José Antonio Villaseñor y Sánchez
De San Antonio de Béjar:
Es la provincia de los Texas, o Nuevas Filipinas, una de las que piden toda la atención, así para advertir en ella su dilatado territorio, poco poblado, como para admirar la fertilidad y abundancia de frutos que promete; siendo lo más principal el ser provincia confinante con el gran Seno Mexicano, por su parte del sureste, y por la del este y noreste con las colonias francesas sus vecinas, las que se han introducido por aquella parte, y así está pidiendo igual atención (sino más) a las demás provincias de que se ha tratado.
Tiene este dilatado país, su principio desde el río de Medina, que es término que divide la provincia de Coahuila de ésta, que corre entre oriente y norte al rumbo del noreste, por más de doscientas y veinte leguas de largura, y más de sesenta de ancho, en cuya distancia solamente hay cuatro poblaciones muy distantes las unas de las otras, que son: el presidio de San Antonio Béjar, ocho leguas distante del río de Medina; el de N. Sra. de los Dolores, ya sin guarnición, siendo el centro de la Provincia, distante del de San Antonio ciento cincuenta y cuatro leguas; el de los Adaes, distante sesenta y una leguas del de Nra. Señora de los Dolores; el Presidio de la Bahía del Espíritu Santo, distante cuarenta y cuatro leguas del de San Antonio de Béjar sobre la Costa distante de ella doce leguas, como se dirá por menor, y para la mayor claridad se interna la provincia en la forma siguiente.
Del río de Medina al presidio de San Antonio de Béjar se cuentan siete leguas, y en su intermedio a las tres, se pasa el arroyo del León, que atraviesa el camino real.
Este presidio de San Antonio de Béjar dista del de la Monclova, cabecera de la Nueva Extremadura, ciento veinte y dos leguas; es la capital de esta provincia de Texas, y Nuevas Filipinas (aunque en rigor debe serlo el presidio de Nra. Sra. del Pilar de los Adaes, respecto de estar inmediato, como se dirá, a las fronteras del Río de Nachitos) tiene del guarnición el de S. Antonio un capitán, un teniente, un alférez, un sargento y cuarenta y siete soldados para su defensa, a quienes, y demás de su vecindario en la villa de San Fernando, que está contigua, administra cura clérigo de la Mitra de Guadalajara; su situación es en temperamento benigno entre norte y oriente en la línea del nor noreste respecto de la ciudad de México, de donde dista trescientas y sesenta leguas, su altura de polo, o distancia de latitud treinta grados, cinco minutos, y doscientos setenta y cuatro grados, cinco minutos de longitud.
Esta villa fundó el Excmo. Marqués de Casa Fuerte, virrey de esta Nueva España, el año de 1731, y no quiso que se le pusiese su nombre, sino el de San Fernando en honor de la Alteza Real del Sr. D. Fernando Príncipe de Asturias, que hoy le gozamos felizmente Rey de las Españas, para cuyo efecto se trajeron familias de isleños, y a mí se me ordenó formase el diseño de la población, como lo ejecuté, repartiéndole a la villa los solares, las dehesas, propios y ejidos que debe gozar.
Por el rumbo del este noreste, en distancias de ocho leguas, se encuentra el río de San Antonio, cuyas márgenes divierten la vista en la multitud de álamos, y otros árboles frutales de ciruelas y zarzamora; y dos leguas más adelante, se halla el arroyo, que llaman el Salado, y a moderada distancia está un despoblado, por cuya medianía corre el arroyo que nombran del cíbolo, y siete leguas adelante continuando el mesmo rumbo, pasando primero el arroyo de San Miguel, se llega a un ojo de agua, equivalente a un río considerable, a quien le han ciado el nombre de Guadalupe, estando a poca distancia otro río con la merma advocación; y a otras seis leguas de camino se encuentran unos charcos de agua, continuando el expresado rumbo, en un sitio despoblado, con la nominación de los Pinitos o Alamillos.
