10 de Febrero de 1812
La insurrección presenta en el día un estado diferente del de su origen, aunque conserva su carácter. Ha cesado la fascinación, y todas las personas honradas la detestan; pero por desgracia permanecen en ella muchos criminales escapados de las cárceles, muchos militares de ignorantes seducidos y muchos miserables que, no teniendo medios de subsistir, se ven precisados á unirse á ellos: de que resulta que un enjambre de bandidos esparcidos en grandes y pequeñas partidas, por todo el rey no hasta sus últimos rincones, hostilizan las campiñas, roban las haciendas, interceptan los caminos ó interrumpen los giros del comercio, reduciendo á una especie de bloqueo las mismas capitales que ocupamos.
Las tropas los persiguen con mucho trabajo, mucho riesgo y poco fruto. Ellos las cargan cuando son muy superiores y les huyen cuando no lo son tanto como necesitan: para lo que tienen la ventaja de su mucha caballería: de los fragosos terrenos en que se sitúan de la indisciplina que los liberta de retiradas ordenadas, y de la facultad de subsistir del pillaje.
Nuestro plan de pacificación se indica y aun se manifiesta por el mismo estado de la insurrección. El debe dirigirse á precaver, ó á disminuir, á lo menos, los males que nos afligen, esto es, á ordenar y reunir nuestras tropas que dispersas, se desaparecen por la fatiga, la deserción, y la enfermedad: á situarlas de modo que sin arruinarlas con correrías poco fructuosas, puedan proteger la agricultura, activar el comercio y la minería: á mantener libre la correspondencia pública y á organizar los pueblos política y militarmente de modo que cada uno pueda defender su territorio al auxilio de las divisiones que a este fin se destinan.
Los medios deben ser, por ahora, no solamente los más adecuados, sino también los mas sencillos y fáciles de verificar. La complicación en estas circunstancias, y la dificultad de hallar en los pueblos sujetos capaces de reducir á practica reglamentos difíciles, nos envolvería acaso en may ores males que los que sufrimos.
Siguiendo éste sistema, soy de opinión que las tropas con que contamos después de guarnecida la capital, se dividan en dos ejércitos, al cargo, cada uno de un jefe prudente que inspire confianza á los pueblos, destierre odiosas rivalidades y resentimientos, y no carezca de los conocimientos militares que exigen las circunstancias.
El uno de estos ejércitos se dirigirá al norte, y el otro al sur de la capital, batiendo y dispersando, antes de situarse, cualquier cuerpo enemigo que por su numero ú opinión haga necesaria ésta medida, estableciendo después su cuartel en el punto mas á propósito para llenar sus fines que deberán ser iguales en ambos.
Estos jefes recibirán instrucciones uniformes del Exmo. Sr. Virrey, tan claras y precisas sobre todos los objetos que ninguna duda ni dificultad tengan el llenarlas las que trasladaran en la parte que les toque á los comandantes de las divisiones que destinaren, según se dirá; con lo que en todo el rey no se hará sentir al mismo tiempo un impulso de reorganización y arreglo de reconciliación y de seguridad, que destruirá la arbitrariedad, el disgusto y la anarquía que son consecuencias del verdadero estado en que se hallan la mayor parte de los pueblos.
Este jefe superior del rey no recibirá cada semana un diario de lo que en ella hay a ejecutado cada ejército, que, al mismo tiempo que para dictar providencias, sirva también para satisfacer al público. Se entenderá con estos dos solos jefes en los asuntos de guerra, les dará sus órdenes, y se evitará la multitud de noticias poco exactas comunicadas por personas cuy a fidelidad ó talento no siempre se está seguro.
En el cuartel general se establecerán los hospitales que, dispersos ahora en casi todas las ciudades del rey no, originan muchos gastos, causan embarazos, se asiste mal al soldado que por vivir en libertad, permanece en ellos mas tiempo de el que debiera, vende sus prendas y de necesidad contraer vicios que rebasan la disciplina. En el mismo cuartel general se instruirán los reclutas, y se establecerán los talleres de recomposición de armas, los repuestos de municiones, víveres, y estuarios con que ahora se ve precisado á cargar el ejército en mas de 1,100 mulas, cuyos gastos de fletes también se economizaran en la mayor parte, aplicándolas a la conducción de platas y efectos del rey y de particulares.
