4 de Mayo de 1543
«Hijo, pues ya mi partida de estos reinos se va allegando, y cada día veo cuán forzosa es, y que sólo este remedio tengo para probar qué tal le podré dar en los cargos que Dios me ha dado, y para que, pues tanto contra mi voluntad y forzosamente he empeñado y empobrecido hacienda que os tengo de dejar, que por mi culpa y por dejar de hacer lo que debía y podía, no os dejase menos herencia que de mis padres heredé, he determinado de ejecutarla, como en Madrid os lo dije y a los de mi Consejo, y de dejaros, como es razón, durante mi ausencia en mi lugar, para que gobernéis estos Reinos. Y no embargante que vuestra edad es poca para tan gran cargo, todavía se han visto algunos de no mayor edad que por su ánimo, virtud y buena determinación se han mostrado tales, que sus obras han sobrepasado su poca edad y experiencia. Y así, hijo, es necesario que os esforcéis y os encomendéis a Dios para que El os favorezca, de manera que le podáis servir en ello y juntamente ganar honra y fama perpetua, y a mi vejez me deis tal reposo y consentimiento, que yo tenga muy mucha causa de dar gracias a Dios, de haberme hecho padre de tal hijo.
Para este efecto, ante todas cosas, habéis menester determinaros en dos cosas; la una y principal: tener siempre a Dios delante de vuestros ojos, y ofrecedle todos los trabajos y cuidados que habéis de pasar, y sacrificarás estar muy pronto a ellos; y lo otro, creed y ser sujeto a todo buen consejo. Con estas dos proposiciones supliréis la falta de vuestra poca edad y experiencia, y la tendréis tal con el tiempo, que de aquí a poco seréis bastante y capaz para gobernarlos bien y cuerdamente.
Y para que por mi parte no deje de daros la información que yo supiere y entendiere, de cómo en esta gobernación os habéis de guiar, os escribo, hijo, esta carta, la cual podréis tomar por acuerdo y instrucción de lo que habréis de hacer en ella; y aunque no siento en mí suficiencia para daros las reglas que conviene, todavía confío en Dios que Él me traerá la péndula de arte, que os diré lo necesario y cosa que, si lo hacéis, Él se tendrá por servido de vos, y así plega a Él de enderezaros a este efecto.
Como dicho está, le habéis de tener siempre delante de los ojos. Nunca os descuidéis de servirle. Sed devoto y temeroso de ofenderle, y amadle sobre todas cosas. Sed favorecedor y sustentad su fe. Nunca permitáis que herejías entren en vuestros Reinos. Favoreced la santa Inquisición y tened cuidado de mandar a los oficiales de ella que usen bien y rectamente de sus oficios y administren buena justicia. Y, en fin, por cosa del mundo no hagáis cosa, ni por cosa que os pueda acontecer, que sea en su ofensa.
Hijo, habéis de ser muy justiciero y mandad, siempre a todos los oficiales de ella que la hagan recta y que no se muevan ni por afición ni por pasión, ni sean corruptibles por dádivas ni por ninguna otra cosa, ni permitáis que en ninguna manera del mundo ellos tomen nada, y al que otra cosa hiciere mandarás castigar. Y nunca conozcan los ministros de ella que por amor, afición, enojo o pasión, os movéis, ni mandáis cosa que sea contra ella. Y si sentís algún enojo o afición en vos, nunca con ese mandéis ejecutar justicia, principalmente que fuese criminal. Y aunque esta virtud de justicia es la que nos sostiene a todos, causando a Nuestro Señor que de tanta misericordia usa con nosotros, usad de ella y mezclad estas dos virtudes, de suerte que la una no borre la otra, pues de cualquiera de ellas de que se usase demasiadamente, sería hacerla vicio y no virtud.
Habéis de ser, hijo, en todo muy templado y moderado. Guardaos de ser furioso, y con la furia nunca ejecutéis nada. Sé afable y humilde. Guardaos de seguir consejos de mozos ni de creer los malos de los viejos. Apartad de vos todo género de gente de este arte y lisonjeros, y huid de ellos como del fuego, porque son más peligrosos y entran por muchas maneras. Y por eso habéis de ser muy cauto en conocerlos, pronto y diligente en apartarlos de vos. Habéis de serviros de buenos allegados y favorecerlos para que cada uno conozca que queréis a los buenos y aborrecéis los malos.