Al rumbo del noreste, y distancia de cuatro leguas, está el río de los Inocentes, el que se junta con el de Guadalupe a veinte y tres leguas de distancia de este paso; y dos más adelante se llega al arroyo de San Rafael, a quien otros llaman el Blanco, y tomando desde aquí el rumbo del este noreste, se caminan nueve leguas hasta despoblado, que llaman el arroyo de Garrapatas; desde cuyo paraje, tomando el noreste franco, está a las tres leguas el caudaloso río Colorado del Seno Mexicano, que desemboca por el Lago de San Bernardo, o bahía, que llaman del Espíritu Santo en el Seno Mexicano, paraje copioso en el ganado de cíbolos; desde el cual al Arroyo del Encadenado se regulan cinco leguas de distancia. Ocho leguas distante de este paraje, caminando por el este, cuarta al noreste, está un despoblado, intitulado las Animas de Arriba; y a la banda del sur, un río de su mesmo nombre; y al este, cuarto al noreste, está otro en igual distancia, que nombran las Animas de Abajo; desde cuyo paraje, por la línea del sureste, está a las dos leguas el principio del Monte Grande, teniendo en su espacio algunas lomas tendidas, paraje penoso en su tránsito, así por esta causa, como por la copia de robles, nogales y otros árboles de crecida magnitud, extiéndese este monte por la banda del este noreste, a otras cuatro leguas, encontrándose cuanto más en él se internan, varios arroyos de agua, y entre ellos un ojo, que nombran las Puentecitas, en cuyas cercanías se halla rancheada la nación de los indios gentiles, malleyes, y a la falda de dicha sierra o monte se registran unos llanos, abundantes pastos, y un copioso ojo de agua, que nombran Buena Vista desde cuyo paraje, tomando el rumbo del este cuarta al sureste, se transitan seis leguas hasta llegar a la margen del Arroyo del Nuncio, quedando antes el de la Anguila.
Por el rumbo del este, a seis leguas de distancia, se halla el río de los Brazos de Dios, hállase sus márgenes pobladas de una espesa arboleda, que dificulta su tránsito, y dos leguas más adelante está el sitio o paraje de los Ángeles, y de éste en distancia de ocho leguas por el rumbo del noreste, cuarta al este, está el despoblado del arroyo, nombrado Corpus Christi; distante seis leguas, por el rumbo del noreste, está una laguna de agua dulce, que nombran de Santa Ana, habiéndose pasado por el arroyo llamado Navaloto; y al mesmo rumbo del antecedente, tierra muy agradable a la vista de robles y nogales, distante nueve leguas, está el paraje nombrado Santa Clara; y siguiendo adelante de la costa, distancia de dos leguas, se halla un despoblado inmediato a la laguna, que llaman de San Luis.
Al rumbo del este, cuarta al noreste, en distancia de ocho leguas, pasando por algunos arroyos atascosos, hasta llegar al río de la Santísima Trinidad, y a poca distancia de él se halla el despoblado del arroyo de San Juan; y siguiendo el mesmo rumbo, distante ocho leguas, está el despoblado que nombran del Castaño, habiendo pasado antes el arroyo de San Efigenia; y tomando el rumbo del este, cuarta al noreste, en distancia de siete leguas, habiendo pasado el arroyo nombrado Santa Coleta, hasta la llanura que llaman de S. Pedro de los Nacodoches, habitado de indios de la nación de este nombre en los tiempos pasados, y al presente, por la de los nechas de la parcialidad de los Afinais, cuya nación es la capital de la provincia de los Texas.
Del presidio desguarnecido de Nuestra Señora e los Dolores de las Texas, Asinais, centro de esta provincia
Del paraje antecedente del capítulo pasado, a las seis leguas de distancia se halla el río de Nechas, y a poca distancia de él está la habitación de un misionero apostólico, con el título de San Francisco de los Nechas.
Diez leguas al rumbo del este, cuarta al sureste, se hallan unas lomas tendidas y vegas amenas y abundantes pastos; y a las ocho leguas de distancia se halla el río de los Asinais, en cuya inmediación está la misión de los indios afinais; y no a larga distancia el presidio, que hoy está desalojado, de Nra. Sra. de los Dolores, llamado de los Texas.
A las nueve leguas de distancia está la Misión de Nacodoches, en cuyo circuito está la ranchería de los indios de su nación, y en la cual hay religiosos de la Cruz de Querétaro, y del Colegio de Zacatecas.
Los indios todos de este paraje de los afinais, o nechas, son tan amantes de la nación española, que muchas veces ellos mesmos los solicitan, deseando su comercio y comunicación, y en estos tiempos han pedido se les asista con misioneros y población, porque siendo, como son, de varias naciones texas, nechas, walleyes, afinais, afineis, nacodoches, y otras, se hace reparable el que no esté secundado con el riego evangélico, y juntamente poblado con vecindario presidial, mayormente siendo aquel país tan fecundo, como se dirá después, y en donde aprovechará más el presidio, que en conchos de la Nueva Vizcaya, en el Gallo, ni Cerr o Gordo, porque aquellos ya tienen poblaciones y grangerías sus vecindarios, y está plantado nuestra Santa Fe, y en estos parajes y provincia está todo en embrión, y verdaderamente muy en los principios.
