1790
La Dirección General de Estadística, dependiente de la Secretaría de Programación y Presupuesto, ha considerado conveniente la publicación de este trabajo, en el que se recogen datos estadísticos emanados del censo ordenado en el año de 1790 por el Virrey Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla, quien gobernó la Nueva España de 1789 a 1794. Ya entonces se concedía un gran valor a las estadísticas demográficas y económicas para el buen gobierno de la Colonia.
El interés histórico de este estudio, radica en que constituye el primer intento oficial de levantamiento de un Censo de Población, con procedimientos técnicos propios de la época, que revela importantes datos característicos de los últimos años del período colonial.
Para los estudiosos de la evolución de nuestro país, será de gran utilidad, pues refleja la situación demográfica y socioeconómica en que se encontraba la Nueva España pocos años antes de iniciarse el movimiento de Independencia.
Aunque los datos censales fueron hábilmente aprovechados por el Barón Alejandro de Humboldt y difundidos en algunas de sus obras, este documento no había sido nunca antes publicado en su totalidad, de manera que será fuente de estudio para historiadores, demógrafos, sociólogos y economistas interesados en explicar mejor el presente por medio de un conocimiento más profundo de nuestro pasado.
La Dirección General de Estadística agradece al Lic. Hugo Castro Aranda y a sus colaboradores, el es fuerzo realizado y reconoce las amplias investigaciones que fueron requeridas para llevar a feliz término la complementación dé esta importante labor.
DIRECCION GENERAL DE ESTADISTICA
A MANERA DE JUSTIFICACION
Por idea y orden del virrey Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla que gobernó la Nueva España de 1789 a 1794, se hizo en el país un censo de población durante los años 1790 y 91, al que la popular conseja ha llamado desde entonces "Censo de 1793".
Todavía no acababa de secarse la tinta del cuadro impreso con sus resultados parciales, cuando sobrevino al laborioso recuento, una enfermedad que todos reputaron como mortal.
El médico que diagnosticó su prematura muerte sin derecho a cristianización ni bautizo fue don José Antonio Alzate, científico y literato, sabio y político quien, en un abrumador escrito dirigido a la máxima autoridad del reino, leyó el réquiem del caso condenando, —sin mayor trámite, a los guarismos a una quema infernal, fulminante y atroz.
El virrey se opuso a la celebración de exequias públicas y defendió como pudo su criterio; sin embargo, la condenación subsistió y hasta fecha muy reciente, los tratadistas de la historia de México han venido realizando sobre tiros de la condena original.
Hemos leído la confesión devota del condenado, y decidido, en diálogo íntimo con él, que sólo merece pena de purgatorio. Darlo pues a la estampa y a la pública luz para que en juicio abierto y estudio amplio se decida su destino final, nos ha parecido justo y conveniente.
Ciento ochenta años de ostracismo, lo menos que pueden valer es el sobreseimiento del acta compurgatoria. El hecho traerá como consecuencia que el pecado original en que pudieran haber incurrido el virrey Revillagigedo, intendentes, subdelegados, curas párrocos, alcaldes de barrio, justicias mayores y demás ayudantes del parto numérico sea ponderado y merezca indulgencia, aunque no dispensa de trámite.
Como todo censo, este antiguo y venerable documento está lejos de ser ameno; de sus líneas, sin embargo, podrán los demógrafos, historiadores, sociólogos y economistas extraer algunas consecuencias útiles que seguramente harán más luz en el proceso de gestación del México moderno.
Para la elaboración de este trabajo se respetó, en algunos casos, la ortografía original empleada por los encargados de levantar el llamado Censo Condenado. Sólo en aquellas ocasiones, en que había disparidades, se igualaron los conceptos de acuerdo a las reglas actuales.
PROLOGO
El presente trabajo describe y sugiere algunas relaciones y conclusiones emanadas de los datos numéricos obtenidos durante el Censo de 1790, como una contribución para fijar con mayor nitidez el proceso demográfico del país en vísperas de la guerra civil iniciada en 1810 considerando que el monto de la población es uno de los factores que habrán de analizarse para explicar nuestro desarrollo histórico.
Los grupos humanos forman parte de una especie biológica, por lo que habremos de aceptar que su número y el espacio más o menos extenso que ocupen, son índices que, en un acercamiento global, dan idea del buen o mal éxito alcanzado frente al hábitat. Es éste, por supuesto, sólo un juicio primero, que habrá de ceder paso a un examen sistemático que ponga de manifiesto el comportamiento de la población en cuanto a sus variaciones del volumen, al cambio de composición de sus edades y a su movimiento en el territorio que ocupó; comportamientos que se relacionan con la cultura, las costumbres, la circunstancia económica, los factores geográficos y la estructura social del momento. En efecto, a pesar del perfeccionamiento de instrumentos sutiles de análisis, hay cambios bruscos en la evolución de una población que no pueden explicarse solamente por extrapolación de las tendencias percibidas en las series estadísticas, ya que dependen en gran parte de actitudes frente al matrimonio y la procreación, actitudes que cambian con el tiempo y que son influidas por un sinnúmero de normas sociales. Existen, sin embargo, métodos de simulación más o menos modernos que pueden llevamos al esclarecimiento de esta clase de fenómenos. La demografía humana no es entonces una variable independiente ni estrictamente natural y espontánea, y sí esté sujeta a los controles del grupo, de modo más o menos firme, por lo que las cifras resultan solo una aproximación que es necesario examinar.
Tenemos pues conciencia de que en esta presentación de estados de población se hace una división artificial del fenómeno social al dejar a un lado, en la mayor parte del trabajo, todos los otros factores que integran la vida de los grupos humanos. Tanto la historia como la sociología son disciplinas de análisis y sin tesis que buscan, en la relación causa-efecto, explicaciones de los hechos que puedan servir para enriquecer nuestra comprensión de las sociedades.
Esta división artificial permite, sin embargo, y ésta es una técnica bien conocida por el investigador, analizar mejor el conjunto de hechos estudiados para dar lugar a una posterior reagrupación que describa mejor la marcha de los acontecimientos.
Los factores sociales se interaccionan y complementan de muy diversas maneras. En la teoría del desarrollo, por ejemplo, ocupa un lugar preponderante el análisis del monto y comportamiento demográficos porque, si bien es cierto que el incremento de la población explica el desarrollo económico en ciertos casos, también lo implica en otros, cuando menos a plazo largo y en las sociedades actuales.
Está claro que los hombres en mayor o menor número actúan sobre el medio con distinta intensidad y que, para obtener una producción económica a costos decrecientes, los mercados deben tener magnitudes suficientes. Esto que es verdad para un momento determinado del desarrollo, está definitivamente condicionado por el uso de mejores tecnologías y por el perfeccionamiento del aparato productivo en general.
Recordemos de paso que el monto de la población sirve de base a uno de los indicadores más usados en las cuentas nacionales: la medida del ingreso per cápita que es la media aritmética del ingreso nacional por la población total en un lapso que generalmente es de un año y que la clasificación del desarrollo o subdesarrollo se hace atendiendo, en mucho, a la magnitud de aquella cifra. Una de las definiciones más usuales del desarrollo económico en términos actuales dice que es "el crecimiento sostenido, durante un período más o menos largo, del ingreso per cápita" * partiendo del supuesto de que si tal ocurre, es porque la producción económica crece más de prisa que la población y porque consecuentemente, los niveles de vida tienden a aumentar, circunstancia que en la práctica no se cumple cabalmente cuando los mecanismos económicos tienden, como ocurre con demasiada frecuencia, a la concentración del ingreso. Por supuesto, el solo análisis demográfico no basta para explicar ni el problema del desarrollo ni el de los cambios políticos y sociales; pero, en todo caso, es una comprobación necesaria que no puede ni debe soslayarse.
No pretendemos atacar aquí los distintos elementos del desarrollo económico que cuanto más avanzado, es más complejo y cuanto más complejo, más exige instrumentos muy finos de análisis y estudio. Deseamos dejar sentado que este trabajo es parcial y que la intención es que sea provisional, ya que será usado en el futuro para trabajos más amplios, con el fin de asomamos a las circunstancias que dieron carácter y forma a nuestro país.
Por todas estas razones, apenas esbozadas, quisimos rescatar de los archivos este Censo poniéndolo al alcance de quienes estudian la historia, la economía y la historia económica del país, para que pueda servirles de apoyo, referencia o fundamento.
El trabajo se divide en cinco grandes partes: La primera pretende mostrar como fue concebido y realizado el censo por las autoridades coloniales siguiendo, a nivel de intendencias y gobiernos, los relatos de los responsables de su levantamiento. Esta secuencia permite ubicar el año 1790 como la fecha real de su elaboración y precisar las objeciones hechas por sus contemporáneos, para que nos ayuden a juzgar su validez.
En la segunda parte se presentan las cifras mismas clasificadas según su cobertura territorial, de la más amplia a la menor, considerando sexo, edad y estado civil, así como una clasificación de las ocupaciones conforme las categorías de la época y una división de los pobladores según su casta.
En las partes tercera y cuarta se hacen intentos de análisis para validar las cifras mediante dos procedimientos: uno, de análisis intrínseco de los guarismos; el otro, siguiendo los númenes de otros recuentos para apreciar si los obtenidos en 1790 son congruentes con ellos. Se tomaron así dos fechas extremas: 1742, cuando Villaseñor, Tamarón y otros proporcionaron estimaciones globales de población y 1895; por medio de la comparación de las cifras de ambos censos se pudo concluir que tienen gran semejanza estructural.
Sobre el método usado para ajustar cifras o hacer comparaciones, en cada caso de dan explicaciones que muestran el manejo que consideramos prudente, dejando siempre a la vista las cifras para quien desee hacer otros cálculos.
En el cómputo hemos llegado a confiar en la validez del censo, sobre todo porque parece que los errores que pudieran sesgarlo se compensan por los grandes números, excepto en los casos en que la clasificación estuvo basada en juicios de valor como fue en la división por castas y en la clasificación por ocupaciones.
Sin duda hubiera resultado interesante e ilustrativo realizar un análisis vertical del censo del que venimos haciendo referencia, a fin de poner de manifiesto los defectos y omisiones de que haya adolecido. La empresa es por el momento imposible, ya que exige tal grado de minuciosidad y una inversión de recursos de los que no disponemos, aun en el supuesto de que tuviéramos el material completo con qué ejecutarla.
El estudio tendría que comenzar con la disponibilidad de las listas de empadronamiento, la primera concentración realizada a nivel de cuartel, en algunas ciudades y al de pueblo, en el campo; la segunda relativa a la división territorial interna de cada intendencia y, por último, la que se refiere a la concentración total de las intendencias o provincias, para criticar cada etapa y tener juicios más sólidos sobre los que apoyamos en tomo a la realización de los censos. Por desgracia, no hemos hallado hasta ahora, una sola prueba de que existan todavía estas etapas completas y aun estándolo, quedarían fuera de nuestro alcance por razones económicas. Hemos de concretamos, pues, al análisis general de los resultados del recuento y a la búsqueda de pruebas fidedignas globales tanto intrínsecas como extrínsecas, si hemos de llegar a elaborar alguna hipótesis que pueda servimos en este terreno como punto de partida.
Sin entrar en detalles, queremos dejar anotado el hecho de que, en algunos casos, hubieron de emprenderse trabajos de investigación en los archivos municipales y en algunas bibliotecas del extranjero para lograr resulta dos positivos que día con día se fueron haciendo más escasos y espaciados, por lo que decidimos concluir con la investigación ya que, durante seis meses, no pudimos obtener ni una sola cifra adicional a lo aquí expuesto referente al Censo de 1790. La mayor parte del material se extrajo de los tomos 522 y 523 del ramo de Historia del Archivo General de la Nación; otra buena parte, se obtuvo del Archivo Histórico de Hacienda, de los Archivos Municipales de Guadalajara, Puebla y Veracruz y de las Secciones de Manuscritos de las bibliotecas de las Universidades de Pennsylvania y de Yale, Estados Unidos de América. Se revisó el catálogo y algunos documentos en el Archivo de Indias en Sevilla. Pese a la buena voluntad del personal, no pudo hallarse nada sobre la materia.
En las reuniones de crítica que tuvimos en el Instituto de Investigaciones Sociales nos enteramos de que, a nivel de comunidades, se trabaja en la reconstrucción detallada de cifras de población para un período bien amplio. Los resultados de estos trabajos heroicos podrán, en su oportunidad, arrojar más luz sobre las peculiaridades del Censo de 1790, al que necesariamente tendrán que ser referidos en la imposibilidad de reconstruir una buena parte de los padrones en cuestión en la mayoría de las poblaciones. Se obtendré entonces una mejor aproximación a las cifras verdaderas, aunque tenemos la impresión de que no serán muy distintas de las de nuestro "Censo Condenado” en su conjunto.
Como trabajo necesario para precisar la cobertura del censo, agregamos una parte sobre la división territorial entre intendencia e intendencia y dentro de cada una de ellas, lo -que nos permitió hacer alguna hipótesis sobro el movimiento de la población y sobre algunas causas que pudieron originarlo.
Agradezco la colaboración de Ester Skura Rosenberg que trabajó esforzadamente en las últimas etapas y verificaciones del trabajo, de Laura Ruiz de Carranza que me ayudó en las elaboraciones estadísticas y de Aurora Ponce Olvera que escribió una y otra vez los borradores. A mi amigo Raúl Benítez que me convenció y apoyó para atreverme a publicar este trabajo, quiero dejarle constancia de mi reconocimiento. También reconozco las valiosas sugestiones que me hicieran Elsa Malvido, Enrique Florescano, Alejandra Moreno Toscano, mi maestro Ernesto de la Torre Villar, Irene Vázquez, Cecilia Rabell y Blanca Sánchez.
La responsabilidad total de trabajo me corresponde, por supuesto.
Hugo Castro Aranda
Tlalpan, D. F., 8 de septiembre de 1971.
* "Parte de una teoría general del subdesarrollo es la tesis de que en los países subdesarrollados, el impacto inicial favorable de la inversión industrial (incluidas las inversiones tanto en plantaciones como en minas, petróleo, etc.) zozobró por el crecimiento de la población, lo que no ocurre habitualmente en los países avanzados".
HIGGIS, Benjamin: Economic development. Principies, problems and policies, New York; Norton, 1959.
1. Introducción.
Kingsley Davis, de la Universidad de Princeton (1), afirma que basta la Revolución Industrial, la población mundial creció tan lentamente en general, que de acuerdo con las normas modernas, "parecería haber sido estacionaria" y que sólo a partir de los cambios introducidos por la revolución tecnológica, se registraron saltos espectaculares en la población del globo, haciendo posible la movilización de masas humanas a través de los océanos y estableciendo nuevo equilibrio entre nacimientos y muertes.
En términos mundiales, el aumento sin precedentes del número de habitantes se origina en una disminución de la mortalidad que no sólo equilibra el descenso de la natalidad, sino que incluso proporciona los excedentes que dan base al aumento.
De los 542 millones de habitantes que tenía el mundo en 1650, cerca de 13 millones vivían en América (2), de los cuales más de 12, se encontraban en México, Centro y Sudamérica. Para 1800, la población mundial aumentó hasta 728 millones de individuos, cifra que hace lucir exigua la población americana, que apenas alcanza los 26 millones distribuidos en un continente situado entre uno y otro polo terrestre.
