1821
"Nuevo discurso sobre la libertad de la patria formado con las noticias más recientes hasta el mes de julio de 1821, en Filadelfia. Fray Servando Teresa de Mier.
¡Ah! ¡Emperadores, reyes! Esto se querrían nuestros antiguos amos y todos los de Europa. Tener acá los que llaman sus hermanos y dividirnos en pequeños reinos para tenernos bajo su influencia e intimidarnos con sus amenazas. TimeoDanaos et dona ferentes [1]. El Congreso de Chilpancingo, que no era menos legítimo para nosotros que el de Cádiz para los españoles (pues uno y otro era por necesidad de suplentes, aunque ni en uno ni en otro lo eran todos), declaró nuestra emancipación y la independencia de México, desde 6 de noviembre de 1813 y dio una Constitución republicana, que aunque la hayan censurado los necios inquisidores u otros satélites del despotismo, y en realidad peque por fanática, lejos de ser irreligiosa, sus bases son republicanas y muy buenas. Desde entonces data la libertad de Anáhuac y la independencia de esta república, y a ningún particular le es dado variar el pacto social decretado por un Congreso Constituyente. Ya los romanos se admiraban de que hubiese un pueblo, que pidiese rey, que en toda la antigüedad es sinónimo dé tirano. Pero es para quedar atónito oír esa demanda en el siglo XIX. Hubiera sido excusable al principio de nuestra lucha que no conocíamos nuestras fuerzas ni habíamos comprado nuestra libertad con tantos sacrificios y tanta sangre. Ahora ya es tarde. El que se obstine en doblarnos bajo un cetro, será él mismo, como en Buenos Aires, víctima de la venganza de los pueblos que han conocido sus derechos muy a su costa y esperan la recompensa, la cual, bajo un monarca, les arrebatarían aristócratas comodinos, que se han estado mirando nuestro suplicio fríamente desde las capitales por guardar sus tesoros; y haciéndonos sospechosos a los reyes, siempre temerosos de los hombres denodados y libres, acabarían por perseguimos y sacrificarnos como a sediciosos y rebeldes, según y como hizo e hicieron hacer a Fernando VII con los héroes que salvaron el trono y el honor de la nación. Ése es el pago que siempre dan los reyes.
¡Americanos! mirad la cadena de hierro que Colón mandó colgar sobre su sepulcro para monumento eterno de la regia ingratitud. Ése será vuestro premio si admitís una testa coronada. No la sufrirían los Estados Unidos en México, o luego comenzaríamos a derramar nuestra sangre en nueva guerra bajo el título de límites u otros pretextos de que abundan los gabinetes de los reyes. Un solo rey hay en América, fugitivo de Portugal, recién transplantado y en todo sentido débil, aunque dueño de tierras inmensas que en muchos siglos aún no las podrá poblar; y con todo ya ha emprendido destruir la república de Buenas Aires ocupando sin motivo, ni disculpar siquiera con algún manifiesto, su invasión a Montevideo y la banda oriental del Río de la Plata, distante de su capital, Río de Janeiro, centenares de leguas. Más poderoso el reinante de México, intentaría destruir luego la república de los Estados Unidos a influjo de sus parientes de Europa que, envidiosos de su acrecentamiento, le ofrecerían su cooperación.
Puedo asegurar que los angloamericanos tendrían a su favor la de nuestra América del Sur toda republicana. No, ésta tampoco sufriría que tengamos rey, y caerá sobre nosotros con todas sus fuerzas para evitar su peligro. Todos sus gobiernos están en inmediata comunicación y con ánimo decidido de completar en ambas Américas un sistema general republicano. Este es el medio único de que prosperemos todos con la rapidez de los Estados Unidos, porque el gobierno republicano es el único en que el interés particular siempre activo es el mismo interés general del gobierno y del estado.
Paisanos míos: el fanal de los Estados Unidos está delante de nosotros para conducirnos al puerto de la felicidad. Dios mismo dio a su pueblo escogido un gobierno republicano con un presidente que se llamó juez y un Congreso que se llamó Sanhedrín. Cuando el pueblo insensato, deslumbrado con el ejemplo de las naciones vecinas de la gentilidad pidió un rey, y Samuel, que era el juez general de la nación, se quejó a Dios, éste respondió: no se han abandonado a tí sino a mí para que no reine sobre ellos. Dales rey como piden; pero junta el pueblo y avísale lo que los reyes han de llamar su derecho.
[...] Lo cierto es que Dios no dio a su pueblo reyes sino en su cólera y para su castigo. Todos los reyes buenos del mundo, decía un filósofo, se podían grabar en un anillo. Léase, digo yo con cierto grande obispo, léase la historia general de los reyes y se verá que ha sido el martirologio de las naciones. La Inglaterra es la única que con un rey mantiene una sombra de libertad a la sombra de una Constitución con que lo ató y agarró con ríos de sangre. He dicho una sombra de libertad porque no es oro todo lo que reluce, en ninguna parte hay más miseria que en el pueblo, que casi no se mantiene sino con papas al lado de la más insultante opulencia. Por dos años acabamos de ver suspendida la ley de habeas corpus, que es la égida de su libertad individual y pobladas las cárceles y los patíbulos. Cuarenta mil familias están apoderadas exclusivamente de los empleos de la nación y el pueblo paga hasta la luz. El rey poco puede constitucionalmente, pero todo lo hace por la distribución arbitraria de los empleos y gracias, y por su Cámara de Lores que él crea y que eligen casi todos los miembros de la Cámara de los Comunes. Esa sombra de libertad que tanto suena, no la disfruta, al cabo, sino por una actitud continua y fogosa de oposición al rey, a quien allá no llaman sino el tirano. Y si no fuese Inglaterra una isla que puede pasarse de soldados, aun esa sombra habría disipado ya las bayonetas.