Y para que mejor podáis hacer todo lo susodicho, yo os he de dado acompañado de todos los Consejos que allá tengo, y demás de las ordenanzas que cada uno de ellos tienen, ahora con Cobos les envío sus instrucciones, donde les ordeno la manera que han de tener en aconsejaros y serviros durante esta muy ausencia. También os trae Cobos las instrucciones de cómo con cada uno de ellos os habéis de haber. Y en esto, hijo, habéis de ser muy dado a tomar los buenos consejos que os darán, y seguir las instrucciones que para eso os envío, donde está bien declarado muy particularmente todo lo que en ello conviene y se ofrece. Y así os ruego y encargo que las sigáis y guardéis y mandéis a todos ellos que las sigan y guarden.
Al Consejo Real encargaréis conforme a lo que en ellas está contenido, que administren buena justicia y miren mucho por todo lo que tocare a la buena gobernación del Reino, y que las leyes y ordenanzas hechas sean muy bien guardadas y cumplidas, y que no innoven, ni permitáis ser innovado las que a mi partida mandé hacer para evitar los entredichos y cesaciones, sin grande y urgente causa, y excusar los abusos en que en estas y semejantes cosas usan por parte de la Sede Apostólica; todavía teniéndole siempre todo el respeto y acatamiento que, sin permitir los dichos abusos ni contradecir a las leyes del Reino, conviene y es justo que se le tenga, y más en estos tiempos que tan desfavorecida está de muchos
Las cosas que de las consultas que hicieron resultaran, ya en las instrucciones está declarado cómo las habéis de mirar con el cardenal de Toledo Presidente, y Cobos, y en eso lo ejecutaréis así, tratando a cada uno de ellos según la calidad y autoridad de sus personas y confianza que yo haga de ellos, encargándoles que con mucha conformidad os aconsejen lo que conviene, sin ningún respeto, pasión ni confusión.
Lo del Estado lo comunicaréis y trataréis cómo y con las personas contenidas en vuestra instrucción, y haréis con ellos y les encargaréis lo mismo, y que siempre entre todos ellos haya mucha conformidad.
En las cosas de la guerra usaréis, como dicho es en ellas, y porque he hecho al duque de Lava Capitán General, le favoreceréis, honraréis y creeréis, porque soy cierto que entiende y usará bien de este cargo.
Del Consejo de las Indias haréis lo mismo, y mandaréis que las ordenanzas que postreramente hice sean bien guardadas y ejecutadas.
De Órdenes, lo mismo.
Del de la Inquisición, ya está dicho.
A los alcaldes mandaréis que tengan cuidado de la justicia y es necesario que les deis siempre todo favor.
A todos ellos mandaréis guardar mucho la libertad entre todos para que sus votos sean libres, y estad sobre aviso, que los consejeros no se obliguen por amistad en otras cosas, que no conviniese, ni hacerse parciales y apasionados.
A la Cámara le mandaréis que usen conforme a sus instrucciones, sin que las extiendan en nada.
En lo de la Hacienda, he mandado hacer una instrucción de lo que hay y de lo que conviene gastar. Cobos la lleva. Mandaréis que no se toque en ella, y que sea observada y ejecutada. Y porque esto de la Hacienda es ahora el principal y más importante negocio que yo tengo, y de donde se puede recibir gran daño o provecho a mis negocios vos los favoreceréis y mandaréis en todas partes, donde fuere menester, que los favorezcan, y busquen y entiendan en todos los medios, por donde ella podrá ser aprovechada y mis negocios socorridos.
De lo demás que a esos Consejos y otros tribunales hay que decir, remítome a las instrucciones que os envío, porque son muy largas. Y tened especial cuidado de mandarles tomar cuenta y saber cómo lo hacen, y mandaréis siempre a las Cancillerías que administren buena y breve justicia.
Habéis de tener muy gran cuidado en mirar que se nombren muy buenos corregidores, y pues los habéis de nombrar con parecer del Cardenal, Presidente y Cobos, les encargaréis que lo tengan especial de aconsejaros bien en ello; y al Presidente y Consejo Real ordenaréis que se desvelen en tomar bien las residencias, y en este caso también tendréis gran cuidado que lo que yo digo en vuestras instrucciones sea muy bien cumplido y ejecutado.