En este marco, se desarrolla la población de la Nueva España; declina después de la conquista a causa de las nuevas enfermedades, del sometimiento, el trabajo forzoso y los trastocamientos culturales y económicos; todo concurre para llevar a niveles mínimos el número de habitantes desde 1521 hasta mediados delsiglo XVII, cuando comienza lentamente a aumentar (3). En 1646 apenas rebasa un millón 700 mil; para 1800, con una población de 19 millones en América hispana, la Nueva España participa con más del 25 por ciento, siendo por lo tanto en aquel momento el país con mayor población del Continente. Ya para entonces, las características de la población habían cambiado apreciablemente, puesto que europeos e indígenas dieron origen al nuevo grupo mestizo, -cuya importancia relativa llegó al 39.6 por ciento en 1810, mientras que la proporción de indígenas habla descendido hasta 60 por ciento; es posible que en esta expansión del mestizaje se encontrara el impulso más vigoroso hacia el aumento demográfico, ya que el número de mes tizos creció más de prisa que el de indígenas; (4); en tanto que el volumen relativo de pobladores europeos se mantuvo constante, aparentemente muy por debajo del uno por ciento.
los intentos para cuantificar la población tienen antecedentes en las culturas indígenas y las concreciones más recientes en los padrones de tributarios organizados por la Real Hacienda; en los padrones militares iniciados bajo el gobierno del marqués de Cruillas (1760-1766); en los de fieles, sistemáticamente levantados por los curas párrocos y con pretensiones de llegar a un recuento total de la población novohispana, en un censo ordenado por el visitador José de Gálvez en 1777. (5) El primer intento positivo fue el de 1790, fundado en las pretensiones administrativas y políticas privativas de los gobernantes de la Casa de Borbón cuyo origen en España, como es sabido, se remonta a la disposición testamentaria de Carlos II de Habsburgo fallecido, sin descendencia, el 1o. de noviembre de 1700.
Fueron cuatro los Borbones que gobernaron el reino de España y por consiguiente, a la Nueva España durante el siglo XVIII: Felipe V, 1701-1746: Femando VI, 1746-1759; Carlos III, 1759-1788, y Carlos IV, 1788-1808.
Carlos IV designó 52° virrey de la Nueva España a Juan Vicente Güemes Pacheco y Padilla, promotor del Censo de 1790, quien gobernó en México desde el 17 de octubre de 1789 hasta el 12 de julio de 1794. "El segundo conde de Revillagigedo fué sin duda el más famoso de los gobernantes de Nueva España: su dedicación constante, su actividad asombrosa, su afortunado acierto en el despacho de los negocios públicos fueron verdaderamente excepcionales; muchos buenos virreyes tuvo México, pero en lo general todos seguían el curso del tiempo aprovechando las circunstancias; pero Revillagigedo se adelantaba al tiempo y formaba las circunstancias para aprovecharlas". (6)
En este orden de cosas, se levantó el Censo de 1790 hasta su conclusión; sin embargo, la elaboración y recopilación de los resultados fueron minuciosas y lentas. Reunido en su mayor parte en la Secretaría de Cámara del virrey al concluir el período de gobierno de Revillagigedo sufrió el destino de muchas de las obras iniciadas por éste, a quien, su sucesor en el cargo procuró borrar de la faz de la tierra, negando utilidad a toda su obra y olvidándose de lo iniciado por él.
Dice Riva Palacio del virrey Grúa y Talamanca, marqués de Branciforte; "presentó en Nueva España el más desventajoso contraste con el conde de Revillagigedo; comenzó por ostentar un lujo en el ceremonial, que no sólo ofendía a las autoridades, sino que daba ya al virrey el aspecto de un verdadero monarca". Estableció su cuartel general en Jalapa en 1799 donde pasaba la vida entre convites y músicas, sin dejar por eso de aprovechar las ocasiones que se le presentaban para enriquecerse". (7)
Sin embargo, el levantamiento de padrones no concluyó allí; en la ciudad de México sobre todo, fueron elaborados con cierta frecuencia y de ello quedan algunas constancias en el Archivo General de la Nación. (8) Pero, para lograr un censo total, habrían de pasar 105 años, hasta que bajo la presidencia de Porfirio Díaz se levantó el Censo de 1895, considerado como el primero de nuestro país, y del cual parten todos los censos contemporáneos.
Notas;
1) Población Mundial, México, F. C. E., 1964.
2) Carr-Saunder, A. M. Población Mundial. México, F. C. E. 1939 p. 42.
3) CF. supra p. 152 y siguientes.
4) CP. supra p. 156.
(5) Se conservan ejemplares de algunos de los cuadros concentradores, en el Archivo del Ayuntamiento de Puebla, correspondientes a esta intendencia; en AGN Padrones; y también en AGN, Historia, V. 523, para Querétaro.
(6) RIVA PALACIO VICENTE. México a través de los siglos, México., Cumbre V. 4. p. 876, 5a. ed.
(7) Riva Palacio, Vicente: Op. cit. p. 883 y 887
(8) Padrones.
2. Procedimientos y organización del censo.
2. 1 Objetivos generales.
El 3 de enero de 1790, Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla segundo conde de Revillagigedo, virrey de la Nueva España, pidió a los intendentes que elaboraran padrones completos de la población que habitaba en cada una de las jurisdicciones sujetas a su mando, "para instruir el soberano ánimo del Rey del número de sus vasallos havitantes en estos Dominios" (1) Ordenó a los intendentes que al recibir los formularios impresos junto con su orden, los distribuyeran a los subdelegados (autoridades menores en cada jurisdicción), quienes habrían de levantar un censo americano, semejante al ejecutado en España en 1782.
Los objetivos del censo fueron claramente señalados en los dos primeros párrafos de un instructivo firmado por el virrey y fechado el 31 de enero de 1790, (2) en el que se lee:
"1. El medio de saber la población de los Estados o Monarquías, es formar Padrones genera les de los Pueblos. De su exactitud, expresión y claridad puede fácilmente deducirse el número de personas dedicadas al estado Eclesiástico sus allegados y sirvientes, los que del secular componen ambos sexos, las que corresponden a cada clase y casta y en suma cuantos forman la población de una Intendencia cuya reunión a un solo Estado hace visible el todo y puede influir mucho para reformar o fomentar el de la constitución de los Reynos."
"2. Todos estos objetos, y otros que juzgo interesantes al bien público y felicidad de los vasallos de esta Nueva España han eccitado en mi el deseo de una circunstanciada noticia que afiance el acierto de las resoluciones del tempo de mi mando ya en cuanto á desterrar vicios y accesos, ya para avivar y reanimar la -agricultura, la minería, la industria y el comercio y ya para traer en modos progresivos y seguros los derechos de la Corona sin perjuicio de todos estos Reynos e individuos".
Para lograrlo, Revillagigedo procuró con vencerlos desde el principio, de que la formación de los padrones "no llevaba otro fin que el de instruir el soberano animo del Rey del número de sus vasallos", (3) apurado por el ministro Pedro de Lerena quien le previno en nombre del soberano, proceder "por los medios más suaves, y que suspenda su práctica en el caso de advertirse alguna desavenencia". (4) Punto crítico que pudo contraer resistencias al censo, o cuando menos ocultamientos, fue la captación del número de tributarios, ya que a tal estado estuvo siempre ligada la obligación fiscal que originó evasiones y disimulos, motivos de preocupación de arbitristas y recaudadores.
El propio instructivo (5) refleja esta preocupación y señala la obtención del monto de tributarios como un objetivo secundario que, sin embargo, era necesario lograr.
"7. De propósito y para precaver toda clase de dudas que puedan dificultar y tener la práctica y exactitud de estas operaciones lo cales, he mandado en les estados de Provincia hasta el nombre de tributo y tributarios, porque no se atribuyan este objeto, pero considerando que. haciendo expresión de los que lo sean en los Padrones de cada Pueblo, puede desempeñarse completamente a un mismo tiempo el espíritu del Artículo ciento treinta y tres de la Ordenanza de Intendencias cuidando V. S. de encargar mucho esta puntualidad, bastando que para abreviar se señalen con una T los que resulten, cuya noticia reunida vendrá a mis manos también separada con distinción de Pueblos y V. S. la colocara con su numero en el hueco o renglón que queda con tal destino en la casilla de Distinción de Clases que solo lleva una T como inicial en los Estados".
El censo pues, tuvo razones de Estado; de política económica porque serviría para normar resoluciones del gobernante en el terreno de la agricultura, la minería, la industria y el comercio; de política social porque podría ser guía para acertar en el destierro de vicios y excesos; y, finalmente, de política hacendaria, para equilibrar los derechos de la Real Hacienda con el interés del país y sus habitantes asegurando las percepciones de la Corona.
2. 2 Levantamiento de padrones.
La iniciación del levantamiento de padrones fue precedida por una revisión, reconocimiento, dice Revillagigedo, de los trabajos previos realizados por los curas y párrocos con -faltas notables de método y claridad "y de los padrones instruidos sin contemplación para dar nuevas y repetidas formas a los imaginarios cuerpos de milizias provinziales, de los que se obtuvieron documentos tan abultados como inconvinables e inutiles". (6) Ya aquí se advierte que el propósito de contar habitantes se sujetaría a un método uniforme que permitiera lograr la combinación de resultados.
La revisión condujo a la elaboración de formularios para uniformar el levantamiento y cuadros concentradores para cada pueblo, jurisdicción e intendencia, a fin de obtener con sencillez las sumas y facilitar la presentación. Se organizó asimismo un aparato de verificación en la Secretaría del Virreinato, cuyo papel fue revisar procedimientos, aclarar dudas, verificar cifras y devolver, para su corrección, los documentos equivocados (7)
El instructivo que resultó de este análisis señala que: (8)
"3. Para conseguirlo más fácilmente en todo su completo, (el censo) hacer más ligero el trabajo de los que deben desempeñarlo y uniformar á un método solo las requisitas diligencias de esta operación, mandé formar el documento número uno que describe el como debe hacerse en cada pueblo el censo particular o Padrón respectivo ; mas como siempre que se omita cualquiera de las expresiones de cada partida de Vecino, Casa, Convento etc., que haya en ellos resultara falta para la deducción de edades, casta, clase y demás que ha de llevarse a los Estados de Jurisdicciones e Intendencias fio a VS el cuidado de encargar una observancia religiosa para no caer en tal inconveniente".
"4. La comisión deben desempeñarla los Subdelegados de esa Intendencia en los respectivos Pueblos de su cargo con asociación y anuencia de los Párrocos o los Vicarios que estos disputen, yendo casa por casa y no llamando los vecinos a concurrencia a la suya a cuyo afecto eligiran los días mas propios y oportunos, especialmente los festivos, que facilitaran la diligencia respondiendo por los ausentes sus mujeres, vecinos o parientes sin causar extorsionen, detenciones ni otros perjuicios en las que se practiquen".
"5. Como esta clase de averiguaciones suele alamar a la gente de poca instrucción y discernimiento, y por mal glosadas o entendidas se rehuyen unas, se esconden otras y otras faltan a la verdad de la respuesta, no dudo que los Parrocos y sus asistentes prevengan anticipadamente los animos y espiritus de sus feligreses con la dulce amorosa persuasión de ser una noticia importante al Soberano y a la felicidad publica, que en nada deben pensar les perjudique y asi se lo ruego y encargo por medio de sus respectivos Diocesanos, como a V. S. por la adjunta copia del oficio que tuve por conveniente circularles”.
”6. En tal concepto, las disposiciones que V. S. dicte para la formación de Padrones por sus Sub-delegados, deberan ser claras y en todo relativas a las prescripciones y puntos de esta Orden, encargandoles la exactitud y -puntualidad de asientos y expresiones que contiene el Modelo, de que remito cuatro ejemplares para que los circule con la suya, instruyendoles del mejor medio de desempeñar después el espiritu de las notas y la subdivisión de oficios que han de formar en lista separada para reunirlos con una que há de enviarme cada Intendencia al propio tiempo que los Estados”.
”8. V. S. en el caso de la Capital, podrá nombrar Diputados entre los Regidores u otros, que desempeñen los Padrones de cada Parroquia en consorcio del respectivo Cura o su Vicario, estando no obstante muy a la vista de él cómo se ejecuta la diligencia y operación, para que no se incidan faltas y defectos como los que dejo apuntados al parrafo tres”.
”9. Formando ya el Padron en un Pueblo, se pondra al pie el número de Conventos, Religiosos, Profesos, Legos, Donados, Criados y Criadas, si son de Monjas, y en suma a cuanto haya en cada uno del que citan los Estados Generales; cuyo detalle de descripción convendrá haga V. S. a sus Subdelegados, para que con las demas distinciones las trasladen al Impreso adjunto; en que para precaver confusiones he mandado imprimir muchos de los principales reduciendo su contenido”.
En el terreno político, el virrey puso gran empeño en la realización del censo. No sólo giró órdenes escritas a los funcionarios civiles, sino que envió cartas y emisarios per sonales y usó de la persuasión para evitar "alvorotos, reparos, disgustos, y disensiones”; también uso de “la precaución de empeñar a los Párrocos por medio de sus respectivos diocesanos”.
Para organizar el levantamiento de modo tal que los datos pudieran acumularse y arrojar la uniformidad de que hemos venido hablando, la Secretaría de Cámara del virrey envió cuatro formas impresas que habrían de seguirse en la elaboración de padrones y cuadros concentradores.
1. La primera para formular las listas del padrón (anexo 5)
2. La segunda forma sirvió para concentrar los datos obtenidos del padrón de cada pueblo en los que comprendían los lugares, haciendas y rancherías (Anexo 4).
3. La tercera forma se usó con el objeto de agregar los datos de todos los pueblos comprendidos en una misma jurisdicción o partido (idéntica a la presentada en el Anexo 4, salvo por el hecho de tratarse de un partido).
4. Finalmente, se incluyeron formas para concentrar todas las jurisdicciones de una misma intendencia o provincia.
De la primera forma subsisten algunos ejemplares en el tomo 523 del ramo de Historia y en algunos volúmenes del ramo Impresos Oficiales en el Archivo General de la Nación. Consta este impreso de un encabezado en el que se consignan el nombre del pueblo, la jurisdicción e intendencia de que se trata. Viene enseguida una descripción de cada una de las familias, comenzando con el nombre y lugar de nacimiento del jefe de la familia, nombre de cada uno de los miembros, especificando estado civil, edad y parentesco o condición de servidumbre que lo liga con el jefe de la familia. Se consignan también datos sobre ocupación, características de la vivienda y otras observaciones interesantes. En tales listas que son verdaderas descripciones de los lugares y villas y donde subsisten, puede seguirse el detalle de los pueblos, hecho por las autoridades que los conocieron desde antiguo, ya que los padrones fueron levantados en cada pueblo por las justicias y los párrocos que luego los entregaron a los subdelegados respectivos, tal como se previó en el instructivo.
La concentración de los datos asentados en los padrones de los pueblos quedó generalmente a cargo de los subdelegados, pero en diversas ocasiones, los intendentes se vieron obligados a buscar el auxilio de otros conocedores, pues aunque los subdelegados tuvieron cierto grado de destreza en estos menesteres, adquirida previamente al levantamiento de este censo particular, cuando elaboraban padrones para la formación de milicias (9) y padrones de tributarios (10) en no pocas ocasiones encontraron dificultades, ya que ocupados en la organización de negocios y contrabando, carecieron de tiempo suficiente para realizar un trabajo que requería cuidado y una dosis apreciable de paciencia.