Yo no sé en qué principio, si no es el de las preocupaciones adquiridas por rutina, se fundarán algunos que he oído, juzgan en México que para un país tan vasto es necesario un rey. ¿Qué? ¿Un hombre que apenas alcanza a gobernar bien una corta familia, un hombre, por lo común ignorante y de cortos alcances, a quien rodeado de pompa, placeres, palaciegos, cortesanos, aduladores y bayonetas apenas se puede uno acercar sino temblando, balbucir algunas palabras rodilla en tierra sin poder hablarle la verdad sino en emblemas por temor de ofender su sacra majestad, es más a propósito para gobernar un país inmenso, nunca visto por él, que una reunión de sabios escogidos por los pueblos cuyas necesidades conocen con exactitud y a quien todo el mundo puede instruir de la verdad con franqueza? Lo contrario demuestra la rapidez con que crecen, se elevan y prosperan las repúblicas. En cuarenta años que van desde que los Estados Unidos de América lo son, han más que triplicado su población, que a la época de su emancipación era de sólo dos millones y medio, y han asombrado el mundo con su prosperidad. Parece un encanto, pero éste ha sido siempre un encanto anexo en todas partes y tiempos al gobierno republicano. Con estos mismos estados se desmiente a los que creen necesario un rey para un país vasto, pues éste lo es aún más que el nuestro. Mas diré: si algún gran estado prospera con reyes por lo que tiene de república en su gobierno tal cual representativo.
Decir que la de los Estados Unidos no durará, es otra adivinanza sin fundamento; porque en vano se recurrirá a los ejemplos de la antigüedad. Adams ha escrito un libro en el cual pasan revista cuantos gobiernos del mundo nos ha conservado la historia, y allí se ve que los antiguos no conocieron el sistema representativo ni sus confederaciones. En las repúblicas, o gobernaba en masa el pueblo de la capital o un Senado exclusivo de aristócratas, o ambos juntos. Así toda conjetura sobre la duración de una república representativa es muy aventurada.
Los que están acostumbrados al silencio que reina en las monarquías alrededor de la tumba de la libertad, se escandalizan de la magnitud y divisiones que hay en una república, especialmente al principio cuando se están zanjando sus cimientos. Éstos son los síntomas de una libertad naciente en lucha con los humores de la esclavitud que están haciendo crisis. Intente andar libremente el que estaba ceñido con las fajas de la infancia y se dará mil golpes, hasta que con el ejercicio se robustezca y la experiencia le enseñe las distancias y los riesgos. Tropieza igualmente el que acaba de soltar inveteradas cadenas. Las inquietudes posteriores son efecto de la misma libertad. Los hombres no cantan unísonos sino solfeando bajo la vara del despotismo, porque cada uno piensa con su cabeza, et quotcapitatotsententiae [2], digo como el político insigne Tácito: más quiero esa peligrosa libertad que una servidumbre tranquila, malo periculosam libertatem quam quietum servitium. En fin, paisanos míos: los reyes de Europa han formado una alianza que con su acostumbrada hipocresía para alucinar las naciones, han llamado Santa, y no es sino una conspiración maldita contra los derechos de los pueblos, como se le ha llamado claramente en el Parlamento de Inglaterra. Mientras los hubieron menester les prometieron constituciones. Luego que se creyeron fuertes descubrieron su corazón y manifestaron el secreto de los reyes, que son, alternativamente, el engaño y la fuerza. Esto ha sido siempre y esto será. Su compañía con los pueblos es leonina. Son incompatibles por largo tiempo, libertad y rey...
Yo tengo bañado en lágrimas el plan de Iturbide en la mano y levanto mis ojos al Dios que nos creó libres, rogándole no permita que en cuanto a rey se efectúe y prosiga sobre nosotros a castigar el reato de nuestros padres los conquistadores, sino que se acuerde, de la inmensidad de su misericordia y se contente de 300 años de esclavitud y once años de guerra a muerte que llevamos en satisfacción a la cólera de su justicia. Así sea."
[1] Temo a los dánaos (griegos) incluso cuando traen regalos
[2] Cuantos hombres, tantos pareceres
Fuente. Morris, Vázquez y Trabulse. Las revoluciones de Independencia en México y los Estados Unidos. SepSetentas. 1976.
¡Carísimos compatriotas!: yo estoy por mi edad con un pie en el sepulcro, y nada tengo que esperar de este mundo. No tengo hijos, vosotros todos sois mi familia.
No puedo tener otra ambicion ni envidia que la de dejaros felices. Escuchad los últimos acentos de un anciano victima de su patriotismo, que ha corrido el mundo y presenciado las revoluciones europeas, que conoce casi todos sus reyes y ministros, ha observado los gabinetes, y estudiado los intereses de la Europa.
Están en contradiccion con los de América, especialmente en caso de ser republicana. Cuando uno deja nuestros climas abundantes, templados y deliciosos para ir a la Europa, siente la misma desventaja que sentiría Adan saliendo del paraiso a la tierra llena de abrojos y espinas, que debia regar con el sudor de su rostro para tener un pan. Naturalmente siente uno del otro lado del occeano la idea de un pecado original. Por eso en cuanto se abran las puertas de nuestro Eden, y le añadamos el encanto d e la libertad, los desterrados hijos de Eva acudirán de tropel abandonando la Europa esclavizada, sus artesanos hambrientos traerán consigo su industria, hija de la necesidad, y acabarán de hacer la América independiente aun de aquellos artículos que Europa nos subministraba. No escucheis, pues, el canto de sus sirenas coronadas. Lo contrario de sus consejos es precisamente lo que os conviene practicar. Ya que no han podido evitar vuestra independencia, os quieren dar reyes: constituios en repúblicas. Timeo Danaos, et dona ferentes.
Especialmente desconfiaos de Inglaterra, y no confundáis con su gobierno la filantropía de sus nacionales, que aman la libertad por lo mismo que están en guerra contra el despotismo del ministerio. Yo he oido decir á sus ministros, que nadie excedia el saber práctico de Maquiabelo. Este es su biblia, y es fuerza que lo sea, porque toda la opulencia de aquel reino es artificial; el coloso de su poder contra la naturaleza de una isla tiene los pies de barro como la estatua de Nabucodonoscor. Solo se sostiene en su gigantezca elevación por la ruina y depresión de las demas naciones. No que ella las bata con falanges de que carece, sino con un ejército de minadores y zapadores, tanto mas peligroso cuanto es invisible, compuesto de todas naciones y lenguas, que siembran la corrupción con el soborno. Para pagarlo tiene á su disposición el gobierno una cuantiosa dotacion anual. Esta es la caja de Pandora, de donde se esparcen los males, que en el órden político inundan el universo.
Todos los reyes aborrecen las repúblicas y se han coalizado para exterminarlas. Pero Inglaterra es su antagonista acérrimo, porque en los gobiernos republicanos ven muchos ojos que ella no puede vendar como los de un rey, y es mas dificultoso corromper un congreso que un ministro. Ella prevee, que si llegamos á unirnos los hispano americanos en repúblicas, su papel moneda, con que hace la almoneda del mundo, y ha suplantado nuestra riqueza real, puede ser reducido en poco tiempo á papel de estraza; porque al cabo no puede mantenerse esta invención sin un cierto fondo de numerario, que mana de nuestras minas.
