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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Indígenas mayas toman Tepich y aniquilan a la población blanca, mestiza y mulata; comienza la guerra de castas en Yucatán

30 de Julio de 1847

Seguidores de Cecilio Chi, cacique de de Tepich, matan a todos los pobladores blancos, mestizos y mulatos de esta localidad sin distinción de su sexo y de su edad. Se trata de una respuesta  a la masacre que ayer realizaron fuerzas del gobierno contra la población maya, al incendiar sus viviendas sin permitir que los ancianos, mujeres y niños salieran de sus casas.

Días antes, el día 18 de julio pasado, una multitud de indígenas, provistos de alimentos y armas, se concentraron en la hacienda Culumpich, propiedad del cacique de Tihosuco, Jacinto Pat, quien junto con Cecilio Chi y Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá, pretendían estallar una rebelión maya el siguiente 15 de agosto. Al parecer, el plan consistía en degollar simultáneamente a los blancos, en proclamar la independencia de los indios y en coronar a Chi como señor de los mayas.

Al ser denunciados, Ay fue detenido y fusilado el día 26 siguiente, pero los demás consiguieron escapar, por eso tres días después, en represalia, los soldados quemaron la parte maya de Tepich.

Se inicia así una escalada de violencia que durará décadas y que se conocerá como la guerra de castas, en la que los mayas levantados y  las autoridades tomarán crueles represalias entre sí, con una gran ferocidad, en la que participarán los indígenas mayas contra los blancos, mestizos, mulatos e indios aliados a ellos.

La rebelión de los mayas pretende acabar con el sistema colonial semiesclavista imperante en Yucatán, en el que los indígenas, arraigados en una hacienda,  a cambio de una choza, un pequeño lote para cultivo doméstico y un reducido jornal en parte pagado en especie mediante tiendas de raya, trabajan de sol a sol, encadenados por las deudas, embrutecidos por el alcohol, apaciguados por la religión y amenazados por la policía y el ejército, sin más esperanza que la muerte liberadora.

Aun los mayordomos, mayorales y vaqueros no pueden cambiar de residencia si no exhiben la boleta de libertad de gravamen. Además, por ley del 23 de noviembre de 1833, todos los varones, de los 16 años cumplidos hasta los 60, están obligados a dar una contribución de 12 reales al año, pagaderos por mitad el día primero de junio y de diciembre. Además todos están sujetos a los altos aranceles parroquiales.

Asimismo, la sociedad se fundamenta racialmente. A Mérida no pueden entrar los indios mayas; de este hecho le viene lo de “la blanca Mérida”; no por ser muy limpia o estar pintada de blanco, sino porque en ella sólo pueden vivir los blancos, es una “ciudad de blancos”; los indígenas viven en la periferia, fuera de los límites de “la ciudad blanca”.

Se lee en la Enciclopedia de México: “Mucho contribuyó a exacerbar los ánimos la ley del 27 de agosto de 1847, por la cual se despojó a los indios de su condición de ciudadanos, y se les redujo al pupilaje en que se hallaban antes de la Independencia. Se les constituyó en repúblicas, al mando de un cacique nombrado por el gobierno, y además del real y medio de contribución personal, se les impuso otro real al mes para los gastos del culto. Se dispuso que los alcaldes, caciques, jueces de paz y párrocos los obligaran a trabajar, a concentrarse en pueblos cuando anduvieran dispersos, a sólo usar machete o hacha, y a no tener armas de fuego. Estas medidas se tomaron, según los considerandos, a causa de que habían dado muestras de no tener aptitud para ejercer sus derechos y obligaciones constitucionales, estando expuestos a frecuentes extravíos que era ya hora de reprimir con energía. Así, la Constitución fue modificada de hecho, en virtud de ‘circunstancias extraordinarias”.

La lucha por el gobierno local entre las facciones de campechanos y meridenses, encabezados por Santiago Méndez y Miguel Barbachano, facilitarán el crecimiento de la rebelión maya.

En un primer momento, la victoria parecerá favorecer a los mayas: en más de doscientos cincuenta pueblos serán exterminados los blancos, los mestizos y los mulatos. Los mayas dominarán dos terceras partes de la península y harán que el ejército se pliegue a las goteras de Mérida. Así, en marzo de 1848, ante el arrollador avance de la rebelión de los mayas, el gobernador Santiago Méndez, antes de dejar el cargo a su rival Barbachano, ofrecerá  suprimir la contribución personal impuesta a todos los varones mayores de edad en el estado, y solicitará ayuda para combatir a los indígenas a los gobiernos de Gran Bretaña, España y Estados Unidos a cambio del dominio y la soberanía de Yucatán.

