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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

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ISBN 970-95193

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El presidente Manuel González inaugura un monumento que honra la memoria de los Niños Héroes.

13 de Septiembre de 1882

Se trata de un pequeño obelisco de unos seis metros de altura, que a sus costados tiene grabados los nombres de los cadetes. El monumento fue construido a instancias del general Sóstenes Rocha -exalumno y entonces director del Colegio Militar-, que logró que el presidente Manuel González otorgara fondos para erigir un monumento a los Niños Héroes. Por decreto del 3 marzo de 1884, se establecerá que en el Colegio Militar se pase lista de presentes a los cadetes muertos en 1847, debiéndose contestar con las palabras: ¡Murió por la patria! El homenaje a los cadetes caídos durante la invasión norteamericana se realizará el 8 de septiembre, cuando tuvo lugar la batalla de Molino del Rey, no será sino hasta 1921 cuando la conmemoración tendrá lugar, con algunas excepciones, el mismo día de su sacrificio: 13 de septiembre. La celebración, iniciada por exalumnos del Colegio Militar, paulatinamente fue tomada por las autoridades educativas federales para fomentar en la niñez los valores de sentido del deber, del honor, de la lealtad y el patriotismo que representan los Niños Héroes y que no son exclusivos de los militares, sino que son deseables en todos los ciudadanos de cualquier país.

Según Enrique Plascencia de la Parra (La conmemoración de los Niños Héroes. Origen, desarrollo y simbolismos): Un día de agosto de 1871, en el café La Concordia… varios excadetes decidieron formar la Asociación de Excadetes del Colegio Militar. Estaban, entre otros, Fernando Poucel, el escritor José Tomás de Cuellar, el ingeniero Ignacio Molina, el litógrafo Santiago Hernández (quien hizo los famosos retratos de los seis cadetes que hasta la fecha se conservan, y que fue caricaturista de La Orquesta y El Hijo del Ahuizote), el licenciado Ignacio Burgoa y el presidente municipal de la ciudad de México, Antonio Sola. Solicitaron al presidente Benito Juárez que se declarara día de luto nacional el 13 de septiembre y lo invitaron también a asistir al acto que prepararon para el 8 de septiembre de ese año. A ambas cosas accedió el presidente. La primera celebración se llevó a cabo en una glorieta… Durante los siguientes cuatro años, la ceremonia fue honrada con la asistencia del presidente Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876) y ésta se realizaba alrededor del gran ahuehuete conocido como ‘El sargento’ o ‘Arbol de Moctezuma’… el presidente recibía la bandera del batallón de San Blas y la ondeaba vitoreando a los héroes, lo que confería un aire festivo al evento, cuando en realidad la Asociación lo quería presentar como un acto luctuoso… Porfirio Díaz fue quien le dio un carácter más solemne: … determinó depositar una corona de siemprevivas en el lugar donde cayeron los Niños Héroes, tradición que perdura hasta nuestros días. Al regresar Díaz a la primera magistratura, el rito anual quedó ya bien definido: haciéndole valla los alumnos, el presidente era recibido en la tribuna monumental… retumbaban las salvas de fusiles que los cadetes debían disparar a un tiempo, causando gran emoción entre el público por su precisión; luego alternaban piezas musicales con poesías y discursos. Este acto era el más concurrido y, una vez terminado, el presidente y su comitiva bajaban al monumento a los Niños Héroes, depositaban ofrendas y montaban guardias; también intervenían en el ritual los miembros de la Asociación de Excadetes del Colegio Militar.

Asimismo, señala Plascencia de la Parra, cómo se fue arraigando la conmemoración de los Niños Héroes:

“En México, el culto a los jóvenes conocidos como ‘niños héroes’ surge tardíamente, ya que pasaron más de tres décadas antes de que se institucionalizara su celebración. El duelo por la pérdida del territorio fue general y nadie de la generación que la vivió tenía ánimos para recordarla. Fue hasta la República restaurada (1871) cuando por primera vez se recordó oficialmente la desgracia de 1847, consolidándose este proceso durante la «pax » porfiriana.