Los informes de los intendentes señalan estos casos concretos donde la lentitud o la mala comprensión del procedimiento produjeron resultados no confiables, que más de una vez obligaron a rehacer la concentración de los padrones. Dice Henrique de Grimarest, intendente de Sonora:
"No porque los subdelegados sean omisos en ovedecer cuanto se les manda, sino por la falta de inteligencia y competente instrucción que les facilite la extensión de aquellas noticias, pues haviendomelas remitido algunas de ellas llenas de equivocaciones y errores, he tenido la precisión de mandarlas extender aquí de nuevo, y devolverselos con varias anotaciones que aclaran y ponen de manifiesto la diversa inteligencia que habían dado a los formularios". Algo, sin embargo, los justifica... "el inminente riesgo que prepara (sic) el transitar sin escolta (de un lugar a otro) especialmente en los fronterizos al enemigo Apache…” (11).
Por la diversa correspondencia que puede seguirse tanto en el ramo de Historia como en el de Padrones (12) del Archivo General de la Nación, es posible afirmar que el levantamiento de los padrones y particularmente la elaboración de los cuadros que se vertieron, se dejó en manos de personal con el mayor grado de preparación e inteligencia que pudieron los intendentes procurarse y que fue instruido una y otra vez sobre el procedimiento a seguir. La elaboración de los resultados obtenidos fue sometida a crítica en la cabecera de cada intendencia o provincia antes de agregarse para formar los cuadros que habrían de remitirse a la Secretaría del Virreinato, destino final donde se pensó concentrar toda la información del reino.
2. 3 Concentración de los datos.
Los impresos corresponden a las categorías políticas en que se hallaba dividido el territorio novohispano (13) los padrones de las ciudades, villas y pueblos comprenden el distrito que les rodeaba; los de cada jurisdicción incluyen un número diverso de pueblos, villas y ciudades donde las hubo y los de intendencia comprenden todas las jurisdicciones de su territorio. El instructivo ordenó proceder de suerte que:
"10. Le la reunión de Estado de los Pueblos há de resultar el de las jurisdicciones destinadas á ellas, como vera V. S., y son los que deben llenar aquellos subalternos, formando en papel separado la distinción de Pueblos, en donde, (habrán de colocarse) castas, clases, y el general resumen, bajo las indicaciones y reglas que ellos señalan y llevo dicho a V. S., sin olvidar la cita de oficios que resulten y debe enviarse por separado, como instruye el párrafo seis”.
11. Recogidos por fin Estados y Padrones, dispondra V. S., se proceda a la formación del general de la Intendencia practicando las reuniones requisitas, para colocar en sus debidos huecos y renglones lo que produzca cada clase ; reuniendo el numero de Almas y sus distinciones, que le acuerden el guarismo; de los primeros formara V. S. el cuaderno que los comprendan, todos colocados por jurisdicciones, a cuyo frente vendra el de la Intendencia, en donde quedaran archivados los padrones y demas noticias originales".
"12. Puede tal vez dificultarse la operación del general resumen para apuntar el total de Almas, sin embargo de parecer bien indicante y clara la noticia de los que exige el número de individuos de uno y otro sexo, no sujeto a profesión, que ha de subseguir al de Almas en el resumen general, y para evitar cualquiera duda advierto anticipado que en dicha clase y número entran (en cuanto a religiones de hombres) los Novicios, los Donados, los Criados y Niños; (y de la de Mujeres) las Novicias, Señoras, Seculares, Criadas, Donadas y Niñas".
"13. Entran también en el mismo numero de hombres (no sujetos a profesión) los totales de sus Colegios, y de los de Mujeres, los Maestros y Cariados. En Hospitales los Capellanes, Empleados, Sirvientes, Enfermos, locos y facultativos; en las Casas de Misericordia los Capellanes, Empleados, Sirvientes, Expositos y hombres; y en las Carceles todos, menos las mujeres".
"14. Por igual ilación y regla al numero de Novicias, Señoras Seculares y casadas de los Conventos de Monjas debe añadirse (de los Colegios de Mujeres) las Colegialas Pensionistas y Casadas (de los hospitales) las enfermas y locas, y (de las Casas de Misericordia y Carceles) las mujeres con que debe llenarse la suma del Renglón tercero del Be sumen General del estado; el cuarto y quinto se llenaran con el numero de religiosos y religiosas profesas, y en la total saldrá el de Almas de toda la Intendencia.
"15. Dos Ejemplares que remito impresos para ahorrar trabajo en operación tan delicada y prolija, señalan sin dar lugar a la menor equivocación, las distinciones de estados, edades, castas, clases y demás que prescribe".
"Dado aun hay acaso todavia muchos subdelegados menos peritos en papeles y otras de esta especie, y persuadido de que a V. S. no su ceda, espero decida las que le consulten, y que V. S. recurrirá con las que no hayan prevenidas en esta Carta".
"16. Como más necesarios remito del número uno cuatro ejemplares para modelos de Padrones, y del dos doce que concibo bastantes; y así de su recibo, como de quedar pronto a la ejecución de esta providencia me dará V. S. el aviso que corresponda". (14)
3. Realización del censo.
Al recibo de la orden del virrey, acompañada por los impresos y las instrucciones para usarlos, los intendentes o gobernadores de provincia, en su caso, procedieron a dirigir personalmente el levantamiento del censo en sus lugares de residencia, llamando en ocasiones a los subdelegados de las poblaciones cercanas a fin de instruirlos sobre la mejor forma de realizar la operación. La mayoría de veces intendentes y gobernadores usaron correos para distribuir impresos, órdenes e instrucciones entre los subdelegados, recibiendo luego consultas que a menudo se atendieron hasta que el intendente consultó a su vez con la Secretaria del Virreinato.
Cuando los subdelegados emprendían el trabajo, distribuían entre los párrocos y justicias de cada pueblo los modelos para la formación de los padrones; curas párrocos y justicias comenzaban por hacer una larga lista de los habitantes de cada lugar, haciendo uso para ello de la primera forma. Este trabajo meticuloso (15) dejó fe de su laboriosidad en los ejemplares que todavía pueden consultarse en el Archivo General de la Nación, en los archivos de los Ayuntamientos de Veracruz, Papantla, Puebla, Guadalajara y Zacatecas, entre los que se hallan algunos que reflejan el grado de dificultad que hubieron de pasar algunos subdelegados por la falta de recursos, los malos caminos y la lejanía de algunos pueblos y rancherías respecto a la cabecera de la subdelegación.
Una vez concluido el padrón, se realizó la suma de los individuos de cada categoría, según las exigencias de los cuadros concentradores para cada pueblo conocidos ya en el manejo práctico, como "estados chicos”. (16) La suma de los "estados chicos" realizada en la cabecera de la subdelegación arrojó cuadros concentradores de cada subdelegación. Junto con los padrones, estos concentradores se enviaron a las cabeceras de intendencia o provincia, donde se verificaron sumas, se criticó el procedimiento y se procedió a verificar, a su vez, los cuadros concentradores de cada jurisdicción o partido, que son la fuente de la que se obtuvieron finalmente los cuadros concentradores de cada intendencia, enviados a su oportunidad a la Secretaría del Virreinato junto con los concentra dores de cada jurisdicción o partido. Todos estos cuadros fueron sometidos a nueva revisión y crítica en la capital de la Nueva España, de donde partió la orden para su reelaboración o rectificación cuando se consideró necesario.
Es fácil seguir este proceso según las fuentes que se citan. En algunos casos la concentración duró tanto tiempo, que se vio interrumpida por el cambio del virrey Revillagigedo principal promotor del censo, y entonces la documentación quedó en los archivos locales. Así fue como no todos los resultados finales llegaron a la Secretaría del Virreinato, razón por la que más tarde Humboldt, imposibilitado para viajar a la capital de cada intendencia, tuvo que estimar la población de varias de ellas. El propio Revillagigedo, en la instrucción que dejó al marqués de Branciforte a quien le sucedió en el cargo dice: "por mas esfuerzos que he hecho no me há sido posible lograr el que se concluya el Padron de la población de estos reynos pero por varias noticias y combinaciones y por lo que hay concluido del Padron, se puede colegir, con bastante probabilidad, que la población no pasa de tres y medio millones de almas”. (17)
Por esta tardanza pudiera parecer, que el levantamiento del censo duró demasiado tiempo o que fue realizado en fechas muy diferentes de lugar a lugar. El análisis de la correspondencia sostenida entre el virrey y los intendentes y gobernadores puede auxiliar en este sentido mostrando, de paso, la clase de escollos que hubieron de salvarse para su realización.
DURANGO
Fueron tres los intendentes que sucesiva mente participaron en el censo. El primero, Phelipe Díaz de Hortega, recibió la orden del virrey en febrero de 1790 y procedió a instruir a los subdelegados, de cuya impericia se quejó con no poca belicosidad un año después. "Es bien conocida su impericia e ineptitud, y la necesidad de mantenerlos por no haber quien quiera tener iguales cargos, lo manifesté a V. E. el 15 de febrero ultimo, nO. 447; no tan solo me han hecho formar caval juicio de su Ydiotismo… a todos conteste segun sus defectos, dudas y exposiciones, persuadiendolos con la mayor eficiencia y entereza... ". (18)
En noviembre de 1791, el propio Díaz informó que el censo estaba completo en 17 de los 24 partidos y un nuevo intendente, Francisco Xavier Potau de Portugal, se quejó a su vez en junio de 1793 de la impericia e inacción de varios subdelegados, (19) lo que no fue obstáculo para que los cuadros concentradores de la Nueva Vizcaya (Durango) se concluyeran en octubre. Del sentido general de la correspondencia se desprende que los padrones fueron formulados durante 1790, presunción que fue confirmada por la fecha de los cuadros concentradores de la ciudad capital y del partido de Mapimí; la tardanza con que se enviaron los resultados se atribuye a la ardua tarea de efectuar las concentraciones y distinguir las categorías solicitadas en el instructivo. (20)
GUADALAJ ARA
Don Jacobo Ugarte y Loyola tuvo dudas sobre las órdenes de Revillagigedo giradas en enero de 1790, dudas que tardaron en desaparecer más de un año, ya que el 22 de marzo de 1791 produjo una carta dándose por enterado de las instrucciones con las que el virrey intentó disiparlas. Parece, sin embargo, que el intendente no instruyó debidamente a los encargados de levantar el padrón, ya que "privada de la provincia de sujetos practicos para su formación, todos los herraron (sic) por lo que... se los debolbi para su reforma"; como luego pidió dos o trescientos "estados chicos" y fundamentó tal petición, se concluye que no fueron los padrones los que se formularon mal, sino que las concentraciones se ejecutaron erróneamente y esto fue lo que hubo de repetirse. Todo parecía ya en marcha, hasta que en marzo de 1792 el intendente manifestó nuevas dudas, a las que se agregaron otras disipadas en abril del mismo año que luego se gestaron hasta junio de 1793 en que pidió nuevamente al virrey las aclarara. Dudando vuelve a escribir al virrey una carta en septiembre del propio año. Inquieto por tanto titubeo, intenta justificarse con Revillagigedo, enviándole los estados parciales con excepción de los correspondientes a Guadalajara y Tomatlán, en marzo de 1793. El virrey se los devolvió de inmediato ordenándole que el concentrador general fuera hecho por los empleados de la propia intendencia, lo que originó -una última comunicación del intendente, en marzo de 1793, donde dio aviso que por faltarle Tomatlán no podría concluir el estado general. La conducta de Ugarte explica un poco el tono desmayado del párrafo de la Instrucción de Revillagigedo que citamos anteriormente y que sirve como epitafio al probable alivio con que el intendente recibiría la noticia de que el marqués de Branciforte había sido nombrado virrey en lugar del conde de Revillagigedo.
El censo de Guadalajara no había llegado a la Secretaría del Virreinato cuando Humboldt consultó lo que en ella había del censo en el año 1803 y a lo que parece, no había salido de Guadalajara en 1878, cuando se publicó el volumen del que se tomaron algunos de los datos que se consignan después.
Del sentido general de las cartas escritas por el intendente, se deduce igualmente, que los padrones se concluyeron durante los años 1790 y 91. Estos documentos, muy maltratados por el tiempo y el descuido, se encontraron en el archivo del Ayuntamiento de Guadalajara guardados en cajas metálicas, herméticamente cerradas.
GUANAJUATO
Un caso excepcional por la rapidez y acierto con que se realizó el censo, es el que se refiere a la Intendencia de Guanajuato gobernada por Juan Antonio de Riaño, quien recibió en noviembre de 1793 una comunicación del virrey Revillagigedo en que lo felicita por las características y profundidad del censo y hace algunas observaciones sobre el resumen general, del que se encuentran hoy cuatro ejemplares en el Archivo General de la Nación. En esta misma comunicación, el virrey afirma que se le están facilitando las cosas en cuanto al levantamiento del censo.
Todo hace suponer que la fecha de elaboración de los padrones es anterior a 1793, ya que la fecha de la carta del virrey sitúa el envío de los cuadros desde Guanajuato entre los meses de junio y agosto de ese año. Como la elaboración de los padrones y su concentración parece haber durado alrededor de dos años, encontramos como fecha más probable del levantamiento de los padrones el año 1791, recién llegado Riaño de Valladolid, donde anteriormente había sido intendente.
MERIDA
La Intendencia, que a la sazón comprendía lo que son hoy los estados de Campeche y de Tabasco, llevó el nombre de Intendencia de Mérida y era gobernada por Lucas de Gálvez, quién recibió en diciembre de 1790 una carta del virrey en los términos siguientes:
"Va a cumplir un año que circule mi orden acompañando documentos sobre formación de Padrones que facilitan a S. M. la justa noticia del numero de almas y vasallos de que constan estos Dominios".
"Estan concluidos los de esta Capital numerosa sin embargo de sus muchas dificultades y embarazos y aun no sé los progresos de esta operación en varias Intendencias ".
En respuesta, el intendente informó su intención de formar un estado general, según el padrón levantado en marzo de 1789, para enviarlo a Revillagigedo en tanto se realizaba el nuevo censo; pero el sonado asesinato del intendente dejó en manos de Joseph Savido de Bargas la tarea de realizarlo. En octubre de 1792, Savido envió una carta notificando las dificultades con que tropezó para concluirlo, que no fueron impedimento para que lograra finalmente enviarlo.
Los cuadros incluidos en este trabajo están tomados de los elaborados según la orden de Lucas de Gálvez, basado en el padrón levanta do en marzo de 1789.
MEXICO
Los resultados del Censo de la Intendencia de México fueron los primeros conocidos e incluso, publicados. Predicando con el ejemplo el virrey, en su calidad de intendente de México, organizó y empujó el levantamiento de padrones, logrando imprimir y hacer circular los Estados Generales de la ciudad capital y de la Intendencia en febrero de 1791.
Como se ve en el párrafo citado anterior mente, en diciembre de 1790 los padrones estaban concluidos pese “á muchas dificultades y embarazos” y el hecho servía para presionar al resto de las autoridades de la Colonia. No hay duda, pues, para situar la fecha del censo en 1790.
NUEVO MEXICO
El Gobernador Fernando de la Concha recibió instrucciones del virrey fechadas el 17 de marzo, a las que respondió el 20 de noviembre de 1790. Aunque los alcaldes mayores estropearon los impresos enviados para el canso, alargando el tiempo dedicado a la concentración, los estados generales de población estuvieron listos en la capital de la Nueva España en febrero de 1791, aún con las correcciones sugeridas por la Secretaría de Cámara.
Por supuesto, tales cuadros no contienen el número de individuos pertenecientes a las tribus indígenas en conflicto con los españoles y sólo captan el número de quienes habitaron territorios militarmente controlados por éstos; por lo tanto, la cifra de habitantes no muestra el total de la población de Nuevo México. Se explica así la rapidez con que fue concluido el Censo y enviado a la capital del virreinato.