El 19 de abril de 1848, Barbachano y del cacique Jacinto Pat firmarán el convenio de Tzucacab, que abolirá la contribución personal; reducirá a tres reales el derecho de bautismo y a diez el de casamiento; autorizará a los indios a rozar los montes para sus sementeras, sin pagar arrendamiento; dispensará a los sirvientes de sus deudas y reintegrará todos los fusiles que se les hayan recogido.

Así se logrará una precaria paz, pues en preparación a una nueva guerra, Barbachano explorará la adhesión de Yucatán a la Corona Española, a condición de que ocupara militarmente la península y sometiera a los mayas. Paralelamente, solicitará auxilio al presidente mexicano José Joaquín Herrera, quien de inmediato le otorgará su apoyo. Por eso, Barbachano reincorporará Yucatán a la nación mexicana.

Los ingleses que explotan el palo de tinte en Belice, aprovecharán la situación para consolidar su actividad comercial en el Caribe y presionar a México para la firma de un tratado de límites con Belice,  mediante el apoyo en armas y dinero a los mayas rebeldes. (Será hasta el 8 de julio de 1893, cuando México y Gran Bretaña firmarán el Tratado Spencer-Mariscal, por el cual se definirán los límites entre Yucatán y Belice, cuando se suspenderá la ayuda de armas a los mayas).

En julio de 1848 se reanudarán las hostilidades. El ejército recuperará paulatinamente el territorio perdido en cruentas batallas, en las que también participarán cubanos y exsoldados norteamericanos mercenarios; nuevas atrocidades serán cometidas por ambas partes.

Además, en una trata de esclavos disfrazada, los prisioneros mayas serán vendidos por diez años para trabajar en la zafra de los cañaverales cubanos. Cientos de indígenas capturados serán enviados a Cuba. Así, mexicanos y cubanos también obtendrán grandes utilidades por este sucio negocio, hasta que Benito Juárez, mediante decreto del 6 de mayo de 1861, detendrá la extracción de los indígenas yucatecos, bajo cualquier título o denominación.

En el año de 1849, morirán Cecilio Chi y Jacinto Pat. Asumirá el mando Florentino Chan.

Los mayas rebeldes construirán Chan Santa Cruz, lugar en donde se “aparecieron” tres cruces milagrosas labradas en un árbol, que servirán para dotar de un elemento religioso al movimiento maya, con un culto y ritual en torno a una de ellas, llamada la “Cruz Parlante”, resultado de las habilidades de ventrílocuo de Manuel Nahuat, quien las utilizará para ofrecer protección divina a los fieles y para exhortarlos a expulsar a los blancos de territorio maya. La Cruz Parlante será el principal emblema de los sublevados y ejercerá un efecto aglutinador sobre las diversas y dispersas poblaciones mayas involucradas en el conflicto.

Paulatinamente se estabilizarán las áreas ocupadas por cada bando, pero se realizarán periódicamente campañas contra los mayas. Ambas partes tomarán, perderán y recuperarán poblados y territorios, como en 1852, cuando Chan Santa Cruz, centro rebelde de operaciones, fue tomada, pero volvió a manos de los alzados tiempo después.

Así, la guerra se irá atenuando, aunque a veces tomará nuevo impulso, Sin embargo, con el auge de la industria henequenera, los indígenas tendrán mejores opciones que el trabajo semiesclavo, lo que restará estímulo a la rebelión.

La última acción importante de la llamada guerra de castas será en 1865, con el sitio  de Tihosuco, que durará cincuenta días. Pero la guerra de castas hará que Yucatán quede prácticamente despoblado.

Durante el porfiriato se volverá a hacer la guerra contra los mayas hasta su casi exterminio con la toma de Chan Santa Cruz, Payo Obispo y Bacalar los días 5, 10 y 31 de mayo de 1901 respectivamente. Pero aun habrá sublevaciones mayas en 1907 y 1912.

Será la Revolución mexicana con hombres como Alvarado, Carrillo Puerto y Lázaro Cárdenas, la que aliviará la penosa vida de los indígenas mayas tras trescientos años de resistencia intermitente, pero tenaz.

Doralicia Carmona. MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.