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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1606 De algunas características de la Nueva España (Fragmento)

Enrico Martínez

Que trata qué sea la causa que a los nacidos en España y en otras partes de Europa se les avivan los ingenios en estas partes y pierden de sus fuerzas corporales

Parecer es de algunos filósofos que de las personas de una nación semejantes en edad y complexión sean generalmente más sabios aquéllos que son criados o habitan en regiones y tierras más calientes que frías, porque así como la frialdad entorpece y amortigua las potencias sensitivas del cerebro, así la calor las activa y despierta. Y esto parece que confirma Aristóteles en la sentencia quince del libro catorce de sus Problemas, donde dice que los que viven en tierras frías, por razón de la frialdad del lugar, se hace de intenso calor interior mayor del que por naturaleza tienen, el cual, encerrado en las partes interiores del cuerpo, echa al cerebro humos y vapores gruesos que le ofuscan e impiden las acciones del entendimiento, por disponer mal los órganos de que se aprovechan para sus operaciones; y así estos tales generalmente se crían robustos y fuertes en las virtudes corporales, porque comen y digieren bien, y es cosa cierta que mientras hubiere mucho calor en el estómago, le falta al cerebro el temperamento necesario al bueno y claro entendimiento, y así se ve por experiencia que más prudencia se halla generalmente en los viejos que en los mozos: porque como tienen poco calor en el estómago, suben también pocos vapores al cerebro a humedecerle y perturbar el entendimiento.

Y esto mismo sucede, según el filósofo, a los que se crían y habitan en tierras moderadamente calientes, pues como el temperamento de esta Nueva España sea más caliente que frío, síguese ser acomodado para producir buenos ingenios. Y esto es en cuanto al temperamento de la región, a lo cual se junta ser el signo del ascendente de este reino exaltación del planeta Marte, que tiene dominio sobre la gente de España.

También los alimentos en esta Nueva España son de menos sustento y más fácil de digerir que en Europa, que como ahondan poco las raíces de las plantas y mieses en esta tierra, participan los frutos y bastimentos menos de la sustancia terrestre, según se dijo en el capítulo décimo de este tratado. Son pues, (según parecer médico) los alimentos leves y de poca grasa muy acomodados al buen ingenio y los que menos perturban el entendimiento, pero por la misma razón ayudan poco a las fuerzas corporales.

De ahí viene que los que vienen de España y de otros reinos de Europa a estas partes reciban algunas mudanzas, según el temperamento e influencia celeste de este clima, y según la calidad de los nuevos alimentos crían nueva sangre y la nueva sangre produce nuevo humor, y el nuevo humor nueva habilidad y condición. Y siendo las causas de todo esto, según queda referido, favorables y apropiadas para producir personas que gozaren de ellas, y así se ve por experiencia que en este reino las buenas habilidades forasteras se mejoran y las no tales se reparan.

Ayuda también a esto la riqueza, abundancia y fertilidad de este reino. Bien notorio es a todos los que han estado en España, y en otras provincias de Europa, la estrecheza que en algunas partes de ellas hay, y cuánto trabaja la gente, en especial los pobres, sólo para poder sustentarse: en lo cual ponen su principal cuidado, cono en cosa forzosa y necesaria. También es cosa sabida que la necesidad y pobreza no sólo desanima a los hombres y animales, mas también las plantas se marchitan y entristecen, faltándoles lo necesario. Digo pues, que aunque la gente común en otras partes tenga buen ingenio y natural, no todos pueden cultivarlo, ni aplicarse a cosas curiosas y de entendimiento, porque la necesidad de las forzosas se lo impide; por lo cual al hombre que es hábil y pobre le pintan la una mano con alas levantada y en la otra una grave pesa, significando con esto que aunque tiene ingenio para poder subir el peso de la pobreza se lo impide. Sucede, pues, que la mayor parte de la gente que viene a estas partes los trae la necesidad y pobreza, y como este reino ha sido, y por la merced de Dios es todavía al presente, rico, fértil y abundante, los que vienen a él y se quieren recoger y aplicar a virtud se sustentan honestamente con moderada solicitud, de suerte que aliviados del peso de la pobreza, cobran bríos y levantan el entendimiento, reparando en muchas cosas que de antes no solían, y no sólo se acomodan al lenguaje político que en este reino se usa, mas también se muestran ser sabios y prudentes en las cosas de importancia, en especial en adquirir hacienda, y algunos con la abundancia y riqueza, demás de hacerse cortesanos elocuentes, renuevan olvidadas honras y preeminencias; porque así como la sangre alimenta al cuerpo y alegra los sentidos, así la hacienda alimenta la honra y hace levantar los pensamientos a quien la posee.

También es de considerar que no se adquiera la prudencia con sólo riqueza y buen natural, sino que también han de concurrir edad y experiencia, y aunque es verdad que por leer y oír viene la persona en noticia de muchas cosas, ningunas se imprimen tanto en la memoria como las que ve y experimenta. De aquí viene que en cualquier reino la gente que habita en los puertos marítimos y ciudades grandes a donde hay concurso de diversas naciones es de ordinario trascendida y cautelosa, porque ven y experimentan muchas cosas, por tener cada nación su particular modo de proceder y procurar cada cual aumentar su caudal particular, sin mirar si es en daño ajeno, y para esto inventan varios engaños y cautelas que, como no sea hurto público, o escándalo notable, les parece que todo se sufre. De aquí viene parecerle a cada cual que le quiere engañar aquél con quien trata, y recelándose de esto, viven con cuidado, sin fiarse los unos de los otros. Pues como en la Nueva España hay el dicho concurso de gentes, procede de ello que a los recién venidos de España y otras partes, se les avivan los ingenios y se hacen prudentes a veces a costa de su provecho, y de esta manera les enseña la necesidad nuevo modo de proceder, cobrando también con el uso un género de nuevo natural.