Asi aunque ella comenzó por alborotarnos, prometiéndonos su ayuda para la independencia, mientras temió que pudiésemos obedecer á Napoleon; luego que se desengañó y vió que propendíamos á repúblicas, no ha cesado de atravesar todos nuestros provectos de independencia, atizando la desunión y los partidos, aunque ha disfrutado al mismo tiempo de nuestro comercio, fruto de la libertad.
Ella envió un agente contra el general Miranda, que logró desacreditarlo. España nos ha hecho la guerra con su armamento; y los ingleses reemplazaban en Cádiz las tropas que se enviaban contra nosotros. El ingles Beresford condujo las tropas que ocuparon á Montevideo, y los ingleses avecindados y enriquecidos en Buenos Aires, han reusado concurrir á su defensa. Inglaterra costeó la expedición contra la Nueva Granada, y por haber provisto sus buques á las tropas de Murillo, obtuvieron el comercio del itsmo, que Ies vale riquezas incalculables. A cuenta de Inglaterra corría el mayor costo de la gran expedición contra Buenos Aires, y el lord Welington era el gefe destinado por los aliados para subyugar toda la America.
Nosotros creemos que la Gran Bretaña ganaría con el comercio de la América libre; pero ella vería desaparecer la importancia de sus Antillas, y tendría muchos rivales, especialmente en los Estados Unidos que están a nuestras puertas. Y estando cerradas para todos no lo están tanto para los ingleses. Ellos tenían una compañía autorizada y auxiliada por su gobierno para hacer el contrabando en nuestras costas. Y ahora mismo se acaban de quejar á las Córtes los comerciantes de Cádiz, que los ingleses extraen 30 millones fuertes por año con las cajas de descuento que tienen en Veracruz, la Habana y la Jamaica. ¿Quien no sabe que prestan comboyes á los buques españoles, y protegen públicamente sus intereses contra los corsarios?
Sépase también que los comisionados ó agentes enviados á Londres por Venezuela, Buenos Aires y Cartagena no han podido lograr ni la antesala de los ministros británicos. Sépase que el ministerio actual de Estado en España es todo ingles. Algo dien que puede haber de eso en los Estados Unidos, y es induvitable el influjo anglicano en sus bancos, compañías de seguros y todo el comercio. Esas, entre otras que callo, han servido acá de rémoras para no haber aun reconocido nuestra independencia. Tengo otros datos todavía para presumir que andan manos inglesas en el plan de darnos un monarca. Con que saliendo este también de la caja de Pandora no puede ser sino para calamidad del Anahuac. La política del Albion tan obscura como su clima está en oposicion con, la libertad y prosperidad d el mundo, porque lo están sus intereses. Mercurio es su Dios, á quien todo lo sacrifica.
Ocultando su ambición bajo el velo de medidas necesarias para contrarestar la de Napoleon, ha ido con un sistema meditado apoderándose de los puntos cardinales en los mares de Europa, y ya nadie puede navegar en ellos sin el pasaporte de la nueva Tiro. Lo mismo intenta practicar respecto de las Américas, y ha sentido en su alma la cesión de las Floridas que introduce en el golfo de México á los Tritones de los Estados Unidos, única potencia del mundo que pueda contrabalancear su poder marítimo, y que acaba de mantenerle una guerra con ventaja. Ya nos tiene sin embargo echadas sus redes con la Bermuda é islas de Bahamá, la Jamaica, y la Trinidad, y no pierde de ojo á la Habana. Con Demerari y Esquivo está en el continente de Colombia, y se halla con todo lo dicho en la mejor disposición para ocupar el itsmo de Panamá, y levantar sobre ambos mares su tridente. Con el Brasil, que se puede decir una colonia suya, porque lo es todo pais donde reina la casa de Braganza, tiene dividida la América del sur. Con la isla de Santa Catarina, sin contar á Montevideo, observa á Buenos Aires; y si logra la pretensión que se dice de ocupar el archipiélago de Chiloe, quedará á sus órdenes la navegación de Chile y el Perú.
En la América septentrional, no solo son dueños del Canadá, sino que los tenemos en el centro de la Nueva España, pues poseen la costa de Honduras, y van penetrando ácia Yucatan. La impotencia de los Españoles los dejó establecerse allí con título de cortar el palo de Campeche: y aunque por el tratado de 13 de septiembre 1783 se obligó el rey de Inglaterra á hacer demoler el Nuevo Gibraltar, á cuya construcción dió lugar el descuido español, no lo han cumplido. Y están de tal manera arraigados en el país, que los reyes de la populosa y poderosa nación de los Mosquitos reciben su investidura de los gobernadores de Jamaica. ¡Mexicanos! no es España un enemigo tan terrible porque es descubierto: otro mayor por disfrazado es el que tenemos que combatir para ser verdaderamente libres é independientes, y es el ministerio de Inglaterra. Alerta para no dejaros sorprender con la apariencia sabia de sus consejas. Es como aquellas víboras de nuestra tierra, que entre las tinieblas de la noche entretienen a los niños de pecho con la punta de su cola mientras ellas chupan y desecan el seno de sus madres.
Aquí llegaba con la pluma, cuando los papeles públicos nos anuncian comunicada por los de París la resolucion definitiva de Fernando y las Córtes de Madrid sobre la suerte que destinan á las Américas. Es la misma de las colonias inglesas, á cuya baja esfera hemos retrogradado. Aunque los infantes de España serán elegibles para mandarnos, no vendrán, por que pronto pararían en reyes independientes.