OAXACA
El intendente Antonio de Mora y Peysal recibió una misiva del virrey fechada en diciembre de 1790, y concebida en los mismos términos que la enviada con igual fecha al intendente de Mérida. No sabemos qué respondió Mora a Revillagigedo, ya que la primera carta que pudo consultarse, esté fechada en enero de 1792 y sugiere que Mora sufrió los mismos o similares tropiezos que el resto de sus colegas.
Obligado por la lentitud de los subdelegados, todavía en junio de 1793, Mora y Peysal avisó que los había conminado para que concluyeran la concentración de los "estados chicos" en el lapso perentorio de un mes.
La fecha que llevan los cuadros concentradores de esta intendencia es 1793. El padrón se inició en 1790 y los cuadros concentradores se concluyeron en 1793, como se desprende de la carta fechada en 1792 que señala que los padrones estaban ya terminados este último año.
PUEBLA
Gobernó esta intendencia hasta 1810 Manuel de Flon, quien recibió la orden de levantar el censo, como el resto de los intendentes, durante el mes de enero de 1790. Los años después informó que los cuadros se encontraban en proceso y que, en general, la realización iba por buen camino. En agosto de 1793 notificó al virrey que para formar el resumen general de la Intendencia, era necesario que el propio virrey interviniera, a fin de que las autoridades de Tlaxcala, Cholula, Izúcar y Cuautla le entregaran los resultados del censo, ya que el gobernador de la primera y los subdelegados de las tres últimas no hacían caso de las repetidas instancias para que enviaran los cuadros correspondientes a sus respectivas jurisdicciones y que, particularmente en el caso de Tlaxcala, el gobernador no había contestado aún las diversas cartas que le fueron enviadas desde Puebla.
Resulta conveniente recordar que fue en este año cuando el virrey separó el Gobierno de Tlaxcala de la Intendencia de Puebla, ya que los tlaxcaltecas interpusieron recursos de toda naturaleza para lograr que el territorio fuera gobernado militarmente y pasara a depender directamente del virrey, haciendo resaltar sobre todo, los servicios prestados en la conquista de la Nueva España, como argumento que justificaba plenamente sus pretensiones de Independencia.
Revillagigedo tuvo que dirigirse directa mente al gobernador de Tlaxcala, que aunque no quiso reconocer la autoridad del intendente de Puebla enviándole el censo, sí levantó oportunamente los padrones. El gobernador Francisco de Lüa, ante la instancia del virrey, respondió el 31 de marzo de 1794 enviando inmediatamente los datos que habían sido elaborados con anticipación. Por lo que se refiere a Puebla, el resumen general no se ha encontrado entre los documentos del Archivo General de la Nación, pero los datos correspondientes al censo fueron enviados por el propio intendente Flon al consulado de Veracruz, diez años más tarde, lo que permite reconstruir las cifras resultantes como podrá observarse en los cuadros que corresponden a la población de las jurisdicciones. Los datos relativos a distribución por edades y estado civil, fueron hallados en su mayor parte en el archivo del Ayuntamiento de Puebla.
SAN LUIS POTOSI
Era ésta, sin duda, una intendencia con particulares dificultades para el levantamiento del censo, ya que estuvo formada por el Territorio conocido como San Luis Potosí propiamente dicho, el de Nuevo Santander, el correspondiente al Nuevo Reyno de León, y los de Coahuila y Texas. Tales extensiones obligaron a que el intendente Bruno Díaz de Salcedo tuviera que realizar especiales esfuerzos para concluir el trabajo aludido. El virrey Revillagigedo envió dos cartas el 11 y el 31 de diciembre de 1793 en las que le pide que acelere la formación del padrón y le recuerda "ofreció usted concluir en todo el mes de noviembre pasado los padrones y no lo ha hecho".
No se sabe si la documentación del censo llegó a la Secretarla del Virreinato, pero se han localizado los cuadros correspondientes a la jurisdicción de Charcas en él Archivo General de San Luis Potosí, las que consignan los datos de todos los pueblos de la jurisdicción de San Antonio de los Valles, en la Universidad de Yale, y los datos correspondientes a Nuevo Santander en le Universidad de Pennsylvania. Aunque los cuadros de las jurisdicciones están fechados en 1793, la realización del censo puede situarse también en 1790-1791.
SONORA Y SINALOA
El intendente Henrique de Grimarest envió una carta fechada el 12 de enero de 1791 en la que se queja de los subdelegados y de los problemas que tuvo que afrontar para el levanta miento del censo, tal como lo hemos asentado anteriormente.
Sin embargo, el censo estuvo concluido, lo mismo que los cuadros concentradores, en forma oportuna. Los originales hallados presentan por separado las cifras de población de Sonora y Sinaloa a pesar de que tales jurisdicciones pertenecían a un solo territorio administrativo llamado "Intendencia de Arispe"; ambos lleven fecha de febrero de 1790. Esta fecha temprana sugiere que, o los padrones se iniciaron antes tal vez usando los padrones militares o las autoridades de la Intendencia quisieron indicar con ella la pronta respuesta que lee merecía la orden del virrey. Parece que esta última alternativa es la correcta, si se considera la queja de enero de 1791, donde se combinan las observaciones sobre vocaciones en los "estados Chicos", con las relativas al problema del levantamiento mismo de los padrones en territorios colindantes con las áreas no dominadas por el avance militar. La alusión al "enemigo apache" sitúa estos territorios al norte de Sonora, particularmente en la porción que hoy es parte de los Estados Unidos de América.
A pesar de la fecha que encabeza los cuadros, puede situarse el levantamiento de los padrones en los años 1790 y 91, y en este último, muy probablemente, la realización de los que corresponden a las jurisdicciones más septentrionales. Varios años después, seguía señalando se la depresión de Mapimí como bastión del que salían los guerreros indígenas para atacar los puestos militares (presidios) y las poblaciones cercanas con detrimento del avance colonial tanto en Sonora como en Durango.
VALLADOLID
Inició el levantamiento del censo Juan Antonio Riaño, quien fuera después intendente de Guanajuato; lo continuó Phelipe Díaz Hortega quien notificó al Gobierno de la Nueva España en mayo de 1791, que de los 32 partidos integrantes de la Intendencia no habla recibido los estados parciales de once de ellos.
Nuevas comunicaciones fechadas en marzo, junio y agosto de 1793 consignan que aun cuando el trabajo se encontraba muy adelantado, no era posible enviar los resultados completos del censo.
Sin embarco, en octubre del mismo año, el virrey recibió tres tomos conteniendo los resúmenes y el detalle del censo de población de la Intendencia de Valladolid.
No ha sido posible encontrar estos documentos en el Archivo General de la Nación, ni otros que den una idea de la población de las jurisdicciones de Valladolid en la época a que se alude, aunque los totales fueron publicados por Humboldt y pueden usarse. La fecha del levantamiento del censo se sitúa en 1790 y los primeros meses de 1791.
VERAXRUZ
El 28 de enero de 1792, Miguel del Corral envió una carta a Revillagigedo prometiéndole extremar providencias para concluir el censo. Esta carta en apariencia fue motivada por una de las muchas que envió el virrey en este sentido, conminando a las autoridades de cada intendencia para que proporcionaran los resultados.
En octubre de 1792 el intendente procuró apremiar a los subdelegados; nuevas cartas fechadas en marzo y agosto de 1793 dan fe de que los estados no habían sido concluidos y que "en algunos de los que he recibido ha habido varias dudas que se tuvieron que arreglar”. El 8 de febrero de 1794 avisó que le faltaban cuatro subdelegaciones para reunir todos los padrones de la provincia, y el 29 de marzo, que dos villas "aun no entregan sus padrones".
Es decir, él censo fue concluido aunque no hay constancia de que haya sido enviado a México. Los padrones fueron ejecutados con celeridad tal como del Corral informó en la carta citada primero, durante los años 1790 y 91, aun cuando la hechura de los concentradores de jurisdicción tropezó con mil dificultades.
Fue ésta una de las intendencias cuya población total hubo de ser estimada por Humboldt quien, según parece, no pudo consultar ni si quiera estados parciales.
Los documentos relativos hallados en los archivos municipales, parecen sugerir que el intendente no llegó a ver reunidos los concentradores hechos por los subdelegados.
ZACATECAS
Joseph de León Valdez recibió recordatorios del virrey para que acelerara el censo en marzo, junio, septiembre y diciembre de 1793. En marzo de ese año informó a Revillagigedo que los subdelegados no habían cumplido sus órdenes y en junio, al repetirles instrucciones, ofreció al virrey conminar con mayor energía a los morosos.
En diciembre de 1793 escribió a modo de disculpa: "aunque juzgue remitir el Padron.... en todo el mes pasado no ha sido posible su conclusión por las muchas atenciones que me ocasiona el despacho de la Intendencia... "
Sin embargo, se concluyó el censo y el 3 de septiembre de 1793 el intendente envió a la capital del virreinato aviso de que el estado general de población de la Intendencia de Zacatecas había sido iniciado.
El 29 de abril de 1794 remitió "seis cuadernos con la razón de poblaciones de toda ella comprendiendo el primero el total de almas del Partido de Fresnillo, el dos de Sombrerete, el tres el de Niebes, el cuatro el de Sierra de Pinos, el cinco el de Mazapil, el seis el de esta Capital y su Jurisdicción, reducidos al Gral. de la Probincia. Acompaña a estos la lista de artesanos en conformidad con lo espresado".
El virrey, como en otros casos, devolvió el material porque al examinarlo, encontró que "existen faltas en los de la capital, su distrito y el General de la Intendencia hay varios errores en las cuentas del numero de almas que sera necesario verificar". Esto y otras fallas obligaron al virrey a quedarse sin cuadernos, que ya no le fueron devueltos porque dejó el cargo al terminar el año.
3. 1 Críticos contemporáneos del censo.
Todas las críticas que se han hecho de este censo proceden de las que formulara en el tiempo de su levantamiento el ilustre sabio José Antonio Alzate, quien como testigo presencial del hecho y amigo de la verdad, sostuvo ante el virrey que el censo era defectuoso e incompleto. Este dicho repetido luego por Alejandro de Humboldt, se ha venido reiterando con el resultado de hacer poco útil, en apariencia, el uso de las cifras que de él se obtuvieron.
La crítica de Alzate se refiere al levantamiento del censo en la ciudad de México, a la vista del Estado de la Población de México, 1790, publicado en 1791. Una larga carta que dirigió al virrey y que se conserva en el Archivo General de la Nación, (21) contiene las objeciones que hizo al trabajo, presentadas con fecha 10 de marzo de 1791. La misiva comienza por señalar una lista errónea de conventos incluidos en el Estado, por lo que Alzate afirmaba que las personas "tendrian que confundirse al ver en la lista que da (el impreso) de los conventos, la omisión de unos y la relación de otros que no se han establecido" y a continuación se dedicó desde el punto 4 hasta el 19 de su escrito, a reflexionar sobre las inexactitudes asentadas en el censo en cuanto a nombre, situación física o estado religioso de las órdenes.
En el punto 2C, el autor señala errores en el "objeto y fin" de los colegios establecidos en la Ciudad, indicando la omisión de un hospital y la mala denominación de sus religiosos en el punto 21. En el siguiente aclara que se confunde la cárcel con la reclusión y termina el sabio observando una marcada diferencia entre el numero de indios captado por los padrones de población y el de padrones de tributarios, pues en tanto aquél llegó a 13 985, éste fue de 9 086; lo cual revela que, o "los jueces á quienes incumbe el cobro del tributo son omisos o el Estado está mal formado" (22)
Más adelante Alzate, refiriéndose a la ciudad de México, duda de la competencia de los alcaldes mayores de cada barrio, que tuvieron a su cargo los padrones, quienes "es posible", dice, "por el cuidado de sus familias y el giro de sus comercios hayan confiado el empadronamiento a oficiales subalternos" (23) y finaliza con la observación de más peso en su ya larga lista, afirmando que como consecuencia del primer padrón formado en 1765, se enlistaron muchos hombres en el ejército y el entonces virrey Villalba trató duramente a los empadronados, "las casadas se llaman viudas, las madres ocultan a sus hijos jóvenes, las hermanas a los hermanos y parientes, y aún algunas familias andan peregrinando de casa en casa, alejándose siempre de los sitios en que están los comisionado empadronando." (24)
Tales razonamientos llevaron al Padre Alzate a concluir que la ciudad de México contaba con alrededor de 213 000 habitantes, en lugar de los 111 067 informados públicamente por el virrey o de los 115 312 calculados sumando las tropas acantonadas en la capital (25) Para demostrar su dicho, Alzate calculó incluso el monto total de algunos víveres consumidos en la ciudad de México comparándolo con el consumo de los mismos en Madrid, cálculo que le dio base para llegar a la cifra anterior citada.
Estadísticamente, sólo el punto 22 y lo expresado en los dos párrafos anteriores, constituyen objeciones dignas de ser consideradas ya que, por una parte, se advierte el exceso de 4 899 tributarios y por la otra, se acusa descuido en el levantamiento del padrón por los en cargados de hacerlo, además del ocultamiento de hombres en edad militar» Revillagigedo, con un rasgo de verticalidad, envió a Alzate los resultados del censo, cuartel por cuartel, de los que éste saco sus propios cuadros concentradores luego de criticar y recalcular la población, sin más resultado que una diferencia que aumentaba los totales en algo más de mil individuos. Tal cosa dejó sin base las observaciones de Alzate y en apariencia concluyó el debate.
Alejandro de Humboldt, inspirándose en las observaciones de Alzate y de otros contemporáneos del censo, afirma que (26) "En el nuevo Continente como en el antiguo, el pueblo considera todo censo como el anuncio siniestro de alguna operación del real hacienda; cada padre de familia, temiendo el aumento de las contribuciones, busca los modos de disminuir el número de individuos de su casa en la lista que debe presentar. Fácil es demostrar la verdad de este hecho... se había creido que la capital de México contenía 200 000 habitantes... notas de consumo, el número de bautismos y entierros... tenderá a probar que aquella población ascendió por lo menos a 135 000 habitantes... las personas que han visto el pormenor de los registros formados en 1793, juzgaban ya entonces que el número de habitantes que se había sustraído del censo general no podría de ningún modo compararse con el de los vagos, que por no tener domicilio fijo, habrán sido contados varias veces. Se supuso que era menester añadir por lo menos una sexta o séptima parte a la suma total... "
Descubrir el verdadero número de indígenas con obligación de pagar tributo, fue uno de los objetivos del recuento, ya que se sabía que las nóminas de tributarios eran incompletas, de donde resulta que Alzate confirmó el éxito de la operación, porque el censo revela que faltan en la lista de tributarios 4 899 indios tributarios, que siéndolo, eludieron de algún modo la captación. Esta diferencia podría justificaren todo caso, que el censo estuviera excedido, pero no que incurriera en falta como afirma Alzate y repite luego Humboldt. Se sabe, pues, que los jueces cobradores del tributo "fueron omisos" y que el trabajo de empadronamiento les enmendó la plana.
Por otra parte, la afirmación de que los empadronadores no pudieron captar el estado civil de la población parece no tener fundamento si se consideran los resultados totales que son bastante congruentes en un análisis de las proporciones que los tres estados, solteros, casados y viudos, deben guardar entre sí.
Es bien posible que, o los errores se conmutaron en la masa total de datos (más de un millón) o que las declaraciones falsas no hayan resultado significativas.