Al rumbo del este sureste de dicho presidio, en distancia de ocho leguas, se halla el despoblado, que llaman la Tinaja, y a la distancia de once leguas por el rumbo del este franco, se hallan algunas lomas de arena, con un áspero monte, y a las cinco andadas se pasa el pequeño río de Atoyaque, y siguiendo la distancia hasta el paraje, que llaman de los Adaés, indios gentiles, cono los antecedentes, rancheados en estos contornos, donde también tiene su habitación un religioso apostólico del sobredicho colegio de Guadalupe de Zacatecas; y tomando el rumbo del este noreste, por algunas lomas de consideración, arroyos y montes, está el despoblado que llaman el Arroyo del Patrón, en distancia de siete leguas; al noreste cuarta al este, y a las siete leguas en distancia, está el caudaloso río de San Francisco de la Sabinas, y al este cuarta al noreste, en distancia de ocho leguas, está el paraje nombrado San Miguel.
Puede competir esta provincia con la más pingüe y fértil de la Europa, y se da en ella con abundancia el frijol y maíz, y ganado mayor y menor, cíbolos, venados, pavos, osos, jabalíes, perdices, liebres, conejos y otras especies así cuadrúpedos, como volátiles, que sirven al gusto y manutención del hombre, fertilízanla igualmente varios ríos tan abundantes de muchas especies de peces, que con facilidad se consigue la sorpresa de ellos; en los montes se dan con abundancia los castaños, nísperos como los de España, sin diferencia todas las especies de nogales conocidas, las uvas producidas naturalmente en cepas y emparrados, que se enredan en los mesmos árboles, con tanta fecundidad, que abisma y no es mucho, cuando está ya logrando los paralelos de la Europa, y así en lo de adelante se experimentan las mesetas fertilidades en la tierra, que reducidas a sementeras, daría abundantes cosechas de trigo y demás semillas usuales.
Del presidio de Nuestra Señora del Pilar de los Adaes
Dista el presidio del Nra. Sra. del Pilar de los Adaes del arroyo citado de San Miguel, once leguas, por la banda del este, cuarta al sureste, en cuyo intermedio en la tierra llana giran otros mayores arroyos con muchos pinos, robles y nogales, y dista por ser el último presidio de esta provincia de las Nuevas Filipinas, doscientas y quince leguas de San Antonio de Béjar, y Villa de San Fernando, y sesenta y uno de los Texas, y presidio, que fue de Nuestra Señora de los Dolores, como va dicho, y de la capital de México quinientas setenta y seis. La guarnición de este presidio se compone de un teniente, un sargento, un alférez y cincuenta y siete soldados; el temperamento es correspondiente a su clima, por hallarse situado en la zona templada boreal, a los treinta y dos grados de latitud, o altura de Polo, y doscientos y ochenta y cuatro de longitud; es fértil, y abundante de semilla y frutas. La gran Laguna de los Adaés, que también tienen por suya los franceses, y está a dos leguas distante del presidio, es tan grande, que aun los mesmos indios que habitan sus cercanías la admiran; es copiosa en varias especies de peces, que muchas veces sin el uso de la red se pescan en abundancia, sucediendo lo mesmo en la muchedumbre de ríos, que cruzan y fertilizan toda la provincia, y todos desembocan por aquellos países antes de engrosar el del Misisipi, a quien tributan sin excepción sus caudales. En la medianía de la laguna, por la frente del presidio, hay un cerro en forma piramidal, que tendrá fuera del agua, más de cien varas de circunferencia, y la piedra que mantiene es muy parecida al cristal, reverberante a los rayos del sol, y es el más alto que hay en toda la provincia; en partes tiene dicha laguna cinco leguas de ancho, y otras muchas de largo siendo el bogeo de toda ella de más de diez, con un golfo, que pueden navegar navíos de altobordo en ella, pues habiéndose sondeado poco tiempo con un cordel de ciento y ochenta brazas, no se le halló fondo. Abundan sus comarcas de un ganado cimarrón, que llaman cíbolos, que es especie de vacas silvestres, gibadas, muy crenchuda la cerviz, y de crecida y suave lana, cuya carne y manteca, sirve para alimento, y la grasa de los muchos osos, que igualmente se crían en el país, suple la falta del aceite para la compostura de la viandas. Hay también abundancia de castores, y de todos los demás animales monteses: y en cuanto a frutos, todos se sazonan con el cultivo en su perfección, como es el maíz, y demás semillas; los frutales se logran en mucha copia, dando la tierra sin cultivo alguno, las castañas, y en abundancia las uvas, aunque silvestres, y muchos nogales. Gobiérnase este presidio por el gobernador de la provincia, teniendo la guarnición competente para su custodia y defensa, y así en él, como en el de la Bahía del Espíritu Santo, y en todas las poblaciones, o congregaciones de indios inmediatas, nuevamente reducidas, sirven de parroquias las misiones de San Francisco con un religioso en cada una para la administración de doctrina y santos sacramentos.