Su primer patrocinador fue la Asociación de Excadetes del Colegio Militar… El interés fundamental de la Asociación era dignificar al Colegio Militar, situándolo como paradigma de lealtad a las instituciones… cercano a este propósito está el del ejército posrevolucionario, cuyos jefes intentarán resaltar los valores del sacrificio, de la obediencia y del honor, inculcados desde temprana edad a sus miembros... ejército fue profesionalizándose y, sobre todo, sujetándose al poder del estado. Fue entonces cuando los valores que los ‘niños héroes’ simbolizan fueron poco a poco tomados por el estado para difundirlos en el resto de la sociedad… Las celebraciones dejaron de ser organizadas por la Asociación y por las autoridades militares después (Secretaría de Guerra), para corresponder al Departamento del Distrito Federal (DDF) y a la Secretaría de Educación Pública (SEP). Miguel Alemán, primer presidente civil de la posrevolución, fue quien definió claramente este tránsito. También a partir de este momento la presencia del presidente de la República se volvió indispensable y dominante en la celebración.

“… La primera vez que surgen los nombres de algunos de los cadetes es en el ‘Parte’ que rindió Joaquín Rangel y que fue publicado en 1847, destacando a los que murieron en la batalla, primero que nadie a Xicoténcatl, siguiendo ‘el valiente Cano, los cadetes Suárez, Melgar, Montes de Oca y muchos otros, cuya fama póstuma debe exaltar, como premio de su sangre y de sus vidas’… El 17 de septiembre de 1849 se realizó en la ciudad de México un acto para recordar a los que murieron defendiendo al país dos años atrás. Éste consistió en una solemne procesión que llevaba los restos de cuatro héroes al cementerio de Santa Paula: Frontera, Cano, Pérez y Xicoténcatl... En 1851, el joven Miguel Miramón -quien era cadete en 1847- … pronuncia un discurso con motivo de la celebración de la independencia, donde recuerda el heroísmo de sus compañeros muertos, e incluso invoca sus nombres. Un año más tarde, Mariano Monterde, por muchos años director del Colegio Militar, menciona también los nombres de los cadetes con ocasión de una celebración dedicada a Iturbide y al ejército… fue la primera vez en que se les llamó ‘niños’.

En 1856, Joaquín Rangel solicita a Ignacio Comonfort erigir un monumento a los héroes de 1847...durante años, el 13 de septiembre se celebró el 8, día en que se libró la batalla de Molino del Rey.

En la época de la Reforma… crecían las voces que pedían no dejar en el olvido a los héroes de la nación, aunque los cadetes aún no ocupaban un lugar prominente en la memoria colectiva… se anunciaba que los mártires de 1847 dispondrían pronto de un suntuoso sepulcro en Santa Paula, y que el Salón de Actos del Colegio Militar guardaría los retratos de sus alumnos que perecieron: había entre ellos un niño de 13 años. También se anunciaba el inicio de la construcción de monumentos en Churubusco y Molino del Rey, siendo inaugurado este último el 8 de septiembre de 1856.

El triunfo sobre los franceses en 1867 fue el acontecimiento histórico que transformó las derrotas de 1847 en una epopeya. El primer libro de texto de historia que hace referencia a los alumnos del Colegio Militar fue el Compendio de la Historia de México de Manuel Payno, publicado en 1870. Por otra parte, la primera vez que se mencionan los nombres de los cadetes es en un texto de Luís Pérez Verdía en 1883.

Entre los poetas que en esos años cantaron las alabanzas de los Niños Héroes están José T. de Cuellar, quien era cadete en 1847; Amado Nervo con «Los niños mártires de Chapultepec» (1903)… Luis G. Urbina… Rafael Cabrera en 1910 y Carlos Pellicer en 1924. Entre las piezas musicales, se interpretaba frecuentemente algún Himno a los Niños Héroes, como el que pervivió por muchos años, con música de Manuel Berruecos Serna y letra de Rafael Aponte y Ángel Andonegui, o el de Francisco Nava, pieza que fue interpretada por primera vez en la celebración de 1924. Generalmente estos himnos eran cantados por un coro de niñas de diversas escuelas de la ciudad… En 1927, la señorita Julia López Velarde leyó el poema de Rafael López, ‘La bestia de oro’. La costumbre de recitar poemas se fue perdiendo en la década de 1930 y las crónicas de las celebraciones llevadas a cabo durante el sexenio de Ávila Camacho ya no hacen referencia a ella. La música alusiva también se fue perdiendo paulatinamente, aunque más tardíamente.