Además, parece poco probable que las omisiones del censo se deban al traslado permanente de algunas familias y de los vagos. Aun el 10 por ciento de la población que considera Humboldt y no el 17 que sugería Alzate, moviéndose de un lugar a otro en un ámbito citadino tan restringido y controlado socialmente como era el de la ciudad de México, habría provocado, al menos, un revuelo del que no se tiene noticia por otras fuentes. Hay que imaginar que 12 000 personas cambiando de domicilio, cuando menos dos veces durante la operación, habrían hecho notar su presencia bullidora a los historiadores, cosa que parece no haber ocurrido.
Sin embargo, la falta existe porque como se verá después, en algunas intendencias, el grupo de infantes menores de 5 años es inferior al número que debiera tener una estructura de edades como la que se presenta, peculiaridad que comparte con algunos censos contemporáneos. Esta circunstancia confirma la "normalidad" del censo colonial en cierta forma y, con los métodos de corrección en uso, la dificultad puede ser salvada. Femando Navarro y Noriega, por su lado, afirmó que el censo “de 1793” fue incompleto porque pudo advertir ya en el siglo XIX, un número de habitantes superior al que se podría esperar si el recuento de 1790 hubiera sido total y no supo a qué atribuir tales "apariciones" de población no provenientes de movimientos migratorios, que bien podrían tener origen en el grupo de 0-4 años subenumerados diecisiete años antes.
El análisis atento del número de mujeres jóvenes menores de 16 años, que contrajeron matrimonio a temprana edad, indica que supera al de hombres que hicieron lo propio, uso admitido durante la época y del que tenemos constancia por narraciones de costumbres.
Agregaremos que las cifras del censo hacen ver que el número de mujeres viudas en los grupos de edad avanzada es siempre mayor que el de los hombres en igual condición, circunstancias todas que parecen indicar que la estructura de la población se comporta en la forma que cabría esperar de ella.
Si se reflexiona, que, al menos en México, estas regularidades estadísticas no fueron entonces públicamente conocidas como tales y que los realizadores del censo carecían de una preparación que pudiera hacerles saber que el fenómeno "debiera" acusar tales regularidades, resulta difícil creer en una mistificación. Luego parece que el censo "habla" por sí mismo de su buena cepa y fidelidad demostrativa.
¿Con qué bases pues, un hombre de ciencia, tan perspicaz y honesto como fue Alzate pudo condenar la integridad del censo, seguido después en su acto de condena, esta vez parcial por un científico cuidadoso como Humboldt? de luego, las evasiones y traslados habrán ocurrido como señalan ambos sabios aun cuando no llegaran a las proporciones que Alzate supuso. Está claro, sin embargo, que don José Antonio estaba empeñado en construir un argumento probatorio de que la ciudad de México era más grande que Madrid. Parece que la ciudad de México, ya entonces, tendía a ser una urbe extensa cuyos habitantes se desparramaban usando casas de una o dos plantas, rodeadas de grandes huertas y jardines, a diferencia de lo que acontecía en Madrid donde la ciudad crecía hacia arriba. Los censos posteriores de la ciudad de México (VID. AGN. Padrones) dejan ver esta particularidad en planos y descripciones.
Parece ademas que los cálculos de consumo de alimentos en que Alzate se basó para demostrar que México consumía más que Madrid y que, en consecuencia, la población de aquella ciudad debía ser mayor, parten del supuesto de que una cabeza de ganado de España era igual a una de México.
Cualquier error en la comparación de las cabezas de ganado de peso no estimado y que, en consecuencia posiblemente hayan sido "ganados flacos", pudo dar lugar a creer que era mayor el consumo al aumentarse el número de cabezas. Conviene hacer resaltar que el abasto de carne de la ciudad de México fue un negocio en el que con frecuencia los obligados (comerciantes o ganaderos que detentaban el monopolio del abasto) eran reconvenidos por el Ayuntamiento debido a la mala calidad del ganado que introducían, ya que muchas cabezas llegaban a lomo de mula por haber muerto en el camino. (27)
Unas palabras más. Ya en la mente de algunos tomaba forma la idea del adelanto (como entonces se decía) del país. Mostrar la pujanza de la ciudad de México, como lo intentó Alzate, justamente frente a Madrid, fue una forma de encarar la mayoría de edad y mostrarla sin problemas. El ser tan grande o tan organizada como la capital de la Metrópoli, abría múltiples posibilidades y era en extremo sugerente. Ya la orgullosa capital del reino de la Nueva Galicia, asiento de una Audiencia, hizo correr aires de fronda epistolares, en ese siglo, afirmando justamente que el número de sus habitantes era casi tan crecido como el de la capital del virreinato.
Cuando Revillagigedo defendió ante Alzate los resultados numéricos del censo por él ordena do, defendía también la supremacía de Madrid. -Pero ni la posible parcialidad de los argumentos de uno u otro, ni la irritación contenida que advierte en la respuesta del gobernante, ni las inexactitudes señaladas por Alzate, bastan para borrar el buen proceder y naturaleza de los guarismos del censo.
De todo lo anterior puede concluirse que los padrones fueron meticulosa y firmemente levantados en su inmensa mayoría en 1790; que su elaboración y proceso siguió en todo el país un método uniforme y criticado en cada etapa; que los objetivos y procedimientos fueron claramente fijados; que se completó en todas las intendencias y finalmente, que sus dos principales impugnadores fueron José Antonio Alzate y Alejandro Humboldt.
El primero constriñó sus críticas al estado de población de la ciudad de México y de éstas sólo quedan en pie aquéllas que se refieren a cambios de nombre o religión que no afectan lo medular del censo. El segundo repitió algunos de los argumentos de Alzate, sobre todo el de la subestimación del monto de población, usó algún resumen incompleto (28) y no tuvo a la vista los estados de Guadalajara, Veracruz, Zacatecas y San Luis Potosí, aun cuando dispuso de cifras globales que pudo usar en su Ensayo, en el caso de las dos últimas intendencias y calcular la población de las dos primeras para completar su -panorama general.
Puede, en consecuencia, afirmarse que el censo de 1790 resiste un primer análisis y que su validez es mayor de la que sido comúnmente aceptada.
4. El Censo de 1790.
El cuadro 1 muestra el estado de la población de la Nueva España por intendencias (29), tal como se obtiene de la documentación extraída de los archivos citados. Estas cifras corresponden en su mayoría al censo de 1790 y son las más bajas que puedan considerar se puesto que, como se ha dicho, existen subestimaciones. Más adelante se presenta el cuadro 2, también por intendencias, cuyas cifras son, como puede verse, algo diferentes de las del cuadro 1, debido a las correcciones introducidas en los grupos de edad.
Conviene advertir que las cifras originales consignadas en el cuadro 1 acusan desigualdades con las publicadas por Humboldt en el multicitado e inevitable Ensayo, diferencias cuyo origen y magnitud señalamos en cada caso.
Ambos cuadros muestran una distribución demográfica que señala que, al estructurarse la sociedad colonial, se conservó la misma ubicación geográfica de los núcleos autóctonos, (30) única que garantizaba el aprovechamiento de la mano de obra y la agricultura indígenas.
Con el tiempo, se crearon nuevos centros de población en zonas áridas para explotar las minas que dependieron del área agrícola en materia alimenticia. Estas zonas, antes frecuentadas por grupos indígenas nómadas, fue ron la primera ampliación territorial lograda por el coloniaje y para la época del censo, contaban con varias ciudades importantes y con áreas de abastecimiento agrícola pobladas al calor de la actividad minera.
Al igual que ocurrió con los grupos prehispánicos, la Colonia tuvo sus más fuertes -núcleos de población en las mesetas, en tanto que las costas estaban más bien despobladas. las concentraciones mayores estuvieron dentro y en torno a los valles de México, Puebla, Oaxaca, Valladolid y Guadalajara y en las ciudades de México, Puebla, Guanajuato, Querétaro, Guadalajara y Mérida, principalmente, como puede advertirse en el cuadro 3.
Por su magnitud, estas ciudades se convirtieron en capitales de las provincias a las que dieron su nombre al darse a éstas calidad de intendencias, con la excepción de Querétaro, que fue la segunda ciudad de la Intendencia de México.
Con todo, la concentración urbana fue baja, como se verá en el cuadro 4, donde constituye el 8. 11 por ciento en nueve de las provincias mayores. Salta a la vista el porcentaje de la ciudad de Zacatecas, cuya alta participación en el total de pobladores, 19. 57 por ciento, se debe a la escasez de la población del área rural, territorio inhóspito y árido que con un par de excepciones no pudo sostener una agricultura de consideración. Se impone compararlo con la riqueza de la zona agrícola del Bajío donde se concentró un número elevado de pobladores, con el resultado de que Guanajuato, su capital, sólo participa en el 7.46 por ciento en la población total, aunque ambas ciudades tuvieron magnitudes absolutas parecidas.
En los territorios tan vastos que ocuparon las poblaciones de Alta y Baja California, Durango, Nuevo México y Sonora, se antojan exiguas y lo fueron en efecto. No se modificaría este hecho aunque agregásemos la población indígena no captada por el censo, ya que en general algunas grandes extensiones estuvieron deshabitadas. En las dos Californias y en Nueve México, los guarismos se refieren a población conquistadora concentrada en los pueblos, villas, presidios y no a las tribus indígenas no reducidas al dominio español. Los casos de Durango y Sonora son algo distintos, debido a que el censo señala un recuento que puede considerarse completo en las porciones de territorio situadas al sur "del enemigo apache” e incompleto en los territorios dominados por éste.
Debe considerarse, en efecto, que Sonora comprendió entonces gran parte del territorio situado al norte del Río Bravo, conquistado luego por los Estados Unidos de América, que no -pudo ser totalmente censado, de la misma manera que Durango (o Nueva Vizcaya), llegó a comprender los vastos territorios de Chihuahua que se prolongaron también al norte del río. Por lo tanto, ha de considerarse en general que los Censos de estas dos intendencias comprenden también la población indígena, al sur del río y de los presidios, en tanto los de las Californias y Nuevo México excluyen los habitantes indígenas.
Generalmente, el mayor volumen de población estuvo situado en la meseta central y dentro de ésta, en el área agrícola. En el norte, nacieron concentraciones en torno a los fundos mineros y a lo largo de las rutas comerciales, en todo lugar que resultó propicio a la agricultura.
En el siglo XVIII comenzaron a poblarse aceleradamente los territorios norteños al sur del Río Bravo, tanto los susceptibles al cultivo de la tierra como los que dieron origen a explotaciones mineras, hecho que hizo surgir nuevas poblaciones y crecer otras, como veremos más adelante.
Se puede notar que en 11 de las 17 divisiones mayores, la proporción entre hombres y mujeres resulta muy equilibrada. En las provincias de Alta California, Baja California y Nuevo México, así como en la intendencia de Sonora, el número de hombres es mayor, lo que puede explicarse mejor que por defectos del censo, por el estado de guerra en que vivían estos territorios cuya conquista por los españoles se hallaba en proceso. Puede notarse que la mayor desproporción entre los sexos está en el grupo de edad 7-16 años de los solteros, el mismo fenómeno puede observarse en las intendencias de Guadalajara, México, Oaxaca, San Luis Potosí y Veracruz, justamente en este grupo de edad sin que encontremos explicación para el hecho, lo que no permite creer que el número más alto de varones provenga del servicio militar como en principio nos inclinamos a suponer. Refuerza esta idea el hecho, ya señalado por Humboldt, de que en total hubieron 3 000 soldados en todos los presidios fronterizos.
En efecto, las autoridades militares clasificaron como hombres útiles para el servicio de las armas, a los no indígenas llegados a 16 años; si la desproporción estuviera causada por la presencia de la fuerza militar, su efecto se haría sentir en el grupo 16-25 años y no en el de 7-16 años.
Por supuesto, el origen de este fenómeno debe buscarse en el seno del grupo de los conquistadores, único captado por el recuento (las tribus obviamente no podían censarse) y en su precaria situación, sobre todo en las Californias y Nuevo México, ya que la incorporación de aquellos vastos territorios apenas se iniciaba. Alburquerque se fundó en Nuevo México en 1711 por disposición del virrey, duque de Linares, y las misiones de San Diego y puerto y presidio de San Carlos de Monterrey en 1769 y 1770 por Fray Junípero Serra y José de Gálvez.
La Baja California fue prácticamente abandonada durante 1734 por los jesuitas misioneros que se concentraron en Loreto para poder sobrellevar una rebelión generalizada de los naturales. La colonización de las Californias resultaba problemática porque, pese a la intención de que las misiones sirvieran como núcleos para fundar poblaciones, las enfermedades o el hambre hacían que los indígenas recién conquistados ("neófitos") se alejaran. En 1750 todavía se suprimían misiones porque los indígenas no proporcionaban las bases alimenticias necesarias. Los misioneros no pudieron lograr que se dedicaran a la agricultura y en consecuencia, debían importarse víveres desde Sinaloa y Sonora, provincia esta última en la que pimas seris se sublevaron todavía en 1749, asesinando al gobernador español.
José de Gálvez, enérgico y emprendedor visitador que acudiera a México como auxiliar en la expulsión de los jesuitas, entre otras cosas, visitó y organizó en forma estable las Californias y Sonora. hacia 1770, logrando empadronar a los habitantes de las Californias "que resultaron ser siete mil ochocientos ochenta y odio entre españoles, indios y castas”. (31) Como puede verse, el avance español resultó lento, pues entre el crecimiento natural de la población y la incorporación de los neófitos, la población se incrementó en 4 928 individuos en 20 años, es decir, a 241 por año.
Volviendo a la mayor masculinidad que advertíamos en la población, el mayor número de hombres comienza desde los menores de 7 años y se prolonga hasta los 25, donde la proporción se invierte para equilibrarse a partir de los 40.
Un fenómeno semejante se observa en Charcas y Santiago de los Valles, jurisdicciones pertenecientes a la Intendencia de San Luis Potosí donde se advierte una ligera desproporción entre los totales de los sexos, sólo que aquí la diferencia entre el número de hombres y mujeres solteros del grupo 7-16, parece compensarse con la súbita elevación del número de mujeres casadas de la misma edad. Como esta elevación no se registra en las provincias del norte estudiadas anteriormente, cabe preguntarse si, mientras las mujeres núbiles de las áreas pacíficas cambiaban su estado civil, las jóvenes de las áreas en proceso de conquista, por el estado de guerra, fueron enviadas lejos de las zonas de conflicto, solución que parece lógica y explicaría el mayor número de varones.
La desproporción entre los totales de los sexos que muestran las intendencias de San Luis Potosí y Valladolid, por estar distribuida en todos los grupos de edad, podría explicarse por una subenumeración de las mujeres.
En el caso de San Luis, la explicación de la diferencia entre el número de hombres y mujeres, podría ser también que, tanto Nuevo León como Coahuila y Texas (que formaban parte de San Luis) se hallaban en proceso de conquista. Como no disponemos de estados de población particulares para cada una de estas jurisdicciones, por el momento es difícil probar este aserto.
4. 1 Población por jurisdicciones.
Con el objeto de fijar claramente el con tenido del Censo de 1790, conviene dejar establecidas las divisiones internas que tuvieron cada intendencia y gobierno a la fecha del recuento, por lo que más adelante se describen con amplitud las normas jurídicas y las consideraciones reales que dieron pie a esta división territorial. (32) Tanto las intendencias como los gobiernos se dividieron en lo interno en subdelegaciones y éstas, a su vez, en pueblos. Sólo fue posible obtener la población por subdelegaciones de 13 de las 17 intendencias y gobiernos, y, por excepción, se localizaron datos para algunos de los pueblos que formaron las subdelegaciones, como en el caso de Santiago de los Valles que incluiremos en un anexo por la utilidad que pudiera tener. (Anexo 8).