Las misiones, que se hallan restablecidas desde el año de setecientos veinte y uno hasta el presente de cuarenta y seis, son las siguientes: la primera misión que se restableció, fue la de San Francisco, que dista de la capital presidio de San Antonio, ciento y doce leguas, por la banda del oriente con inclinación al norte, en la línea del este noreste, en dicha misión fue el presidio en su principio, y se extinguió el año de setecientos y veinte, y éste es vigorosamente el paraje de la nación de los texas, y centro de la provincia de ellos, por quien toma el nombre, llamado también de los Senis; la segunda, que se estableció, fue la de la Purísima Concepción, inmediata a la de San Francisco, por el mesmo rumbo, y en ellas asisten dos religiosos apostólicos del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro. Como los indios reducidos a misión, no son tributarios ni menos pagan obvenciones, por donde vivan bajo la matrícula, o padrón, como sucede con las otras jurisdicciones, no es factible decir a punto fijo el número de familias que en cada misión se hallan congregadas, porque a más de la razón dicha sucede que cuando unos indios se agregan, dándose de paz desertan otros, o para volverse a sus idolatrías, o para incorporarse en otros, que en ellos uno y otro no es novedad. Al norte de dichas misiones, y distancia de ocho leguas, está la de Sr. San Joseph de los Nazonis, y en ella reside un misionero franciscano, que instruye a los indios que la componen en los dogmas de nuestra Santa Fe, y lo mesmo practica otro religioso, destinado en la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Nacodoches.
El dicho presidio de los Adaes está en el camino real de Nachitoos, y por ser toda la tierra poblada y sombría de árboles, y de haber de ella cañadas y fértiles llanos, se estableció, a corta distancia de este presidio, una misión, intitulada Nuestra Señora del Pilar, que constará de cien familias de indios; y quince leguas distante de ella se descubrieron unas salinas de mucha utilidad en la provincia. Dichos misioneros, continuando su apostólico celo, prosiguen reduciendo y catequizando a muchos indios de las naciones gentiles que pueblan esta provincia, y son: de adofes, ayes, y cocos, por estar subyugados a los texas. Y midiendo su latitud, respecto de lo despoblado, tiene más de doscientas leguas, que hay desde la villa y presidio de San Antonio hasta el de Nuestra Señora de los Adaes, y de latitud como noventa leguas también en los despoblado hasta la Bahia del Espíritu Santo.
Del presidio, y Bahía del Espíritu Santo
AI rumbo del sureste del presidio de San Antonio de Béjar, distante nueve leguas, está el poblado que llaman el Águila, habiéndose pasado el arroyo, que nombran el Salado, y tomando el rumbo del este cuarta al sureste, por tierra llana, con monte de encinos, robles y nogales, está el arroyo del Cíbolo, en distancia de nueve leguas del antecedente; y al rumbo del este, distante seis leguas, se halla el arroyo que nombran de Cleto; y tornando el rumbo del sureste cuarta al este, se hallan algunas lomas cubiertas de heno, por cuyas márgenes corre el arroyo que llaman el Mesquito, en distancia de diez leguas; y siguiendo el expresado rumbo, distante cinco leguas, se halla el río que nombran de Guadalupe, y a otras seis más adelante, está el arroyo que llaman del Robalo, y tomando el rumbo del este sureste, tierra llana de algunas vegas anegadizas siguiendo el expresado río en distancia de tres leguas, por la banda del oeste, pasándose en esta distancia, por el vado que llaman de Benites, y siguiendo el precitado rumbo distante seis leguas está el presidio de la Bahía del Espíritu Santo.
