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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Elementos de la Liga 23 de Septiembre intentan secuestrar a Eugenio Garza Sada, quien resulta muerto

17 de Septiembre de 1973

En el cruce de las calles de Luís Quintanar y Villagrán, colonia Bellavista de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, una camioneta Ford pick up intercepta el Ford Galaxie negro de Eugenio Garza Sada, fundador de la Cervecería Cuauhtémoc, Aceros Alfa, Hylsa, Cartón Titán, y también del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

Descienden de la camioneta cuatro jóvenes armados. El empresario neolonés, saca su pistola para defenderse y se inicia una balacera en la que es muerto junto con su chofer y sus guardaespaldas Bernardo Chapa y Modesto Hernández respectivamente. Resultan muertos dos de los asaltantes, otro gravemente herido del total de seis que comprendió el operativo guerrillero. En la revista Proceso se difunde que Bernardo Chapa ultimó a Garza Sada porque tenía instrucciones de impedir a toda costa su secuestro.

El hecho es descrito por Alicia Ortiz Rivera (Eugenio Garza Sada) de la siguiente manera: “…en la esquina de la calle Quintanar… la alerta surgió de pronto cuando una camioneta Falcon los interceptó impidiendo el avance de su auto. Dos hombres jóvenes, armados, bajaron rápidamente para someter al conductor y a su ayudante, mientras uno más sacó con violencia al industrial del asiento trasero. La resistencia que opuso… en su intento por defenderse… desató la balacera en la que el empresario fue abatido”.

El atentado ocurre en un contexto de desencuentro entre el Grupo Monterrey al que pertenece Garza Sada y el gobierno de Luís Echeverría Álvarez que por su prosa revolucionaria molesta al sector privado, no obstante que un ex rector del Instituto Tecnológico de Monterrey, Víctor Bravo Ahuja, figura en su gabinete como secretario de Educación.

El crimen tiene lugar en un ambiente local de agitación y violencia por las huelgas promovidas por el Frente Auténtico del Trabajo FAT contra el sindicalismo blanco regiomontano y que cuenta con el apoyo del obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, proclive a la teología de la liberación. Se da cuando todavía son recientes la renuncia del rector de la Universidad de Nuevo León, Eduardo Elizondo, por oponerse a la autonomía, la expulsión de jesuitas del ITESM por sus tendencias ideológicas y la elección del gobernador Pedro Zorrilla Martínez, que no fue del agrado de los empresarios. Y cuando aun había indignación por la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971, que provocó la renuncia del neolonés Alfonso Martínez Domínguez a la jefatura del Distrito Federal.

La noticia conmociona al país. A su funeral acuden más de doscientas mil personas entre ellas, el presidente Luís Echeverría Álvarez, quien es recibido con gritos de recriminación; la prensa registra tal humillación.

En nombre de los empresarios, Ricardo Margaín Zozaya, presidente del Consejo Consultivo del Grupo Monterrey lee un discurso en el que dice: “… sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el estado deja de mantener el orden público; cuando no tan sólo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte… Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado… sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre las clases sociales. Cuando no se desaprovecha ocasión para favorecer y ayudar todo cuanto tenga relación con las ideas marxistas a sabiendas de que el pueblo mexicano repudia este sistema opresor… Unos desean invertir sus capitales, pero temen hacerlo… Por doquier vemos el desorden instituido que casi parece desembocar en la anarquía, se suceden los choques sangrientos; las Universidades se encuentran convertidas en tierra de nadie; se otorgan mayores garantías al delincuente común que al ciudadano pacífico que se ve sujeto a atentados dinamiteros, asaltos bancarios, destrucción y muerte… Los más se preguntan con legítimo derecho hacia dónde va la Nación y cuál será el porvenir que les espera a nuestros hijos. Si se ha malinterpretado la acción prudente de la autoridad, que la misma se haga sentir en forma seria y responsable. Sobre el interés individual o de grupos ideológicos se encuentra, al menos así lo piensan las instituciones del sector privado, el interés de la Patria”.

Las cúpulas empresariales de Monterrey y Guadalajara publicarán desplegados responsabilizando al gobierno de Echeverría de provocador y de subsidiar la violencia. Demandarán castigo ejemplar al atentado.

El 8 de octubre siguiente, la policía irrumpirá en una reunión de instructores que tenía lugar en un hotel de Popo Park, Amecameca. En el encuentro morirá Alfonso Rosas (Arturo) y será capturado Elías Orozco, a quien el gobierno lo presentará como participante en el intento de secuestro de Garza Sada. Meses después, en abril de 1975, también será detenido Jesús Piedra Ibarra, estudiante de medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, acusado de participar en la logística en dicho intento de secuestro; ya sólo se volverá a saber que fue trasladado a la ciudad de México por instrucciones de Nazar Haro y De la Barrera. A partir de entonces, su madre, Rosario Ibarra de Piedra, comenzará una incansable gestión ante las autoridades para que sea encontrado y liberado; cambiará su residencia a la capital y abordará al presidente Echeverría treinta y ocho veces antes de que termine el sexenio, sin tener resultado alguno. A través de los años, en la búsqueda de su hijo, la señora Ibarra organizará el movimiento más importante en pro de los desaparecidos políticos, y dedicada a la política, será candidata presidencial y senadora.