A continuación damos una relación de las intendencias y gobiernos de los que se obtuvieron detalles de población en sus jurisdicciones:
Alta California
Durango
Guadalajara
Guanajuato
Mérida
Nuevo México
Oaxaca
Puebla
San Luis Potosí; (en este caso no pudieron obtenerse la totalidad de las jurisdicciones. Se notará, en efecto, la falta de datos para las de Salinas del Peñon Blanco, Coahuila, Nuevo León y Texas)
Sinaloa
Sonora
Veracruz; (sin datos para jurisdicción de Pánuco y Tampico)
Zacatecas.
Quedan, pues, sin datos numéricos para las divisiones internas, la Provincia de Baja California, la Intendencia de México, el Gobierno de Tlaxcala (33) y la Intendencia de Valladolid. En algunos casos podrá encontrarse que la población de las jurisdicciones está desglosada por estado civil y sexo y en otros se hallará solamente dividida según el sexo correspondiente. Están en el primer caso la Alta California, Durango, Mérida, Nuevo México, Sinaloa y Sonora; y en el segundo, Guanajuato, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí y Zacatecas; finalmente las Intendencias de Guadalajara y Veracruz, sólo muestran el número total de habitantes de cada jurisdicción, ya que no fue posible encontrar el desglose ni siquiera por sexos.
Se consignan en estos cuadros los totales de población correspondientes a 185 jurisdicciones, la mayor parte de las cuales tuvieron la categoría política de subdelegaciones, pero hay algunas, como la Provincia de Tabasco, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo León y Texas, que tuvieron una categoría distinta, aun cuando se citan en los cuadros como jurisdicciones, simplemente para no romper la unidad de presentación.
4. 2 Población por sexo, grupos de edad y estado civil.
En la primera parte de este conjunto de datos del Censo de 1790 pueden encontrarse los guarismos originales, correspondientes a la Alta California, Baja California, Durango, Guadalajara, Guanajuato, Mérida, México, Nuevo México, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora y Tlaxcala, tal como fueron extraídos de los archivos. Podrá observarse que los cuadros están uniformemente divididos en seis grupos de edad dé contenido irregular, ya que el primero abarca hasta los siete años, el segundo de 7 a 16; el tercero, de 16 a 25; el cuarto de 25 a 40; el quinto, de 40 a 50 y el último, abierto, de 50 y más. A su vez todos los grupos se encuentran desglosados en solteros, casados y viudos y dentro de estas categorías se dividen finalmente en hombres y mujeres.
Los criterios seguidos por quienes diseñaron el censo, para efectuar esta división de los grupos de edad, fueron de índole religiosa y militar fundamentalmente, ya que los niños entre 7 y 16 años, estaban considerados como sujetos de adoctrinamiento religioso. Mientras tanto, el resto de la población mayor de 16 pero menor de 40 años estaba obligada a inscribir se para el servicio de las armas.
En la segunda parte pueden hallarse cuadros elaborados con ajustes a los grupos de edad irregulares para transformarlos en grupos quinquenales que pudieran ser comparados con el Censo de 1895, que es el único inmediato posterior para todo el país que se puede encontrar. En esta distribución de edades, están incluidas todas las intendencias y provincias del país, ya que a las Intendencias de Valladolid, Veracruz y Zacatecas se les ajustaron, con fines de simplificación, los grupos quinquenales de edad correspondientes a las intendencias de: Guadalajara para Valladolid, Jurisdicción de Santiago de los Valles para Veracruz y Durango para Zacatecas, en el supuesto de que la similitud ecológica y las afinidades culturales y de grupos étnicos que hubieron entre ellas, hace posible que tuvieran estructuras demográficas semejantes.
Para la conversión de los grupos de edad irregulares a grupos quinquenales se usó una ojiva en la que se calcularon porcentajes acumulados, calculando separadamente para cada Intendencia o Gobierno los hombres, las mujeres y, finalmente, los totales de cada grupo que, para simplificar, aquí se presentan juntos. Puede advertirse que el Grupo 0-4 es algo mayor de lo que cabría esperar por el cálculo de la ojiva, porque se ajustaron algunos de los grupos 0-4. debido a que el recuento de 1790 tuvo omisiones en estos grupos; por esta razón el cuadro final corregido para todo el país, señala un número de habitantes mayor al que ofrecen los datos originales.
4. 3 Población por intendencias según principales ocupaciones.
Lo que se ha reproducido, se tomó de los "Resúmenes Generales de Almas”, localizados en el Archivo General de la Nación, (34) de donde obtuvimos el material para formular diez cuadros ocupacionales correspondientes a la Alta California, Baja California, Guanajuato, Durango, México, Nuevo México, Puebla, esta última sólo en lo que se refiere al número de religiosos, ya que la fuente no proporciona el resto de las ocupaciones, Sinaloa, Sonora y Tlaxcala. Los datos correspondientes a Durango se tomaron de un documento específico localizado en el volumen 523 de Historia.
Por otro lado, pudimos encontrar 23 cuadros ocupacionales de diferentes jurisdicciones cuyo tamaño e importancia varían, ya que algunos corresponden a jurisdicciones completas y densamente pobladas en el centro del país; en tanto, hay otros que se refieren a jurisdicciones con límites y territorio imprecisos en las regiones no conquistadas del norte.
Hemos agrupado, pues, los datos en cuatro porciones; la primera según la categoría política de la circunscripción territorial, incluye la Alta y Baja California, Guanajuato, Durango, México, Nuevo México, Puebla, Sinaloa, Sonora y Tlaxcala. La segunda comprende las ciudades de Guadalajara, Oaxaca, tres barrios o parroquias de la de Puebla y la ciudad de Veracruz. La tercera tiene las jurisdicciones menores de Alburquerque y Alameda, Nuevo México; Charcas, S. L. P.; Durango, Dgo.; Guanajuato, Gto. Mapimí, Dgo.; Mérida, Mer.; Oaxaca, Oax., y Santiago de los Valles, S. L. P. Por sus límites imprecisos, su estado de guerra permanente y lo crítico de su permanencia como poblaciones, formamos un cuarto grupo en el presidio de Monterrey, Calif.; Paso del Río del Norte, Nuevo México; Santa Barbara, Cal.; Santa Cruz de la Cañada y Taos, Nuevo México; Santa Fe, capital de Nuevo México; San Diego, Cal.; San Francisco, Cal., y San Phelipe de los Queres, Zuñi y La Laguna, las tres en Nuevo México.
Para usar estos datos sobre ocupaciones, conviene recordar que el concepto ocupación se usó en el sentido de especialidad o profesión y no en el de empleo, es decir, que al consignar la ocupación del censado no se asentó que estuviera o no trabajando efectivamente, para sí o mediante remuneración, y sí se inquirió sobre su ocupación habitual.
Las cifras que se citan sobre ocupaciones se acercan entonces a la clasificación moderna de "población activa" (35) y aunque no sean útiles para establecer el nivel de ocupación, sí pueden compararse con cifras recientes sobre la población activa, para damos una idea de la importancia que ésta alcanzó en la Nueva España. En 8 de las 17 divisiones mayores de la Colonia, la proporción llegó al 31. 70 por ciento, que como se verá en los cuadros respectivos, puede considerarse representativa del país, ya que incluye jurisdicciones de todas latitudes y grados de desarrollo económico y social.
La diferencia entre las proporciones de los censos de 1790 y 1960 es de 70 por ciento ya que en este último recuento, la población económicamente activa llegó a 32. 4 por ciento.
La semejanza entre ambos porcentajes oculta, empero, varias circunstancias que no por conocidas, deben dejarse de citar.
La primera es la diferencia en números absolutos, ya que en 1790 la población que podemos suponer activa en el país (aun con las diferencias territoriales favorables al dato más -antiguo) fue de 1 774 000 en números redondos, mientras que en 1960 rebasó los 12 millones. Destaca en seguida el desplazamiento de la población desde las ocupaciones primarias hacia las secundarias, puesto que en 1790 el 79. 79 por ciento se dedicó a la agricultura, mientras que en 1960 lo hizo el 49 por ciento. Por otra parte, los cambios tecnológicos asimilados por esta población, aplicados a la producción en un mercado más favorable que el existente en 1790 y en una estructura económica y social bien distinta, hacen que el 32 por ciento de 1960 sea cualitativamente diferente, muy diferente, al 31 por ciento de 1790 y que la semejanza se reduzca sólo a los números.
CUADRO 37. POBLACION OCUPADA EN OCHO INTENDENCIAS. 1790 |
INTENDENCIA |
POBLACION
TOTAL |
POBLACION
OCUPADA |
PORCEN TAJE |
TOTAL |
1 774 184 |
562 382 |
31. 70 |
ALTA CALIFORNIA |
8 540 |
502 |
5. 88 |
BAJA CALIFORNIA |
4 076 |
203 |
4. 98 |
GUANAJUATO |
430 1 27 |
111 270 |
25. 87 |
MEXICO |
1 147 973 |
400 349 |
34. 87 |
NUEVO MEXICO |
30 953 |
9 457 |
30. 55 |
SINALOA |
55 062 |
10 291 |
18. 69 |
SONORA |
38 305 |
4 996 |
13. 04 |
TLAXCALA |
59 148 |
25 314 |
42. 79 |
FUENTE: Cuadros de ocupaciones relativos.
Regresando al Censo de 1790, importa mucho destacar aquí las marcadas diferencias que se encuentran en el tipo de ocupaciones en las Californias, Nuevo México y Sonora, que ilustran su grado de desarrollo económico. En las Californias se captaron 705 personas ocupadas, de las que 337 estaban en el ejército y la marina, 283 en actividades agrícolas, 102 en actividades de fábrica (36), 23 en órdenes religiosas, 49 en la artesanía, y el resto en otras.
En Nuevo México, de 9 457 personas ocupadas, 1 049 estaban en el ejército, 5 862 eran labradores y 2 518 artesanos y el resto en otras ocupaciones.
En Sonora, de 4 996 personas de las que se captó ocupación, 1 053 estuvieron en el ejército, 993 eran labradores, 2 068 jornaleros, -251 tributarios y 498 artesanos.
En relación a Nuevo México y Sonora, se percibe que en las Californias la Conquista era no sólo incipiente, sino también era débil y poco arraigada en los sitios realmente dominados y en proceso de organización. Si a esto sumarnos que los víveres y otras mercancías tenían que traerse por mar, de las costas sinaloenses, las misiones californianas acusan el carácter que realmente tuvieron el de ser flores exóticas, enclaves mustios que hasta esa época no habían logrado sus objetivos de dominación.
En Nuevo México, el género de ocupándonos deja ver un proceso de conquista que militarmente no parece dominar grandes territorios, pero que a diferencia de lo ocurrido en las Californias, pudo crear su base agrícola de sustentación. La producción agrícola en la provincia, no se hizo con jornaleros ni se percibió por medio de la tributación; fueron productores individuales los que la obtuvieron, ya que los indígenas no practicaron la agricultura ni se sometieron al tributo. El crecido número de artesanos que arroja el censo, (26 por ciento) fuera de proporción con el número de pobladores revela el hecho de máxima importancia para el avance colonial, de que los conquistadores habían ya entrado en una relación económica bilateral con las tribus indígenas lo suficientemente amplia como para originar una fuente de ocupación que resultó la segunda en importancia económica para los colonizadores. La expresión máxima de tal relación fue la feria de la Villa de Taos, llamada "de los apaches", en la que se cambiaban toda clase de artículos, desde rehenes de ambos bandos hasta vinos, armas y telas, comercio que se calculaba en 30 000 pesos en 1738. (37) En esta forma, la economía colonial de Nuevo México adquirió formas peculiares, que se convirtieron para estas fechas, en instrumentos eficientes de una acción simultánea de guerra y comercio que extendía la dominación; técnica que luego llevaron a su perfección los conquistadores norteamericanos cuando penetraron en este territorio.
EL caso de Sonora repite por su parte la experiencia del altiplano. No dominada del todo, la provincia presenta ya síntomas de la organización ocupacional típica de la Colonia. Junto a los labradores, productores individuales, están los jornaleros, trabajadores en tierra ajena, y los tributarios, muestra del vasallaje, y de la presencia de la nobleza militar y terrateniente. Al otro lado de las cordilleras, en Nuevo Santander, se repetía una experiencia semejante.
En el panorama de la Colonia está claro que la ocupación fundamental de la población fue la agricultura, en una proporción que llegó al 80 por ciento en ocho de las divisiones mayores, porcentaje que habrá de elevarse cerca del 85 por ciento, cuando se tengan datos de las provincias de Guadalajara, Mérida, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Valladolid y Veracruz, que por ser predominantemente agrícolas, pesarán mucho en el porcentaje respectivo.
Si suponemos que tales provincias tuvieron estructuras ocupacionales semejantes a las de México y Tlaxcala, la proporción llegaría entonces a ser mayor, pues en ambas provincias asciende a 95 por ciento, el porcentaje resultante estaría disminuido apenas por las cifras ocupacionales de Guanajuato y Zacatecas y por el de las áreas de explotación minera, cuyas poblaciones, ocupadas en actividades distintas de la agrícola, darían cerca del 15 por ciento, una vez sumadas.
La conclusión en todo caso es la misma. Fuera de los distritos mineros principales (Guanajuato, Zacatecas, Charcas, Pachuca, Asientos de Ibarra, Taxco y otros menores) el país dependió de actividades predominantemente agrícolas y en éstas, la mayoría de los hombres ocupados en la agricultura fueron jornaleros, gañanes y tributarios; los labradores, grupo de productores dueños de la tierra y de sus productos predominaron en Guanajuato y probablemente en Zacatecas, por su división ocupacional mejor desarrollada; preponderan también en Huevo México, por la ausencia de mano de obra sometida y casi se equilibran con los jornaleros y gañanes, en Sinaloa.
El número de jornaleros, comparado con el de tributarios y gañanes, muestra por otro lado un crecimiento considerable de quienes trabajaron por un salario, ya sea en dinero o en especie. Posteriores investigaciones habrán de mostrar hasta dónde pudo avanzar la economía monetaria en el conjunto económico.
Está claro que en las áreas mineras y en las que el número de labradores fue elevado, predominó la economía monetaria y que la ocupación se remuneró en efectivo. Habrán de analizarse en otro sitio las consecuencias de tal circunstancia.
4. 4 Población según su división por castas.
Es posible advertir que en varios de los cuadros concentradores reproducidos, el monto de los totales de cada grupo de edad, no coincide con los que corresponden a la división por estado civil y grupos de edad como en los casos sobresalientes de las intendencias de Nuevo México, Oaxaca, Sinaloa, Sonora y Tlaxcala.