El año de setecientos veinte y uno, se restableció dicho presidio de la Bahía del Espíritu Santo, que dista del de San Antonio cincuenta y cuatro leguas a la parte del oriente, o este cuarta al suroeste. Es dicha bahía espaciosa, sondable, capaz de abrigar en su seno muchas embarcaciones de porte, aunque la entrada le obsta por estar llena de bajos de arena, a causa de que la circulación de las corrientes, que forman remolino sobre aquella costa, le cargan toda la arena, que avanzan en el ímpetu de su curso; con este importante pueblo se puede lograr el descubrimiento de toda la provincia, defendiendo su entrada, y facilitando desde ella el comercio con la Nueva Vera Cruz en balandras de moderado buque. Tomáronla los franceses el año de seiscientos ochenta y cinco, intitulándola Sal) Luis, siendo su jefe Monsiur Roberto Cabalier de la Sala, que se introdujo en estas tierras por el río Misisipi, por donde salió al Seno Mexicano, cuya boca perdió cuando vino de la Francia a buscarla; y se entró por dicha bahía; construyósele el referido año de veinte y uno el presidio de Nra. Sra. del Loreto, que comúnmente llaman de la Bahía del Espíritu Santo, cuya dotación es de treinta y ocho soldados, que presidían el fuerte, con su capitán y cabos subalternos. Su situación es en un alto, que domina toda la campaña, y el río de San Gabriel, cincuenta varas distante de la Plaza, con cuarenta de ancho, quedando el fuerte puente que tiene, desviado legua y media; pero la situación que tiene el presidio, como está internado más de cuarenta leguas tierra adentro, no puede servir de custodia a la Bahía, y sus costas, entradas y salidas, que es lo que más se necesita por cuanto suelen las naciones extrañas entrar y sondear su seno, como califica el que los soldados han visto a los indios e indias hacer viaje a la costa, y de su campaña resultar ocupados los vientres de ellas, en cuyos partos se ha conocido haber comunicado con gentes europeas, por nacer mestizos, blancos y rubios, de que se infiere que así por las orillas del Misisipi, como por la Bahía del Espíritu Santo, comunican otras naciones, lo que hace urgente el arrimo del presidio más a la bahía, y costa.
Hízose presente a Su Mag. en consulta de quince de septiembre, de setecientos y quince, y veinte y ocho de julio, de setecientos y diez y siete, cuán importante era la seguridad de estos dominios, y que se estableciese por límite entre las dos coronas dicho famoso río Misisipi, y que se poblasen por nuestra parte sus márgenes de la banda de acá, cerrando con su caudalosa corriente toda la ocasión de diferencias y disturbios, pareciendo el asunto recomendable, y que no haría molestos los recuerdos.
Como va dicho, entró por ella Roberto Cabalier de la Sala, el cual habiendo errado la entrada del Misisipi, encontró con esta bahía, a quien le puso por nombre San Luis, y el mesmo le puso a un presidio que quiso establecer, y puesta su guarnición buscó por tierra el Misisipi, y atravesando el sitio de los Texas, el año de ochenta y siete, mataron a la mayor parte de los compañeros los indios texas, y entonces los franceses se retiraron a la Luisiana.
Sabida por entonces la entrada de la Bahía, pasó a ella, de orden de este gobierno, el gobernador de Coahuila, acompañado de cien hombres, y halló arruinado el presidio, muertos los franceses de su guarnición, y arrojados los pertrechos por aquellos indios bárbaros.
El año de seiscientos noventa, fue enviado segunda vez, el mesmo gobernador de Coahuila, llevando ciento y diez soldados, y algunos religiosos, que a su arribo Texas establecieron inmediatamente la Misión de San Francisco, y en compañía de dichos misioneros se quedaron allí algunos soldados, conteniendo a éstos el respeto del sacerdocio para que no indispusiesen a los indios. Y habiendo Su Majestad mandado se fomentase la pacificación y reducción de aquella provincia como resguardo de estos dominios, pasó el año de seiscientos noventa y uno D. Domingo Terán, provisto gobernador de Coahuila y Texas, con cincuenta soldados, catorce religiosos presbíteros franciscanos, y siete laicos, para fundar tres misiones en Texas, cuatro en los Cadodachos, y una en el Rio de Guadalupe, practicóse así, y mereció la real aprobación, pero duró poco tiempo todo lo operado, extinguiéndose las misiones por causa de no haberse logrado las cosechas, muriéndose al mesmo tiempo los ganados, exasperándose también los indios por las vejaciones de los soldados, y por estos motivos salieron los religiosos de aquellas lierras.
