuestros conocimientos; jamás me propuse dominar, sino dirigir; animado de los mejores deseos a vuestro favor, abundando mi corazón de ideas filantrópicas, unido por los mas estrechos vínculos de amistad con vuestros representantes, instado tal vez por ellos para emprender tan dilatado, tan costoso viaje y tan expuesto, venía a traeros la tranquilidad de que carecéis, la paz que necesitáis, para no aniquilaros con unas guerras intestinas las más desastrosas.

Al escribir este papel giran por mi imaginación mil ideas, y otras mil que quisiera no perder tiempo en manifestaros para que os persuadieseis de cuáles son vuestros verdaderos intereses, pero me detiene el que quizá no estáis en estado de oír; nada perderéis en tranquilizaros por un momento, en dar lugar a la reflexión, en permitirme pasar a mi destine y ponerme a vuestra cabeza; pueblos y ejercito, soy solo y sin fuerzas; no puedo causaros ninguna hostilidad; si las noticias que os daré, si las reflexiones que os haré presentes no os satisficiesen; si mi gobierno no llenase vuestros deseos de una manera justa, que merezca la aprobación general y que concilie las ventajas recíprocas que se deben estos habitantes y los de Europa; a la menor señal de disgusto yo mismo os dejaré tranquilamente elegir el jefe que creáis conveniros: concluyendo ahora con indicaros que soy vuestro amigo, y que os es de la mayor conveniencia suspender los proyectos que habéis emprendido, a lo menos hasta que lleguen de la Península los correos que salgan después de Junio anterior. Quizá esta suspensión que solicito se considerara por algunos faltos de noticias y poseídos de siniestras intenciones, un ardid que me de tiempo a esperar fuerzas; este temor es infundado: yo respondo de que jamás se verifique ni sea esta la intención del Gobierno paternal que actualmente rige. Si sois dóciles y prudentes aseguráis vuestra felicidad, en la que el mundo todo se halla interesado.

Veracruz, 3 de Agosto de 1821. Juan de O'Donojú.

 

 

A los dignos militares y heroicos habitantes de Veracruz.

El capitán general y jefe superior político.

Luego que me encargué ayer del mando militar y político de estas provincias que el rey se dignó poner a mi cuidado, recibí del general gobernador de la plaza el diario de las ocurrencias de ésta desde el 25 del mes anterior hasta la fecha del parte. Al paso que me instruía de los sucesos, se aumentaban mis sentimientos de admiración debidos a un valor heroico, me dolía de vuestros sufrimientos, y compadecía a los que siendo nuestros hermanos, por un extravío de su acalorada imaginación, quisieron convertirse en nuestros enemigos, hostilizando a su patria, alterando la tranquilidad pública, ocasionando graves males a aquellos a quienes los unió la religión, la naturaleza y la sociedad con relaciones indestructibles, y atrayendo sobre sí la pena de un arrojo inconsiderado que pagaron los más de ellos con la muerte y la falta de libertad.

Aunque antes de pisar la tierra ya empecé a oír el feliz éxito de una defensa singular, la falta de representación pública entre vosotros, y de datos positivos, contuvo mis deseos de apresurarme a manifestaros mis sentimientos; dejaron de ser estas dificultades, y sobre creerlo un deber, tengo la mayor satisfacción en daros las gracias más expresivas en nombre de la nación, del rey constitucional, y por mi parte, por los distinguidos servicios que hicísteis a la causa pública; la más completa enhorabuena por el dichoso resultado de vuestros trabajos militares y gloriosa victoria; tributándoos al mismo tiempo los elogios de que sois dignos por vuestro valor, por vuestra disciplina, por vuestro amor al orden, a la conservación de vuestros derechos, y a que se conserve sin mancha en la historia el nombre español. ¡Ojalá que la expansión que siente mi alma al recordar vuestras virtudes cívicas, no estuviese acibarada por el profundo dolor que me causa la ceguedad de los que sin objeto legítimo y sin motivo justo se segregaron de nuestra sociedad y se declararon nuestros enemigos! Su sangre vertida manchando el suelo en que vieron la primera luz, es un espectáculo horroroso para todo lo que no esté desposeído de todos los sentimientos de humanidad; sólo resta para nuestro consuelo, el que ellos fueron los agresores, que no hicisteis sino defenderos, y que tengo esperanzas de que reducidos y desengañados dentro de poco volveremos a ser todos amigos, sin que quede ni aun memoria de los fatales anteriores acontecimientos.

Diré al gobierno por el primer correo, cuan dignos sois de su gratitud, y cuanto os debe la Patria; recomendaré a todos, y a cada uno de vosotros, y sabrá el mundo que los jefes, guarnición, milicia y vecindario de Veracruz, así como la marina nacional y mercante que se hallaba en su puerto, todos, todos merecen un lugar distinguido entre los buenos, y preferente entre los bravos y bizarros.

Veracruz, 4 de agosto de 1821.
Juan O’Donojú.

 

 

O’Donojú informa sobre la incertidumbre de su situación

 

Excelentísimo señor.

Tengo el honor de acompañar a vuestra excelencia seis ejemplares de cada uno de los papeles que he dado al público después de mi llegada, para que vuestra excelencia tenga la bondad de manifestarlos a Su Majestad con las siguientes reflexiones. El dirigido a la guarnición y habitantes de Veracruz, no tiene otro objeto que el de felicitarles por su triunfo, y darles las gracias en nombre de la nación y del rey por el brillante servicio que acaban de verificar. En el que hablo a los habitantes de Nueva España, quizás se encontrarán algunas ideas que necesitan de aclaración. Habiendo dicho ya a vuestra excelencia en mi carta fecha del 3, núm. 1, el estado en que he encontrado estos reinos, y en el que me hallo, me ha parecido conveniente usar de medios dulces y adaptables al espíritu que abunda en el país; aun así el éxito es muy incierto, y no me atrevo a anticipar ideas de lo que haré si encuentro docilidad, porque en tan difícil situación podrán ser tan varias las circunstancias que destruyesen todo plan y me veré precisado a obrar según ellos, arreglándome siempre a proporcionar las mayores ventajas a mi nación, en cuanto sean compatibles con los deseos de estos pueblos, que tienen fuerzas para sostenerlos y llevarlos a cabo, cuando yo carezco de ellas para contenerlos, al menos mientras resolviese el gobierno. Sírvase vuestra excelencia hacerlo todo presente a Su Majestad asegurándole de mi patriotismo y amor a su persona.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.

Veracruz, 5 de agosto de 1821.

Excelentísimo señor. Juan O’Donojú.

Excelentísimo señor ministro de la Guerra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan Ortiz Escamilla (Comp.) [Con la colaboración de David Carbajal López y Paulo César López Romero] Veracruz. La guerra por la Independencia de México 1821-1825. Antología de documentos. Comisión Estatal del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.