El podría ser también el deposito de los de una y otra pertenencia, y desde él podrían remitirse á los puntos de su destino, saliendo de la capital del rey no los días primeros de cada mes un convoy custodiado por un cuerpo de 100 á 500 hombres de á caballo, que costearía una pensión sobre los mismos efectos, y que los generales respectivos crearían, arreglarían y constituirían de modo que alejase toda desconfianza en los puntos de su destino.
Distribuidos los efectos del rey y de particulares remitidos de la capital, se recibirán en el mismo cuartel general los de tierra-adentro, las platas y los caudales que conducirá la misma escolta á la capital, procurando llegar á ella a fines de cada mes.
Cada ejército subsistirá del producto de las rentas del país que cubra, singularmente de la de tabacos, y remitirá el sobrante á la capital.
En el cuartel general no subsistirán mas tropas que las indispensables para llenar sus fines: las restantes se dividirán en tantas divisiones como permita su número, y exija la necesidad, extendiéndolas, replegándolas, á reuniéndolas según convenga para que todas obren con apoyo, y se evitan desgraciados sucesos. A cada una se le asignara un departamento en el que el comandante que lo fuere de ella se ocupara en establecer los reglamentos sencillos que á este fin deben formarse; en perseguir las gavillas, en limpiar los caminos, y proteger la agricultura.
El ejército del norte, por medio de sus divisiones, fuerzas urbanas de los pueblos, haciendas y demás recursos del país, mantendrá libre la comunicación desde San Juan del Río á Valladolid, Guadalajara, Zacatecas, & c. y desde el mismo San Juan del Río podrá asignarle la guarnición de ella misma, y en caso de que, por falta de tropa, no pueda verificarlo, jamás podrán ser interrumpidos los convoy es mensuales.
El ejército del sur mantendrá libres por los mismos medios los caminos de Vera Cruz a México, cuyos objetos se llenaran mas ó menos cumplidamente según la mayor ó menor fuerza disponible, siendo indispensable que las de todas las provincias que á cada ejército se le asignen están á sus órdenes inmediatas.
Cada uno de los generales tendrá sumo cuidado de no permitir que en su territorio permanezcan gavillas, que, dejándolas por algún tiempo, amenacen á sus divisiones, y ofrezcan dificultades en su destrucción. Pero como podrán reunirse a largas distancias, siéndonos imposible cubrir un país extenso y contaminado, será de su cargo el atacarlos en cualquier paraje, ó el de impedir á lo menos (si hubiese para lo primero dificultades invencibles) que no se introduzcan para lo primero dificultades invencibles) que no se introduzcan en el país que debe producirnos los recursos y medios de subsistencia; sin cuya conservación las victorias mismas aceleran nuestra ruina.
El tiempo estrecha: la cosecha del año pasado ha desaparecido por el desorden de la mayor parte, y de aquí á dos meses será muy difícil el tránsito de las tropas, y casi imposible el de la caballería. Los pueblos y haciendas están asoladas: en muy pocas se encuentran algunas semillas, y en ninguna ganados para la próxima siembra: de que se sigue la imposibilidad de verificarla, si, en el corto tiempo que resta para disponer las sementeras, no se toman las medidas mas exactas de seguridad.
La renta de Alcabala nada produce estando como está paralizado el comercio: la del tabaco muy poco, por la dificultad de conducirlo y expenderlo: la minera padece atrasos que necesitan de habilitación. Para prepararlos el particular comerciantes, minero, ú agricultor que ha sufrido pérdidas, quebrantos y extravíos en la revolución, y que su giro esta parado, apenas tiene para vivir.
Estos son los mismos canales por donde el estado recibe a los medios de subsistir, si muy pronto no se destruyen, es casi infalible que la miseria consiga lo que no han podido las formidables armas de los rebeldes.
Este es el aspecto en que yo veo las cosas, y el prospecto á bosquejo del plan, que acaso ampliado ó rectificado podrá precaver, reparar ó disminuir los males que experimentamos, ú los mayores que nos amenazan; pero él necesita de un examen profundo y pronto. El asunto de que se trata da pocas treguas, y es el mas importante de cuantos pueden presentarse á la dirección, é inspección de los miserables mortales. La imaginación se pierde en el cúmulo de los que pueden producir un mal sistema, que acaso con la meditación y el sincero deseo del acierto, que a todos nos conduce, podremos evitar.
México 10 de Febrero de 1812.- Exmo. Sor.- Félix Calleja.
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