También por ellas doy la orden que habéis de tener en el firmar, que es que las cartas y provisiones ordinarias vayan señaladas cada una del Consejo donde dependiere. No me pesará que el cardenal de Toledo estuviera presente cuando firmáredes. Pareciole con sólo estar presente que no podía dar buena cuenta de ello. No pareció cosa justa que, pues vos firmáredes que hubiese otra señal general que la vuestra. Por eso de las otras cartas misivas y de otras que se podrán ofrecer he mandado a Cobos que tenga cuidado de verlas antes que os las traigan a firmar, y que él os avise de las dificultades que hubiere. Usaréis de ello en esta conformidad y encargaréis, que tenga gran cuidado de que no os traiga ni pase cosa que no conviniese; y si en alguna de las que os trajiese tuviésedes algún escrúpulo, os podréis informar de don Juan y de otros que os pareciere, para que os digan lo que conviniere. Guardaos mucho de no firmar cartas particulares en las Cancillerías, ni otros tribunales de justicia, en recomendación de las partes, porque sabed que para hacer mal muchas veces toman el ruego del Rey por mando, y para bazar bien no todos obedecen a sus mandamientos. También os guardaréis de no escribir ni encomendar de palabra a nadie cosa particular, si no queréis después pagarlo con las setenas. También guardaos mucho de no dar, ni de palabra ni por escrito, promesa de cosa de porvenir ni expectativa, pues ordinariamente no se sigue buen suceso de anticipar el tiempo en cosas semejantes.
He ordenado aquí el Consejo de Aragón, y también se os harán instrucciones sobre la gobernación de los reinos de la Corona y sobre la manera del firmar, a lo cual me remito, y usaréis conforme a lo contenido en ellas y a lo susodicho. Salvo os aviso que es necesario que en ello seáis muy sobre aviso, porque más presto podríades errar en esta gobernación que en la de Castilla, así por ser los fueros y constituciones tales, como porque sus pasiones no son menores que las de otros, y ósenlas más mostrar y tienen más disculpas, y hay menos maneras de poderlas averiguar y castigar.
A los obispos mandaréis residir en sus iglesias el más tiempo que ser pudiere, y a los que tienen cargos inexcusables, el que les está señalado por la ordenanza que de ello tengo hecho.
Bien sé que no es necesario encomendaos que tengas cuidado del servicio y buen tratamiento de la Reina, mi señora, pues la razón os obliga a ello, y también estoy cierto que los que la sirvan le tendrán; todavía os lo acuerdo que le tengáis y encomendéis a los que menester fuere que tengan.
Otro tanto digo en lo de vuestras hermanas, mis hijas porque veo cuanto las queréis, y con razón, y por eso digo, demás que porque me huelgo que sean criadas con el recogimiento que están, que con el deseo de verlas, y ellas a vos y a vuestra mujer, que esas visitaciones sean moderadas, y que cuando allá fuéredes no os tratéis con ellas sino como hombre y con las maneras honestas que conviene; y que cuando vos, o vuestra mujer, os juntáredes con ellas, no haya más soltura ni entrada de galanes que hasta aquí, y que en todo haya la reformación que conviene, y para ello no es muy necesario enviar muchas embajadas ni visitas.
De las fronteras y cosas de guerra, habéis de mandar que se tenga gran cuidado, y vos le tendréis en que se consuman las capitanías que vacaren y se metan en las otras
Daréis, hijo, las audiencias necesarias y seréis blando en vuestras respuestas y paciente en el oír, y también habéis de tener horas para ser entre la gente visto y platicado.
Estas cosas son, hijo, las que cuanto al gobierno de estos Reinos se me ofrece deciros, y aunque hay algunas de las que tocan al gobierno de vuestra persona, todavía faltan otras que aquí abajo diré, y que os ruego y encargo mucho que tengáis todo cuidado de ejecutarlas; porque soy cierto que si así lo hacéis, que os hallareis muy bien de ello.
La primera es que habéis ya de pensar que os hacéis hombre, y con casaros tan presto y dejaros yo en el gobierno que os dejo, anticipáis mucho el tiempo de serlo, antes que por ventura vuestra corpulencia y edad lo requieren. Plega a Dios que del entendimiento, pues Él os lo ha dado tal, os aprovechéis y ayudéis, de suerte que con él hagáis tales obras, que suplan vuestra poca edad.