También Plascencia de la Parra, aporta datos importantes acerca de la manera como se ha venido desarrollando la ceremonia de loa Niños Héroes:

En 1910… La celebración del 8 de septiembre de ese año contó con la presencia del… representante español para las fiestas del centenario fue el marqués de Polavieja, quien vino expresamente a devolver un uniforme completo que perteneció a José María Morelos y que había permanecido en España… se observó la ausencia del elemento norteamericano… En 1911 acudió al acto el presidente Francisco León de la Barra. Habló el general Samuel García Cuellar… Declaró que el ejército no debía meterse en política, ni dejarse guiar por las ‘muchedumbres que son anónimas, no tienen honor ni tradiciones que defender, nacen bruscamente, sugestionadas por un sofisma... y desaparecen sin dejar huella’… El ejército, en cambio --continuó--, tiene un nombre y un honor que defender; debe estar siempre del lado de la Ley, no importa quien represente esa ley ni quien sea el mandatario; el soldado que no esté conforme con el gobierno deberá pedir su retiro antes de faltar a la lealtad en él depositada. El autor de estas palabras colaboró más tarde con el gobierno usurpador de Victoriano Huerta que derrocó al legítimamente constituido de Francisco I. Madero: García Cuellar fue en 1914, precisamente, director del Colegio Militar.

En 1912, Madero asistió como presidente a la celebración en honor a los Niños Héroes… El ceremonioso presidente Venustiano Carranza fue aficionado a este tipo de eventos… En 1921, por primera vez --según parece-- se celebró en el mismo día en que ocurrió el asalto a Chapultepec, o sea el 13 de septiembre. Asistió al acto Álvaro Obregón con su gabinete y habló el presidente de la Asociación, Víctor Hernández Covarrubias, quien era director del Colegio en 1913, cuando ocurrió la famosa escolta de los cadetes al presidente Madero. Después de las guardias en el obelisco, se trasplantaron seis pequeños ahuehuetes rodeando este monumento, y en cada uno de ellos se fijó una placa con el nombre de los cadetes.

A menos de quince días de haber logrado el reconocimiento de Estados Unidos hacia su gobierno, Obregón… estuvo fuera de la ciudad durante las fechas festivas. Aquel año, la celebración en Chapultepec se llevó a cabo el 9 de septiembre de 1923, pues el 13, en un acto realizado en las instalaciones del Colegio Militar en San Jacinto (Tacuba), el secretario de Guerra, Francisco Serrano… develó una estatua de Juan de la Barrera y otra de Vicente Suárez.

El año siguiente, al conmemorarse los cien años del Colegio Militar, la Asociación preparó un festejo doble --por lo cual se hizo el 14 y no el 13-- que incluyó una ofrenda en el monumento a Guadalupe Victoria, pues fue durante su administración cuando se fundó el Colegio. Ahora sí asistió Obregón, quien se sentó en la tribuna monumental al lado de los supervivientes de la jornada de 1847. El orador fue el profesor Francisco César Morales, director general de Educación Primaria de la SEP…. Calles tampoco pareció muy afecto a esta celebración. El 13 de septiembre de 1927 estaba prevista su asistencia, que a última hora fue cancelada; acudió en su representación un funcionario de la Secretaría de Guerra. Tal vez la ausencia de Calles se debió a que ese mismo día se aprehendió al general José Domingo Ramírez Garrido --quien en 1923 fue director del Colegio Militar--, acusado de fraguar un complot para asesinar a Obregón. En 1928 --en medio de la expectativa por el juicio de José de León Toral, asesino del presidente electo Álvaro Obregón--, tampoco asistió Calles. En esta celebración, y en la del año anterior, ya no se indica que la Asociación haya organizado el evento… En 1932 tampoco se contó con la asistencia presidencial y la celebración tuvo un carácter más civil. Fue organizada por el Departamento Central (o DDF) y no por las autoridades militares. El representante del presidente Abelardo L. Rodríguez fue el jefe del Departamento Central y no un funcionario militar. Se entregaron banderas a diversas escuelas oficiales… En los años cardenistas, la organización de estos eventos pasó a ser casi por completo obra del gobierno, trátese del DDF, la SEP, o la Presidencia de la República… También se comienza entonces a unir el mito de los niños héroes al naciente, de la Revolución. En 1938 se invitó a los representantes de ‘los veteranos del 47’ y también a los supervivientes de Veracruz en 1914. Para adecuarse a los nuevos tiempos, la Asociación organizó una velada en homenaje a la Escuela Naval Militar de Veracruz, durante la cual se añadieron los nombres de los dos alumnos muertos en 1914 a la lista de los cadetes de 1847. En su alocución, el licenciado Belisario Becerra dijo que los nombres de ‘José Azueta y Virgilio Uribe ya tienen un lugar en el alma del pueblo mexicano y sus figuras se unen a las de los niños héroes’.