Por agosto de setecientos y catorce, entraron en el presidio de Río Grande, en Coahuila, D. Luis de Sandenis y D. Medar Jalot, con otros dos franceses, y venidos éstos a México, por orden del duque de Linares, virrey entonces de Nueva España, le demostró Sandenis patente del gobernador de la Mobila, para que con otros veinte y cuatro franceses viniese a Texas, y comprase allí bueyes, caballos y otros ganados para la Luisiana, creyendo permanecían en Texas dichas misiones, declarando al mesmo tiempo habían venido en una piragua desde la Mobila hasta Nachitoos, en donde desembocaron, y no encontrando allí a los españoles, se habían vuelto los soldados franceses, expresando también el deseo que los indios Texas tenían de los misioneros. En esta atención despachó el Virrey a U. Domingo Ramón, con veinte y cinco soldados, algunos misioneros, y para que en Texas se restableciesen las misiones, yendo de conductor el referido Sandenis, verificóse en aquellos parajes el restablecimiento de las misiones, yendo de conductor el referido Sandenis, verificóse en aquellos parajes el restablecimiento de las misiones, fundándose otras de nuevo en los Adaés, siete leguas antes de Nachitoos vio allí el comandante de esta expedición el fuerte que en una isleta de aquel río Colorado o Rojo, tenían construido los franceses con treinta soldados de guarnición, y en la expectativa de otros cincuenta para allí, y para los Cadodachos, en donde habían poblado desde el año de diez y seis.
Clamaban el comandante y los religiosos por socorros de gente y de aprestos para su subsistencia en aquella distante provincia, por lo que el Marqués de Valero Virrey, que sucedió al duque de Linares, nombró nuevo gobernador para Coahuila y Texas, el cual pasó allá con cincuenta soldados, maestros de carpintería, albañilería y herrería, ganados, y demás necesarios a poblar la tierra, pero no la suficiente a su pueble, y más en un tiempo en que casi todo le faltaba.
Declarada la guerra entre España y Francia, invadieron los franceses a Panzacola, en diez y nueve de mayo de mil setecientos diez y nueve, y al siguiente mes de junio del mesmo año, se retiraron las misiones de los Adaés, y Texas, al presidio de San Antonio de Béjar. Para restablecerlas pasó después por orden del mesmo Virrey Marqués de Valero, el Marqués de San Miguel de Aguayo, con nombramiento de Gobernador de aquella provincia, y la de Coahuila y llevó los misioneros, que se habían retirado a San Antonio, y quinientos soldados de caballería, divididos en ocho compañías, marchó hasta los Adaés sin oposición de los franceses, manteniéndose éstos en sus presidios de Cadodachos y Nachitoos.
Noticiado S. M. de la preparada expedición, mandó, por Real Cédula, no se hiciese guerra a los franceses, recobrada que fue la provincia de los Texas, que se fortificase especialmente la Bahía del Espíritu Santo, con los Presidios convenientes; en cuya virtud restableció el Marqués de San Miguel, las tres misiones de los Adaés, y erigió allí el presidio ya nombrado de Nra. Sra. del Pilar, y se ha quedado hasta ahora en este estado esta provincia, bien conocido por España, y aún por los mesmos franceses, haberse introducido esa colonia sin razón para ello, principalmente en el exceso que hay del río de Nachitoos, que entra en el Misisipi para el poniente, pues debían mantenerse teniendo por coto el río Misisipi, una vez que han poblado la Mobila con tanto empeño.
Desde el presidio de los Adaés para la parte del poniente y norte no se ha plantado población, y se hace notable tanta máquina de tierra despoblada en tan saludable temperamento, en más de cuatrocientas leguas de despoblado, que corre este oeste, y para el norte muchas más, pues no se han reconocido sus límites.
Por lo dilatado del territorio se viene en conocimiento, según lo que llevo descrito, la magnitud de este obispado, pues atraviesa toda la América Septentrional en forma de una media luna, en lo contenido en la California, Nueva Galicia, Reino de León, Nueva Extremadura y Nuevas Filipinas, señoreándose de los dos Mares del Sur, y Seno Mexicano hasta topar con el río de la Palizada, o Misisipi, abrazando en medio al obispado de Durango, que se dilata por las partes del norte (como se dirá) desde la raya de la Nueva Galicia.
|