Como os dije en Madrid no habéis de pensar que el estudio os hará alargar la niñez; antes os hará crecer en honra y reputación tal que, aunque la edad fuese menos tenían antes por hombre; porque el ser hombre no está en pensar ni quererlo ser, ni en ser grande de cuerpo, sino sólo en tener juicio y saber con que se hagan las obras de hombre, y de hombre sabio, cuerdo, bueno y honrado. Y para esto es muy necesario a todos el estudio y buenos ejemplos y pláticas. Y si a todos es necesario, pienso, hijo, que a vos más que a nadie, porque veis cuántas tierras habéis de señorear, en cuántas partes y cuán distantes están las unas de las otras y cuán diferentes de lenguas; por lo cual, si las habéis y queréis gozar, es forzoso ser de ellos entendido y entenderlos, y para esto no hay cosa más necesaria ni general que la lengua latina. Por lo cual yo os ruego mucho que trabajéis de tomarla de suerte que después, de corrido, no os atreváis a hablarla; ni sería malo también saber algo de la francesa, mas no querría que, por tomar la una, las dejásedes entre ambas.
También, hijo, habéis de mudar de vida y la comunicación de las personas. Hasta ahora todo vuestro acompañamiento han sido niños y vuestros placeres los que entre tales se toman. De aquí adelante no habéis de allegarlos a vos, sino para mandarles en lo que han de servir. Vuestro acompañamiento principal ha de ser de hombres viejos y de otros de edad razonable, que tengan virtudes y buenas pláticas y ejemplos, y los placeres que tomaréis sean con tales y moderados, pues más os ha hecho Dios para gobernar que no para holgar. Todavía, según vuestra edad, es justo que los toméis a ratos y moderadamente, sin todavía dejar por ellos de entender en los negocios; y así, cuando los querréis tomar, será muy bien que siempre toméis consejo y deis parte a las personas que cabe vos estuvieren, para que conforme al tiempo, sazón y los negocios permitieren, los toméis y holguéis; y en esto, como en todo lo demás, estoy bien cierto que usando del de don Juan de Zúñiga, no os los quitará cuando sea tiempo, ni os dirá que os empleéis en ellos cuando no lo fuere, como por ventura otros muchos que para lisonjearos y traeros, a sus voluntades, nunca entenderán sino en divertiros en placeres, así en justas, torneos, juegos de cañas, cazas, como en otras cosas por ventura aún peores, de que habéis de estar muy recatado y guardaros de ello en todo caso; y en cuanto no haréis tanto caso de locos, como mostráis tener condición a ello, ni permitiréis que no vayan a vos tantos como iban no será sino muy bien hecho.
Hijo, placiendo a Dios, presto os casaréis, y plega a Él que os favorezca para que viváis en ese estado, como conviene por vuestra salvación y que os dé los hijos que Él sabe serán menester; mas porque tengo por muy cierto que me habéis dicho verdad de lo pasado y que me habéis cumplido la palabra hasta el tiempo que os casáredes, no poniendo duda en ello, no quiero hablar sino en la exhortación que os tengo de dar para después de casado; y es hijo, que, por cuanto vos sois de poca y tierna edad y no tengo otro hijo si no vos, ni quiero haber otros, conviene mucho que os guardéis y que no os esforcéis a estos principios, porque demás que eso suele ser dañoso, así para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas, muchas veces pone tanta flaqueza que estorba a hacer hijos y quita la vida como lo hizo al príncipe don Juan, por donde vine a heredar estos Reinos.
Cierto es que no os caso con estos fines, sino para todo lo contrario, y mirad qué inconveniente sería si vuestras hermanas y sus maridos os hubiesen de heredar y qué descanso para mi vejez, por eso os habéis mucho de guardar cuando tuviéredes vuestra mujer. Y porque eso es algo dificultoso, el remedio es apartaros de ella lo más que fuere posible, y así os ruego y encargo mucho que, luego que habréis consumado el matrimonio, con cualquier achaque os apartéis, y que no tornéis tan presto, ni tan a menudo a verla, y cuando tornáredes, sea por poco tiempo; y para que en eso no haya falta, aunque ya de aquí adelante no habéis menester, quiero que en este caso sólo lo sea don Juan; y conforme a lo que os dice en su presencia, no hagáis en ello sino lo que él os dijere, y por ésta le mando que en aquello, aunque os enojase, no deje de decir y hacer todo lo que en él fuere, para que así lo hagáis; y os ruego, hijo, que no os enojéis con él, ni tomes a mal lo que él hiciere, y para no venir en eso, os ruego que con sola amonestación y consejo, lo hagáis de manera que yo quede contento y satisfecho de ello.