Los cuadros incluidos en esta sección han sido agrupados en cinco partes (atendiendo a la categoría política del territorio censado),de las que la primera se refiere a la división por castas de la población en las intendencias de Guanajuato, Oaxaca y Puebla; la segunda, incluye la división por castas y grupos de edad correspondientes a la Alta California, Baja California, Guanajuato, Mérida, México, Nuevo México, Oaxaca, Sinaloa, Sonora y Tlaxcala; la tercera incluye cuadros con la división por castas y grupos de edad de la población de las jurisdicciones de Durango, ciudad de Guadalajara, ciudad de Guanajuato, Mapimí, ciudad de Mérida, ciudad de México, ciudad de Oaxaca, jurisdicción de la ciudad de Oaxaca, las parroquias de San Sebastián, el Santo Ángel y Santa Cruz, las tres de la ciudad de Puebla, y por último, la ciudad de Veracruz. En el último grupo se presenta la división por castas y grupos de edad de la población de la Villa de Alburquerque y Alameda, Nuevo México; Monterrey, Cal.; Paso del Río del Norte, Nuevo México; Santa Bárbara, Cal.; Santa Cruz de la Cañada y Taos, Nuevo México; Santiago de los Valles, S.L. P.; San Diego Cal.; San Francisco, Cal.: San Phelipe de los Queres, Nuevo México; y Zuñi y La Laguna, Nuevo México.
Por el momento el hecho de la disparidad en los totales carece para nosotros de una explicación y realmente no podemos atrevernos a aventurar alguna hipótesis, aunque sí es conveniente dejar asentado que es mayor la probabilidad de que los errores se encuentren localizados en la división por castas, ya que tal distinción racial siempre llevó implícitos juicios valorativos y consideraciones de clase social que no se hallan presentes en la división por estado civil y grupos de edad.
Resulta pues, conveniente, usar con precaución el contenido de estos cuadros, sobre todo en los casos en que la disparidad no es moderada.
La inclusión de los cuadros obedece a la posible utilidad que puedan tener y al hecho de que las disparidades entre los totales son, en la mayoría de los casos, de algunas centenas de individuos, por lo que para fines ilustrativos y de comparación tienen una utilidad inmediata, sin que sea necesario ajustarlos.
5. Tendencias de la población en el siglo XVIII.
Los diferentes acercamientos que se han hecho para fijar la tendencia de la población desde la conquista, coinciden en afirmar que en el Siglo XVIII se encuentran síntomas de recuperación en una curva que iba a la baja. Este fenómeno ha sido advertido entre otros por Gonzalo Aguirre Beltrán (38) en su análisis sobre la población de origen africano, tal como se ven en el cuadro siguiente (39)
CUADRO 79. POBLACION DE LA NUEVA ESPAÑA 1570-1810
(MILES DE INDIVIDUOS) |
AÑO |
TOTAL |
EUROPEOS |
% |
INDIOS |
% |
1570 |
3, 380. 0 |
6. 644 |
. 2 |
3, 366. 8 |
98. 7 |
1646 |
1, 712. 6 |
13. 780 |
. 4 |
1, 269. 6 |
74. 6 |
1742 |
2, 477. 2 |
9. 814 |
. 8 |
1, 540. 2 |
62. 2 |
1793 |
3, 799. 5 |
7. 904 |
. 2 |
2, 319. 7 |
61. 0 |
1810 |
6, 122. 3 |
15. 000 |
. 2 |
3, 676. 2 |
60. 0 |
Aguirre compuso este cuadro usando fuentes secundarias y primarias; logró las cifras de 1570, tomando como base el numero de 806 215 tributarios citados por Pérez Bustamante (40), tributarios que según Aguirre habrán sido la cuarta parte de todos los indígenas, por lo cual juzgó necesario multiplicar por cuatro para llegar a los tres millones y algo más que da como total. Aguirre comparó los resultados logrados por Pérez Bustamante con los publicados por otros autores que investigaron separadamente las mismas fuentes y determinó, por la semejanza de sus conclusiones, (41) que podrían usarse como base para sus cuadros. Por lo que se refiere a las cifras de 1646, Aguirre supuso que la disminución de la población, registrada en los obispados de México, Tlaxcala, Oaxaca y Yucatán, ese año, fue semejante en tocio el país, por lo cual aplicó a los demás territorios, un porcentaje para reducirla en igual proporción.
Los guarismos para 1742 los encontró Aguirre en la obra de Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez (42) quien levantó ese año un censo de familias basado en informes recogidos en las poblaciones de los territorios de las Audiencias de México y Guadalajara.
Aguirre supuso cada familia formada por cuatro miembros, por lo que para calcular el número de individuos, cuadruplicó las cifras de Villaseñor. Las de 1793 se tomaron del Archivo General de la Nación, con lo que se completa la información para el siglo XVIII.
Para 1810, le sirvieron las estimaciones hechas por Fernando Navarro y Noriega (43) para ese año, último dato de la época colonial.
Aguirre Beltrán, según parece, es el primer contemporáneo que intenta presentar, sin basarse únicamente en padrones de tributarios, "el cuadro demográfico de la Colonia, antes que circunscribirnos al estudio aislado de la población objeto de nuestro estudio.
El descenso de la población fue obra más que de "la guerra de conquista, sangrienta pero corta... (de)... los excesos de los dominadores el repartimiento de los vencidos, su explotación en los trabajos forzados... la epidemia de viruela de 1520, la de sarampión en 1529, la de tifo exantemático de 1545, que sorprendieron a la población indígena sin inmunidad protectora... " fue asimismo y de manera principal "el con tacto disolvente de la cultura occidental lo -que acabó al indio. El shock psicológico. La destrucción de la cultura nativa, del sistema económico en que se cimentaba, de su organización social, que tenía como base una familia poligénica, de su religión... de su arte... de todo aquello que había sido el producto de una laboriosa gestación de siglos y que de pronto, frente a la impasibilidad de sus dioses hieráticos y ante la impotencia de su magia primitiva vino por los suelos en forma estrepitosa". Para 1570, "estos indios no eran ya los orgullosos guerreros que se atrevieron a desafiar la furia de los dioses rubios; eran indios que a sí mismos se calificaban de débiles y flacos" (44)
Para 1625, continúa Aguirre, el reparto de las tierras de los indios se había consumado ya prácticamente en toda la Colonia y el aumento de los ganados presionaba sobre los sembrados indígenas y sus poblaciones, incidiendo como un motivo más de despoblación.
Sin embargo, a partir del año 1646 se inicia la recuperación de la población, debido sobre todo, según juzga el autor citado, a la protección dada a los indígenas por el clero regular, que permitió a los indios "asirse a los pedazos que habían podido salvarse" de su cultura, con una tolerancia en materia económica, menudo en materia sexual, que permitió "la vivencia, dentro de los conceptos cristianos, de las creencias ancestrales favoreciendo por aculturación, la formación de un sincretismo religioso, base histórica del catolicismo que hoy en día constituye el patrimonio de la masa campesina de México". (45)
Puede ser que la disminución de la población, se haya producido en proporciones mayores que las que señala el cuadro, debido a que las cifras tienen contenidos variables. En efecto, las dos primeras cifras del cuadro se refieren al área de la Nueva España propiamente dicha, en tanto la tercera abarca también la audiencia de Guadalajara y la cuarta, justamente referida a nuestro Censo Condenado, incluye siete intendencias y tres provincias más, comprendiendo un área todavía mayor. Estas diferencias territoriales se reflejan por supuesto en las cifras, que incluyen unas veces una población y otras no y que en consecuencia, no parecen comparables.
Referido al México agrícola central, la Nueva España propiamente dicha, hay otro trabajo que confirma las conclusiones de Aguirre Beltrán y apoya sus tesis. S. F. Cook y L. B. Simpson (46) asientan que un elevado porcentaje de la población indígena murió víctima de epidemias, agresiones y hambre entre 1519 y 1650 (47). Los datos incluidos en este estudio permiten darse cuenta de que las comunidades indígenas agrícolas disminuyeron su población continuamente y que es a mediados del Siglo XVII cuando acusan algún aumento.
Parece que la expansión relativa del mestizaje haya contribuido al crecimiento global de la población, ya que los mestizos estuvieron menos sujetos y presionados que los indígenas y, en consecuencia, pudieron lograr un mejor ambiente social y mayores medios de subsistencia. Su aumento relativo parece confirmado por las cifras del cuadro 79, ya que los diferentes ámbitos geográficos a que se refieren los totales no omiten o agregan una casta en particular. Resulta muy señalado el aumento porcentual del -grupo mestizo a costa del indígena que, en el mejor de los casos, pudo llegar al mismo nivel que tuvo alrededor de 1570. Según las observaciones derivadas del cuadro, la proporción de mestizos en la población total aumentó desde .44 en 1570 hasta 22.6 en 1646 y a 39.6 en 1810. Resulta siempre arriesgado hablar de razas, pero en esta ocasión el manejo del término "mestizo " puede usarse sin temor a la mistificación. Las mezclas entre europeos e indígenas ocurrieron y ellas, unidas a cambios económicos y sociales, parecen dar la base para el nuevo empuje biológico y social manifiesto en la segunda mitad del Siglo XVII.
Por otra parte, Charles Gibson (48) basado en padrones de tributarios, pudo reconstruir cifras de población para el Valle de México, que arrojan los resultados siguientes: (49)
CUADRO 80. POBLACION 1570
DEL VALLE DE MEXICO. 1804 |
AÑOS |
POBLACION |
1570 |
117 270 |
1644 |
22 659 |
1692 |
24 566 |
1742 |
37 864 |
1787-94 |
47 080 |
1797-1804 |
64 485 |
En su obra Gibson incluye dos curvas (50) con datos para 8 jurisdicciones distintas, lo que permite nuevamente reconocer un descenso continuo durante el Siglo XVI y la primera mitad del XVII, que cesa justo alrededor de 1650 para convertirse en franco ascenso al principiar el Siglo XVIII. Ilustrativos como son, los datos provenientes de los padrones tributarios no pueden empero tomarse como guía única, porque "accidental o deliberadamente, muchas personas escapaban" de ellos, ya que "los indígenas clérigos, hacendados y otras personas interesadas, eran todos acusados de complicidad para impedir los cálculos exactos", (51) con el objeto de evadir los pagos correspondientes a la Real Hacienda.
Como los instrumentos para obtener la tributación no sufrieron cambios apreciables en estos períodos, parece probable que las omisiones se hayan conservado a un mismo nivel, por lo cual puede considerarse que las cifras tomadas del monto de los tributos pueden servimos para seguir las variaciones de la tendencia a largo plazo.
Así, pues, parece cierto el hecho de que la población de la Nueva España estuviera aumentando desde mediados del Siglo XVII y que tal aumento se percibía por los observadores de entonces, como se desprende por lo dicho en el capítulo precedente. Una cosa es, sin embargo, percibir el aumento y otra cuantificarlo.
El primero que lo intentó fue Alejandro de Humboldt pionero de tantos análisis de las cosas de México, quien trató de fijarlo usando los registros parroquiales de los últimos 50 años del Siglo XVIII.
"Muchos párrocos, interesados en la solución de un problema tan importante como lo es el del aumento o disminución de nuestra especie, se tomaron un trabajo bastante penoso. Me comunicaron el número de bautismos y de entierros año por año desde 1752 hasta 1802. El conjunto de estos registros circunstanciados que conservo, prueban que la razón en que están los nacidos con los muertos es poco mas o menos como 170: 100" (52)
En el Ensayo, Humboldt afirma que existe un crecimiento diferencial de pueblo a pueblo y de región a región, distinguiendo sobre todo entre el lomo de la cordillera y las costas y regiones muy cálidas, estas últimas escenario de una elevada mortalidad. Esta observación se fundamenta en las percepciones realizadas sobre el terreno y en la aplicación de una especie de muestreo que hizo el estudioso alemán con acierto y diligencia para deducir la velocidad de -crecimiento de la población. La muestra le permitió además establecer relaciones entre nacimientos y muertes, con el objeto de basarse en los resultados del Censo de Revillagigedo para calcular la población existente en 1803, año en el que hizo el grueso de sus investigaciones.
De la pesquisa efectuada en los archivos parroquiales Humboldt publica los resultados de tres pueblos de la zona fría, 2 ciudades con clima templado, una ciudad y 2 pueblos de la zona árida y tres pueblos de la zona caliente.
La precaución y la mesura se imponen en el particular caso de nuestro país, para dar entrada a los resultados que arrojan los registros parroquiales, sometiéndolos a pruebas de consistencia y ajustándolos cuando resulte conveniente, de la misma manera que han de desecharse cuando exista la inconsistencia o insuficiencia de datos.
En los textos del alemán, se pone de manifiesto que se fue con cuidado al fijar la velocidad de crecimiento de la población y que, en general, prefirió adoptar tasas bajas antes que aparentar la existencia de una mayor población, "Las Tablas” (53) donde expone sus primeras conclusiones, son borrador del Ensayo e informe preliminar que quiso dejar al virrey antes de salir del país y que se conservaron en el Archivo General de la Nación.
Para estimar la velocidad de crecimiento de la población combina Humboldt dos métodos; analiza el incremento global con base en los informes de personas que vieron "el pormenor de los registros formados en 1793 (54) en la ciudad de México, a los que "se supuso que era menester añadir por lo menos una sexta o séptima parte a la suma total", y sigue atentamente los resultados de la concentración de los registros parroquiales. Conservadoramente, añadió un décimo al resultado del censo cuando publicó su obra, porque para entonces, consideró menor la omisión. "Supone un exceso de nacimientos (sobre las muertes) que es la mitad menor el que presentan los registros parroquiales". "Las noticias que hemos adquirido sobre las relaciones de los nacimientos con las muertes y de estos últimos con la población entera, prueban que si de tiempo en tiempo no se invirtiera el orden de la naturaleza por alguna causa extraordinaria", admitiendo que la relación de los nacimientos con la población es como de 1 a 17 y la de loe fallecimientos como de 1 a 30, la población debería duplicarse cada 19 años...pero por prudencia, redujo en sus cálculos el ritmo a la mitad y "en este supuesto" el número de habitantes se doblaría en un período de 36 a 40 años, (lo que puede indicar un crecimiento natural de 1.7)
O sea, Humboldt presentó una alternativa máxima y otra mínima. Entre ambas seleccionó esta última para estar "lejos de ser exagerado", aunque "probablemente" este su estimación por debajo de la población existente.
La estimación de Humboldt señala un coeficiente de natalidad de 58 y de mortalidad de 33, que arrojan un incremento de 25 al millar que, de resultar cierto, habría hecho llegar la población al doble en 29 años, es decir, el país registraría alrededor de 10 millones de personas en 1819, circunstancia que el propio autor juzga improbable; la reducción que a grosso modo hace del incremento dejándolo a la mitad, lo supone de 12 por mil, lo que haría que la población llegara a los 10 millones dichos en 60 años más o menos, circunstancia que en verdad ocurrió sólo en el año 1890, es decir, cien años después, por lo que, cuando me nos entre estas fechas suponemos un incremento medio de algo menos de 6 por mil anualmente. (55)
Parece pues que en el conjunto, o se sobrestimó el coeficiente de natalidad y se consideró el de mortalidad por debajo de su valor verdadero, o bien a un alto coeficiente de natalidad correspondió otro, también alto de mortalidad. Con la diferencia apuntada ya, consideramos como convenientes, coeficientes de natalidad de 46 y de mortalidad de 40.
Quisimos poner a prueba este acerto de don Alejandro calculando tasas de incremento me dio anual para el mismo período, con datos que puedan servir como punto comparativo con los de 1790. Todas los cifras conocidas que se refieren a la población después de este año, tienen como base el propio censo, por lo que hubimos de recurrir a buscar guarismos sobre población, anteriores a la realización del censo.
Las cifras de población presentadas por Gerhard son el resultado de una elaboración hecha por él; la presentación original de la que partió asienta la mayor parte de las veces, el número de familias que habitaron en cada población, aunque en ocasiones, las menos por cierto expone el número de individuos o de "almas”, como se estilaba decir entonces.