La costumbre de pasar lista de presente a los cadetes muertos en 1847, que se realizaba desde hacía tiempo en el Colegio Militar, empezó a formar parte del ritual anual del 13 de septiembre a partir de 1941. En el acto celebrado aquel año se otorgó la medalla «A la lealtad» a los ex cadetes que en 1913 escoltaron a Madero desde el castillo de Chapultepec hasta Palacio Nacional, mientras la Ciudadela era asaltada por los golpistas. Este hecho de la Revolución ya poseía la dimensión de una leyenda y de esta manera, se entrelaza con el de la defensa de Chapultepec.

Manuel Ávila Camacho tampoco fue muy adicto a este aniversario, lo que se explica por diferentes circunstancias. La primera es la notable mejoría en las relaciones con Estados Unidos, acabando con problemas añejos y que parecían insolubles, con la Comisión de Reclamaciones (por daños ocasionados a norteamericanos durante la Revolución) y la indemnización de las compañías petroleras por la expropiación sufrida en 1938. Pero no sólo se trataba de un mejor entendimiento entre ambas naciones, sino que existía ahora un vínculo todavía más significativo: México y Estados Unidos se convirtieron en aliados durante la segunda guerra mundial. En ese contexto, el recuerdo de la invasión estadounidense no era lo más apropiado para un presidente que quería convencer a sus connacionales de los beneficios de la alianza con Estados Unidos.

La segunda razón que explica la reticencia presidencial hacia la conmemoración, aunque no tan evidente, influyó posiblemente en su actitud hacia ella. El 10 de abril de 1944, cuando el presidente arribaba a Palacio Nacional y se disponía a subir al elevador, el teniente José Antonio de la Lama Rojas se cuadró ante él, al tiempo que extraía una pistola y le disparaba a quemarropa. La americana del presidente tenía una malla de acero, por lo que el proyectil no lo alcanzó. El propio Ávila Camacho sometió al agresor, quien más tarde, al ser interrogado sobre el motivo del atentado, sólo se lamentó de no haber logrado su objetivo… El magnicida frustrado había sido alumno del Colegio Militar, y era un ferviente nacionalista que incluso había publicado un folleto sobre los símbolos patrios, destacando el elogio que hacía de los Niños Héroes. Además, el día del atentado llevaba debajo de sus ropas militares una bandera nacional alrededor de su cuerpo. Aquí la referencia al acto heroico de Juan Escutia es más que evidente: si bien éste lo llevó a cabo como una ofrenda en honor a la patria, aquél creía que el matar al presidente, aun a costa de su propia vida, era el mayor sacrificio que un mexicano podía realizar para salvarla, acabando con lo que consideraba ser una política entreguista hacia Estados Unidos.

Miguel Alemán inició su gobierno con la política del buen vecino y las relaciones entre ambos gobiernos se volvieron inmejorables. El 3 de marzo de 1947 un presidente estadounidense pisó por primera vez el suelo de la capital de la República. Uno de los actos más significativos fue la ofrenda y guardia de honor que Harry S. Truman depositó en el obelisco a los Niños Héroes. Antes, había señalado que las intervenciones eran ya cosa del pasado… la ofrenda dejada por Truman desapareció misteriosamente y se rumoró que un grupo la había arrojado a las puertas de la embajada norteamericana.

… El presidente Alemán acudió el 13 de septiembre de 1947 a colocar la primera piedra de este monumento, llamado de los ‘defensores de la patria’ (pero mejor conocido como ‘altar a la patria’… Ese mismo día, en la Cámara de Diputados, los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, Alejandro Gómez Maganda y Fidel Velázquez, develaron una inscripción ‘a los Niños Héroes de Chapultepec’. Estuvieron presentes representantes del cuerpo diplomático y una comitiva de cadetes.