Habrá tres secciones de Córtes, una en la América del norte y dos en la del sur; cosa que ya nos teníamos por las leyes de Indias. Y como antes las debía presidir un virey lugarteniente, ahora se llamará delegado regio á lo Josefino Napoleon, que gobernará también la seccion del pais correspondiente. Este es el que en las colonias inglesas se llama gobernador, que no hace mas que su voluntad, suspende cuando le parece las legislaturas, y es inviolable como el rey, a quien solo es responsable. No hay duda que hemos ganado, porque antes las audiencias contenían á los vireyes, que no podían suspenderlas. Ahora tenemos reyezuelos feudatarios. Habrá cuatro ministros, nombrados por ellos en cada sección de Córtes; á saber, de gracia y justicia, hacienda, guerra y marina, los cuales á nombre de S. M. ó de S. E . inviolables nos manden cuanto se les antoje; y avisen que S. E. suspendió nuestras Córtes porque así conviene, ó que las de España y S. M. se han dignado negar la sanción á lo que hayan decretado: pues ya se manda que nada puedan establecer que contradiga á los intereses y leyes generales de la nación
¿Y de qué servirán cinco diputados, que de cada sección de Córtes americanas se concede enviar á las Córtes españolas? Será para exponer como una comision la razon de lo que las nuestras hayan determinado, y escuchar la suprema voluntad de SS. MM, hispano congreso, y real. En Herrera pueden verse las cédulas reales que ya teníamos desde el siglo 16 para que ninguna autoridad pudiese impedir la ida a las Córtes generales de la nación de los procuradores de Córtes, llamados hoy diputados,-que enviasen las ciudades y villas de América. En la del sur y la del norte se celebraron muchas veces Congresos para nombrarlos; y si no figuraron en las Cortes de España, porque ya en aquellos tiempos cesó de haberlas, no por eso dejaron de ser recibidos, oidos y tratados por los reyes como verdaderos diputados. En nada de esto hasta ahora se nos hace gracia alguna por las actuales Cortes. Vamos adelante.
Se jurará la rigorosa observancia de la constitución de la monarquía española, que excluye de la ciudadanía y censo de la nación á nuestros compatriotas descendientes de Africa; y se nos hace el favor de que los americanos seamos iguales á los españoles en derechos políticos para optar á los empleos. Muchas gracias. Teníamos opcion igual á los de la península, que no solicitamos, por los derechos de nuestros padres, y tenemos por sus pactos onerosos con los reyes, derecho de preferencia á los empleos de Indias constante en sus leyes; fuera del que tenemos nato por nuestras madres señoras legitimas del país en que nacimos. El comercio se establecerá sobre bases recíprocas á la inglesa: es decir, se adoptará el monopolio anglo-colonial.
En recompensa de tanta merced como se dignan ahora conceder á sus esclavos americanos los amos peninsulares, Nueva España se obliga á dar en 6 años un tributo de diez millones de pesos fuertes. Se carga de toda la deuda pública contraida en ella por el gobierno ó sus agentes para estipendiar los salteadores y asesinos, que once años nos han estado degollando y saqueando escandalosamente. De manera que no ha habido gefe español, que no haya- enriquecido con centenares de miles de pesos. Las gabelas é impuestos, con que arbitrariamente y sin autoridad alguna han arruinado los pueblos que no han quemado, excede toda ponderación. No bajarán de cien millones fuertes sus robos; y en vez de hacérselos restituir, se exige que de nuevo los paguemos.
Se obliga igualmente Nueva España (que por ser la mas sumisa y boba merece ser la burra de la carga, como siempre ha sido la vaca de leche) á contribuir anualmente con dos millones fuertes para mantener la marina de España; á fin de que conduzca tropas para sujetarnos á sus caprichos; provea de oficiales ávidos, crueles é inmorales que presidan las matanzas, como ha estado haciendo once años; bloquee nuestros puertos, y sostenga el monopolio de la madrastra pátria.
Todo esto sin perjuicio de ir aumentando los impuestos sobre la Nueva España conforme vaya desahogándose de la guerra. Y se hará lo mismo en todas las demas partes de la América sobre los derechos que á proporcion han de imponérseles, en reconocimiento de conquista, feudo ó vasallage. Y cuando los delegados regios y los diputados de nuestras Córtes juren al ingreso de sus funciones la constitución española, jurarán igualmente pagar ó hacer pagar estas cont ribuciones.
¿Me burlo? no, sino que Dios dementa primero á los que quiere perder. Quos Deus vult perdere, prius demencos. Locos necios y porfiados dieron las Américas á España, y otros iguales están ahora empeñados en acabarlo dé perder todo, exaltando nuestra indignación. Decía un Indio Mexicano, que solo querría ser Dios por tres horas para hacer el mar del fuego y que no pudiesen pasar los Españoles. Y yo desearía tener el poder de Elías para hacer llover luego del cielo sobre los insensatos que han osado insultarnos con un decreto tan mentecato: y sobre los americanos mismos, si fuesen capaces de aceptarlo. No, ¡vive Dios! Están demasiado ilustrados y demasiado triunfantes para abatirse á tal exceso de embilecimiento. Tarde piachi, señores de la Península. Espero por el contrario, que electrizados todos los americanos con una desvergüenza tan descarada arrojen chispas por las uñas, los ojos y todo el cuerpo. A las armas ! Fuego y á ellos!
Moriamur, et in media arma ruamus.
Una salus nobis nullam sperare salutem.
No olvidemos un instante aquella célebre sentencia de Cromuel: cuando se ha tirado una vez de la espada contra el rey, es menester también arrojar la baina de una vez para, siempre. Los reyes no perdonan jamas los esfuerzos de la libertad que llaman delitos de su lesa magestad, y creen haber satisfecho demasiado á sus promesas, juramentos y amnistías, si solo con grillos, prisiones, destierros y miseria conducen á uno lentamente al sepulcro, donde queda gravada una infamia duradera hasta sobre los mas remotos deseen- dientes.
En las leyes de Indias han canonizado esta práctica. En la ley 2. tit. 3. lib. 3. promete el rey por su palabra real tener por firme, estable y valedero para siempre jamás, cuanto sus vireyes hicieren u ordenaren en su nombre: y no solo se contradice esto en las instrucciones secretas en que se limitan sus facultades, iludiendo asi al pueblo: sino que expresamente se les manda en la ley 20 tit. 8 lib. 7 que extrañen á dos mil leguas, si les pareciere que conviene al servicio de Dios y suyo las personas que hayan obtenido el salvo conducto real ó indultádose bajo el seguro de la real palabra. Sin embargo, dice, de que hayan obtenida perdón de sus delitos. Y que los vayan dice la ley 4 tít. 4 lib. 4 sacando de aquella provincia por los mejores medios, arterías y mañas, para ponerlos en partes seguras, cárceles ó castillos.
Es en virtud de estas leyes, que estando yo indultado en Soto-la-marina desde 14 de junio 1817 , se me llevó con grillos, para que me matase, por sobre la cima de las Andes, a 200 leguas ácia México. Enviando el virey nueva tropa á escoltarme desde Atotonilco el grande, su secretario Humana dijo al capitan que iba mandándola: “Lo que debió hacer Arredondo (comandante general de las provincias internas del oriente), fué haber pasado á este Padre por las armas. Que si hubo indulto ó capitulacion, así como así nada se cumple, acá se lo hubiéramos aprobado, y no enviarnos este engorro.”