Y así tengo ordenado al duque y duquesa de Gandía que hagan lo mismo con la Princesa, mi hija, cuando estuvieren con ella, y la tengan apartada de vos, sino a los tiempos y ratos que para vuestra vida y salud se podrá sufrir. Y así os ruego y encargo mucho que, en cuanto me queráis dar todo contentamiento, que lo hagáis así y por cosa que os digan no hagáis otra mas porque estoy cierto que muchos por sus intereses y por contentaros y complaceros, os dirán sobre ello mil necedades, unos para incitaros que estéis con ella y otros por ventura, estando ausente, para meteros en otras cosas que serían muy malas, yo os ruego, hijo, que se os acuerde de que, pues no habréis, como estoy cierto que será, tocado a otra mujer que la vuestra, que no os metáis en otras vellaquerías después de casado, porque sería el mal y pecado muy mayor para con Dios y con el mundo; y demás de los desasosiegos y males que entre vos y ella se podrían según de ello, sería mucho contra el efecto porque os apartáis de ella, y por esto tened constancia y firmeza para resistir y personarse en esa buena intención, que soy cierto tenéis; hecha desde el principio todo género de plática y personas, que a eso os podrían incitar y mover, y con haber echado dos, sobre mi que no tornará el tercero.
Habéis, hijo, de encargar mucho a vuestros oficiales y a los de vuestra mujer, que haya gran conformidad entre ellos, y en gran manera debéis de mandar que lo que vos y ellos por vuestro mandado ordenaren, en lo que el marido ha de mandar a la mujer y a los suyos, seáis y ellos obedecidos. En lo que tocare al servicio, buena orden y encerramiento de la casa, habéis de dar todo favor y calor a sus oficiales, para que hayan todo lo que para ello fuere necesario, y en eso tener mucho la mano y mandarles que no hagan otra cosa, y para este efecto no conviene dar mucho crédito, ni entrada, ni mensajerías a locos.
Y generalmente, hijo, os ruego y encargo mucho, que en todo lo susodicho hagáis y sigáis la orden que en ello os doy. Y porque sé que faltan muchas otras cosas que decir, y que es imposible acordarse de todo y que también, como se dice, hay siempre más casos que leyes, conviene que, así en los que demás y nuevamente se podrían ofrecer y en el entendimiento de estos dichos, lo echéis siempre a la mejor parte, y con vuestra virtud y buen juicio enderecéis y acrecentéis siempre todas cosas en virtud y bondad, y que no seáis negligente en las cosas que habréis de hacer; y por que aún los viejos han menester quien los despierte y acuerde muchas veces lo que conviene, y que en caso propio no hay quien no ha menester consejo, os ruego, hijo, que en todo lo susodicho y en lo demás que se podría ofrecer, tengáis a don Juan de Çúñiga por vuestro reloj y despertador, y que seáis muy pronto a oírle y también en creerle. Y así, hijo, en las cosas que él viere convenir avisaros, le mando por ésta que lo haga, y si algunas veces por descuido vuestro, fuese menester que él hiciese instancia sobre ello, también se lo mando; porque cuando el sueño es pesado, algunas veces es menester que quien despierta sea con pesadumbre; mas esa bien sé que no la tenéis, pues tener estos despertadores es lo que hemos más menester todos. En las cosas de todo género de negocios donde principalmente estuviéredes confuso e irresoluto, os podéis aconsejar de él y encargarle que lo haga con la fe y amor, que soy cierto él hará, y no os hallaréis mal de su consejo. En todas las otras cosas, doy a cada uno la su orden, y porque veis la confianza que yo hago de Cobos y la experiencia que él tiene de mis negocios, y que está más informado y tiene más plática de ellos que nadie, también en ellos y en las cosas que os pareciere tomar su información y consejo, lo toméis. También tenéis al obispo de Cartagena, que es de la virtud y buena intención que todos saben, al cual encargaréis que haga lo mismo, principalmente en las cosas que fueren de su profesión; y así podréis leer esta carta o instrucción, si así os pareciere, también delante del Obispo, para que cada uno de ellos, en su calidad y oficio os acuerden y supliquen todo lo que vieren convenir al buen efecto de ella, y a mi contentamiento, y a vuestra honra, bien y servicio. Y os dé Dios, hijo, buen entendimiento, voluntad y fuerzas para emplearos en ellas de arte y hacer tales obras que Él sea servido, y vos merezcáis, después de largos días, su paraíso, el cual le suplico que os dé con la prosperidad que os desea vuestro buen padre.
YO EL REY.
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