Para superar esta dificultad, Gerhard siguió la técnica siguiente: ”La unidad de población empleada por Villaseñor es la familia. Para llegar al número de personas en las familias de indios, mestizos y mulatos hemos multiplicado por cinco: En cambio, las familias de españoles se han multiplicado por seis, suponiendo que los parientes y otros dependientes hacían más grande la unidad familiar. Sin embargo, se supone que la servidumbre sería casi siempre mes tiza o indígena y que muchos españoles se casarían con mestizas o indias. Por consiguiente, hemos destinado el 50% del número de personas en estas familias a la población española y el resto a la mestiza". (59)
Aunque las cifras resultantes del trabajo de Gerhard parecen aproximarse bastante a la población real y el resultado del cálculo de las tasas de crecimiento medio anual que hicimos dé la impresión, como se verá después, de ser congruente, queda la sensación de que las medias familiares consideradas por Gerhard son altas y no se justifica a nuestro juicio la diferencia entre el número de miembros de las familias de españoles y el de las otras castas.
Lo que se consideró como familia, tanto para los censos militares como para el recuento de 1790, fue el número de personas que dependieron de un jefe y vivieron juntos en una misma casa, como parece desprenderse de las descripciones hechas en los padrones sobre quienes eran los miembros de una familia. Así, parece razonable que Gerhard piense que las familias de los españoles eran más grandes que las familias de las otras castas, pero, y aquí es bueno abrir un paréntesis, resulta muy difícil, con base en las estimaciones de los autores citados hacer extensivo a toda la casta "españoles", como lo hace Gerhard* el estatus económico que significan los criados y demás dependientes, puesto que el nombre de la casta encubre situaciones económicas y sociales muy diversas. El rol del "Español" fue tan prestigioso, por hallarse en la cima de la pirámide social, que se asimilaron a él todos aquellos que pudieron hacerlo con base en su apariencia corporal, incluidos criollos y mestizos de no muy buena posición económica. Por otra parte, conviene recordar que aunque el estatus del "español señor" fue el signo de la época, se trató de un prototipo que no pudo generalizarse y que, aun dentro de la élite, tuvo variaciones muy significativas, como puede desprenderse del análisis de los muy interesantes padrones levantados en la ciudad de México en 1800. En tales padrones, si se atiende al domicilio, criados y ocupaciones de los españoles* quedan de manifiesto grandes diferencias en sus niveles de vida. (60)
Intentemos afinar estos criterios y cuantificar la media familiar, usando los padrones militares levantados en 1791, donde se consignan el número de familias y el de sus integrantes, (61). Pudimos en efecto, comprobar que no existen diferencias significativas ni constantes entre las medias familiares de cada casta, pero no pudimos usar las medias familiares de cada Intendencia obtenidas así porque las tasas de incremento medio anual que arrojan (cuadros 81 y 82) son muy altas en todos los casos. Esta peculiaridad indica que, o bien el número de poblaciones que sirvieron para calcular la media fue insuficiente y la media no refleja la realidad, o las estimaciones de Villaseñor et al no son correctas o los resultados del censo no corresponden a la verdad.
Parece que en términos generales la respuesta es que las medias familiares son algo me ñores que las verdaderas y que el trabajo de Gerhard obtuvo un mejor acercamiento a las cifras reales de población para 1742. Sin más argumentos, preferimos quedarnos entonces con éstas y publicar, por la utilidad que puedan tener para algún otro investigador, los resultados que obtuvimos del ramo Padrones, como anexo 7 a este trabajo.
CUADRO 81. TASAS DE INCREMENTO MEDIO ANUAL DE TRES INTENDENCIAS. 1742-1790 |
Intendencias |
Familias |
Habitantes |
Tasa
(1) |
Tasa
(2) |
TOTAL |
41 366 |
171 388 |
6. 53 |
1. 73 |
Durango Guanajuato Veracruz |
2 813 23 662 14 891 |
12 488 86
841 72 059 |
8. 30
3. 56
1. 05 |
2. 77
2. 01
. 69 |
((1(1) Tasa de incremento medio anual calculado con los datos obtenidos de las obras de Villallaseñor y de Tamarón.
(2) Tasa de incremento medio anual calculada con los datos de Gerhard. |
CUADRO 82. TASAS DE INCREMENTO MEDIO ANUAL DE 12 INTENDENCIAS. 1742-1790 |
Intendencia |
Tasa media anual |
|
|
TOTAL |
1. 86 |
|
|
Alta California |
. 23 |
|
|
Durango |
2. 77 |
|
|
Guadalajara |
5. 52 |
|
|
Guanajuato |
2. 01 |
|
|
Mérida |
3. 76 |
|
|
Nuevo México |
6. 48 |
|
|
Oaxaca |
. 43 |
|
|
Puebla |
1. 15 |
|
|
San Luis Potosí 1√ |
2. 96 |
|
|
Sinaloa |
3. 25 |
|
|
Veracruz |
. 75 |
|
|
Zacatecas |
2. 89 |
|
|
NOTA: El Cálculo de las tasas se hizo tasas se hizo |
|
de acuerdo con la fórmula asentada al final del cuadro 83.
(1) No comprende la jurisdicción de Charcas. |
|
La tasa de incremento para todo el país nos resulta de 1.86,.16 mayor que la calculada en el Ensayo. Parece, pues, confirmarse la presunción de Humboldt en el supuesto de que los cálculos, del número de habitantes hechos por Villaseñor et al, citados, se consideren adecuados.
La cifra es semejante a la de 1.8 que se deduce del cálculo 1793-1810, tomando para este último año los números que ofrece Navarro y Noriega.
La baja tasa de crecimiento de California era de esperarse, pero resultan sorprendentemente bajas las de Oaxaca y Veracruz, circunstancia que por el momento no es posible explicar con certeza.
El cálculo de la desviación estándar que corresponde al conjunto de las tasas, indica que las de Alta California y Oaxaca son normo deficientes; de las de Veracruz, Puebla, Guanajuato, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, normales; las de Sinaloa, Mérida, Guadalajara y Nuevo México normoexcedentes, como puede advertirse en el cuadro siguiente:
CUADRO 83. TASAS DE INCREMENTO MEDIO ANUAL. 1742-1790
|
Intendencias |
Tasa media anual |
Desviación |
TOTAL |
M = 1. 86 |
= 2. 04 |
Alta California |
. 23 |
1. 63 |
Oaxaca |
. 43 |
1. 43 |
Veracruz |
. 75 |
1. 17 |
Puebla |
1. 15 |
. 71 |
Guanajuato |
2. 01 |
. 15 |
Durango |
2. 77 |
. 91 |
Zacatecas |
2. 89 |
1. 03 |
San Luis Potosí |
(1) 2. 96 |
1. 10 |
Sinaloa |
3. 25 |
1. 39 |
Mérida |
3. 76 |
1. 90 |
|
Intendencias |
Tasa media anual |
Desviación |
Guadalajara |
5. 52 |
3. 66 |
Nuevo México |
6. 48 |
4. 62 |
NOTA. (1) No coincide con la tasa media anual de la intendencia (cuadro 84), porque en este cálculo no se tomó en cuenta la Población de la Jurisdicción de Charcas. |
Con los totales del cuadro 83 y en el supuesto de una tasa de crecimiento constante, (62) hallamos que la tasa anual es de 1. 0135 o sea 13. 5 por millar entre 1742 y 1790. Este resultado combina por supuesto cambios de orígenes diferentes y no será útil para aproximarse bien a períodos cortos, ya que por ejemplo, en el lapso entre los años citados se registraron seis epidemias que afectaron sin dudadla población.
Veamos ahora en el cuadro 84 el crecimiento particular de cada jurisdicción, (63) de las que pudimos encontrar datos tanto para 1742 como para 1790.
Notas:
(1) A. G. N. Virreyes vol. 158, 110-112
(2) A. H. A. V. Instructivo, Vol. 1790.
(3) Revillagigedo, carta dirigida a Lerena. Anexo 1 A. G. N. virreyes loc. cit.
(4) Id.
(5) Ibidem
(6) Ibidem. Carta... Anexo 1.
(7) Es posible que la Secretaría de Cámara haya usado de sus empleados para ejecutar las verificaciones, ya que algunos borradores (Historia Vol. 523) contienen sumas y referencias que así parecen indicarlo. Las observaciones a los Estados provienen invariablemente de la Secretaría.
(8) A. H. A. V., Vol. 1790. Instructivo.
(9) Cfr.: A. G. N. Padrones
(10) Ofr.: A. G. N. Tributarios.
(11) A. G. N. Historia vol. 523, 21-11
(12) A. G. N. Historia, vol. 522 y 523. Padrones vol. 21, 22, 24, 25, etc.
(13) Consúltese en el Índice la ubicación de las explicaciones sobre esta materia.
(14) Ibidem. A. H. A. V.
(15) Anexo 5
(16) Anexo 4
(17) REVILLAGIGEDO, GÜEMES PACHECO DE PADILLA, JUAN VICENTE CONDE DE: Instrucción reservada que el virrey... dejó a su sucesor en el cargo. p. 51-52 (EH).
(18) A. G. N. Historia Vol. 523
(19) A. G. N. Historia Vol. 523
(20) Toda la correspondencia que se cita, salvo aclaración contraria, puede consultarse en A. G. N. Historia, Vol. 522 y 523.
(21) A. G. N. Historia Vol. 74, 4-13. Hasta la foja 147 del propio tomo, se abunda sobre el problema.
(22) Id.
(23) Ibidem. f 28, vuelta.
(24) Id.
(25) Cf. Supra. p. 28
(26) HUMBOLDT, ALEJANDRO DE: Ensayo político sobre el Reyno de la Nueva España, México, Ed. Robredo, 4 vols. 1941. V. II p. 13—14 (edición preparada por V. Alessio Robles).
(27) Castro Aranda, Hugo: El Gallo Ilustrado, Suplemento dominical de El día 21 de agosto de 1966, pp.2-3
(28) El de Guanajuato, donde se omiten los habitantes de la capital: 32 098 en un total de 430 027.
(29) Ambas Californias, Nuevo México y Tlaxcala no tuvieron la categoría política de intendencias. Se incluyeron por comodidad en la comparación, como si lo hubieran sido.
(30) La información que existe sobre población en fechas más tempranas indica que los concentradores mayores estuvieron en el "México húmedo" mismo lugar donde se advierten aquí las más grandes cifras de población correspondientes.
(31) Riva Palacio, Vicente: México a través de los siglos: México. Vol., IV, 851.
(32) Infra Capítulo 7, División Territorial.
(33) Antes de separarse de Puebla, Tlaxcala tenía categoría de Subdelegación, por eso carecía de divisiones menores.
(34) Loc. cit. Cuadros 37 al 42 para advertir diferencias.
(35) "actividad económica corrientemente remunerada con cuyo producto en dinero o en especie, la persona tiende a la satisfacción de sus necesidades y a las de quienes dependen directamente de ella". MATTELART, ARMAND: Manual de Análisis Demográfico. Santiago de Chile, lito tip. Salesiana, 1964. p. 221.
(36) Esta palabra tiene aquí la connotación de hacer, tal como se encuentra en las inscripciones de obras: "La Fábrica de esta Iglesia se terminó en... "o" Para la Fábrica de este puente... " y no necesariamente se refiere a trabajos de industria.
(37) Carrera Stampa, Manuel: “Las ferias novohispanas” en Historia Mexicana, El Colegio de México, México, Vol. II, enero-marzo, 1953, No. 3 (7), p. 319
(38) La población negra de México 1519-1810: estudio etno-histórico, México, Ediciones Fuente Cultural, 1946. p. 234.
(39) Id. p. 237.
(40) "La Población de Nueva España en el Siglo XVI" En Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo. Año X. 1920 p. 58-73.
(41) ROSENBLAT, ANGEL: La población Indígena de América desde 1492 hasta la actualidad. -Buenos Aires, institución Cultural Española, 1945.
(42) Theatro Americano, descripción general de los Reynos y Provincias de la Nueva España y sus Jurisdicciones. 2 vls. México, 174648. (Ed. facsimilar de Editora Nacional, México 1952).
(43) Op. Cit.
(44) Aguirre B. Qp. Cit. p. 203-206
45) Id. p. 221
(46) Habrá el lector de recordar que en la división primitiva de la Colonia, la Nueva España no incluyó la Nueva Galicia, las Californias, las gobernaciones de Yucatán, y Nueva Vizcaya ni las provincias de Sonora, Nuevo Santander, Nuevo León, Coahuila, Texas y Nuevo México.
(47) The Population of Central México in the Sixteenth Century. Iberoamericana: 31 —Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1940.
(48) GIBSON, CHARLES: Los Aztecas bajo el Dominio Español, México, Siglo 1967, p. 138-167.
(49) Id. p. 145.
(50) Id. p. 143. Jurisdicciones de 1) Coyoacán, Milpa Alta, Otumba, 2) Chalco, Xochimilco, Mexicalcingo, Coyoacán, Cuautitlán, Citlaltepetl, Otumba.
(51) Id. p. 138.
(52) HUMBOLDT, ALEJANDRO. Op. cit. V. I. p. 109
53) Tablas geográficas-políticas del Reino de la Nueva España que manifiesta la superficie, población, agricultura, fábricas, comercio, minas, renta y fuerza militar. AGN Historia v. 72 p. 266 (publicado por BSMGE 2a. época, Vol. I (México, 1869) p. 635 -657). En una edición más reciente: Tablas Geográfico-políticas del Reino de Nueva España y correspondencia mexicana. (Edición de Homenaje). México, Dirección General de Estadística, 1970.
(54) Cf. supra p. 30
(55) El Censo de 1895, como se verá adelante en el cuadro 90, al captar una población de más de 12 millones, junto con el de 1910 que fijan su monto en 15, muestran un aumento en la tasa de incremento; es posible que el punto exacto en que se inició la aceleración del crecimiento demográfico se halle hacia finales del siglo XIX y que muy probablemente coincida con los primeros años del porfiriato.
A guisa de prueba, tomamos cálculos que hicieron Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez (56) Matías de la Mota Padilla (57), Pedro de Tamarón y Romeral (58) y otros, de la obra en que se les compiló y analizó por Peter Gerhard, (México en 1742, publicada por Robredo en 1962) para nosotros realizar una comparación con el censo de 1790.
(56) Theatro Americano, descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España y sus jurisdicciones, México, editora Nacional, 1952.
(57) "Conquista de la Nueva Galicia de la América Septentrional”, ms. biblioteca pública de Nueva York (Rch Ms. 43) cit. por Gerhard
(58) Demostración del vastísimo obispado de la Nueva Vizcaya 1765. México, Robredo, 1937
(59) Gerhard, Peter: México en 1742. México, Antigua Librería José Porrúa e hijos, Sucs. 1962. p. 20
(60) A. G.N. Padrones. vol. 80
(61) A. G. N. Padrones, V. 12, 18, 19, 20, 23, 24, 26, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 41 y 42.
[62) Con la fórmula: n log (1 + r).
(63) No estoy plenamente seguro de que las jurisdicciones de 1742 corresponden exactamente a las de 1790, aunque todos los indicios parecen indicar que sí. Sin embargo la aproximación parece suficiente, si atendemos a la división antigua que no varió mucho, como se desprende del artículo de MEADE, JOAQUIN, En HUMANITAS Anuario del Centro de Estudios Humanísticos. Universidad de Nuevo León, N0. 6, Monterrey, 1965 p. 453. "Mapa y breve relación de las demarcaciones político-administrativas de la -Nueva España, a principios de 1776".
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