Para libertarse del de mi persona, y evadir el escándalo del pueblo mexicano, se fingió llevarme desde Pachuca para Veracruz; pero desde Perote se me hizo retroceder por camino extraviado, y metió en la Inquisición á las dos de la mañana del día 14 de agosto de 1817. En vano pedí en ella que se me oyera haciéndome saber la causa de mi prisión. Apodaca era quien me tenia destinado á acabar mis dias en sus calabozos, y cuando la Inquisición fue extinguida, se me llevó en la noche del 30 de mayo 1820 (víspera de jurarse la constitución) al calabozo separo llamado olvido de la cárcel de córte con la misma incomunicación.
A la una de la mañana del 17 de julio del mismo año me hizo conducir el virey para el castillo de S. Juan de Ulua, alegando expresamente las citadas leyes, que por la constitución quedaban derogadas: y no obstante, las órdenes terminantes del rey para poner inmediatamente en libertad cuantos estuviesen presos por opiniones políticas. Las Córtes habian publicado en septiembre una amnistía absoluta para los insurgentes de ultramar; y aunque también la objeté, el virey me mandó embarcar para España el dia 3 de febrero 1821 , citándome siempre esas mismas leyes dictadas por la perfidia de los reyes de España.
En enero de 1815, acabándose de revistar en Madrid la expedición de Murillo contra la Nueva Granada, salió en su Diario (y no había libertad de imprenta) un discurso firmado por Francisco de Paula Garnier, en que decia convenir se retirasen de América los vireyes puramente militares, y enviasen políticos, que con indultos, promesas, alhagos y empleos dados á los insurgentes, los engañasen y, dividiesen, para que mutuamente se entregasen, atacasen y destruyesen. Replicósele en el diario— el procurador del rey y la nación -que no podia ser la intencion de S. M. que se premiase á los insurgentes con empleos &c . &c . Y respondió Garnier, que no habia querido decir que se les diesen empleos deveras y para siempre, sino solo para eludirlos, dividirlos y debilitarlos. Pero despues, los que quedasen y los empleados y amnistiados debian ser todos pasados por las armas, porque los vasallos una vez viciados no vuelven á ser útiles para nada. Y que estaba cierto que tal era la intención de S. M.: en lo cual tampoco habia nada que estrañar, porque esta habia sido siempre la práctica del gabinete español con los insurgentes. Testigos las instrucciones que se dieron al Duque de Alva contra los de Holanda, y al Lic. Gasca contra los del Perú.
Tiene razón el caribe Garnier: y de esta práctica dan testimonio todas las páginas de la historia de Indias escritas desde la conquista con caracteres horrendos de sangre y de perfidia. Citaría ejemplares abominables de tiempos inmediatos á nosotros, en los cuales aquel gabinete brutal ordenaba venenos, y el exterminio de familias inocentes y aun de pueblos enteros de nuestra América; si en los últimos once años no se hubiera hecho un comercio público y habitual de los olvidos, indultos, capitulaciones y amnistias para coger y colgar incautos insurgentes, ordenando ú aprobando estas felonías cada gobierno que succedia en la Península.
A fines del siglo pasado, Gálvez, ministro de Indias, mandó descuartizar en Siquani al Inca Condorcanqui, hermano de Túpac-Amaru, heredero del Perú, á pesar de la- amnistía real á que se habia presentado, y se le habia ratificado en la catedral del Cuzco inter Missarum solemnia, revestido de pontifical el arzobispo y patente el Santísimo Sacramento. Y reconvenido Gálvez por algunos amigos de tan estupenda y sacrílega perfidia, respondió estas memorables palabras: “Con crueldades y perfidias se conquistó la América. Con ellas se ha conservado 300 años. Y solo con ellas puede mantenerse atado á , un rincón miserable de la Europa, distante, dos mil leguas de occeano, un mundo, sembrado de oro y plata, y que de nadie necesita, porque reúne todas las producciones del universo." ¡Oidos ahí americanos! Esta es la clave del gobierno español en nuestra patria desventurada.
El discurso abominable de Garnier se aplaudió por eso mucho en el gabinete de Madrid, y especialmente, según se dijo en la córte, por el ministro de Indias Lardizabal. Se refirió á consecuencia de México á Nerón Calleja, y se envió á Tiberio Apodaca, marino exdiplomático de Lóndres que jamas viera la pólvora, para que desempeñase el plan Garneriano del diario de Madrid. La experiencia acreditó el acierto de la elección, porque los fraudes y artificios de este diplomata maquiavélico, y marino hipócrita marearon de tal manera á los mexicanos, siempre sencillos, siempre crédulos, siempre buenos, por no decir siembre indios y manadas de carneros, que casi se apagó la insurrección.
Por fortuna con la de España se le cayó la máscara al régulo. Había ocultado los sucesos de España, y mandado que en ninguna parte se jurase la constitución. Los pueblos insurgidos se la hicieron jurár; pero la juró tan sinceramente como su amo, á quien dicen escribió que tenia el reino allanado, y si podía escaparse para él, se lo mantendría sin constitución.
La verdad es, que tenia dadas órdenes á los gefes de cada provincia de ir sobrellevando solamente aquellos actos constitucionales, que no pudiesen eludir á su ejemplo con las circunstancias, en las circunstancias y por las circunstancias. El pueblo mexicano se divirtió primero con el virey de las circunstancias, poniéndole pasquines segun su costumbre. Uno de ellos decia: Año de 1820, último del despotismo y primero de lo mismo. Pero desengañado al cabo de que con constitución ó sin ella, siempre el despotismo era la órden del dia, apeló á la espada y proclamó la i dependencia, que resonó como un trueno de un extremo al otro del Anahúac, capitaneando el coronel Iturbide el ejercito llamado de las tres garantías:- independencia, religión y unión. Sele unieron luego no solo las tropas patriotas, si no casi todas las realistas, los pueblos abrieron sus puertas, y digámoslo asi, está concluido.
L’njustice á la fin produit l’independence.
Las circunstancias de América lo que exigían eran prontas y enérgicas providencias de España conforme al sistema liberal restablecido; pero para acá lo mejor es lo peor, y en un año no se dieron por entendidos. Ya el consejo de estado habia sentado desde Cádiz, que en América, mientras durase la guerra, debian dormir las leyes. Tarde han despertado, y ahora van enviando á Cruz Murgeon para mandar en Santa Fe, y á Don Juan O-Donojú para lo mismo en México, ambos con el titulo de Generales y Supremos gefes políticos, es decir vireyes sin e l nombre, que por odioso queda suprimido.