En que se da la causa por qué esta ciudad de México está sujeta a muchas enfermedades

Alberto Magno, en el libro segundo de las Propiedades de los Elementos, en el tratado tercero, capítulo primero, dice que de dos maneras se suele corromper e inficionar el aire, conviene a saber: a veces por algún extraordinario concurso de planetas y causas superiores, y a veces procede por las causas inferiores. Las causas inferiores ordinariamente suelen ser corrupción de aguas represadas, el hedor de animales y sabandijas muertas, los vapores de ciénegas, muladares y lugares hediondos; todo lo cual es dañosísimo a la salud, porque así como el aire mezclado con olores aromáticos y salutíferos recrea los espíritus y conforta el cerebro, así estando inficionado le ofende y debilita. Avicena, en el canon primero, Sen. 2, Doct. segunda, capítulo 3, dice que si el aire se muda en un día de calor en frío, que de la tal mudanza participan también los cuerpos. Casi lo mismo dice Hipócrates en el tercero de los Aforismos; pues, si bien se considera el sitio de esta ciudad de México y el temperamento del cielo de esta región, se halla que ocurren en ella todas las dichas cosas; por que con las muchas inmundicias y animales muertos que se echan en las acequias de ella vienen a ser peores que aguas represadas, y asimismo, como la Laguna en tiempo de aguas crece y después vuelve a menguar, en la lama que queda por la orilla, como es la flor y nata de la tierra, por medio de la calor del Sol se engendran muchos gusanos y sabandijas que después mueren, y de ellas y de la misma lama sale mal olor que, hallando el aire algo dispuesto a ello, le corrompe; además de esto, como esta ciudad está situada a la parte del occidente de la laguna (que es contrario a lo que las ordenanzas reales en razón de fundar nuevas poblaciones disponen) está muy dispuesta a ser malsana, la razón de ello es que el Sol levanta entre día los vapores de la laguna y de sus orillas, y los que no consume ni se convierten en lluvias vuelven a bajar de noche, y como el movimiento del cielo sea de levante en poniente vienen a caer sobre la ciudad, porque estos vapores levanta el sol por medio del calor, el cual, como les falta de noche, se vuelven a abatir y acuden al calor de la ciudad, y ésta es la causa que siendo mirada por las mañanas desde los altos circunvecinos a México parecen sobre ella vapores a modo de neblina, aunque a la redonda de ella esté todo lo demás claro y sereno. Y esto es en cuanto al suelo y cielo, a lo cual se junta el vicioso uso de las muchas y diversas comidas, la regalada y ociosa vida de algunos, el poco ejercicio corporal que hacen, y otras cosas de este jaez con que los cuerpos se disponen a enfermedades.

Estando, pues, en esta ciudad la materia tan dispuesta, según que queda referido, es causa de que por cualquier extraordinario concurso de astros que altera y destiempla el aire se destemplan también los cuerpos y se siguen enfermedades; porque dice Galeno en el libro de Febribus que los cuerpos no padecen corrupción, sino estando la materia de ellos preparada y en alguna manera sujeta a las causas corruptibles.

Que trata qué sea la causa de que algunas partes de esta Nueva España, que solían ser lagunas y pantanos, se siembren y cultiven al presente, y de parecer que mengua la laguna de México

Bien sabido es de todos que antes que los españoles viniesen a esta tierra los naturales de ella no tenían caballos ni ganado; tampoco se araba la tierra y las cuestas y laderas eran poco cultivadas: porque los indios, según dicen, labraban sus sementeras y milpas en tierra llana y junto a sus casas, con lo cual el agua que llovía y las vertientes de las sierras, como estaba la tierra dura y apretada, descendían menos turbias que ahora en estos tiempos. Mas después que por este reino está poblado de cristianos, como la tierra se ara por muchas partes y la huella de continuo el ganado y los caballos, es causa de estar movida y de que los aguaceros que vienen a parar a los llanos vengan envueltos con mucha lama y tierra, la cual se asienta en las partes más bajas, las cuales con esto van creciendo y subiendo poco a poco, hasta que vienen a emparejar con las demás tierras circunstantes. Refieren las historias que cuando los cristianos vinieron a México llegaba la laguna de ella por la parte del norte, hasta el cerro de Tenayuca, y por la banda del sur hasta el pueblo de San Mateo, y al occidente se extendía por todos los llanos entre Chapultepec y Tlalnepantla. Al presente vemos en algunas de las referidas partes (que conocidamente fue la laguna) buenas heredades y labores, de donde se puede conjeturar que si en los pocos años que han pasado desde que los altos y contornos de la laguna se aran y labran, han los aguaceros traído tanta tierra a los llanos como queda referido y vemos, y han descarnado algunas tierras de los altos, de modo que están ahora en ella descubierto el tepetate, se puede presumir que por discurso de tiempo se alzará el suelo de la laguna y la tierra en el contorno de la ciudad de México de tal manera que venga a emparejar con la ciudad, y aún sobrepujarla; respecto de que también el sitio de la ciudad (como lo más de ello es tierra movediza y salitrosa) se consume y baja con la humedad y peso de los edificios. Digo, pues, fundando mi parecer sobre las referidas razones, que la laguna de México y Texcoco no menguan, pues siempre entran en ella las aguas que solían entrar, sino que el suelo y la tierra a la redonda de ella crece haciendo que se estreche y levante el vaso de ella, y podría ser por discurso de tiempo llegar a tanto, que la ciudad recibiese detrimento de ello.