El centenario de la guerra entre México y Estados Unidos resultó el momento propicio para descubrir los restos de los seis cadetes. El general Torrea fue comisionado por el secretario de Defensa, Gilberto R. Limón, para iniciar su búsqueda, y cinco días después, en el lugar conocido como Ahuehuetes de Miramón, fueron encontrados seis cráneos que, según dictamen antropológico, pertenecían a cinco esqueletos masculinos jóvenes y a uno adulto.

El presidente Alemán nombró una comisión de historiadores que dictaminara si esos restos pertenecían efectivamente a los cadetes muertos en 1847. Ésta concluyó afirmativamente… el 14 de septiembre, 1947, en la plaza de la Constitución fue levantado un túmulo con seis urnas de plata conteniendo los presuntos restos de los Niños Héroes. Alemán y su gabinete montaron la primera guardia. Después, fue el pueblo quien desfiló ante las urnas... Del zócalo las urnas fueron trasladadas en solemne cortejo… a la Sala de Banderas del Colegio Militar en Popotla, donde según su director, Luis Alamillo Flores, se montaría una guardia permanente, las 24 horas de los 365 días del año.

En 1950, la celebración tuvo también como telón de fondo la buena vecindad. El embajador norteamericano Walther Thurston… entregó doce banderas que en 1847 fueron tomadas y llevadas a Estados Unidos. La entrega simbólica fue hecha por cadetes de West Point a sus iguales del Colegio Militar… A partir de 1953, todas las celebraciones se realizarán en el nuevo monumento, con sus seis antorchas erguidas… También se estableció la costumbre de que el jefe del Ejecutivo llegara acompañado del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de los presidentes de las cámaras de Diputados y Senadores, pues se trataba ya formalmente de un homenaje de los tres poderes de la Unión... se redujo paulatinamente el número de oradores, pues uno sólo hablaba a nombre de los tres poderes, y otro fue casi siempre un cadete. Así se verificó la conmemoración de 1954, a la que asistió Adolfo Ruiz Cortines.

Durante el periodo de Adolfo López Mateos, encontramos otra innovación que persiste hasta nuestros días. El presidente entrega simbólicamente seis espadines a igual número de cadetes. Este rito simboliza la entrega y el heroísmo que deben perdurar en los alumnos del Colegio Militar, pero también realza la figura del Ejecutivo en esta ceremonia… Por primera vez, en 1976, el jefe del Ejecutivo concurrió al evento acompañado por el presidente electo… En Chapultepec, Luís Echeverría y José López Portillo oyeron al orador en turno y luego se trasladaron a Tlalpan para inaugurar las nuevas instalaciones del Colegio Militar. Ahí, el orador fue el general Hermenegildo Cuenca Díaz, quien dio las orientaciones para los nuevos cuadros formados por este Colegio: ahora, el ejército debería utilizar «sus armas para la defensa y seguridad de la patria y no como medio de opresión en contra de la ciudadanía», y sus soldados deberían contribuir al desarrollo nacional y ayudar a la población civil en caso de desastre. Finalmente, reiteró la lealtad de la que el Colegio Militar siempre había dado testimonio… Desde entonces y hasta la actualidad, cada 13 de septiembre el presidente ha ido de Chapultepec a Tlalpan para inaugurar los cursos del Colegio Militar. De hecho asiste a una segunda celebración, pues entre los ejercicios que hacen los alumnos, destaca la escenificación de la batalla de Chapultepec que culmina con el acto protagonizado por Juan Escutia, mismo que realizan decenas de ellos, envueltos en sendas banderas nacionales.

Es significativo que en 1988, año de elecciones presidenciales competidas y cuestionadas, y con una amplia participación política de la sociedad civil, hubiese dos celebraciones: la primera con la asistencia del presidente Miguel de la Madrid y su gabinete durante la cual el diputado Víctor Hugo Celaya encontró en la gesta de los niños héroes el anticipo de la Reforma y de la Revolución; señaló también que el gobierno de Miguel de la Madrid ‘pasará a la historia… que preparó a la nación para acceder al futuro y a la modernidad, realizando los cambios estructurales que la nación reclamara’… La otra ceremonia se verificó más tarde en el mismo lugar, el Altar a la Patria, donde Domingo Martínez, de la colonia Pensíl, leyó un documento a nombre del Movimiento Juvenil Chinaco que ahí se constituyó y en el cual se señalaba que el gobierno no tenía autoridad moral ni política para reivindicar a la juventud mexicana, porque era el responsable de su miseria y desempleo, siendo además la juventud víctima constante de la brutalidad policíaca. El documento recalcaba que en el pasado, ya se habían dado muestras de ‘entrega solidaria’ como en los sismos de 1985 y en ese año de 1988. Cabe destacar que en la ceremonia del grito también estallaron muestras de inconformidad, cuando cientos de jóvenes lanzaron consignas contra el gobierno y a favor del excandidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, siendo por ello golpeados por la policía en el zócalo capitalino.