¿Valdrán así mejor?. O-Donojú es mi amigo, fue mi coraprisionero en Zaragoza, y tiene grabado el sello de liberal con los tormentos que le mandó dar Fernando VII. Mas no tiene ideas de América, ni de nuestra controversia; pues me dijo en Cádiz que nuestros insurgentes eran rebeldes. Las consecuencias de tan desatinada opinion deben ser horribles.
Supongo su incorrupción, aunque esta aun en los hombres que han sido mas de bien en España es un fenómeno tan raro, que me decia en Madrid Don R amón Soto Posadas, fiscal integérrimo del consejo de Indias, que por su padre que á ellas fuera, no metería las manos. Pero lo mas terrible es la tranquilidad de conciencia con que ejecutan los mandarines de la córte sus órdenes mas inhumanas. Cuando el Duque de Alva quizo que Fr. Luis de Granada fuese su confesor en Lisboa, se le negó por las tiranías que habia cometido en Holanda. ··”Sobre eso, respondió el Duque, estoy seguro en conciencia. Eran rebeldes, y el rey tiene para consultar sus consejos. A mí no tocaba sino obedecer, y en nada he excedido mis instrucciones." Si valiera para ante Dios esa obediencia pasiva, los verdugos de Jesucristo y de los Mártires quedaban justificados. Pero lo cierto es que con así lo manda el rey mi amo, los mejores vireyes ejecutan los firmanes mas atroces de la sublime puerta de España.
No me vengan con que ahora mandan las Cortes, y hay una constitución. Caso que unas y otra duren, que lo dudo, y mucho mas despues de las últimas noticias que han llegado, también en Inglaterra hay parlamento y constitución; ¿ Irlanda y la India oriental arrastran una cadena de hierro. Roma era libre y el imperio esclavo. No olvidemos la clave que nos dió el ministro Gálvez del gobierno, ó política necesaria para conservar las Américas: crueldades y perfidias. El interes y la razón de estado harán siempre naufragar en el occeano todo el liberalismo de la Península.
¿ No se gloriaban de liberales por antonomasia la mayoridad de los diputados de las Cortes de Cádiz? Sin embargo, en mi historia de la revolución de Nueva España puede verse, que la política pérfida y atroz del gabinete habia pasado entera al salón del Congreso. La misma constitución en la parte perteneciente á las Américas es una demostración, porque está llena de astucia y de injusticia.
Ellos nos dieron por virey al ladroncísimo y sanguinario Calleja con un secreto de tiranos, que no llegaron á penetrar los diputados americanos. Se negaron dos veces á la mediación de Inglaterra, que llegó á enviar á Cádiz sus medianeros pedidos por nuestros representantes. Continuaron la guerra á muerte que comenzaron los vireyes y la regencia de Cádiz contra el derecho de gentes, y en la cual han perecido millones de americanos y se han repetido todos los crímenes de la conquista. Como en esta han sido nuestros reconquistadores premiados con títulos, grados y cruces por las Córtes de Cádiz. Aprobaron los atentados, los excesos y las infracciones mas graves de la Constitución, que cometieron Abascal en el Perú, y Venegas en México. Y hubieran aprobado como Fernando el suplicio del Congreso de Santa Fe, donde estaba la flor de sus sabios, que tuvieron el candor de creer los indultos reales publicados por Murillo; “pues aprobiaron que Monteverde faltase á su solemne capitulación con el general Miranda, y lo tuvieron preso en la Carraca de Cádiz hasta qué allí murió.
Nó quisieron levantar los estancos en América, abolir el infame comercio dé negros, ni igualar ó completar nuestra representación en las Córtes constituyentes. Antes para darnos siempre la ley en la minoridad pusieron fuera del censo de la nación y aun del número de los seres racionales á los descendientes por alguna línea de Africa nacidos en América; aunque todos los españoles sean descendientes de africanos, y haya en la Península mayor número de mulatos que en América, como que cuando esta se descubrió en 1492 ya llevaba en España 700 años el comercio de negros introducido por los moros. También en las Córtes de Madrid se han negado ¿completar la representación americana, y han sido inútiles las protestas mas enérgicas de nuestros compatriotas.
Las Córtes de Cádiz nos negaron el comercio libre, manteniéndonos excomulgados del universo; como si Dios hubiese creado la mitad del globo para que un solo ángulo pequeño de la Europa la vea y la disfrute. En las Córtes actuales se ha simulado levantar el anatema; y reclamando irónicamente la igualdad con nosotros, que en todo han violado, en lo único que no puede haberla, nos han enviado un arancel de comercio que es una burla completa; porque son tantas las restricciones, y aun en lo que se permite introducir á los extrangeros, tales los recargos de derechos, que la libertad de comercio es ilusoria. Debe por consiguiente continuar el contrabando; y para evitarlo, ya se mandan multiplicar los ejércitos de espiones que infestaban la sociedad.
¿Y no es también una irrisión la de haber determinado mandarnos vireyes sin este título abominable; pero reuniendo igualmente en una mano la espada y el bastón bajo los nombres de
capitanes generales y supremos gefes políticos? Tales gefes no pueden ser sino Bajaes. Es decir, que para la América no hay la división de poderes necesaria para evitar el despotismo y la tiranía. ¡Y al mismo tiempo se exige que juremos la Constitución española en la cual están divididos! Mentita estiniquitas sibi.
jAmericanos! los españoles se mofan de nosotros como de niños ó imbéciles. Nada bueno, nada justo, nada verdaderamente liberal tenemos que esperar ni de España, ni de sus Córtes, ni de su rey. Siempre han sido y serán tiranos, porque necesitan sedo. Ni pueden deshacerse de la idea radicada en tres siglos de que la América debe ser sacrificada á su metrópoli barataría, y nosotros destinados á trabajar exclusivamente para su provecho. Esta es la idea colonial de los europeos. Hagámosles ver que la mina que han estado cargando con tres siglos de agravios, reventó ya para enviar nuestros opresores al demonio. Llegó el caso de decir como las tribus de Israel, cuando se emanciparon del reino de Judá, desengañados de que la Córte de Roboan quería ser tan tirana como la de sus antepasados. ¿Qué tenemos nosotros que ver con el hijo de Maria Luisa? ¿Y cual es el derecho que tiene sobre América el rey de España, sino el de la violencia, el asesinato y el robo? Gobierne á su reina de España, y nosotros seamos, independientes en nuestra patria. Revertere ad tabernacula tua Israel.
