Martín Enríquez de Almansa, cuarto virrey de Nueva España, instruyó a sus sucesores sobre lo que convenía hacer para el buen gobierno [...]
"Y comenzando por lo más importante, digo que la mayor seguridad y fuerza que tiene esta tierra, es el virrey que gobierna y la Real Audiencia; y lo que más puede sustentar esta fuerza, es que sustenten ellos entre sí mucha conformidad y paz; y tras esto, que traiga siempre tan sujeta a la república, para que ninguno se atreva con las cabezas a cosa que huela a desacato, so pena de castigo ejemplar, cosa que se ha hecho con algunos en mi tiempo, sin ruido; porque cosa cierta es que no puede haber mucha seguridad donde los mayores no fueren acatados. y temidos. Y si quiere Vuestra Señoría saber el medio con que entre ambas cosas se puede conseguir, mayormente en esta tierra, digo que vivan bien los que mandan, porque en esto pueden siempre usar su libertad y entrar y salir con ella en todos casos sin temor [...]
"Después de esto, sabrá Vuestra Señoría que aunque juzgan en España que el virrey es acá muy descansado, y que en tierras nuevas no debe haber mucho a qué acudir, que a mí me ha desengañado de esto la experiencia y el trabajo que he tenido; y lo mismo verá Vuestra Señoría, porque yo halló que sólo el virrey es acá dueño de todas las cosas que allá están repartidas entre muchos, y él solo ha de tener cuidado de lo que cada uno había de tener en su propio oficio, no solamente seglar, sino también eclesiástico [...] Y fuera de esto, no hay chico ni grande, ni persona de cualquier estado que sea, que no sepa acudir a otro en todo género de negocios, sino al virrey [...] porque hasta los negocios y niñerías que pasan de enojos entre algunos en sus casas, les parece que si no dan cuenta de ellos al virrey, no puede haber buen suceso. Y visto yo que la tierra pide esto, y que el virrey ha de ser padre para todos, y que para ellos ha de pasar por todo esto y oírlos a todas horas, sufrirlos con paciencia me ha sido forzoso hacerlo. Y esto mismo procure hacer Vuestra Señoría.
"Y en acudir a otras obligaciones que sólo son del virrey, que es el amparo de todos los monasterios y hospitales y mucha gente pobre y desamparada, que hay en esta tierra, huérfanos y viudas, mujeres e hijos de conquistadores y criados de Su Majestad; porque pasarían mucho trabajo si el virrey no mirara por todos. Y en lo de los hospitales conviene acudir al de indios de esta ciudad y al de San Juan de Ulúa, porque como el de los indios de aquí tiene nombre de hospital real, y piensan todos que Su Majestad provee lo necesario, acuden pocos a él, y así padece necesidad. Demás de los españoles, después de servirse de los indios, más cuidado tienen de sus perros que no de ellos, y hubieran muchos perecido, así de esta ciudad como de fuera, si no se les hubiera hecho este recurso [...]
"Ya traerá Vuestra Señoría entendido que de las dos repúblicas que hay que gobernar en esta tierra, que son indios y españoles, que para lo que principalmente Su Majestad nos envía acá es para lo tocante a los indios y su amparo. Y ello es así, que a éstos se debe acudir con más cuidado, como a parte más flaca, porque son los indios una gente tan miserable, que obliga a cualquier pecho cristiano a condolerse de ellos. Y esto ha de hacer el virrey con más cuidado, usando con ellos oficio de propio padre. Que es: por una parte no permitir que ninguno los agravie, y por otra no aguardar a que ellos acudan a sus cosas porque no lo harán; sino dárselas hechas, habiendo visto lo que conviene, como lo hace el buen padre con sus hijos; y en esto ha de ser sin costa ni gastos, porque los más de ellos no tienen de donde sacar un real, si no venden, ni sus negocios son de calidad ni cantidad [...]
"He querido dejar para la postre el tratar a Vuestra Señoría lo que entiendo más le ha de cansar en los negocios, que son las provisiones de cargos de justicia de esta tierra; porque los que piensan que más derechos a ellas tienen, son los nacidos en ella, hijos y nietos de conquistadores, aunque de éstos entiendo quedan pocos; y en efecto de no les dar a ellos los cargos, hacen tanto ruido, que no falta sino poner el negocio a pleito, porque pedir testimonio para irse a quejar a España, por ordinario lo hacen [...] Y lo que Su Majestad me mandó fue, pues yo tenía esto presente, que como lo demás lo gobernase, mirando lo que más convenía al servicio de Dios y suyo y bien de la tierra. Y lo mismo haga Vuestra Señoría, sin reparar en quejas [...] "
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