El escándalo suscitado por los nuevos libros de texto de historia para la escuela primaria dominó el panorama en 1992… estos libros intentaron desmitificar muchos hechos y nombres de nuestra historia… lo que se logró, paradójicamente, fue quitarles a los héroes lo que de humano tenían: la posibilidad del sacrificio supremo, del deber absoluto… en esos libros, desaparecen los nombres de los seis cadetes, y el de otra figura heroica precoz: el Pípila, de la guerra de independencia. Las críticas a estas omisiones fueron estruendosas y los libros tuvieron que ser retirados… la ceremonia del 13 cobró un interés inusitado. Marcelo Ebrard, secretario general del DDF reiteró la significación toral del 47, la de luchar hasta el final por la patria; también se refirió al liberalismo social y al Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol). Tanto fue el interés despertado por el tema, que los reporteros se acercaron al presidente Carlos Salinas de Gortari para preguntarle la significación de esta ceremonia, a lo que este último respondió: ‘Nosotros siempre estaremos dispuestos a promover el recuerdo de este hecho histórico, de esa memoria gloriosa para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Especialmente, de manera extraordinaria, estos niños, verdaderos héroes de la historia de México’…. La noche del grito, el 15 de septiembre, el presidente Salinas añadió… un viva a los niños héroes…”.

Enrique Plascencia de la Parra concluye su texto señalando que “El hecho histórico necesita ser reformulado para convertirse en mito. Eso sucedió con el de los Niños Héroes… Sin embargo, estos últimos no son mera fantasía, encuentran su raíz en otras hazañas realizadas por otros personajes durante esa misma gesta, como Zuazo y Xicoténcatl. En este sentido los Niños Héroes sintetizan todos los hechos heroicos de la guerra de 1846-1848… La sobrevivencia de un mito cívico requiere de su celebración, o sea, de su ritualización… cuando el poder civil sustituyó al militar, la celebración amplió sus propósitos y los seis cadetes pasaron a ser ejemplo para toda la juventud mexicana… La sociedad se apropió del mito y le dio sus propios contenidos, enriqueciéndolo. El mito entonces, de alguna manera, dejó de pertenecer al Estado… basta con ir al monumento de Chapultepec, y ver como un padre les relata a sus pequeñas hijas su versión de la historia, tal vez no muy exacta, pero más sencilla y finalmente más ‘auténtica’ que las oficiales, en la medida en que transmite un mensaje que sacia necesidades y cumple funciones indispensables para la mayoría de los mexicanos: ofrece modelos que imitar, ejemplos de que enorgullecernos y hazañas con que soñar.”

Aun Alejandro Rosas (Una historia mal contada: Los niños héroes), para quien “los verdaderos héroes no se encuentran en la historia oficial”, reconoce que aunque no eran niños, sí fueron héroes y que obviamente no fueron los únicos héroes que dieron su vida contra la invasión norteamericana, ni tampoco fueron los únicos cadetes que defendieron Chapultepec, y entre ellos, resalta a Miguel Miramón, de casi 16 años, que no murió y fue tomado prisionero herido en el rostro durante la batalla de ese fatídico 13 de septiembre, cuando todavía luchaba por un México independiente y no por un monarca extranjero impuesto y después abandonado por Francia. Es frecuente que ante la imposibilidad de incluir a todos los participantes en una gesta, salvo como “héroes anónimos” o “soldados desconocidos”, se concentre en algunos de ellos el reconocimiento por acciones colectivas en los que sólo fueron parte. Este es el caso de los Niños Héroes, que hoy dan identidad y orgullo a nuestro Heroico Colegio Militar.  

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.