¿De que nos sirve España? De envolvernos en sus guerras y calamidades sin que nos pertenezca su objeto; de pedirnos dinero y enviarnos mandones y empleados; es decir, ladrones y verdugos, siempre impunes, porque es axioma del gobierno español, que cuanto hagan sus agentes en América, bueno ó malo, ha de ser sostenido, para que sea respetada la autoridad á lo lejos. Entre tanto número de Cacos y Domicianos en gefe, que casi no han hecho sino succederse en 300 años, aun no hemos visto colgada una cabeza vice-regia para nuestro consuelo y su escarmiento.
¿Y lo diré? nos sirve España para entregarnos, vendernos y perdernos por su impotencia, su desidia, su maquiabelismo, y su igonrancia tan grosera, que despues de tres siglos aun no conoce el plus ultra de las columnas de Hércules sino sobre las columnas de los pesos duros, único objeto de sus deseos. Poseía la América entera, y por la fuerza, ventas y cesiones hoy está repartida entre Suecos, Dinamarqueses, Holandeses, Portugueses, Franceses, ingleses y sus colonos. Hasta los Rusos tenemos establecidos y bien fortificados en la California continente de Nueva España. Ya la Junta central habia decretado cederles una parte de nuestra América; y Fernando también trataba de darles ambas Californias. Seria á trueque de los buques que le envió Rusia para la expedición contra Buenos Aires. Hasta se consultó por el gobierno español ha dos años á la gran cabeza de Toledo sobre esto; y contestó que no solo debian concederse las Californias, pais inmenso, á los Rusos; sino una línea de fortificaciones desde ellas hasta Tejas para contener á los angloamericanos. Como si fuese menor mal entregarnos á discrecion de bárbaros esclavos de un déspota, que á nuestros compatriotas de los Estados U nidos, que no hacen mas que confederaciones, añadiendo una estrella: al pabellón de la libertad, y dejando á- cada nuevo Estado que sobreviene independiente y soberano, gobernándose conforme á su religión y sus propias leyes.
¡Mexicanos benditos! despertad de vuestra apatía, antes que España os deje reducidos á un puñado de tierra impotente, para que seáis eternamente esclavos de bárbaros Cosacos, ó de los Españoles poco menos bárbaros. Ya es tiempo de que hagamos nuestra entrada solemne en el universo, de que México obtenga el lugar distinguido que corresponde al pais mas opulento del mundo, de que obremos como hombres sin necesidad de tutores, y echemos mucho enhoramala á los españoles intrusos y obstinados en disponer de lo ageno.
La América es nuestra, porque nuestros padres la ganaron si para ello hubo un derecho; porque era de nuestras madres, y porque hemos nacido en ella. Este es el derecho natural de los pueblos en sus respectivas regiones. Dios nos ha separado con un mar inmenso de la Europa, y nuestros intereses son diversos. España jamás tuvo acá ningun derecho.
¿Seria la conquista? ¿Que derecho tiene una nación para ir á conquistar otra de quien no ha recibido ofensa alguna? ¿Seria la bula de donacion que tanto han alegado de su Papa español Alejandro VI.? También piensan en el Japon, en el lndostan y en Turquía que sus gefes religiosos son señores del mundo.
Pero ¿donde están los poderes que Jesucristo dejó á S. Pedro para apoderarse de los reinos de la tierra? Es una blasfemia execrable contra la doctrina expresa de Jesucristo, que protestó ser su reino todo espiritual, y á dos hermanos que lo solitaban por juez para dividirles un pedazo de tierra que habían heredado, les dijo: que no habia recibido para eso autoridad. Quis me constituit judicem aut divisorem inter vos?
¿Sería la predicación del Evangelio? Pero ¿donde Jesucristo ha mandado introducirlo á cuchilladas como el alcorán de Mahoma ? El Evangelio de paz debe ser pacíficamente anunciado, y voluntariamente recibido. La predicación, los milagros, las virtudes, especialmente la caridad, humildad y paciencia, son las únicas armas con que Jesucristo armó á sus apóstoles. Les mandó ir como ovejas entre lobos: no como lobos entre ovejas: á morir por su nombre, no á matar las gentes; y les señaló por toda recompensa el cielo, no la tierra. Ecce enim merces vestra inuita est in coelo.
Si la predicación del Evangelio fuese un título de dominio, España sería de los judíos, pues los apóstoles lo eran. ¿Para qué pues los han echado de ella los españoles, y al que pillan lo queman?
Vergüenza me dá hasta proponerme estos argumentos, como si mis paisanos fuesen hoy tan nécios que todavía les hiciesen alguna impresión. Es degradar la razón disputar siquiera, que los españoles tengan otro derecho en América que el de su Ambición, y hasta ahora el de nuestra tontería. Si soberbios como Roboan tienen aun la osadía de enviarnos vireyes, generales ó cobradores de tributos, recibámoslos á pedradas como los Israelitas hicieron con Adúran. ¡A fuera para siempre los ladrones! ¡Mueran los asesinos! ¡Viva la independencia!
¡Iturbide! ¿Qué sería de tí y tus compañeros de armas si no se verificase? Tú la has jurado y héchola jurar á toda la Nueva España. Estás en obligación de mantenérsela y jamas envainar la espada una vez tirada contra el rey, según aconsejaba el protector de Iglaterra. A tí se dirige principalmente su sentencia, porque te bailas en el mismo caso de ser el protector del Anahuac. El no paró hasta colgar á Carlos I. Tú debes colgar hasta la idea de dardos un emperador; pues que tampoco España lo quiere conceder. Asi es como únicamente borrarás hasta la memoria de los males inmensos, que en 10 años hiciste á tus compatriotas por un error de opinion. Abjura la nueva, que es otro error no menos pernicioso. Sosten la Independencia; pero la independencia absoluta, la independencia sin nuevo amo, la independencia republicana. Entonces coronado de un laurel inmarcesible subirás á ocupar un asiento en el templo de la gloria con Guillelmo Tell, con Wasington, con Bolívar, con San Martin.