A Eugenio Garza Sada se le reconoce como el empresario más importante de su generación. Nació el 11 de enero de 1892; de formación marista, hizo sus estudios de preparatoria en una escuela militarizada de Estados Unidos, la Western Academy; en 1916 se graduó de ingeniero en el Massachussets Institute of Technology. En 1917 comenzó a trabajar en la Cervecería Cuauhtémoc  (Fábrica de Hielo y Cerveza Cuauhtémoc), fábrica fundada el 8 de noviembre de 1890 por su padre, Isaac Garza, junto con los empresarios José Calderón, José A. Muguerza, Joseph M. Schnaider y Francisco Sada Gómez. Desde que iniciaron la fábrica, los empresarios buscaron producir integralmente sus insumos: envases, hermetapas, tapas, etiquetas, cajas de cartón, etcétera; así, fundaron Vidriera Monterrey, que luego sería Vitro y en 1943, la empresa que después será el Grupo Alfa: Hojalata y Lámina (Hylsa). Para entonces ya había creado Fábricas Monterrey, S.A. (FAMOSA), Empaques de Cartón Titán, Grafo Regia y Malta.

Heredero de la empresa, Garza Sada participó en la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S.A. que después sería Fundidora Monterrey, en la Compañía Monterrey de Automóviles, S.A., así como en el Banco Mercantil y en empresas inmobiliarias.

Por su iniciativa, fue creado el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey ITESM, que comenzó sus actividades el 6 de septiembre de 1943, con el objetivo de preparar mandos medios para las empresas: ingenieros, técnicos y administradores “con espíritu emprendedor e innovador”. Apoyó al Hospicio León Ortigosa, hogar a niñas huérfanas y a la Escuela Secundaria Melitón Villarreal, para personas de escasos recursos económicos. Estos centros funcionaban en Monterrey, desde fines del siglo XIX.

Jorge Fernández Menéndez (Nadie Supo Nada) relata que los empresarios regiomontanos tenían profundas diferencias políticas e ideológicas con el Estado y que por estar muy cercanos a Estados Unidos en lo social, cultural y político, no estaban comprometidos con la clase política del centro del país, pues vivían un proceso de integración real con la economía estadounidense, y especula que el régimen echeverrista –posiblemente para enfrentarlos-, no le advirtió a Garza Sada que el gobierno tenía información desde año y medio antes que se preparaba su secuestro para pedir un rescate de cinco millones de pesos. (Quizás serían otros guerrilleros, porque la Liga que finalmente lo mató se fundó el 15 de marzo de este mismo año). Señala también que en 1968 Carlos Madrazo había denunciado en un discurso a Garza Sada como “la cabeza de un grupo de industriales de Monterrey que quieren tomar el poder de la mano con la llegada de Richard Nixon al poder en Estados Unidos”.

Asimismo, entre las hipótesis que plantea Fernández Meléndez sobre los móviles posibles de esta manera de actuar del gobierno echeverrista, menciona el intento de compra por parte de Garza Sada de la cadena de periódicos que pertenecía al coronel José García Valseca, que la operación estaba en sus ajustes finales al momento del asesinato y que de haberlo logrado, le habría dado un poder notable a esos grupos regiomontanos al disponer de medios de influencia a nivel nacional. La cadena finalmente fue vendida a la familia Vázquez Raña.

Sobre esta misma hipótesis, Reporte Índigo (De la confrontación a la alianza fallida) añade que en 1967 Garza Sada perdió frente a la familia Junco la disputa por el control del diario El Norte y que por eso había fundado Tribuna de Monterrey con García Valseca; que ciertamente Garza Sada intentó comprar la cadena García Valseca, pagando la deuda millonaria con la empresa estatal Productora e Importadora de Papel SA PIPSA, que la había hecho caer en manos del gobierno federal. Pero Echeverría prefirió otorgársela a Mario Vázquez Raña, mueblero y proveedor del ejército. Asimismo, resalta el hecho de que Fernando Aranguren, otro empresario regiomontano participante en el intento de compra de la cadena de los SOLES fue después también secuestrado y asesinado.

Toda hipótesis puede ser válida. Sin embargo, conviene recordar que en esa época de fuerte presidencialismo, los medios de que disponía el gobierno para controlar a los diarios eran tantos que no había necesidad de permitir un asesinato, ni este hecho, de consumarse, garantizaba que la familia Garza Sada desistiera de esa compra u otro miembro del grupo lo hiciera. Asimismo, Aranguren fue uno de tantos empresarios secuestrados o asesinados. Pero sobre todo, PIPSA, la empresa acreedora, no tenía obstáculo alguno para vender la cadena a quien el gobierno dispusiera.

Quizás algún día se sabrá la verdad de estos hechos que cambiaron el desarrollo político de Nuevo León y del país porque a raíz de este asesinato, "durante todo 1974 y los primeros meses de 1975, importantes y destacados empresarios, en distintas partes del país y ante los más diversos auditorios, sostuvieron la tesis de que 'nunca como ahora se ha visto la empresa privada tan amenazada, ni se ha puesto en duda la razón de ser de la misma', para concluir subrayando la necesidad de que 'el sector privado 'vendiese' una imagen adecuada de sus actividades' y de que era un error el que los empresarios hubieran vivido de espaldas a la política 'entendiendo por ésta, la lucha de los partidos' y 'la lucha ideológica por orientar a la opinión pública e influir en el aparato gubernamental'. La creciente participación del Estado en la economía y la naturaleza y características de la política económica y social puesta en práctica en México durante la década de los años setenta llevaron a los empresarios a disputar, de manera más decidida, la conducción de la economía y a orientarla a sus intereses". (Carlos Tello. La revolución de los ricos).

Así tendrá origen el Consejo Coordinador Empresarial CCE y el llamado "neopanismo".

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.