Octubre 17 de 1813, Chilpancingo
Excelentísimo señor licenciado don Carlos María Bustamante, representante de este Supremo Congreso. Oaxaca.
El alma de cera de que vuestra excelencia está dotado, lo hace propender, ya a la clemencia o ya a la ira, y las más veces con ardor y demasía. Los negros de Jamiltepec, después de una obstinada resistencia y de mantener la guerra a sus expensas, fueron tratados por el señor Bravo con una indulgencia tal, que no cabe en conquistador: quedaron de oficiales los mismos que lo eran antes, se le desertaron más de mil, que voluntariamente se alistaron en nuestras banderas, y fueron respetadas las propiedades de todos y cada uno, y perdonados los asesinatos que muchos de ellos hicieron en nuestros soldados.
Ahora suscitan la rebelión más impolítica e indigna que cabe en los ingratos; expresan sus sentimientos sediciosos en sus papeles, que circulan en toda la costa; nos tienen entretenida mucha parte de la tropa, que podía estar sirviendo en aumentar el país de la libertad; ha dejado a Oaxaca en un estado de debilidad, que se hace algo dudosa su defensa, y últimamente han enervado todos los movimientos del ejército.
A más de esto, vuestra excelencia confiesa que estos semigentiles son también semibrutos, en quien ninguna impresión hace el eco dulce de la razón. ¿Qué haremos, pues, para escarmentarlos, más que lo que Alejandro con los pueblos bárbaros para solemnizar las exequias de Efesión?
Y digo: ¿podrá reputarse esto a atrocidad?, ¿será cosa que escandalice al mundo, como pondera vuestra excelencia?, ¿se descubre en esto un hecho nuevo que no haya sido practicado por muchos reyes y generales religiosos y aun por el mismo justo y piadosísimo David, o están acaso reñidas las virtudes de la piedad y la justicia?
No sólo en la América toda, sino aun las potencias extranjeras están bien persuadidas de que mis mayores glorias han consistido en ser con mis enemigos generoso, no por mera política e hipocresía, como César, sino por inclinación y carácter.
Mas, permitamos que la orden de que se habla esté revestida de todo el atavío de la dureza y la crueldad: los términos en que se reclama son poco propios de la moderación, e insolente la carta de Terán; y si como la escribió a vuestra excelencia confidencialmente creído de que jamás llegaría a mis manos, se descubriese que lo había hecho con otro objeto, sería menester enseñarle a obedecer y a representar a su general.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Chilpancingo, octubre 17 de 1813.
José María Morelos [Rúbrica]
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