Acá en la América donde escribo hubo también por algún tiempo incertidumbre y vacilación para establecer la independencia: el célebre Tomás Payne los hizo resolver apelando al Sentido común, que dió titulo á su obra. Yo traduge su alocucion acomodándola á nosotros, en el libro 14 de mi historia de nuestra revolución, y como esta la ha procurado suprimir el despotismo, voy á copiar aquí aquel trozo de elocuencia.-
“¡Americanos! jamás un interes mas grande ha ocupado á las naciones. No se trata del de una villa ó provincia, es el de todo un continente inmenso, ó de la mitad del globo. No es el interés de un dia, sino el de siglos. Lo presente va á decidir de un largo porvenir, y muchas centenas de años despues que nosotros hayamos dejado de existir, el sol alumbrando este hemisferio, esclarecerá nuestra vergüenza ó nuestra gloria. Largo tiempo hemos hablado de reconciliación y de paz. Desde que se tomaron las armas, desde que la primera gota de sangre ha corrido, pasó ya el tiempo de las discusiones. Un dia ha hecho nacer una revolución, un dia nos ha transportado á un siglo nuevo."
“La autoridad de España sobre América tarde ó temprano debe tener un fin. Así lo quiere la naturaleza, la necesidad y el tiempo. España está demasiado lejos para gobernarnos. Que ¿siempre atravesar millares de leguas para pedir leyes, para reclamar justicia, justificarnos de crímenes imaginarios, solicitar con bajeza la Córte y los ministros de un clima extrangero? Que ¿aguardar durante años cada respuesta, y al cabo no hallar del otro lado del Occeano sino la injusticia? No, para grandes estados es necesario que el centro y la silla del poder esté dentro de ellos mismos. Solo el despotismo asombroso del oriente ha podido acostumbrar pueblos á recibir sus leyes de amos remotos, ó de Bajaes que representan tiranos invisibles.
Pero no lo olvidéis jamás: mas la distancia aumenta: mas el despotismo abruma; y los pueblos privados entonces de casi todas las ventajas del gobierno, no tienen sino las desgracias y sus vicios.”
“La naturaleza no ha creado un mundo para someterlo á los habitantes de una península en un otro hemisferio. Ella ha establecido leyes de equilibrio, que sigue constantemente en la tierra como en los cielos. Por la ley de las masas y las distancias América no puede pertenecer sino á sí misma."
“No puede haber gobierno sin una confianza mutua entre el que manda y los que obedecen. Ya sucedió: este comercio se ha rompido y no puede renacer. La España ha hecho ver en demasía que quiere mandarnos como á esclavos: la América que conocía igualmente sus derechos y sus fuerzas. A cada uno se le ha escapado su secreto. Desde este punto ya no puede hacerse ningún tratado, porque saldría sellado por el odio que no perdona jamás y por la desconfianza irreconciliable por su naturaleza.”
“¿Quereis saber cual sería el fruto de un convenio? Vuestra ruina. Vosotros teneis necesidad de leyes, no las obtendréis, porque ¿quien os las dará? ¿El rey? Ved sus leyes prohibitivas tan contrarias á los pactos onerosos de nuestros padres. Esas son las únicas que han estado vigentes. ¿La nación española? Ved lo que ha pasado en las Córtes de Cádiz y Madrid. Ella no quiere sino su provecho, y el nuestro la llena de celos. Formad vuestras leyes para que en España reciban la sanción: serán iludidas como hasta ahora vuestras demandas. Levantad planes de grandeza y comercio: espantarán al gobierno. El vuestro no será sino una guerra sorda, guerra de un enemigo que destruye sin combatir. Será en el órden político un asesinato lento y secreto, que origina languidez, prolonga y nutre la debilidad; y por un arte infernal estorva asi el vivir como el morir. Someteos á España y esa es vuestra suerte.”
“Nosotros tenemos derecho de tomar las armas. Nuestros derechos son los de nuestros padres y madres, la usurpación de España, su tiranía, la necesidad, una justa defensa, nuestras desgracias, las dé nuestros hijos, los excesos cometidos contra nosotros: nuestros derechos son el título augusto de nación. Separémonos y ya está formada: la guerra será nuestro único tribunal. Si amamos nuestro pais, si amamos nuestros hijos, separémonos: leyes y libertad es la herencia que debemos dejarles. Esta sola causa puede recompensarnos dignamente nuestros tesoros y nuestra sangre.”
“Qué despues de ver nuestros pueblos y ciudades abrasadas, nuestras campiñas destruidas, nuestras familias cayendo bajo el cuchillo y las horcas; habíamos de contratar con sus verdugos para pedirles nuevas cadenas, y cimentar nosotros mismos el edificio de nuestra esclavitud! ¡Sería á la luz de los incendios y sobre las tumbas de nuestros padres, hijos, mugeres y amigos, que firmaríamos un tratado con sus asesinos, y sufriríamos que estando todos salpicados con nuestra sangre, nos dijesen que se dignaban perdonarnos! ¡Ah! entonces no seriamos sino un vil objeto de espanto para la Europa, de indignación para la América, de menosprecio para nuestros mismos enemigos.”
“La libertad sola, una libertad entera, la independencia absoluta es solo digna de nuestros trabajos y de nuestros peligros. ¡Qué digo yo! Ella nos pertenece ya. Es en los campos de batalla, es en todo el Anahuac que lo ha sido de nuestros combates, y donde todo está marcado con caractéres de nuestra sangre, que están escritos nuestros títulos de emancipación. Desde que España nos envió sus canníbales y se disparó el primer fusil, la naturaleza misma nos ha proclamado libres é independientes. Acordaos de las provincias Unidas de los Países Bajos sujetos antes á España: teneis á la vista nuestros hermanos de los Estados Unidos de América. Unios vosotros y en ambos teneis el presagio de vuestro feliz éxito, tanto mas ciert o, cuanto que ellos no eran sino un puñado y nosotros muchos millones. Los paises Bajos en un pequeño terreno peleando contra España en la cumbre de su poder. Los Estados Unidos peleando contra la potencia colosal de la Gran Bretaña ya señora de los mares. Nosotros solo teñemos que batallar con una potencia miserable, nula, dividida en sí, amenazada exteriormente, sin soldados, dinero ni marina.”
“Pero unios, porque en nuestra división consiste toda la esperanza de nuestros amos impotentes. Unios, formad vuestro Congreso, vuestro gobierno y vuestra constitución: sentad á lo menos sus bases, ó mejor, seguid las que ya fueron establecidas por el Congreso de Chilpantzinco. No perdáis momento. Una vez escapado no vuelve mas, y se recibe el castigo de la inadvertencia con siglos de esclavitud ó de anarquía. No demos lugar á que nuestros descendientes, arrastrándose algún dia cargados de cadenas sobre nuestros sepulcros, maldigan nuestras cenizas con justas imprecaciones por nuestra pusilanimidad, imprudencia y divisiones ambiciosas ó pueriles.
¡Viva la independencia! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república Anahuacense!
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